lunes, 3 de diciembre de 2018

JOSÉ MARÍA CAO LUACES. Un gallego argentino. Por Germán Cáceres


Nació en Cervo, Lugo, Galicia, el 13/12/1862, y falleció en Lanús, Argentina, el 27/1/1916.


En 1886 emigró a nuestro país. Colaboró principalmente en la publicación El Sudamericano, por lo cual fue enviado a prisión durante ocho días (regía el estado de sitio y Roca era el presidente de la nación).

Caricatura de 1901

Caricatura de 1901

En 1887 comenzó a realizar caricaturas en Don Quijote, que motivaron que sufriera persecuciones y se intentara asesinarlo; la revista fue cerrada por el gobierno. Sucede que la caricatura era un arma política poderosa. Según Martín Fernández: “Leandro Alem diría después que la revolución de 1890 la hicieron las caricaturas de Sojo y Cao…” (Eduardo Sojo colaboró juntó a Cao en la nombrada revista). De acuerdo a Fernández, nuestro caricaturista recibió la influencia del eximio dibujante, escultor y pintor de la escuela realista Honoré Daumier (1808-1879). Y señala que su nieto Julio Álvarez Cao fue un notable dibujante y guionista de historietas que publicó en la Editorial Columba.

Caricatura de 1908

Historieta -ilustración de 1911

La emblemática Caras y Caretas había surgido en Uruguay como semanario humorístico en 1890 y fue creada por el español Eustaquio Pellier. Este renuncia y toman a su cargo la dirección de la revista Justo Sixto Álvarez (cuyo seudónimo era Fray Mocho) y el dibujante español Manuel Mayol. Cao participó activamente en ese medio, en el cual introdujo en 1900 la sección «Caricaturas Contemporáneas». Desde 1902 fue el primer director artístico del suplemento del diario La Nación.

Historieta de 1908



Historieta de 1910

En Caras y Caretas denunció a los políticos corruptos. Reflejó, además, la evolución costumbrista nacional. También satirizó a gobernantes extranjeros que actuaron en la Primera Guerra Mundial.

Ilustración de 1908.

En 1912 Cao participó de la fundación de la revista Fray Mocho, bajo la dirección de Carlos Correa Luna, que había ocupado ese cargo en Caras y Caretas.
Entre sus admiradores se destacaba el gran Alfonso R. Castelao (1886-1950), que está considerado como la figura más importante de la cultura gallega del siglo XX.

Ilustración de tapa de 1909

Cao bregó por la refundación del Centro Gallego de Buenos Aires, del que fue nombrado presidente en 1893.
En 1913 trabaja para el diario Crítica y entre 1915 y 1917 en la revista El Hogar.

Ilustración de 1901.

En 2014 el Club de Prensa de Ferrol (Galicia) publica el libro José Cao Luaces. Galego Universal na caricatura, escrito por Julio Neveleff y Siro López Lorenzo.
En la actualidad estamos alejados de las costumbres y de los grandes personajes de su época, pero podemos apreciar en sus trabajos auténticas expresiones plásticas, propias de un orfebre gráfico enraizado culturalmente en el arte pictórico. Debe tenerse en cuenta que cuando residió en Gijón (Asturias) se contactó con el escultor José María López Rodriguez, de quien aprendió técnicas de dibujo y de escultura. No solo se destacaba por su maestría en el color, sino por sus dibujos a lápiz y a pluma. Se puede aseverar que sus caricaturas en blanco y negro con cierta tonalidad sepia poseían rasgos goyescos. 

Ilustración de 1910.

Era un artista de vigorosa personalidad, autor de una obra única. Su grafismo potente, de impactante colorido, se inclinaba hacia las armonías, tanto de carácter cálido como frío, muchas de ellas cercanas al monocolor. No siempre se detenía en las caras de los personajes, sino que con frecuencia representaba sus cuerpos enteros, incluso su ubicación tanto en exteriores como en interiores. Y respecto a la vestimenta era un maestro en plasmar las arrugas de las prendas que llevaban. Hay un sentido artístico en su producción, como se puede apreciar en la caricatura en colores del paisajista Carlos Thays.

Ilustración para calendario, 1908.

Una de las características de sus representaciones era no respetar las proporciones del cuerpo humano. Asimismo, a sus personajes los hacía cabezones y narigones, de desmesurados bigotes y de orejas parecidas a las de los elefantes. Su imaginación para deformar alcanzaba extremos lindantes con el surrealismo.

Exposición de Cao, tras su fallecimiento.

En varios de sus trabajos se observan trazos propios de un historietista. Así, sus sombras proyectadas son manchas maravillosas.
Fue también un gran acuarelista, y en una imagen de un hombre que está en la cama brinda un ejemplo de diseño artístico y de empleo de tonalidades.
Como elogio final cabe refrendar que se lo considera nada menos que el padre de la caricatura política argentina.

Ilustración de tapa, de 1909.



 
Ilustración de tapa, de 1908.

Germán Cáceres

Bibliografía

-arnoldogualino.blogspot.com: José María Cao-Padre de la caricatura argentina.
-Columba, Ramón, Qué es la caricatura. Editorial Columba, Buenos Aires, 1959.
-Gutiérrez, José María, La Historieta Argentina, de la caricatura política a las primeras series. Ediciones Biblioteca Nacional y Página/12, Buenos Aires, 1998.
-https://es.wikipedia.org/wiki/José_María _Cao_Luaces.
-https://www.lavozdegalicia.es: “Cao Luaces, el dibujante de Cervo que elevó la caricatura a la categoría de arte”, por Martín Fernández.
-Neveleff, Julio y Di Lorio, Graciela, La argentina sin careta. Buenos Aires, Fundación OSDE, 2007.

jueves, 18 de octubre de 2018

Drácula en la Argentina (ÁNGEL ABOY) por Germán Cáceres

Aboy en 1956, tomada para la revista Dibujantes. Foto gentileza de Osvaldo Laíno.

