miércoles, 20 de julio de 2011

Valorización de la serie Fuerte Brigitte, de Limura

Fuerte Brigitte de Limura es una historieta sumamente personal que se publicó a principios de los años 80 en la revista Súperhumor. En apariencia su orientación humorística giraba en torno a las tensas relaciones entre legionarios franceses y árabes. Pero una lectura más detallada muestra también un trabajo crítico que habla de la Argentina, de sus habitantes y del contexto social y político de la época.

Se trata de otra de las grandes obras de la historieta argentina que merecía una valorización.

Por Alejandro Aguado




A principios de los años 80, La Urraca, que publicaba la exitosa Humor, comenzó a editar la revista de historietas Súperhumor. Presentar el nombre “Humor” en la tapa era el gancho que aseguraba su venta. Súperhumor no se encuentra entre las publicaciones más recordadas, pero sus primero veinte números bien deberían ser considerados como un muestrario de parte de las mejores creaciones del país. Se citarán sólo algunos de los integrantes de su equipo: Carlos Trillo, Alberto Breccia, Enrique Breccia, Patricia Breccia, Mandrafina, Altuna, Saccomanno, Nine, Tabaré, Solano López, Lito Fernández, Grondona White, Sanyú, Lalia, Fortín, Trigo, Balcarce, Fati, Ferro, Fontanarrosa, entre otros. Es decir, muchos de los que forjaron parte de las historietas nacionales más representativas.

La revista combinaba producciones de humor y “serias”, y abordaba mayormente problemáticas nacionales, aunque en apariencia los géneros poco tuvieran que ver con ellas. Eran tiempos en que se hacía necesario hablar de temáticas propias para hacer más soportable la realidad que imponía la Dictadura Militar que gobernaba el país.



En sus páginas se publicaban historietas humorísticas, costumbristas, fantásticas y de ciencia ficción ambientadas en los barrios porteños. También policiales, surrealistas, experimentales, poéticas, adaptaciones de obras literarias y parodias. Entre las cuestiones “fuertes” para la época se contaban las relacionadas con el sexo, el análisis político y la crítica social.

Leídas con una mirada actual, aquellas historietas podrían ser entendidas como “suaves”, pero si se tiene presente el contexto político y social del momento resultaban sumamente transgresoras. Para los gobernantes, el pensamiento crítico era visto como una amenaza y se lo silenciaba por medio de una censura feroz. Hablar “de más” podía costar el secuestro de una edición de una revista, el exilio de los autores o la vida.

Para encontrar los vericuetos por los que expresarse, los creadores desarrollaron el ingenio. Lo que se quería decir se lo formulaba entre líneas, se lo disimulaba. Limura dice al respecto: “La censura lo único que consigue es que el que hace humor o cualquier cosa encuentre los caminos expresivos más agudos; que sea más elíptico y sepa pasar por encima, por abajo y por el costado pero que pase y diga lo que tiene que decir”.




Un recurso que se desarrolló fue la metáfora: tratar un tema mencionando otro. Por ejemplo, en Súperhumor ese recurso estaba presente en historietas ambientadas ya sea en la prehistoria, en un futuro lejano, en lugares sin localización definida o en realidades donde los protagonistas eran animales humanizados. Lo que tenían en común todas esas historias es que versaban sobre pueblos oprimidos y gobiernos dictatoriales. Es decir, contextualizaban las historietas en otros tiempos o realidades para aludir al presente.

Limura, lo explica con sus propias palabras:

Yo como todos, padecí directa o indirectamente los efectos deletéreos de la censura, ya fuera como reto pedagógico de un jefe de redacción, o una amable advertencia transmitida por un “querido amigo” o expulsión violenta de una redacción, casi al borde de la agresión física.

Rechazo de temas, o el máximo atropello, que es la modificación de textos. Este fenómeno me impulsó a buscar un lenguaje elíptico, irónico, sin concesiones ideológicas, que me permitió muchas veces ir más allá de lo tolerado sin ofrecer fáciles excusas para censurarme.”




Una de aquellas historietas que abordaban lo propio pero en apariencia se referían a otro tema fue Fuerte Brigitte. Era una serie en tono de humor que publicaba capítulos unitarios de a tres o cuatro páginas por número. Estaba ambientada en un fuerte de la Legión Extranjera en el norte de África, en territorios de cultura árabe. A primera vista parecía funcionar como la parodia de una saga muy popular por aquellos años, Aquí la legión, publicada por Editorial Columba, y que ideológicamente aceptaba y justificaba el imperialismo occidental en países del Tercer Mundo.

Pero el Fuerte Brigitte creado por Limura fue otra cosa, la legión colonial francesa era apenas una excusa para hablar de la Argentina y de los argentinos.

El fuerte ideado por Limura está habitado por tipos marginales, propensos a las prácticas corruptas: son seres oportunistas, cobardes y, a veces, algo ingenuos. El personaje principal es el Sargento Dupont, en quien se resumen todas las características descriptas. Pese a ello, Dupont -de figura “porcina”- resulta simpático y el lector puede identificarse con él. Algunas de sus debilidades y flaquezas no son otras que las de cualquier persona común y corriente, y con características que cualquier argentino reconoce en su sociedad.




Las historias se desarrollan en el fuerte o en las arenas del desierto de sus alrededores. Las relaciones entre los legionarios y los árabes siempre son tensas y los locales les suelen hacer la vida imposible. Ocasionalmente, los nativos son una representación de los habitantes de los países del Tercer Mundo y a veces mutan a “pueblo argentino” y el lector no puede dejar de identificarse con ellos. El propio autor en muchos de los episodios parece tomar partido por el lado de los nativos, cuando les da rienda suelta a su picardía y con ello deja en evidencia las mezquindades de los legionarios.

