jueves, 2 de diciembre de 2010

Los maestros: Roberto Battaglia

ROBERTO BATTAGLIA

(Buenos Aires, 1923- Estados Unidos, 2005)

Por Germán Cáceres

Roberto Battaglia

El destino de la segunda mitad de la vida de Roberto Battaglia (None para los suyos) recuerda el del escritor y guionista B. Traven, el autor de El tesoro de Sierra Madre y de El puente en la selva: Enrique Vila-Matas opina que “fue la auténtica expresión de lo que conocemos por ´escritor oculto´ (…) insistió en el derecho al secreto de su vida privada, por lo que su identidad sigue siendo un misterio”. Algo similar sucedió con el historietista argentino que alrededor de los años sesenta decidió radicarse en los Estados Unidos. Salvo una reseña del Museo del Dibujo que dice que “allí montó, tras dedicarse un tiempo al dibujo, una empresa de pintura”, amigos y parientes perdieron sus rastros, toda comunicación con él, hasta que lamentablemente se enteraron de que ya había fallecido. Diego Parés, comentando un artículo de Osvaldo Laino, se pregunta: “Sigue siendo para mí un misterio qué fue de su vida en USA. ¿Siguió dibujando? ¿Publicó allá? ¿A qué se dedicó? ¿Por qué perdió contacto con la Argentina?”.




Sus creaciones más famosas fueron María Luz, Motín a bordo, Egoísto, Orsolino, director y, sobre todo, Mangucho y Meneca —rebautizada como Mangucho, Mangucho con todo! y Don Pascual, que dibujó durante un extenso período (11.10.1945/26.04.1962), y que constituyó uno de los hitos más altos alcanzados por la historieta nacional.






Pero ya el humorista había dado muestras de su talento para el cartoon. Una serie llamada ¡NOS TIENTAN!..., cuyo espíritu está emparentado con el celebérrimo El otro yo del Dr. Merengue (1942), de Guillermo Divito, capta muchas de las maldades que la vida civilizada no nos permite manifestar. En una viñeta, se ve una pila de papeles sobre un escritorio ubicado al lado de un enorme ventilador, y a un oficinista que observa el botón que lo enciende: está tentado de provocar un tremendo desparramo. En otra, una gorda al levantarse de un banquito expone su enorme traste mientras el ojo saltón de un pintor lo mira y blande una brocha con su inquieta mano.





Allá van los pobres feos es una galería de monstruos estrafalarios, una especie de culto al feísmo. Los personajes niegan su imperfección con declaraciones absurdas. Hay cierta maldad hacia la gente poco agraciada. Lo mismo sucede con ¡Esas narices! En un cuadrito un operario sostiene una tabla con un clavo, pero de tan narigón que es le tapa a éste su punta, y el otro obrero, que está por aplicarle un mazazo al clavo, irónicamente le advierte “¡Cuidado con las manos!...

En todas estas viñetas Battaglia recurre al gris para que, unido a los negros plenos, matice la gráfica. Y cuando quiere llamar la atención acerca de un detalle, lo rodea de rayitas para que sea percibido por el lector. También posee un gran poder de síntesis: pocos trazos le bastan para exponer una situación.



Fuente: revista Dibujantes

La gama de gesticulaciones que es posible articular forma parte de su estilo humorístico. Así, en una viñeta un locutor grita y su bocaza parece intentar romper los bordes de aquella. En una nota aparecida en octubre de 1953, en el Nº 2 de la revista Dibujantes, Battaglia puntualiza “…entiendo que una historieta continuada con texto, debe entenderse perfectamente hasta antes de ser colocada la leyenda, o sea el texto que, más que una explicación de la acción, es el matiz de la misma”. Y además, que “Los personajes de una tira cómica (…) Son los que nosotros, en nuestro léxico profesional llamamos monos cómicos. (…) De ahí que, en lo primero que pienso cuando realizo una historieta, es en humanizar lo más posible a mis personajes”.




Nuestro humorista se encargaba de las tapas de Patoruzú (los otros dos eran Ferro y Blotta). En una de ellas dos hombres, con el torso desnudo y los rostros hinchados y enrojecidos se baten a duelo compitiendo por el tamaño de los globitos que obtienen con sus gomas de mascar. No obstante resultar ingenuo para un lector contemporáneo, el chiste conserva una gracia fresca. En otra —de humor lunático—, un policía que oficia de verdugo está sentado en la silla eléctrica leyendo un diario. Más atrás hay una fila de acongojados presidiarios. Un superior señala a los presos y le grita al verdugo: “¡Muy bonito!... ¡Perdiendo el tiempo, con lo atrasado que está el trabajo!...” Además, colaboró en otras revistas como Patoruzito, Billiken, Bichofeo, Avivato, y en los diarios Crítica y La Capital de Rosario.




Si bien Motín a bordo refleja el mundo de la oficina como la excepcional Teodoro y Cía. (1980), de Viuti, su espíritu es muy distinto, porque de esta última emanaba cierta amargura con sus alusiones al Proceso y a la crisis económica que aplastaba el país, mientras la tira de Battaglia respiraba la alegría propia de los años cincuenta: en su oficina soplaba un aire de rebelión que se traducía en las bromas pesadas, en este caso contra el señor Mordancio, un jefe que no tenía condiciones para mandar y menos para ejecutar. A esos empleados revoltosos no les importaba que los despidieran, total enseguida conseguían trabajo. Además, las empresas todavía no habían demostrado toda la ferocidad y violencia de que eran capaces. El grafismo resulta sumamente expresivo, como si estrujara las caras y violentara los cuerpos de los personajes para que manifestaran su descontrol.