Nació el 18 de junio de 1920. Comenzó su vida profesional durante 1954 en Pobre Diablo. Luego colaboró en Loco Lindo, Bomba H, Avivato, El Colegial, Tío Vivo, Tía Vicenta, Rico Tipo, Telecómicos, Patoruzú, Operación Ja-Ja y Can-Can (España). Firmaba como Drácula sus chistes de humor negro (también bautizó así a uno de sus personajes) y, además, los seudónimos de Roxan y (para sus escritos) los de Erik y Adrián. Otros protagonistas de sus tiras fueron Bochito, un niño superdotado, y Adrianita.




Página de Aboy en Tía Vicenta, 1960.


Su mayor fama la adquirió con Drácula, un individuo de figura desagradable, que vestía de negro, tenía poco pelo, orejas largas, abundantes arrugas y su nariz era una especie de pico de ave de rapiña. Este ejemplar provocaba con su malicia desenlaces funestos. Por ejemplo, llevaba un pájaro carpintero a un circo con el fin de que cortara a picotazos uno de los palos que sostenía la cuerda por donde se desplazaba el equilibrista.


Aboy en Patoruzú, 1975.

Pero a veces en la sección de humor negro aparecían personajes anónimos, como el que aparentemente se disponía a socorrer a un suicida que se había colgado de un árbol, pero en lugar de salvarlo tomaba sus piernas para sacudir las ramas de modo que cayeran frutas que recogía para comérselas. En otra tira, dos duelistas mataban a los padrinos y se reían de la humorada. Bajo esta línea mordaz, un chico había matado a su mamá con una flecha disparada desde su arco de juguete; sin embargo, el padre le perdonaba la travesura y solo le aconsejaba tener más cuidado la próxima vez. En otra secuencia de varios cuadritos, un hombre ponía una bomba con mecha en un arbolito de Navidad sin que la mujer –que estaba encendiendo las velitas–  se diera cuenta ni viese que él se disponía a huir hacia la puerta de calle.

Aboy en Patoruzú, 1967.

Aboy era un artista que dibujaba con soltura y cuyo grafismo respondía a la estética de su época. Así, un cuadrito representaba a un grupo de personas tan horribles que terminaba siendo encantador, o sea, a la manera de Oski, transformaba el feísmo en belleza ornamental a través del humor gráfico. Era capaz, además, de diseñar tanto mujeres viejas y con sobrepeso, como chicas jóvenes de silueta estilizada.


Aboy en Patoruzú, 1972.

A veces su sarcasmo era netamente visual, sin textos ni diálogos. Su concepción de la imagen apuntaba a la funcionalidad del chiste. En otras oportunidades se tornaba verbal, pero las conversaciones no se plasmaban en globos, solo señalaban con una mínima línea al personaje que las pronunciaba. También recurría a textos inferiores, como el que mostraba la buena presencia de una mujer obesa porque “Se la advierte desde cualquier distancia”. En una tapa de Patoruzú el peluquero gritaba: “¡San Cayetano me oyó!” y se veía su negocio repleto de individuos barbudos y con el pelo larguísimo. En otra secuencia tres familiares se peleaban por darle un nombre a un recién nacido y, al final, terminaban llamándolo con apodos convencionales: Pupi, Cuchi Cuchi, Pelusita.


Aboy en Patoruzú, 1968.

Algunas de sus ocurrencias eran desopilantes, como la viñeta en que se observaba a una chica embarazada que le estaba diciendo a su madre: “¡Y si vieras, mamita, qué caballero tan fino! Me besó la mano, me dijo: ´Perdón, madame…´y no lo volví a ver”.


En Patoruzú, 1972.

Sus escritos aún deslumbran por el ingenio y su comprensión de la naturaleza humana. Algunos son chistes buenísimos característicos del habla cotidiana. Pero asimismo se encuentran hallazgos como la recomendación para recibir con una gran sonrisa a las visitas, sobre todo a las inesperadas. La receta consiste en pensar que se trata de un inspector impositivo y cuando al abrir la puerta aparece una amistad o un familiar es imposible no reaccionar con alegría.

Ilustrando tapa de Patoruzú, 1974.

Desplegaba continuamente una ironía superlativa, a menudo con una intensidad feroz. Está muy lograda la nota «La mujer que trabaja»: los empleados proponían que una linda compañera los representara para pedir aumento. Y uno de ellos opinaba: “Yo creo que no va a resultar. Porque si bien es cierto que el jefe a ella no le puede negar nada, ella al jefe, sí.”

Original de Aboy, con indicaciones para su publicación en revista Patoruzú.

En «La pilcha» mostraba con agudeza cómo en los años setenta las mujeres y los hombres que orillaban los cincuenta se ponían neuróticos como en los tiempos que corren al tomar conciencia de que se alejaban de ese divino tesoro que es la juventud. Sus crisis las volcaban en las dudas filosóficas que urdían respecto a la vestimenta adecuada para quitarse años. Este artículo está acompañado por un chiste gráfico que presenta a un tipo que lleva una camisa con un extravagante estampado, mientras un amigo le pide cáusticamente: “Andá, prestámela que hoy tengo que hacer un papelón…”
La superlativa obra de Ángel Aboy constituye un valioso aporte a la historia del humor argentino, tanto gráfico como escrito.
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Germán Cáceres



La siguientes es una entrevista que le realizó Osvaldo Laíno para la revista Dibujantes, que se publicó en el número 20 de marzo/abril de 1956.


Gentileza de Osvaldo Laino.


