jueves, 13 de octubre de 2016

Entrevista a DIEGO PARÉS. Por Germán Cáceres

Nació en 1970 en Haedo, Provincia de Buenos Aires.
Comenzó a publicar a los catorce años en la revista CantaRock.
Se recibió de maestro de plástica en la Escuela de Bellas Artes Rogelio Yrurtia en 1987.
Entre 1987 y 2006 publicó en las revistas Humor, Sex-Humor, Humi (infantil), La Urraca, Billiken (infantil), Gente, Recreio de Brasil (infantil) y otras. Y para los diarios La Nación, Clarín y Página 12, de la Argentina.
Asimismo trabajó en publicidad como free-lance para diversas agencias y marcas.
En 1993 apareció el libro Buscando a Charly, material recopilatorio de la revista Humor.
En 1995 co-editó la revista de historietas ¡Suélteme!
Lanzó una veintena de libros para niños, entre los que se destacan los de Superbúsquedas 1 y 2.
En 2002 publicó Literatura Latinoamericana para principiantes junto a la escritora Florencia Abatte.
En 2007 presentó el libro de historietas El sr. y la sra. Rispo y lo expuso en el Centro Cultural Recoleta.
En 2008 publicó con destino al público infantil la colección de libros Monsterville y, para adultos – reuniendo material de la revista Barcelona –, La esperanza fue lo último que se perdió.
En 2011 apareció el libro de historietas Correrías del sr. y la sra. Rispo.
En 2014 salió el libro 500 dibujos.
Desde 2006 a la fecha colabora en la revista infantil Genios.
De 2010 a 2014 participó en la Agencia de noticias Télam, junto a Esteban Podetti.
En 2015 fue el turno de su libro Humor Petiso. Las mujeres y los niños primero.
Actualmente publica Humor Petiso en el diario La Nación. También desde hace diez años lo hace en la revista Barcelona, y desde hace diez en la revista Fierro.



Germán Cáceres: Diego, en tus trabajos mostrás una extraordinaria versatilidad, tanto en los de humor, como en los de historietas. Pero en ambos casos sos eminentemente tributario del mejor grafismo. ¿Fuiste influido por tus estudios de Bellas Artes?


Diego Parés: Los estudios, durante la secundaria, me sirvieron para encontrar estructura en el dibujo, supongo. No se si en cuanto a la versatilidad. Eso de no tener un único estilo es algo que me pasó, no algo que busqué.



G. C.: Ví diseños de tu padre cuando ejercía de arquitecto entre 1972 y 1998. Son magníficos e, indudablemente, como vos señalaste en tu blog, se muestra como discípulo de Frank Lloyd Wright, ese genio de la arquitectura del siglo XX. ¿De qué manera esta disciplina repercutió en vos como artista?

D. P.:  Lo fundamental del laburo de mi viejo y cómo repercutió en mi fue el estar en contacto con gente que dibujaba, con tableros, rotrings, esas cosas, por un lado, y por el otro el contacto con la obra, la construcción, acompañarlo a las obras y estar con la gente que laburaba, los obreros, maestros mayores de obra, etc. Eso me sirvió para no ser tan mariquita y curtirme un poco. La arquitectura me gusta, me gusta dibujar y mirar casas, edificios y ciudades, toda esa cosa de los planos, sus luces y sombras.



G. C.: Observo que los cuadritos de Humor Petiso tienen un colorido plano muy original y llamativo, de indudable belleza. Los veo cercanos al cartoon, entendido como chiste de cuadro único. Los de Europa Oriental expresan un humor lunático y en su gran mayoría carecen de texto y giran hacia la plástica más que hacia la gráfica. Entiendo que en vos se dan todas las condiciones para transitar esta vertiente. Sería bueno que lo intentaras, total probaste con tantas búsquedas que una más no estaría fuera de lugar. ¿A vos qué te parece?

D. P.: Lo que pasa es que en general yo abrevé en la tradición yanqui, la española y la argentina de hacer humor. Los rusos y todos esos me gustan pero son más artísticos y en general menos graciosos. Siempre hay una pata oscura y grave detrás de sus chistes, algo que les quita gracia. Lo artístico no lo entiendo, ese es mi límite. Cada vez que pretendo hacer algo artístico no me lo creo ni yo. Me parece que lo artístico, lo elegante y lo bello son un poco enemigos de lo humorístico, si lo que uno pretende es causar gracia o que la gente se ría. Steinberg sí que me gusta.



G. C.: Siguiendo con Humor Petiso (recuerdo que en La Duendes se comentó que “es uno de los mejores libros de humor gráfico de 2015”) hay muchos chistes desopilantes que tienden al disparate, como en el cuadrito en que está cayendo una bomba y la gente, en lugar de huir y protegerse, le saca fotos con el celular. O el de la mariposa que escribe sus memorias y expresa: “Fue un día hermoso. FIN”. Son propios de esos cartoons europeos que te mencioné y – ¿por qué no? – de los Hermanos Marx. ¿Tuviste oportunidad de ver sus películas?

