martes, 5 de enero de 2010

Entrevista: SANYÚ (primera parte)

Nació en Neuquén. ¿A qué edad se fue de allí y por qué?
Me fui de Neuquén a los 19 años con rumbo a Bahía Blanca, a estudiar Economía, pero me ganó la fiebre de dibujar y a principio de los ’70 me rajé a Buenos Aires, que era por entonces el único lugar posible donde publicar.



Malón, cielito lindo. Fierro 65, 1989.

¿Por qué dibujante de historietas?
Un maestro de la historieta yanqui decía que al unir su incapacidad para dibujar con su incapacidad para escribir, había conseguido una gran profesionalidad para hacer historietas.
Para mí es una enfermedad mental que me obliga a contar historias en imágenes.

¿Cuándo y dónde comenzó a publicar?
En 1974, en la genial Satiricón, la revista creada por Blotta.
Por indicación del, ex y ahora de regreso, dibujante Lolo Amengual fui a la redacción con una carpetita bajo el brazo. Me recibió Andrés Cascioli, que era el jefe de arte, y eligió algunas historietas de 6 u 8 cuadros para publicar en un primer Suplemento de Humor Chancho, me hizo algunas indicaciones para que rehiciera otras y cuando volví a llevarlas me dio un pliego con mis dos primeras historietas impresas, en papel sepia, que aún conservo, en ese momento me sentí el tipo más feliz del mundo.



Malón, el desierto de los pampas, por Sanyú, Fierro 63, 1989.

Además de ser un historietista “serio”, también es humorista gráfico. ¿Qué diferencias existen entre uno y otro y cómo se cruzan?
En realidad soy historietista, cuando me planteo la viñeta de humor lo que hago son reflexiones que pretenden actuar como pequeñas intervenciones en el relato de la realidad, como cuadritos sueltos en la historieta que es el devenir de la información.
El problema es que el recorte particular que hago de las noticias, hace que a algunas de las ideas desarrolladas no las entienda nadie.

Su estilo de dibujo es muy personal, fácil de identificar con su autor. ¿Cómo llegó a él?
Creo que el estilo es la manifestación de las limitaciones que cada autor tiene y que se imponen en el trabajo a través del tiempo. Mi estilo se forma al ir tratando de resolver esas limitaciones técnicas.
Durante muchos años solo me importó representar la idea que quería, dibujando con pluma, en esa época pude encontrar unas plumas de acero inglesas, marca Guillot, que permitían hacer un trazo finísimo y engrosarlo cuando era necesario. El placer que daban esas plumas deslizándose sobre un papel alemán Schoeller satinado era sólo comparable al placer de la masturbación (un colega dixit).
Después, en la época de Fierro, empecé a trabajar sobre el concepto de la perspectiva y el volumen, y hace unos años pude resolver el manejo del pincel, lo que me permite trabajar sobre papeles más ordinarios con un trazo más blando.
Últimamente todos los originales tienen alguna mediación en la computadora, sobre todo en Photoshop, lo que me ha facilitado colorear más o menos dignamente y, sobre todo, entregar los dibujos en las mejores condiciones para ser impresos, que es el verdadero sentido de mis trabajos.



La Presencia, Fierro 75 (primera época), 1990. Historieta sobre la Guerra de Malvinas.

Usted trabajó para revistas emblemáticas como Humor, Superhumor, Fierro, El Péndulo, todas de la Urraca ¿Cómo fue su ingreso a esa editorial?
Eso fue fácil porque Cascioli, que era el director editorial, ya me conocía y me confió resolver un par de páginas desde el primer número de Humor Registrado.

Superhumor fue un verdadero lujo, al menos hasta que no le insertaron notas políticas. Me da la impresión que fue un poco como olvidada, cuando fue una publicación clave dentro de la historieta nacional. ¿Le parece que es así, qué opina al respecto?
Allí estaba lo mejor de Sasturain, su concepto duro de historieta nacional, acompañado por los más importantes creadores de, por lo menos, tres generaciones de historietistas que todavía dibujaban para el público argentino.



Telo, dibujos Sanyú, guión, Martín García, Superhumor 18, 1982.

