Nació en 1970 en
Haedo, Provincia de Buenos Aires.
Comenzó a publicar a
los catorce años en la revista CantaRock.
Se recibió de maestro
de plástica en la Escuela de Bellas Artes Rogelio Yrurtia en 1987.
Entre 1987 y 2006
publicó en las revistas Humor, Sex-Humor,
Humi (infantil), La Urraca, Billiken
(infantil), Gente, Recreio de Brasil (infantil)
y otras. Y para los diarios La Nación,
Clarín y Página 12, de la
Argentina.
Asimismo trabajó en
publicidad como free-lance para
diversas agencias y marcas.
En 1993 apareció el
libro Buscando a Charly, material
recopilatorio de la revista Humor.
En 1995 co-editó la
revista de historietas ¡Suélteme!
Lanzó una veintena de
libros para niños, entre los que se destacan los de Superbúsquedas 1 y 2.
En 2002 publicó Literatura Latinoamericana para
principiantes junto a la escritora Florencia Abatte.
En 2007 presentó el
libro de historietas El sr. y la sra.
Rispo y lo expuso en el Centro Cultural Recoleta.
En 2008 publicó con
destino al público infantil la colección de libros Monsterville y, para adultos – reuniendo material de la revista Barcelona –, La esperanza fue lo último que se perdió.
En 2011 apareció el
libro de historietas Correrías del sr. y
la sra. Rispo.
En 2014 salió el
libro 500 dibujos.
Desde 2006 a la fecha
colabora en la revista infantil Genios.
De 2010 a 2014
participó en la Agencia de noticias Télam, junto a Esteban Podetti.
En 2015 fue el turno
de su libro Humor Petiso. Las mujeres y los niños primero.
Actualmente publica Humor Petiso en el diario La Nación. También desde hace diez años
lo hace en la revista Barcelona, y
desde hace diez en la revista Fierro.
Germán Cáceres: Diego, en tus
trabajos mostrás una extraordinaria versatilidad, tanto en los de humor, como
en los de historietas. Pero en ambos casos sos eminentemente tributario del
mejor grafismo. ¿Fuiste influido por tus estudios de Bellas Artes?
Diego Parés: Los estudios,
durante la secundaria, me sirvieron para encontrar estructura en el dibujo,
supongo. No se si en cuanto a la versatilidad. Eso de no tener un único estilo
es algo que me pasó, no algo que busqué.
G. C.: Ví diseños de tu padre
cuando ejercía de arquitecto entre 1972 y 1998. Son magníficos e,
indudablemente, como vos señalaste en tu blog, se muestra como discípulo de Frank
Lloyd Wright, ese genio de la arquitectura del siglo XX. ¿De qué manera esta
disciplina repercutió en vos como artista?
D. P.: Lo fundamental del laburo de mi viejo y cómo
repercutió en mi fue el estar en contacto con gente que dibujaba, con tableros,
rotrings, esas cosas, por un lado, y
por el otro el contacto con la obra, la construcción, acompañarlo a las obras y
estar con la gente que laburaba, los obreros, maestros mayores de obra, etc.
Eso me sirvió para no ser tan mariquita y curtirme un poco. La arquitectura me
gusta, me gusta dibujar y mirar casas, edificios y ciudades, toda esa cosa de
los planos, sus luces y sombras.
G. C.: Observo que los cuadritos
de Humor Petiso tienen un colorido
plano muy original y llamativo, de indudable belleza. Los veo cercanos al cartoon, entendido como chiste de cuadro
único. Los de Europa Oriental expresan un humor lunático y en su gran mayoría
carecen de texto y giran hacia la plástica más que hacia la gráfica. Entiendo
que en vos se dan todas las condiciones para transitar esta vertiente. Sería
bueno que lo intentaras, total probaste con tantas búsquedas que una más no
estaría fuera de lugar. ¿A vos qué te parece?
