viernes, 16 de diciembre de 2011

Entrevista: Lucho Olivera

EL ARTE DE LA ROTULACIÓN Y DE LA OBVIEDAD

Por Germán Cáceres

Nació en 1943 (Corrientes). Cuando tenía alrededor de veinte años fue ilustrador en las revistas Vea y Lea, Leoplán y Maribel. Como dibujante de historietas debutó con La legión extranjera (guión de Cruz) publicada en Misterix (su director de arte era Hugo Pratt). Después dibujó la célebre Nippur de Lagash (escrita por Robin Wood), y –con textos de Alfredo Julio Grassi- Planeta Rojo, Yo Ciborg y Galaxia Cero. Otros de sus éxitos de lectores es Gilgamesh el Inmortal (al principio con guión de Robin Wood), que en la actualidad continúa dibujando.

Poseedor de una sólida formación técnica, desde 1964 es uno de los dibujantes argentinos de más sólido prestigio. Se destaca por su empeño documentalista: su obra registra un arduo trabajo de investigación histórica. Ha ilustrado para Italia cuentos de ciencia ficción, y confiesa que tal vez sea ésta su más íntima vocación.

(Falleció el 11/11/2005).



Página publicada en libro de oro de la revista Skorpio, década del 70.

Germán Cáceres: Tu nombre se asocia con Nippur de Lagash, un éxito espectacular que guionó Robin Wood. A mi entender esta historieta fue precursora del género de “fantasía heroica” por cuanto nace en 1967 y Conan el bárbaro –consagrada como modelo y punto de partida- recién lo hace en 1970. ¿Qué podés comentar sobre Nippur?

Lucho Olivera: Nippur empieza como “fantasía heroica”, pero Robin Wood, en forma genial, la va llevando –y me permito una licencia pintoresca- a una especie de Martín Fierro poético de la Mesopotamia antigua. Si se lee con atención la historieta, vamos a encontrar además de la epopeya del Martín Fierro, a los salmos de David, a Sinué el egipcio, de Mika Waltari, y a La Ilíada, de Homero. Es un a literatura que un crítico llamó “parasilar”, es decir rítmica, recorrida por reiteraciones hipnóticas, como el sonido de un tamboril o el Bolero de Ravel. Nippur es un guerrero maduro que recorre caminos en la Mesopotamia, mientras que Martín Fierro transita por la pampa argentina. Pienso que Robin aparte de guionista es un gran escritor que supo expresar la cotidianeidad de las relaciones humanas. La sabiduría semibíblica y bárbara que Nippur va cumulando también la posee Martín Fiero.



Nippur, con guión de Robin Wood.

G.C.: Observo que el personaje a medida que transcurre la historieta evoluciona interiormente, y que el tono narrativo tiene bastante de la llamada “novela novelada” del siglo XIX, uno de cuyos exponentes es Alejandro Dumas, en la cual abundan acciones, viajes y sucesos excepcionales. ¿Qué más hiciste junto a Robin Wood?

L.O.: Gilgamesh el Inmortal, un sumerio que recibe su don de un extraterrestre. La acción comienza en el 3000 a.C., atraviesa toda la historia humana, llega a nuestra época y sobrevive a la hecatombe nuclear. Es ciencia ficción ciento por ciento y también participa del mito de Gilgamesh, epopeya escrita hace más de cuatro mil años. En un personaje que creé en 1970, y Robin lo desarrolló literariamente. Gilgamesh salva del holocausto a una docena de seres humanos y parte hacia las estrellas para poblar otros mundos: comienza así la etapa galáctica.



Página de Gilgamesh, con guión de Ricardo Ferrari, en D`Artagnan, 1986.

G.C.: ¿La sigue escribiendo Robin Wood?

L.O.: En este momento la guiona Ricardo Ferrari, y narra el renacimiento de la Tierra después del espantoso resplandor. Hemos llegado al año 5600 de nuestra era.

G.C.: ¿Por qué elegiste una historieta de ciencia ficción?

L.O.: Me amamanté con la ciencia ficción de Bradbury, Asimov, Sturgeon y Van Vogt, entre muchos otros. Ilustré cuentos de James Blish, Robert Bloch y uno del argentino Adolfo Pérez Zelaschi que se llamó “La trampa del tiempo”. Yo me devoraba la revista Más allá y como Bradbury prefería esas lecturas a la realidad, a la que no me podía bancar.



Ilustración de tapa realizada por Lucho Olivera

G.C.: ¿Para vos la historieta representa un escape imaginativo hacia un mundo más bello?

L.O.: Como Hugo Pratt, estoy humildemente agradecido por poder vivir en el mundo de la fantasía. La función de la historieta es la evasión, un antídoto tan imprescindible como el sueño. El individuo que trabaja todo el día en un banco necesita un escape, y para eso están las aventuras con acontecimientos extraordinarios. Es una manera de sanear la mente.



Nippur

G.C.: ¿Tal como lo propone Woody Allen en La rosa púrpura de El Cairo?

L.O.: De acuerdo: pagamos una entrada de cine para evadirnos.

G.C.: ¿Qué dibujante admirás?