Las situaciones de las historias suelen desarrollarse en una determinada dirección para concluir en una situación cómica o en una reflexión que remite a la cultura “argentina”.



Por ejemplo, en un episodio, al fuerte lo rodean árabes que venden violetas, cubanitos, helados, maníes, ballenitas u ofrecen lustrar zapatos. Es decir, productos u oficios que cualquier argentino sabe que no se corresponden con la cultura árabe. En la anteúltima viñeta Dupont hace referencia a que esos árabes son “vagos, haraganes y mal entretenidos”, en clara alusión a estereotipos con los que se estigmatizaba a indígenas y gauchos. Y en la última, concluye citando el abultado préstamo bancario que consiguieron los legionarios para remodelar el fuerte, en clara alusión a nuestra “deuda externa”, que se utilizó en beneficio de unos pocos.

Fuerte Brigitte es un claro ejemplo de su método de trabajo: “El asunto es llegar al final por un camino absurdo, que tenga un remate ridículo pero que esté dicho todo lo que vos pensás del asunto. Eso es difícil y lleva tiempo. Si te conformás con el primer resultado que tenés de un texto, te quedás con la ironía. La receta es esta: engañar a alguien con los datos que le das, como que lo vas a llevar a un resultado lógico. Y cuando el tipo está creído de que le vas a dar una respuesta lógica, le das una que no es lógica pero que entra justo en el armazón que hiciste”.




Y como bien lo señala, sus guiones se desarrollan en una dirección a través de situaciones que suelen ser absurdas pero terminan en un final incierto e inesperado.

Entre las múltiples observaciones que aluden a lo propio, pero hablando desde otro lugar, aparecen: un legionario vestido de gaucho montando un camello, como si domara un potro salvaje en las llanuras pampeanas; un dentista cuya fachada esconde a un torturador en posible alusión a la desaparición forzada de personas perpetrada durante la Dictadura; a un carterista de ciudad que se enrola porque no conoce otra cosa que la violencia; a un partido de fútbol entre legionarios y árabes en clara referencia al típico “picado” que se juega en cualquier barrio o pueblo de nuestro país.

En la etapa final de la publicación, cuando ya no era exclusivamente una revista de historietas y había perdido su esencia, y la Dictadura se resignaba a retirarse, en un episodio aparece un gorila distribuyendo panfletos con consignas políticas. Cualquier argentino sabe que la figura de un “gorila” en aquellos años aludía a los que no eran “peronistas” y la campaña marcaba el retorno de la democracia. Ese episodio es un registro del cambio que se estaba verificando en el país.




En cuanto a la estética, el dibujo de Limura siempre se caracterizó por su gran personalidad. Sus seres participan del grotesco y de una impronta (como se la definió en su momento) “porcina”, por dibujar personajes de aspecto redondeado y en ocasiones exageradamente voluminosos, redondeces que se destacan en los cuerpos o en las narices. Detrás se notan horas de práctica, de búsqueda, de apropiarse de la realidad para concluir en la construcción de mundos propios pero reconocibles. En Fuerte Brigitte su trabajo es el de un profesional con una identidad bien definida. Su dibujo parece ser desprolijo por sus abundantes tramas a rayitas, pero no las utiliza en exceso, sino para dar color, volumen y generar “climas” donde la narración lo requiera. Todo está donde tiene que estar. Esas mismas tramas y las líneas claras y abiertas son parte de lo que hacen tan identificable su estilo.

Aunque Fuerte Brigitte corresponde estrictamente al humor gráfico, incorporó técnicas utilizadas en la historieta “seria”. Aquel suele trabajar con planos generales, donde los personajes se ven de cuerpo entero, intercalado cada tanto algún primer plano. Cuando la trama lo requería, Limura movía la “cámara” y variaba los planos, procedimiento que sirve, entre otras cosas, para enriquecer la narración gráfica, guiar el ojo del lector o, en el caso de la serie, ocultar y mostrar elementos que favorezcan el “clima” de la historia y acrecienten la sorpresa del desenlace.




Entre las múltiples lecturas que se le pueden hacer a la serie, algunas posibles son: como entretenimiento a través de la aventura y el humor, como sátira, o como registro de las costumbres de la época y de su contexto político y social. Es un trabajo que apela a la inteligencia, pero sin caer en el hermetismo.

En cuanto a la estética del autor, se lo reconoce en un momento alto de su maduración artística, propia de un profesional con letras mayúsculas y con una gráfica de identidad absolutamente suya.

El de Limura es un humor inteligente y de alto vuelo, una prueba de que se está ante un dibujante sumamente culto por la amplitud de temas tratados y la originalidad de sus enfoques.




Fuerte Brigitte ha sido una obra escasamente citada entre las claves de la historieta argentina. Un motivo probable es que no ha sido muy conocida al salir en una revista que careció de la amplia repercusión que tuvo Humor. Otro puede deberse al hecho de que los textos revisionistas del pasado han abordado en forma superficial historietas y autores que publicaban durante la década del ochenta. Pero por la suma de cualidades que presenta, merecía ser reconocida como parte de los grandes títulos creados por uno de los más reconocidos autores de la historieta nacional.

Las páginas que ilustran esta nota fueron publicadas en la revista Súperhumor, entre los años 1981 y 1983, en los números 9, 12, 19, 20, 21, 23, 25, 26 y 28.

Nota: Gracias a Germán Cáceres por la revisión de estilo del texto.


Notas relacionadas

Entrevista a Limura (primera parte)

Entrevista a Limura (segunda parte)

Revista Súperhumor

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente idea.

¿Por que no un libro de Limura? Y uno de Canelo, el de Carbajo y Ganzua, tambien.

Carlos Ramognino