D. P.: Lo que pasa es que en
general yo abrevé en la tradición yanqui, la española y la argentina de hacer
humor. Los rusos y todos esos me gustan pero son más artísticos y en general
menos graciosos. Siempre hay una pata oscura y grave detrás de sus chistes,
algo que les quita gracia. Lo artístico no lo entiendo, ese es mi límite. Cada
vez que pretendo hacer algo artístico no me lo creo ni yo. Me parece que lo
artístico, lo elegante y lo bello son un poco enemigos de lo humorístico, si lo
que uno pretende es causar gracia o que la gente se ría. Steinberg sí que me
gusta.
G. C.: Siguiendo con Humor Petiso (recuerdo que en La Duendes se comentó que “es uno de los
mejores libros de humor gráfico de 2015”) hay muchos chistes desopilantes que
tienden al disparate, como en el cuadrito en que está cayendo una bomba y la
gente, en lugar de huir y protegerse, le saca fotos con el celular. O el de la
mariposa que escribe sus memorias y expresa: “Fue un día hermoso. FIN”. Son
propios de esos cartoons europeos que
te mencioné y – ¿por qué no? – de los Hermanos Marx. ¿Tuviste oportunidad de
ver sus películas?
D. P.: No muchas. Recuerdo que
una vez llevé a mi hermano menor, cuando el tendría once, doce años, a ver
alguna de los Hermanos Marx a Hebráica, pero son de ese tipo de cosas que
siempre uno escuchó lo buenas que son, pero no les dio demasiada bola. Puedo
rescatar del cine de Chaplin o de los Hermanos Marx la cosa gestual y exagerada
de actuar, artificial, que es algo que trato de aplicar al humor y las
historietas.
De Revista Barcelona |
G. C.: Si bien se insiste en que
abrevaste en el arte de varios grandes del humor, como Calé, Quino,
Fontanarrosa, Divito, Lino Palacios y Mazzone –lo cual comparto –, creo que
cierta candidez que destilan tus chistes –inclusive los más corrosivos – evoca
más a Héctor Torino y al citado Adolfo
Mazzone. ¿Estás de acuerdo o sólo se trata de una apreciación personal?
D. P.: Ojalá. Torino creó ese
mundo tan humano del conventillo y eso no es fácil. Es como Tabaré, que todo lo
que dibuja está vivo. Ojalá yo pueda llegar a ese grado de vitalidad en mis
creaciones. Mazzone es un excelente dibujante, exquisito en sus mejores
momentos, pero no lo leí tanto.
G. C.: En las colaboraciones que
hacés para Barcelona, empleás un
dibujo cercano al realismo, como en el que anuncia “¡Martinez de Hoz es el
nuevo Papa!” ¿Te resultó difícil adaptarte a la óptica provocativa y audaz de
esta publicación tan especial?
D. P.: No, para nada, con Barcelona se dio una casualidad inusual.
Yo venía, allá por el 2001, 2002, haciendo un tipo de laburo político para mí,
catártico más que nada, porque ya había cerrado la Humor, y cuando sale Barcelona
ví que lo que yo hacía era muy parecido a lo que era la revista, así que fui a
verlo a Mariano Lucano, su jefe de arte, y cuajé al instante. El realismo ya lo
hacía a los dieciséis, diecisiete años, y lo cultivé bastante, de la mano del
bebe Ciupiak, que era de allá de Haedo.
G. C.: Los retratos de Van Gogh,
James Dean y William Bourroughs que aprecié en tu blog, ¿pertenecen al libro 500
dibujos? Por otra parte, los encuentro vinculados a la ilustración clásica:
¿lo ves así?
D. P.: Eso fue para una tira de
homenaje a personajes clásicos del diario Clarín,
que nos pidieron para la revista Ñ.