L.O.: El primero que me deslumbró fue Alex Raymond, el de Flash Gordon. Ahora por supuesto ha sido superado por todas las renovaciones gráficas posteriores.



Unitario publicado en la revista Skorpio

G.C.: Pero hoy se lo cuestiona como historietista; se afirma que era más bien un ilustrador, igual que Harold Foster.

L.O.: Yo me inicié en la ilustración, luego me convertí en historietista. Mi verdadera vocación era ilustrar cuentos de ciencia ficción, a la manera de Frank Kelly Freas, quien dibujaba las tapas de The Magazine of Fantasy and Sciencie Fiction y de Analog. De allí mi veneración por el Flash Gordon de Raymond, aunque considero su Rip Kirby más interesante. Tanto sus trabajos como los de Foster son ilustraciones con un globo abajo. En realidad, las grandes historietas fueron Terry y los piratas, de Milton Caniff, y Dick Tracy, de Chester Gould.


Página de Gilgamesh publicada en la revista Skorpio, versión italiana

G.C.: ¿Qué historietista preferís en la actualidad?

L.O: Richard Corben, quien día a día me sorprende por su constante perfeccionamiento. Creo que está en su apogeo y una línea muy de los años ochenta.



Página de unitario publicado en la revista Intérvalo, 1996.

G.C.: ¿Cómo definirías la historieta?

L.O.: Para mí es el arte de la rotulación y de la obviedad. Este pensamiento me surgió cuando vi la foto de la cabina de un caza norteamericano, dentro de la cual había un cartel que decía cabina: es obvio que el piloto que entra a ella no ignora que se trata de una cabina. Como si la precisión exigiera que no se dejase nada librado al azar. La historieta aporta la explicación absoluta de una situación y en ello reside su fascinación. Chester Gould, por ejemplo, dibujaba un villano y aparecía una flecha que decía villano. En esta rotulación total de la realidad, en este colmo de la obviedad radica la fuerza expresiva de la historieta.



Página de unitario publicado en Skorpio, 1979.

G.C.: ¿Y la secuencia gráfica?

L.O.: Me gusta el rigor, la disciplina que impone. Su orden lógico satisface cierta formación científica que tuve (estudié matemática y química). Me aburre la resolución de una ecuación, pero me encantan las narraciones bien estructuradas secuencialmente.

G.C.: Según Daniel Guebel “La historieta puede pensarse como el modo peculiar que las artes gráficas han escogido para leer el cine y la fotografía”. ¿Estás de acuerdo?

L.O.: Sí. Digamos que la historieta es cine congelado y portátil, porque la revista o diario que la publica puede llevarse en el bolsillo. Hay que recordar que ambos nacieron simultáneamente y están muy unidos.



Página de Yo Ciborg, con guión de Alfredo Grassi, en Skorpio, 1978.

G.C.: Tanto Humberto Eco como el Gabriel García Márquez de su última novela, El amor en los tiempos del cólera, utilizan procesadores de palabras para escribir. ¿La computación también está siendo empleada en las historietas y en los dibujos animados?

L.O.: Entramos en tres problemas: historieta, dibujo animado y computación. En la primera etapa de Walt Disney se necesitaban hacer a mano innumerables dibujos para reproducir los movimientos. Ahora con la computadora y la fotocopiadora este problema se resuelve con facilidad. El discurso del dibujo animado es aún más obvio que el de la historieta, pero no queda como ésta en las manos de quien la está mirando, sino que transcurre y pasa. La película Heavy Metal comienza siendo historieta y termina como dibujo animado. Podemos imaginar un futuro donde no se impriman más diarios ni revistas y que tanto la información como el entretenimiento se reciban a través de la computadora personal. En esta era tecnotrónica la historieta se insertará en el dibujo animado.



Página de Gilgamesh, con guión de Mulko.

G.C.: Para terminar la entrevista, ¿la historieta incita a la reflexión?

L.O.: La historieta más que incitar el pensamiento lo aclara. Si su señalamiento se aplicara en otros órdenes, en el mundo habría menos confusión. Una imagen dice más que mil palabras, pero si aparte está acompañada por ellas se potencia. La historieta brinda clarificación en una época donde se cuenta con poco tiempo para elaborar los mensajes. Hoy es casi imposible leer fuera de los ámbitos universitarios novelas como el Ulises de Joyce o El Quijote de Cervantes. A manera de metáfora me atrevería a sostener que el crítico Leo Salas cuando intentó explicar la simbología de la obra de Ingmar Bergman le puso globitos a sus películas; fue el primero que las rotuló.



Página de unitario publicado en la revista Skorpio, versión italiana, 1978.

G.C.: ¿Qué opinás de esa falta de tiempo que impide leer obras capitales como las que mencionaste?

L.O.: No es ni bueno ni malo: no hay tiempo. Entonces aparece el mérito de la historieta, cuyo lenguaje conciso, claro, rotulado y secuencial permite absorber el mensaje rápidamente.



Página de Yo Ciborg

De Charlando con Superman, de Germán Cáceres (Editorial Fraterna, Buenos Aires, 1988, 224 páginas)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Agradecido de leer a tamaño artista.
Saludos desde Mendoza.