María Luz (1954) es una niña prodigio, y Battaglia se inspiró para concebirla en su hermana Nora, y preanuncia a la Mafalda (1964) de Quino, que asombraba por su conocimiento de la psicología humana y social; María Luz, en cambio, era prácticamente una inventora. En un cuadrito ella sale de una casa de venta de cotillón con una matraca y un vecino opina: “¡Parece que por fin María Luz vivirá la infancia!”, y luego la superdotada aparece con una suerte de molinillo horizontal que no cesa de dar vueltas y pregunta por el horario de la Oficina de Patentes: había logrado el movimiento continuo.




En su máxima creación, sobre todo en la etapa de Don Pascual, el artista desarrolla un dibujo ágil, pleno de acción, y cambia continuamente de planos. Es un grande del movimiento: utiliza onomatopeyas originales, líneas cinéticas, signos icónicos y las figuras de los personajes parecen de goma. En esta historieta brilla un onirismo a ultranza. Por ejemplo, Grappini, el policía, duerme tapado por una frazada, y sueña que duerme, y éste a su vez sueña que está durmiendo, y así hasta el infinito, como una suerte de guiño a “Las ruinas circulares” (1944), de Jorge Luis Borges.



Fuente: Hora Cero (etapa La Urraca)

Don Pascual era el dueño del almacén donde trabajaba Mangucho, cuya novia era Meneca. Ese lugar tan cotidiano y barrial constituía el punto de partida de extravagantes aventuras, que incursionaban a veces en la ciencia ficción y se nutrían de una permanente amenaza de conspiraciones internacionales. Pero también la historieta daba lugar para que desfilaran personajes insólitos como Taraleti, con sus gigantescos dientes, y que de cartero infradotado pasaba a ser un cantante de moda adorado por las mujeres. Está también la pechugona y voluptuosa Zazá, novia de Don Pascual, y el sapo Felipe, que se puede asociar con la simpática rana Nené, de Los Muppets (1955), la genial creación de Jim Henson. Y la Tía Cocolicha, una alucinada viejecita que perturbaba con sus ocurrencias disparatadas.

Andrés Ferreiro afirma con justicia que “Don Pascual no puede estar ausente en una nómina de las diez mejores historietas argentinas”.

Germán Cáceres



Bibliografía
Albertoni, Carlos W., Santas historietas, Catálogos, Buenos Aires, 2004.
Cáceres, Germán, Entre dibujos, marionetas y píxeles, La Crujía, Buenos Aires, 2004.
Del Pópolo, Luis, “Battaglia nos pone la tapa”, en http://sonrisasargentinas.blogspot.com.
Ferreiro, Andrés, “Don Pascual”, en http://www.tebeosfera.com.
Gociol, Judith, y Rosemberg, Diego, La historieta argentina/Una historia, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2000.
http://chiquirritipis.blogspot.com
: “Recordando historietas: Mangucho y Meneca”.
http://elnovenoarte.com.ar
: “Don Pascual – Roberto Battaglia – 1945 a 1962”.
http://www.museodeldibujo.com
: “Biografía/Roberto César Battaglia”
Laino, Osvaldo, “Roberto Battaglia…Un Recuerdo Afectuoso”, en http://historiaspasado.blogspot.com.
Parés, Diego, “¡Roberto Battaglia!” 1 y 2 en http://eloficiodelplumin.blogspot.com.
Sasturain, Juan, El Domicilio de la Aventura, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1995.
Siulnas, Aquellos personajes de historieta (1912-1959), Puntosur Editores, Buenos Aires, 1986.
Trillo, Carlos y Saccomanno, Guillermo, Historia de la historieta argentina, Ediciones Record, Buenos Aires, 1980.
Vila-Matas, Enrique, Bartleby y compañía, Editorial Anagrama, Buenos Aires, 2000.

Desde la próxima semana en HISTORIETA PATAGONICA:
El milagro de las sirenas
, novela gráfica de Eduardo Santellán.



3 comentarios:

Luis dijo...

Felicitaciones por tan buena nota sobre Battaglia. Y les agradezco, no sin cierto pudor, que me hayan incluído en la bibliografía. Es un honor. De paso les comento que en mi blog hay un artículo sobre Egoísto, así que si desean incorporar al blog de ustedes algún dato o imagen, pueden hacerlo.
Anteriormente me gustaron mucho también las notas similares sobre Viuti y Oski. Que continúen con muchos más, entonces. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Il semble que vous soyez un expert dans ce domaine, vos remarques sont tres interessantes, merci.

- Daniel

Estevez Miguel dijo...

Las mismas preguntas que plantea el articulo sobre Battaglia me hago desde que terminó don Pascual. Realizo una interpretacion sobre su desaparicion con el ánimo de encontrar respuestas a las preguntas. Si a alguien le interesa las publico semanalmente por facebook.