Bibliografía

-Dibujantes, abril de 1956, Nº 20.
-http://siulnas-historiador.blogspot.com/2011/05/un-día-como-el.html.
-https://www.tebeoesfera.com/autores/aboy_angel.html.
-https://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-174002-2011-0., «El regreso del Sr. Cateura», por Juan Sasturain.
-Siulnas, Diccionario del humor gráfico argentino (inédito), Archivo de historietas y de humor gráfico de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.
-www.museodeldibujo.com/obras_maestras/artistas.php?ida=1&a=aboy-angel.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

FABULANDO CON VIÑETAS (EDUARDO FERRO)


Nació el 19 de agosto de 1917 y falleció en Buenos Aires el 4 de marzo de 2011.


Ya a los dieciséis años dibujaba como profesional cuando ingresó a El Purrete, un suplemento infantil editado por el Buenos Aires Herald. Colaboró también en las publicaciones Pololo y Mustafá y creó historietas como Don Pitazo y Aserrín y Pan Rallado para la revista La Cancha. Luego, en 1936, realizó Pepe Boleto en Pilucho, mientras que Ñangapirí Tereré comenzó a publicarse alrededor de 1940 en el periódico El Pampero. En esos años inició la tira Chapaleo para el diario La Razón. Colaboró en la animación del cortometraje Upa en apuros (1942), con dirección de Tito Davison y guión de Dante Quinterno, titular de la editorial que llevaba su nombre. Durante esa década, empezó a dibujar El fantasma Benito se divierte en Patoruzú (de la citada editorial), donde siguió introduciendo personajes como Cara de Ángel, Bólido, Pandora,  Taraservice y tiras de humor costumbrista. El 1/10/1945 inició en Patoruzito su historieta más memorable: Langostino Mayonesi, el navegante independiente. En los años ochenta fue profesor en la escuela de dibujo de Carlos Garaycochea. También creó en 1981 la historieta Yirolamo corresponsal que salió en Superhumor.


El joven Pepe Boleto no es estudioso y elige el gimnasio con el propósito de convertirse en el futuro en una persona preparada.
Ñangaipirí Tereré, un gaucho correntino que viaja a Buenos Aires para radicarse en la ciudad, sufre varios inconvenientes debido a la ingenuidad de sus actitudes frente a la condición ventajera de los porteños.

En revista Patoruzú, 1941.

El fantasma Benito se divierte fue creado originalmente por Dante Quinterno y lo continúo Ferro a partir de 1937. Solo sugería con líneas los contornos del personaje que registraban el ícono clásico del fantasma con dos puntitos para los ojos  y una rayita como boca. El dibujo era sencillo, prácticamente sin fondos: se basaba en líneas, en grises y en el clásico blanco y negro. Su humor ahora resulta ingenuo, propio de esa época. El fantasma Benito primero ayudaba alguien y luego, cuando este lograba su propósito, lo traicionaba haciéndolo fracasar para desternillarse de risa con su desgracia. En síntesis, era un mal bicho. Desde entonces Ferro empleaba muchas líneas cinéticas y onomatopeyas, las que constituirán un importante recurso de su estilo.

En Libro de oro Patoruzu, 1981.

Chapaleo es un buzo que en poquísimas oportunidades se quita su enorme escafandra y vive casi permanentemente sumergido. La palabra chapalear es sinónimo de chapotear, es decir jugar en el agua con los pies y con las manos. Es petiso, narigón y ostenta un ridículo bigote. Su gracia reside en los diálogos, en los razonamientos disparatados con que se maneja el personaje. Ya en esta tira se vislumbra un universo lunático que se disparará con Langostino. En cuanto a Yirolamo corresponsal, que realizó para Superhumor, se basa también en las salidas insensatas del personaje, pero su grafismo es menos despojado y se detiene en algunos detalles de la vestimenta y en los trazos de los personajes. Chapaleo es asimismo un solitario, como los demás héroes concebidos por el artista.

Bólido

Chapaleo

La historieta Cara de Ángel comenzó a salir en los años cuarenta firmada con el seudónimo Yuyo. En su ejecución dominaban los cuadritos mudos.
Bólido –apareció en setiembre de 1948– es un personaje que contradice el significado de este vocablo. En astronomía se denomina bólido a un meteoro que atraviesa el espacio a gran velocidad; también se designa así a un automóvil rápido. Pero este rubio gordito, con un jopo gigante y párpados caídos es todo lo contrario, tarda tanto en responder a una pregunta o a una cuestión que parece tonto. Sus reflejos son lentísimos y llega a decir de la tortuga que es una “disparadora” porque considera que su caminar es acelerado. Otro ejemplo: Bólido está atendiendo a una persona que espera detrás de un mostrador mientras aquel hace una llamada por teléfono. De repente grita que no lo atienden y entonces recién se da cuenta que intentaba conectarse con la persona que lo está esperando.

En libro de oro Patoruzu, 1978.

Pandora es una mujer estrafalaria a partir de su vestido negro y largo que acentúa su extrema delgadez. Aparece en la década del sesenta. Se enamora perdidamente de cualquier hombre que pasa, hasta que finalmente cambia de look usando ropa provocativa a la vez que pierde su pudor arrojándose sin escrúpulos sobre todo varón con el que se cruza. En los hechos se ha convertido en una prostituta que intenta formar un sindicato, preanunciado los años actuales en los cuales se habla de los derechos de la trabajadora sexual.


Taraservice lo gestó en 1962. Trata sobre un técnico que no consigue arreglar nada, al contrario, destruye todo lo que toca convirtiéndolo en un grotesco aparato.