Yo elegí a Clodomiro, el personaje de Sendra, que salía no en la página de los
chistes, sino del otro lado de esa página, o sea en la anteúltima del diario, y
lo relacioné con algunos outsiders
como Bourroughs, etc. No están en 500
dibujos, en ese libro metí casi todo material no publicado en medios. Ese
estilo viene de Crumb, del Crumb más realista, que a su vez es alumno de Thomas
Nast, un dibujante yanqui del siglo XIX.
G. C.: La tapa de Fierro Nº 114 impresiona por su
alucinante registro de cuatro freaks.
También la del Nº 100 –en la cual
contaste con la ayuda de Lucas Nine –, donde un monstruo que bien podría
considerarse un alienígena está leyendo la misma revista escondido en una
heladera. ¿Tenés alguna explicación de por qué se produce esta adhesión al
feísmo tan común entre los historietistas y animadores cinematográficos
actuales?
D. P.: Bueno, eso del feísmo es
otra tradición, en la cual podemos nombrar a Napoleón, a Langer, a Podetti. No
fue mi intención en esas dos tapas ser feísta. Tal vez las dos remiten a ser un
freak, un bicho raro, un enfermito,
un tipo medio despreciado o poco adaptado o algo así. Pero no son feístas, se
quedan a medio camino. La verdad es que trabajar para Fierro es un dolor de cabeza por lo que implica Fierro y la mayoría de lo que hice para
la revista no me deja satisfecho. La ayuda de Lucas, vamos a aclararlo de una
vez por todas, fue ponerle un colorcito plano a cada loguito de las revistas
que están dibujadas. Un detalle, pero que era necesario.
Cuadrito de Los 5 del Plumín |
G. C.: El episodio de «El hombre
elefante» en Chumbo (que realizás
junto a Esteban Podetti) presenta una troupe
de circo estrafalaria que desencadena una catarata de chistes. Sus diálogos
son notables y sus colores de una delicadeza encantadora. Algo similar ocurre
en la historieta en blanco y negro El
origen de la CGT de los Argentinos –también con Podetti –, que resulta comiquísima porque plantea que el discurso que
preparó en esa oportunidad Rodolfo Walsh para Raimundo Ongaro en realidad se lo
dictó un plomero que entró por casualidad a su departamento. ¿De qué manera
trabajan en dupla? ¿Quién hace el guión y quién lo dibuja? ¿O se turnan? ¿Cómo
se produjo esta empatía?
D. P.: Esteban hace los guiones,
yo los dibujos. No hicimos nunca una mezcla, excepto en Los 5 locos del plumín, dónde la primera página que existió la
dibujó Esteban y yo tomé el diseño de los personajes.
Con Podetti nos
conocemos hace años, yo lo admiré en Fierro,
luego lo conocí, luego hicimos la revista ¡Suélteme!
y fuimos amigos, así que laburamos con cierto entendimiento. Yo creo que
siempre estoy lejos de lo que los guiones de él piden, y me esfuerzo por
entender cuál es la mejor manera de dibujar lo que es preciso, pero Esteban es
un bocho y tiene muy clara la cosa, así que es difícil dibujar sus guiones.
Me resulta
sorprendente que tanto en Humor Petiso
como en Chumbo llamen la atención los
colores, porque la verdad es que de color no sé nada y es la parte del laburo
que menos me interesa. A mi me gusta dibujar.
G. C: Me parece que no te
dedicaste al dibujo de aventuras para adultos. ¿Estoy en lo cierto? Porque es
algo que se da en la historieta argentina contemporánea, sobre todo por parte
de los talentos jóvenes. A mi me parece que el relato de aventuras (sea en
cine, en novela, en televisión o en historietas) posee una magia que lo
mantiene vigente. Hay un libro que pondera esta maravilla: La infancia recuperada, de Fernando Savater. ¿A qué se debe esta
actitud –totalmente respetable, por cierto –de desapego hacia el género
aventurero?