D. P.: No muchas. Recuerdo que una vez llevé a mi hermano menor, cuando el tendría once, doce años, a ver alguna de los Hermanos Marx a Hebráica, pero son de ese tipo de cosas que siempre uno escuchó lo buenas que son, pero no les dio demasiada bola. Puedo rescatar del cine de Chaplin o de los Hermanos Marx la cosa gestual y exagerada de actuar, artificial, que es algo que trato de aplicar al humor y las historietas.

De Revista Barcelona


G. C.: Si bien se insiste en que abrevaste en el arte de varios grandes del humor, como Calé, Quino, Fontanarrosa, Divito, Lino Palacios y Mazzone –lo cual comparto –, creo que cierta candidez que destilan tus chistes –inclusive los más corrosivos – evoca más a Héctor Torino  y al citado Adolfo Mazzone. ¿Estás de acuerdo o sólo se trata de una apreciación personal?

D. P.: Ojalá. Torino creó ese mundo tan humano del conventillo y eso no es fácil. Es como Tabaré, que todo lo que dibuja está vivo. Ojalá yo pueda llegar a ese grado de vitalidad en mis creaciones. Mazzone es un excelente dibujante, exquisito en sus mejores momentos, pero no lo leí tanto.

G. C.: En las colaboraciones que hacés para Barcelona, empleás un dibujo cercano al realismo, como en el que anuncia “¡Martinez de Hoz es el nuevo Papa!” ¿Te resultó difícil adaptarte a la óptica provocativa y audaz de esta publicación tan especial?

D. P.: No, para nada, con Barcelona se dio una casualidad inusual. Yo venía, allá por el 2001, 2002, haciendo un tipo de laburo político para mí, catártico más que nada, porque ya había cerrado la Humor, y cuando sale Barcelona ví que lo que yo hacía era muy parecido a lo que era la revista, así que fui a verlo a Mariano Lucano, su jefe de arte, y cuajé al instante. El realismo ya lo hacía a los dieciséis, diecisiete años, y lo cultivé bastante, de la mano del bebe Ciupiak, que era de allá de Haedo.



G. C.: Los retratos de Van Gogh, James Dean y William Bourroughs que aprecié en tu blog, ¿pertenecen al libro 500 dibujos? Por otra parte, los encuentro vinculados a la ilustración clásica: ¿lo ves así?

D. P.: Eso fue para una tira de homenaje a personajes clásicos del diario Clarín, que nos pidieron para la revista Ñ. Yo elegí a Clodomiro, el personaje de Sendra, que salía no en la página de los chistes, sino del otro lado de esa página, o sea en la anteúltima del diario, y lo relacioné con algunos outsiders como Bourroughs, etc. No están en 500 dibujos, en ese libro metí casi todo material no publicado en medios. Ese estilo viene de Crumb, del Crumb más realista, que a su vez es alumno de Thomas Nast, un dibujante yanqui del siglo XIX.



G. C.: La tapa de Fierro Nº 114 impresiona por su alucinante registro de cuatro freaks. También la del Nº 100  –en la cual contaste con la ayuda de Lucas Nine –, donde un monstruo que bien podría considerarse un alienígena está leyendo la misma revista escondido en una heladera. ¿Tenés alguna explicación de por qué se produce esta adhesión al feísmo tan común entre los historietistas y animadores cinematográficos actuales?

D. P.: Bueno, eso del feísmo es otra tradición, en la cual podemos nombrar a Napoleón, a Langer, a Podetti. No fue mi intención en esas dos tapas ser feísta. Tal vez las dos remiten a ser un freak, un bicho raro, un enfermito, un tipo medio despreciado o poco adaptado o algo así. Pero no son feístas, se quedan a medio camino. La verdad es que trabajar para Fierro es un dolor de cabeza por lo que implica Fierro y la mayoría de lo que hice para la revista no me deja satisfecho. La ayuda de Lucas, vamos a aclararlo de una vez por todas, fue ponerle un colorcito plano a cada loguito de las revistas que están dibujadas. Un detalle, pero que era necesario.

Cuadrito de Los 5 del Plumín


G. C.: El episodio de «El hombre elefante» en Chumbo (que realizás junto a Esteban Podetti) presenta una troupe de circo estrafalaria que desencadena una catarata de chistes. Sus diálogos son notables y sus colores de una delicadeza encantadora. Algo similar ocurre en la historieta en blanco y negro El origen de la CGT de los Argentinostambién con Podetti, que resulta comiquísima porque plantea que el discurso que preparó en esa oportunidad Rodolfo Walsh para Raimundo Ongaro en realidad se lo dictó un plomero que entró por casualidad a su departamento. ¿De qué manera trabajan en dupla? ¿Quién hace el guión y quién lo dibuja? ¿O se turnan? ¿Cómo se produjo esta empatía?