En su debut (que se publicó en el Nº 1 de Patoruzito) Langostino Mayonesi, el navegante independiente compra un barco, ´´Corina”, tan pequeño que lo lleva en brazos hasta el río. “¡Aventuras! ¡Tiburones! ¡Mi ´Corina´! ¡Las correremos juntos!”, exclama cuando  se aleja de Buenos Aires a bordo de la nave. Cada historieta trae un cuadrito inicial con un resumen del episodio y otro final donde Ferro se hace cómplice del lector comentando atemorizado sobre el dudoso futuro de este émulo de Vito Dumas, el navegante solitario, en quién se inspiró el dibujante por pedido de Quinterno. La imaginación de Ferro es descomunal: inventa las más extravagantes e insólitas aventuras, propias de un delirio o de una pesadilla, las que a veces se llevan a cabo en tierras tan extrañas como Golania, Sincerilandia, Desconfialia, Futbolia, Malignia, Bondadnia, Curronia (en alusión a nuestro país). La representación gráfica es de una belleza plástica maravillosa: gesta innumerables metáforas visuales y deslumbrantes onomatopeyas. “Hoy como ayer, mañana como hoy!...¡Un horizonte abierto y andar, andar!”, exclama el héroe, que – como sostiene Oscar Steimberg– “…no era ´bueno´ (…); pero tampoco era ´malo´.” Langostino es un personaje simpatiquísimo y además un solitario y melancólico romántico, y en su historieta colmada de textos, la palabra –tan cara a los escritores y poetas– cobra un valor superlativo. Concluiré con la misma frase que en el «Homenaje a Eduardo Ferro», organizado por el Museo de la Caricatura “Severo Vaccaro” el 3 de diciembre de 2004: “Langostino forma con ´Corina´ un todo inseparable, está unido a ella en cuerpo y alma. Ferro ha logrado el milagro de crear un nuevo ser fabuloso, una deidad acuática que se unirá a las sirenas y tritones que andan por ahí.”
En revista Patoruzu, años 70.




Germán Cáceres


Bibliografía

-Albertoni, Carlos W., Santas Historietas, Enciclopedia de los cómics. Catálogos, Buenos Aires, 2004.
-Gociol, Judith y Rosemberg, Diego, La historieta argentina-Una historia. Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2000.
-https: //es.wikipedia.org/wiki/Eduardo Ferro.
-https://ilustración.fadu.uba.ar/2014/10/24/langostino-por-eduardo-ferro/.
-https://imaginaria.com.ar :«Eduardo Ferro 1917-2011).
-https;//luisalberto941:wordpress.com.:«Ferro: De El fantasma Benito a Yirolamo, pasando por Langostino».
-laduendes.blogspot.com: «Eduardo Ferro (1917-2011)».
-Siulnas, Aquellos personajes de historieta (1912-1959). Puntosur Editores, Buenos Aires, 1986.
-sonrisasargentinas.blogspot.com.
-Steimberg, Oscar, Leyendo historietas. Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1977.
-Szymanczyk, Oscar, Historia de las historietas en la Argentina. Editorial Dunken, Buenos Aires, 2014.
-Trillo, Carlos y Saccomanno, Guillermo, Historia de la historieta argentina. Ediciones Record, Buenos Aires, 1980.

viernes, 17 de agosto de 2018

ALREDEDOR DE LA HISTORIETA ARGENTINA, por Germán Cáceres


Charla pronunciada el 25.7.18 en el Colegio San Pablo, La Cumbre, Córdoba.


En primer lugar quiero aclarar que en el tiempo de que disponemos solo alcanzaremos a dar un pantallazo de la historia de la historieta argentina. Enumerar la enorme cantidad de dibujantes, guionistas, revistas, diarios y editoriales es tarea de un libro. Lamentablemente quedarán grandes dibujantes y eximios guionistas sin nombrar.
Aquí destacaremos algunos de sus aspectos y mencionaremos a varios de sus creadores, y podrán encontrar los que faltan en la breve bibliografía que acompañará esta charla  que yo oportunamente transcribiré y será subida a la web por el dibujante y guionista Alejandro Aguado,  titular de Editorial La Duendes (laduendes.blogpot.com.ar).
Puede afirmarse tímidamente que la primera historieta argentina fue Las aventuras de Viruta y Chicharrón, que salió a partir de 1912 en la mítica revista Caras y Caretas. Siguiendo los pasos del primer título de la historia universal de este género –Yellow Kid (1893), de Richard Felton Outcault – fue de humor y no de aventuras. Otra curiosidad  residía en que era de origen norteamericano y cuando se dejó de recibir en nuestro país, se le cambió el nombre y la comenzaron a dibujar una serie de artistas locales. El primero fue Manuel Redondo que, si bien residía en la Argentina, era español.
Una de las primeras revistas argentinas de historietas que se caracterizó por sus expresiones costumbristas fue Páginas de Columba (1922), creada por Ramón Columba, caricaturista y taquígrafo del Congreso Nacional. No debe olvidarse que en la década anterior había salido una publicación dedicada al público infantil, Billiken, editada por  Constancio Cecilio Vigil, que asimismo divulgó historietas de aventuras, entre ellas la legendaria Superman con el título en español de Superhombre (comenzó a aparecer en 1939).

El 20/9/1928 se lanzó El Tony, una publicación exitosa editada también por Ramón Columba, en la cual se destacó el dibujante Raúl Roux.
Un creador que hay que señalar  en la década del treinta es Lino Palacio, responsable entre otros logros de Don Fulgencio, Ramona y Avivato.    