¿Cómo ve hoy su paso por esa revista?
En esa revista publiqué mi primera historia larga, una adaptación de El criador de gorilas, de Roberto Arlt, por sugerencia de Juan Sasturain, su director, y eso me abrió las puertas a un mundo de historias más complejas, sacadas de la literatura.
También salió la primera versión de Triste, solitario y final de Osvaldo Soriano.
Eso derivó en el intento de crear, en la posterior Fierro, algunas series como Malón o El inspector Justo, recopiladas ahora en libro por Editorial Colihue.

En la misma revista y en Fierro adaptó a historieta a autores como Arlt, Osvaldo Soriano y otros. ¿La literatura tiene fuerte influencia en su obra?
Leer siempre me ha provocado imágenes que desarrollan la trama. Cuando encuentro una obra que me representa busco la manera de dibujarla y publicarla, en estos casos conservo una fidelidad absoluta a los textos originales en los diálogos y los textos de apoyo.




Fragmento de la historieta A mano armada, de Sanyú, Súperhumor 21, 1982.

¿Durante la época de la Dictadura Militar, alguna vez le hicieron sugerencias acerca de los contenidos? ¿Cómo se manejaban con la censura?
Entonces publicaba en La urraca, Cascioli era el que manejaba el rumbo y los temas. Se sentía siempre una amenaza velada pero también creo que éramos un poco inconcientes.

En Fierro solía hacer historietas con una fuerte conexión con temas nacionales (gauchesco, policial en Bs As, Maradona, la guerra de Malvinas, etc.), pero siempre con una visión muy original, personal. ¿Por qué la predilección por estos temas y qué repercusión tenían?
Siempre he estado interesado en el “género”, ya sea policial, ciencia ficción, lo gauchesco como western o de superhéroes… y creo que el autor debe permanecer conectado con sus raíces, sus experiencias y creencias compartidas con el público.
La unión de esos dos conceptos me puso tras la búsqueda de temáticas nacionales y un lenguaje propio.
Aún hoy encuentro tipos que fueron lectores y recuerdan alguna de aquellas historias.




Fragmento de Triste Solitario y Final, adaptación de novela de Osvaldo Soriano, publicada en Súperhumor.

Su trabajo sobre un tema regional, dentro del género de aventuras, fue el que realizó para un diario de Nqn, luego publicado en la revista Cóctel. ¿Qué recuerda de esa serie, cómo la valora hoy en día y qué repercusión tuvo?
En ese caso traté de trabajar el género infantil a la manera europea, una historieta de aventuras pero transgrediendo el modelo héroe-rubio-europeo. El personaje principal era un descendiente de mapuches que vivía con su sabia abuela en la cordillera neuquina. Salió durante un tiempo en un diario de Neuquén, lo que fue para mí una especie de regreso a mis orígenes, pero lamentablemente no recibió ningún comentario.

En Cóctel también trabajó temas de fuerte contenido sexual, ¿cómo se siente trabajando ese género?
Siempre trato de hacer historias eróticas con ironía, que le quiten al sexo ese carácter religioso de la entrega.
Me interesa valorar más el placer del contacto físico y menos una, supuestamente necesaria, comunión espiritual

Su historieta sobre Malvinas es de las pocas que se salen del enfoque tradicional. ¿Por qué la encaró de esa forma, dentro del género fantástico?
Ya había tratado el tema de la locura y la corrupción de esa guerra en Humor y decidí darlo un tono más filosófico, partiendo de un relato que se ambientaba en las guerras internas de nuestro país en el siglo XIX. Ésta guerra creo que también se inscribía en la serie de soluciones extremas que aplica el poder para abroquelarse y sobrevivir cuando es amenazado, como últimamente vemos con la guerra a la “amenaza islámica”.
Históricamente estas situaciones creadas finalizan en represalias de dominadores sobre dominados, imperio sobre colonias, oligarquía sobre el pueblo…

La próxima semana, la segunda parte.

1 comentario:

Carlos Carpintero dijo...

Increíble la entrevista. Gracias al reporter y aplausos para ese maestro llamado Héctor Sanguiliano.