D. P.: Esteban hace los guiones, yo los dibujos. No hicimos nunca una mezcla, excepto en Los 5 locos del plumín, dónde la primera página que existió la dibujó Esteban y yo tomé el diseño de los personajes.
Con Podetti nos conocemos hace años, yo lo admiré en Fierro, luego lo conocí, luego hicimos la revista ¡Suélteme! y fuimos amigos, así que laburamos con cierto entendimiento. Yo creo que siempre estoy lejos de lo que los guiones de él piden, y me esfuerzo por entender cuál es la mejor manera de dibujar lo que es preciso, pero Esteban es un bocho y tiene muy clara la cosa, así que es difícil dibujar sus guiones.
Me resulta sorprendente que tanto en Humor Petiso como en Chumbo llamen la atención los colores, porque la verdad es que de color no sé nada y es la parte del laburo que menos me interesa. A mi me gusta dibujar.



G. C: Me parece que no te dedicaste al dibujo de aventuras para adultos. ¿Estoy en lo cierto? Porque es algo que se da en la historieta argentina contemporánea, sobre todo por parte de los talentos jóvenes. A mi me parece que el relato de aventuras (sea en cine, en novela, en televisión o en historietas) posee una magia que lo mantiene vigente. Hay un libro que pondera esta maravilla: La infancia recuperada, de Fernando Savater. ¿A qué se debe esta actitud –totalmente respetable, por cierto –de desapego hacia el género aventurero?

D. P.: Bueno, con Esteban tratamos de hacer algo. Dibujé unas páginas, pero la verdad es que no me da el cuero para dibujar aventuras como me gustaría que estuviesen dibujadas. El dibujante realista de historietas (Pratt, Del Castillo, Altuna, Enrique Breccia, Mandrafina, Otomo) o quien sea, es para mi un superdotado, un mago, algo a lo que nunca voy a poder acceder. Porque dibujar con un par de fotos es relativamente fácil, pero ya cuando tenés que hacer setenta páginas y rápido, la cosa cambia, ahí no te queda otra que saber. Por otro lado, no puedo dibujar si lo que hago no tiene algo de humor, me aburro, no le encuentro la gracia. Ese es otro de mis límites, lo artístico en el humor y lo realista en las historietas.



G. C.: Entiendo que la historieta para chicos potencia tu veta artística. Eso resulta evidente en Monsterville, con guión de Jorth, en la que se lucen las composiciones abigarradas, la espléndida gama cromática y la creación de personajes y de paisajes deslumbrantes. ¿Te pasó lo mismo ilustrando libros infantiles, por ejemplo con las Superbúsquedas que hiciste con Oche Califa?

D. P.: En Monsterville me puse el desafío de hacer un tipo de historieta humorística clásica, así como europea, aunque la principal influencia fue el Tío Rico de Don Rosa. Y laburé mucho. Recién había nacido mi primera hija y tenía más tiempo para cada cosa que hacía. En general en los laburos en los cuales no se espera de uno que haga arte, o dónde no hay que gustarle a otros dibujantes, sino al lector, yo me siento más relajado, sin tener que demostrarle nada a nadie.
Los libros de Superbúsquedas están bien, pero a medio camino. Después hice cosas muy superiores en eso de las búsquedas, laburando con más tiempo y a conciencia.



G. C.: En Literatura Latinoamericana para principiantes de alguna manera ensayaste un género didáctico ya que tus dibujos completan las explicaciones del texto de Florencia Abatte. Creo que este desafío posibilita un edificante ejercicio de imaginación. ¿Lo ves así?

D. P.: Para serte honesto, todo lo que dibujé ahí es lo que el guión pedía. Los textos vienen con descripciones de qué cosas dibujar, muy puntuales. El dibujante allí es completamente una herramienta de lo que el texto pide. Distinto creo que fue el caso del primer libro de esa colección, el Kafka de Crumb, dónde por fuerza deben haber laburado más a la par con el guionista. Creo que el de Bourroughs que hicieron Langer y Mira es otro ejemplo de un laburo hecho entre los dos mancomunadamente.
Es un libro al que le tengo aprecio porque fue mi primer libro editado después de mucho tiempo. Pero tiene algunos dibujos feos, debería redibujarlos.
Creo que de los libros que hice el que me deja más o menos contento es Correrías del sr. y la sra. Rispo.



G. C.: Algo infaltable en cualquier reportaje es preguntar ¿qué planes tenés para el futuro?

D. P.: No tengo planes. Tengo tres años metido en Autónomos porque me sacaron del monotributo justo ahora que tengo menos laburo que antes, así que los planes son ver como voy a hacer para pagar ganancias cada año sin que me rompan demasiado el traste. Así que un buen plan podría ser laburar en negro durante un tiempo. Tengo dos hijos, una niña de nueve y un pibe de tres, a los cuales deberé alimentar durante los próximos once y quince años cómo mínimo, o sea hasta mis sesenta y un años, con todo amor.

La idea es seguir dándole al parche con Humor Petiso, hacer libros y esas cosas, y todo lo que sea que hacemos hoy día los dibujantes de historieta, como sacar libros e ir a charlas y convenciones y todo eso. Y seguir intentando aferrarme al recuerdo medio nebuloso del tipo que quería aprender a dibujar y a hacer humor, y no pegarme un tiro y permanecer vivo o al menos aparentarlo.