En noviembre de 1936 debuta la revista Patoruzú, con el personaje homónimo creado por Dante Quinterno y cuya repercusión  constituyó un fenómeno nacional. En realidad, su génesis comenzó en 1927 con el nombre de Un porteño optimista, le siguió Aventuras de Don Gil Contento, luego Don Julián de Montepío, hasta que alrededor de 1935 adquiere el nombre del personaje de mayor repercusión de la tira: Patoruzú, acompañado por Isidoro, el Coronel Cañones, el capataz Ñancul, Upa, la Chacha Mama, su hermana Patora y el caballo Pampero. Como producto fue una maravilla, aunque se lo criticó por su ideología discriminatoria y antidemocrática. En la revista comenzó a publicarse Hernán el Corsario, de José Luis Salinas, uno de los artistas más relevantes de este llamado noveno arte. Graficó varias de las páginas más bellas de la historieta nacional en un estilo realista que bien puede encuadrarse dentro de la estética de la ilustración. Otros de sus trabajos consagratorios fueron Cisco Kid, Dick el artillero y adaptaciones de famosas obras literarias de autores de la talla de Rudyard Kipling, Emilio Salgari, Henry Rider Haggard, Alejandro Dumas, James Fenimore Cooper y la Baronesa Emma Orczy. Un notable hallazgo lo constituyó El libro de Oro de Patoruzú, de frecuencia anual. Tampoco puede dejar de mencionarse El libro de la Historieta, de Editorial Tor, de gran aceptación por parte de chicos y jóvenes.



Somos argentinos y no podemos dejar de mencionar la historieta gauchesca. Uno de sus mayores representantes fue el nombrado Raúl Roux con El Tigre de los Llanos, la vida de Facundo Quiroga, que apareció en El Tony. Después vino Cirilo, el audaz (1939), de Enrique Rapela, creador de los famosos personajes El Huinca y Fabián Leyes, que tuvieron sus propias revistas en la década del sesenta. Una cumbre notable fue El cabo Sabino (1954), con guión de José Álvarez Cao y arte de Carlos Casalla.




Guillermo Divito, un colaborador de Dante Quinterno en Patoruzú, fundó en 1944 su propia revista: Rico Tipo, un suceso de ventas. Historietas como Fúlmine, Pochita Morfoni, Fallutelli, Bómbolo, El otro yo del Dr. Merengue y las chicas desbordantes de sensualidad que intervenían en las tiras, se ganaron el fervor de los lectores.
Divito tuvo como integrante de su equipo al ilustre Oski (Oscar Conti), que, con un estilo personal y a través de una figuración feísta, elaboró páginas primorosas. Entre sus creaciones figuran La Primera Fundación de Buenos Aires y Vera historia de las Indias.




En esa década, más precisamente en 1945, también nació Intervalo, de Editorial Columba, conocida por sus adaptaciones de novelas y su utilización de viñetas que tenían la peculiaridad de recurrir a los textos y no usar los globos de diálogo, recurso que se consideró poco historietístico.
 Una suerte de efemérides fue la aparición el 11 de octubre de 1945 de la revista  Patoruzito, de la Editorial Dante Quinterno. Lleva el nombre del personaje de la historieta que refiere la infancia de Patoruzú,  guionada por  Mirco Repetto y dibujada por Tulio Lovato. En sus páginas pasaron grandes producciones, como el Gnomo Pimentón, creada por Paula Quinterno y con arte de Oscar Blotta,  Langostino, de Eduardo Ferro, Vito Nervio, iniciada por Emilio Cortinas y Mirco Repetto y continuada  por Alberto Breccia y Leonardo Wadel , A la conquista de Jastinapur, de Emilio Cortinas y Leonardo Wadel, Mangucho y Meneca, de Roberto Battaglia, y las norteamericanas Flash Gordon y Rip Kirby, dibujadas por el gran Alex Raymond.





A propósito de Alberto Breccia y de Leonardo Wadel debe destacarse que el primero, oriundo de Uruguay, está considerado por varios entendidos como el más grande dibujante de la historia y a él se deben productos como Mort Cinder (con guión de Oesterheld), la versión de Los mitos de Cthulu sobre la obra de H.P. Lovecraft y la galardonada Perramus, guionada por Juan Sasturain. Asimismo es sobresaliente Un tal Daneri, con textos de Carlos Trillo. En cuanto a Leonardo Wadel fue, de acuerdo al artista uruguayo, el fundador de la profesión de guionista en la Argentina.

Armas de Fuego, con dibujos de Breccia y El Eternauta, versión Oesterheld - A. Breccia.

Páginas de Oesterheld - A. Breccia: Sherlock Time y Mort Cinder.

El 3 de setiembre de 1948 ocurrió un suceso auspicioso: se presentó la revista Misterix, de la Editorial Abril, que contrató a importantes autores italianos con buenos sueldos para que vinieran a trabajar a la Argentina. Y aceptaron personalidades como Hugo Pratt, Mario Faustinelli, Ivo Pavoni, Guillermo Letteri y Alberto Ongaro. El único que prefirió seguir radicado en Europa y continuar enviando desde allí sus trabajos fue Paul Campani.


Se puede decir que en esa década comenzó la época de oro del género en nuestro país. Y aclaro que mundialmente se habla con elogios y reverencia de “La Escuela de la Historieta Argentina”.
Así, Hugo Pratt, que por su formación puede considerarse argentino, está reverenciado por muchos entusiastas como el mejor historietista de todos los tiempos. Fue el creador de la célebre Corto Maltés (apareció en Italia en 1967) y su estilo, inspirado en el maestro norteamericano Milton Caniff, cobró vuelo propio. Alejado de cualquier sumisión a la ilustración o al cine, se erigía en una estética autónoma, incanjeable, que se nutría de esplendentes aguadas, manchas aplicadas con pincel, onomatopeyas, líneas cinéticas y una sabía distribución de blancos y negros.


Un evento importante se dio en 1957: Landrú (Juan Carlos Colombres) lanzó la revista Tía Vicenta, con un humor y un grafismo completamente novedosos.
Y en ese mismo año aparecieron dos revista fundamentales: Hora Cero y Frontera, con sus desprendimientos semanales y extras.  Editadas por Héctor Germán Oesterheld y su hermano Jorge, llevaron a la historieta nacional al cénit de su perfección. Con  textos de Oestehreld –que para Alberto Breccia revolucionó la historieta a nivel mundial–, pasaron cumbres como El Eternauta, Ernie Pike, Sherlock Time, Sargento Kirk, Ticonderoga y la lista continúa. Colaboraron con él dibujantes de la talla de Hugo Pratt, Francisco Solano López, Arturo del Castillo, Carlos Roume, Horacio Lalia y se pueden añadir muchos más.