D. P.: Bueno, con Esteban
tratamos de hacer algo. Dibujé unas páginas, pero la verdad es que no me da el
cuero para dibujar aventuras como me gustaría que estuviesen dibujadas. El
dibujante realista de historietas (Pratt, Del Castillo, Altuna, Enrique
Breccia, Mandrafina, Otomo) o quien sea, es para mi un superdotado, un mago,
algo a lo que nunca voy a poder acceder. Porque dibujar con un par de fotos es
relativamente fácil, pero ya cuando tenés que hacer setenta páginas y rápido,
la cosa cambia, ahí no te queda otra que saber. Por otro lado, no puedo dibujar
si lo que hago no tiene algo de humor, me aburro, no le encuentro la gracia.
Ese es otro de mis límites, lo artístico en el humor y lo realista en las
historietas.
G. C.: Entiendo que la
historieta para chicos potencia tu veta artística. Eso resulta evidente en Monsterville, con guión de Jorth, en la
que se lucen las composiciones abigarradas, la espléndida gama cromática y la
creación de personajes y de paisajes deslumbrantes. ¿Te pasó lo mismo
ilustrando libros infantiles, por ejemplo con las Superbúsquedas que hiciste con Oche Califa?
D. P.: En Monsterville me puse el desafío de hacer un tipo de historieta
humorística clásica, así como europea, aunque la principal influencia fue el Tío Rico de Don Rosa. Y laburé mucho.
Recién había nacido mi primera hija y tenía más tiempo para cada cosa que
hacía. En general en los laburos en los cuales no se espera de uno que haga
arte, o dónde no hay que gustarle a otros dibujantes, sino al lector, yo me
siento más relajado, sin tener que demostrarle nada a nadie.
Los libros de Superbúsquedas están bien, pero a medio
camino. Después hice cosas muy superiores en eso de las búsquedas, laburando
con más tiempo y a conciencia.
G. C.: En Literatura Latinoamericana para principiantes de alguna manera
ensayaste un género didáctico ya que tus dibujos completan las explicaciones
del texto de Florencia Abatte. Creo que este desafío posibilita un edificante
ejercicio de imaginación. ¿Lo ves así?
D. P.: Para serte honesto, todo
lo que dibujé ahí es lo que el guión pedía. Los textos vienen con descripciones
de qué cosas dibujar, muy puntuales. El dibujante allí es completamente una
herramienta de lo que el texto pide. Distinto creo que fue el caso del primer
libro de esa colección, el Kafka de
Crumb, dónde por fuerza deben haber laburado más a la par con el guionista.
Creo que el de Bourroughs que hicieron Langer y Mira es otro ejemplo de un
laburo hecho entre los dos mancomunadamente.
Es un libro al que le
tengo aprecio porque fue mi primer libro editado después de mucho tiempo. Pero
tiene algunos dibujos feos, debería redibujarlos.
Creo que de los
libros que hice el que me deja más o menos contento es Correrías del sr. y la sra. Rispo.
G. C.: Algo infaltable en
cualquier reportaje es preguntar ¿qué planes tenés para el futuro?
D. P.: No tengo planes. Tengo tres
años metido en Autónomos porque me sacaron del monotributo justo ahora que
tengo menos laburo que antes, así que los planes son ver como voy a hacer para
pagar ganancias cada año sin que me rompan demasiado el traste. Así que un buen
plan podría ser laburar en negro durante un tiempo. Tengo dos hijos, una niña
de nueve y un pibe de tres, a los cuales deberé alimentar durante los próximos once
y quince años cómo mínimo, o sea hasta mis sesenta y un años, con todo amor.
La idea es seguir dándole
al parche con Humor Petiso, hacer
libros y esas cosas, y todo lo que sea que hacemos hoy día los dibujantes de
historieta, como sacar libros e ir a charlas y convenciones y todo eso. Y
seguir intentando aferrarme al recuerdo medio nebuloso del tipo que quería
aprender a dibujar y a hacer humor, y no pegarme un tiro y permanecer vivo o al
menos aparentarlo.
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