Oesterheld cambió el sentido de la historieta. No le interesó el héroe imbatible que siempre triunfaba sobre el mal y evitó los personajes estereotipados. Por ejemplo, en Ernie Pike, un corresponsal que relata episodios de la Segunda Guerra Mundial, impresiona por su dramatismo y verosimilitud. Sus protagonistas pueden ser tanto soldados aliados como alemanes, dado que sus destinos se frustran al ser víctimas de la guerra.  De El Eternauta, que apareció el 4/9/57 y dio lugar a que en esa fecha se festeje el “Día de la Historieta”, puede decirse que inició la ciencia ficción argentina. Su novedad consistía en que la clásica invasión extraterrestre se desarrollaba en las calles de Buenos Aires, y una de sus principales secuencias de acción ocurría en la zona de la cancha de River. Los protagonistas son individuos sencillos que al comenzar la historieta están jugando al truco en Vicente López (Juan Salvo, Favalli, Lucas, Polski, a los que se agrega luego Franco) y tan mártires como sus agresores alienígenas –los “cascarudos”,  los “manos”, los “gurbos”– porque a medida que transcurre la trama se revela que éstos son meras herramientas de los “ellos”, los verdaderos monstruos con vocación imperialista. Oesterherld deja entrever que la mayoría de los hombres está en contra de la guerra, la que es promovida por los centros de poder, que medran con el sufrimiento humano. En el final, Juan Salvo (el eternauta) es proyectado a otro tiempo junto a su esposa Elena y su hija Martita, pero por un error las pierde y está condenado a buscarlas para siempre (él  define su “triste y desolada condición de peregrino de los siglos”).
El Eternauta I, Oesterheld - Solano López.


Para esta renovación del género Oesterheld contó con un lápiz magistral, vinculado a importantes hitos de la historieta argentina y mundial: Francisco Solano López. Sus conceptos imponían un nuevo derrotero al dibujo volviéndolo más independiente, con un sentido narrativo fluido. Su trazo vigoroso, su calidez en el diseño de los personajes, su destreza en las manchas negras, así como una ágil planificación, estaban revolucionando el noveno arte.
En 1969 Alberto Breccia y Oesterheld emprenden una remake de El Eternauta. Hay un giro ideológico en el guión de Oesterheld: las grandes potencias negocian con el invasor la entrega de Latinoamérica a cambio de no ser agredidas. Y Breccia promueve un dibujo de vanguardia, demostrando que la historieta es capaz de experimentar con su lenguaje visual. La dirección de la revista Gente, que la publicaba, no comprendió su sentido innovador y obligó a acortarla, dañando su unidad y su ritmo narrativo.
Publicidad de Editorial Record, con las tres primeras partes de El Eternauta.

En 1976 la dupla Oesterheld-Solano López inicia la segunda parte de El Eternauta, en la que se acentuó su costado ideológico con alusiones a la sangrienta represión que vivía el país, y donde Juan Salvo se asumía como una especie de líder iluminado al frente de grupos que se parecían bastante a las guerrillas. 
En 1968 Oesterheld guiona la Vida de El Che, con dibujos de Alberto y Enrique Breccia.
Finalmente se incorpora al cuerpo propagandístico de la Organización Montoneros. Desapareció el 27 de abril de 1977. Figura en la página 339 del libro Nunca Más. Sus cuatro hijas también desaparecieron.
En 1964 salió Mafalda, de Quino (Joaquín Lavado), un fenómeno masivo de humor gráfico que llega hasta nuestros días y que, curiosamente, su creador dejó de dibujar el 25 de junio de 1973. Posiblemente la intención de Quino fue que se hiciera conocer su otra obra, que ofrece, en páginas enteras, además de un humor  valioso, un grafismo de orfebrería. Y Hermenegildo Sábat (Montevideo, Uruguay, 1933, naturalizado argentino en 1980) comenzó en 1966 su brillante carrera como caricaturista en el país.

Fontanarrosa, junto a sus personajes Inodoro Pereyra y Boggie. El Mago Fafa de Bróccoli, Clemente de Caloi y Teodoro & Cía de Viuti.

En 1962 cierra definitivamente la Editorial Frontera después de una caída de sus ventas y de padecer serios problemas económicos y así fue finalizando la época de oro de la historieta argentina, más allá de que siguieran surgiendo editoriales, revistas y obras que dejaron su marca. En 1973 nació Bartolo, de Caloi (Carlos Loiseau), en la última página de Clarín, que en 1976 se convierte en el popular Clemente. Y se irradia el humor cordobés a través de la emblemática revista Hortensia, dirigida por Alberto Cognini, que salió en 1972, y en la que aparecen Boogie, el aceitoso y, en 1974, Inodoro Pereyra, el renegáu, ambas de Roberto Fontanarrosa. Otro importante colaborador de la publicación fue Crist (Cristóbal Reynoso). En el mismo año que surgió Hortensia, o sea en 1972, se organizó la primera bienal “El humor y la historieta que leyó el argentino”. La segunda bienal se desarrolló en 1979.


Un enorme puntal lo constituyó Manuel García Ferré  –español radicado en la Argentina desde los 17 años– con su revista Anteojito, que salió el 8 de octubre de 1964. En ella tuvo una repercusión sensacional Sónoman (1966), de Oswal (Osvaldo Viola). También deben mencionarse las publicaciones que lanzaron Héctor Torino (Don Nicola) y Adolfo Mazzone (Capicúa y Afanancio) con numerosos personajes humorísticos.

REvistas infantiles



Sin embargo, entre 1970 y 1975 resultó ser la mejor época para la Editorial Columba. Publicaba las revistas D´Artagnan, Fantasía, Intervalo, Nippur de Lagash, Dennis Martin, Álamo Jim y Cabo Savino. Sus ventas eran astronómicas, hoy fuera de las posibilidades de nuestra imaginación: se habla de más de dos millones de ejemplares mensuales. Sectores intelectuales las criticaron ácidamente, sobre todo a Robin Wood, su guionista estrella, que nació en Asunción, Paraguay, en 1944, y llegó a crear más de setenta personajes.  Se le achacó que carecía de auténtico talento, que huía de cualquier tipo de experimentación y que desarrollaba una escritura atrasada. A pesar de estos reparos colaboraron en Columba talentosos dibujantes como Carlos Vogt, Domingo Mandrafina, Ernesto García Seijas, Lucho Olivera, Ricardo Villagrán, Gómez Sierra (Jorge Villagrán), Walter Taborda, Ángel (Lito) Fernández y Sergio Ibañez, entre otros. La editorial cerró definitivamente en el año 2000, pero hoy su producción tiende a revalorizarse  y varias de sus historietas continúan publicándose. Por ejemplo, Dago, que surgió el 2 de agosto de 1984, con guión de Robin Wood y dibujos de Alberto Salinas, sigue saliendo en Italia con textos del mismo guionista y arte de Carlos Gómez (a veces es reemplazado por Joan Mundet).




Otra editorial influyente fue Ediciones Record, de Alfredo Scutti, con la popular revista Skorpio, que aportó historietas con mayores aspiraciones. Su director de arte era Juan Zanotto y su principal guionista Ray Collins (Eugenio Zappietro), que creó el famoso personaje Zero Galván, héroe de Precinto 56 (1963). Una historieta que dio prestigio a Skorpio fue nada menos que Corto Maltés, de Hugo Pratt.  La fortaleza móvil, con guión de Ricardo Barreiro y arte de Enrique (Quique) Alcatena alcanzó una categoría de excepción.  La revista dejó de salir en enero de 1996. También colaboraron –entre numerosos consagrados– el dibujante Ernesto García Seijas y el guionista Ernesto Mazzitelli.

Revistas de editorial Record



A partir de 1972 el diario Clarín inauguró una página de historietas –la última–, principalmente dedicada a las tiras de humor.  Allí se destacaron El Loco Chávez, de Carlos Trillo (guión) y Horacio Altuna (dibujos) y el popular Clemente, de Caloi. Se pueden citar también Teodoro & Cía, de Viuti (Roberto López), Diógenes y el linyera, con guión de Jorge Guinzburg  y Carlos Abrevaya y dibujos de Tabaré  (Tábare Gómez Laborde).
El Loco Chávez, de Carlos Trillo - Horacio Altuna

Un hecho enriquecedor fueron las publicaciones de Ediciones de La Urraca (1974-2001), de Andrés Cascioli. Este estupendo dibujante tuvo la rara virtud de respetar los derechos de autor, es decir pagaba los originales, pero luego se los devolvía a los historietistas para que ellos siguieran comercializándolos. Uno de sus títulos más difundidos fue Humor Registrado, que apareció el 1 de julio de 1978 y terminó denominándose simplemente Humor. Se erigió en símbolo de la oposición a la dictadura militar. Allí se destacaron Maitena, Tabaré, Raúl Fortín, Meiji (Jorge Meijide), Rep (Miguel Repiso), Alfredo Grondona White, Eduardo Maicas y muchos más. La otra revista que se metió en la historia por su renovación gráfica fue Fierro (llamada entre los fans la Vieja Fierro: la nueva etapa comienza en 2006 como suplemento del periódico Página/12), que se lanzó en setiembre de 1984 y cerró en diciembre de 1992. Allí colaboraron los mejores artistas y guionistas argentinos: Carlos Sampayo, José Muñoz, Carlos Trillo, Alberto Breccia y sus hijos Patricia y Enrique, Juan Giménez, Ricardo Barreiro, Domingo Mandrafina, Francisco Solano López, Carlos Albiac, Eduardo Risso, Sanyú (Héctor Alberto Sanguiliano), Carlos Nine, Hugo Pratt. Tenía una sección llamada “El subtemento Óxido”, donde jóvenes valores experimentaban con el grafismo y la escritura.  Allí surgieron Pablo Fayó, El Marinero Turco (él afirma que es su identidad real), Max Cachimba (Juan Pablo González), Tatí (Héctor Omar Martín), Juan Carlos Quattordio, El Niño Rodriguez (también opina que es su identidad), Pablo Páez, El Tomi (Tomás D´Expósito).
Algunas revistas de editorial La Urraca
Páginas de historietas publicadas en Fierro (primera etapa)

Fierro (primera etapa)


Una revista que debe mencionarse es Puertitas (1989-1994), dirigida por Carlos Trillo, el que guionó maravillas como Irish Coffee y Cybersix, con dibujos del eximio artista Carlos Meglia.


O sea que salvo excepciones, aproximadamente desde 2011 cesaron de aparecer las revistas de historietas. Y a partir de entonces el género dejó de ser un arte masivo para convertirse en un arte de minorías.
Y surgieron los fanzines, autogestionados por jóvenes fanáticos de la historieta que se convirtieron en autores, editores y distribuidores de sus propias obras, impresas en simples fotocopias que vendían entre sus amigos y conocidos. De allí que se organizaran numerosos festivales para darles a estos jóvenes emprendedores la oportunidad de vender sus productos.
Hubo un fanzine de 1990 que tuvo tanto éxito que finalmente lo editó la Editorial La Urraca  en 1992: se trata de Cazador–una producción totalmente desaforada– con guiones de Jorge Luis Pereyra Lucas y un conjunto de dibujantes que se iban turnando: Ariel Olivetti, Lucas Accardo, Fernando Calvi, Mauro y Renato Cascioli, Claudio Ramírez. Salió hasta 2001 y hubo una nueva edición en 2010.


Pero cuando los fanzines intentan superar su rudimentaria condición y aspiran a una suerte de libro de vanguardia ascienden a la categoría de prozines. Y se pueden enumerar a tres de suma importancia, con múltiples innovaciones y una búsqueda vanguardista y experimental constante: Lápiz Japonés, El Tripero y ¡Suélteme! De Lápiz Japonés aparecieron cuatro números y fue fundado en 1993 por los dibujantes Diego Bianchi y Sergio Langer. De ¡Suéltime! (1995 a 1999) se editaron cinco números, y entre sus responsables estaban Esteban Podeti, Diego Parés, Darío Adanti, Pablo Fayó, Pablo Sapia, El Marinero Turco y Dani The O (Daniel José Díaz), Lucas Nine, Liniers (Ricardo Sin), entre otros. El tripero lo constituyeron alumnos de Alberto Breccia y fue el prozine de mayor duración (1994-2001).



La pregunta obligada es ¿por qué desplomó la historieta y qué futuro le aguarda? ¿Cuál fue la causa de su crisis?
Hay varios intentos de explicación:
–Por culpa de la mala gestión de las editoriales, y en cierto punto es real.
–Porque muchos de los dibujantes trabajaron para el exterior y algunos se traladaron a esos países. Sí, también es posible.
--El gran dibujante Leopoldo Durañona en un reportaje dijo al respecto:"(...) todo lo contrario a las historietas complicadas e intelectuales de hoy en día. (...),esa historieta se ha marginado sola, enredando al lector...".
–Pero la principal causa entiendo que fueron los cambios de hábitos de la población, como la televisión, los video-juegos, la realidad virtual, la informática, internet, los celulares.
No obstante, siempre hay que mantener la esperanza dado que pueden existir otros caminos. Así, hoy las historietas se editan en libros de tirada limitada pero se observan en muchos de ellos trabajos de jerarquía. También se suben a la web. Y ese público minoritario ama la historieta y le es fiel. De manera que seguirá subsistiendo en otros formatos y, tal vez, con más intensidad en su búsqueda de nuevos rumbos estéticos.


Algunas tapas de los 89 números de El Espejo. De los dibujantes del sur. Historietas y humor publicado a mitad de los años 90 desde Patagonia. 

Y ahora como homenaje final a ese genio que fue Héctor Germán Oesterheld se leerá un cuento de su autoría. Se debe aclarar que antes de dedicarse a la historieta escribía relatos infantiles y libros de divulgación científica. Y luego se convirtió en un prodigioso narrador de cuentos para adultos. Los más recordados son “Pequeño Maquiavelo Reforzado”, “El árbol de la Buena Muerte”, “Sondas”, “Los cuentos del Tipi” y “El diario de un soldado”. Ediciones de la Flor editó en 1969 una antología titulada Los argentinos en la Luna. También escribió nueve novelas sobre su personaje Bull Rockett, de 1952, y otras nueve sobre El sargento Kirk, de 1953. Las firmó con el seudónimo de G. Crossel.
Se leerá entonces el cuento “Ciencia”, que figura en el citado libro Los argentinos en la Luna, de Ediciones de la Flor:


CIENCIA

En algún lugar de los vastos arenales de Marte hay un cristal muy pequeño y muy extraño.
Si alzas el cristal y miras a través de él, verás el hueso detrás de tu ojo, y más adentro luces que se encienden y se apagan, luces enfermas que no consiguen arder, son tus pensamientos. Si oprimes entonces el cristal en el sentido del eje medio, tus pensamientos adquirirán claridad y justeza deslumbrantes, descubrirás de un golpe la clave del Universo todo, sabrás por fin contestar hasta el último porqué.
En algún lugar de Marte se halla ese cristal.
Para encontrarlo, hay que examinar grano por grano los inacabables arenales.
Sabemos, también, que, cuando lo encontremos y tratemos de recogerlo, el cristal se disgregará, solo nos quedará un poco de polvo entre los dedos.
Sabemos todo eso, pero lo buscamos igual.


Germán Cáceres

Bibliografía

-Albertoni, Carlos, Santas Historietas/Enciclopedia de los cómics, Catálogos, Buenos Aires, 2004.
-Cáceres, Germán, “Buenos Aires no contesta”, en La aventura en América, La Palabra Mágica, Buenos Aires, 1999.
-Cáceres, Germán, Oesterheld, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 1992.
-Comiqueando Online (www.comiqueando.com ): “100 años de historieta argentina”, por el esquipo de la revista.
-Gociol, Judith y Gutiérrez, José María, La historieta salvaje/ Primeras series argentinas (1907-1929), Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2012.
-Gociol, Judith y Rosemberg, Diego, La historieta  argentina/Una historia, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2000.
-Gutiérrez, José María, La historieta argentina. De la caricatura política a las primeras series, Ediciones Biblioteca Nacional y Página 12, Buenos Aires, 1999.
-Imaginadores (La aventura de la historieta argentina). Película documental de 2008 dirigida por Daniela Fiore.
-Lipszyc, Enrique, El dibujo a través del temperamento de 150 famosos artistas, editado por la Escuela Norteamericana de Arte, Buenos Aires, 1953.
--Sasturain, Juan, El domicilio de la aventura, Colihue, Buenos Aires, 1995.
-Scolari, Carlos, Historietas para sobrevivientes, Colihue, Buenos Aires, 1999.
-Steimberg, Oscar, Leyendo historietas, Nueva Visión, Buenos Aires, 1977.
-Trillo, Carlos y Saccomanno, Guillermo, Historia de la historieta argentina, Ediciones Record, Buenos Aires, 1980.