Aclaración: la siguiente
entrevista a Carlos Nine (1944-2016) apareció en 2006 en el libro de Jorge
Boccanera Entrelíneas 2, y fue replicada con algunos cambios un año después en el número 4 de
la revista Nómada (Universidad
Nacional de San Martín), bajo el título: “Nine, criaturas a cuerda”.
Entrevista a Carlos Nine: bestiario con alma de barro
Por Jorge Boccanera
Nine arma sus esculturas en
movimiento con hilachas de la realidad. Así, logra radiografíar el alma de los
objetos y los engranajes de sus protagonistas: muñecas fugadas de una caja de
música, caballeros de galera atornillados a una base de pieza de ajedrez, objetos
metálicos con alas y pechos sensuales, animales de mazapán dando brazadas en un
mundo plano. Nine escarba el maquillaje hasta dar con la esencia; ese núcleo en
ebullición donde todo se metamorfosea. La osamenta de sus personajes va amasada
con yeso, carbonillas, cartón, pegamento
y barro coloreado, igual que los pájaros construyendo su nido con musgo, pelusa
vegetal, fibras, raíces y astillas de corteza. “¿Acaso el viejo Breccia y Berni
no trabajaban con papeles y trapo?”, afirma interrogando.
Su bestiario va de lo fantástico a lo
grotesco en una metamorfosis continua de formas que se resuelven en un estilo
que lo identifica plenamente, pero no lo encasilla. La crítica, para referirse
a su obra, desliza algunas vecindades -Goya, Kafka, Doré- y arrima estos
conceptos: “rudo grafismo”, “imagen esperpéntica” y “decorados surrealistas”.
En verdad Nine, historietista e
ilustrador nacido en Haedo en 1944, es un hacedor de texturas: tras la banda de
música, sus personajes gelatinosos entran y salen de la escenografía barroca
del carnaval y dicen presente en los libros Fantagás,
Keko el mago, Gesta Dei, Saubon, el pato
que amaba a las gallinas y, el último que editó, Pampa. Trabajos suyos han aparecido, entre otras revistas, en Fierro, Il Grifo, Comic art,
Blue y Humi (Argentina), L’Echo des Savannes (Francia), la alemana U-comix, Zona 84, de España, y la
norteamericana Heavy Metal.
Foto tomada en su estudio
El amplio bestiario creado por el ilustrador Carlos Nine, donde
muñequitas fatales exhiben sueños mecánicos y magos del absurdo viajan sobre
juguetes a cuerda, se prolonga a la gauchesca en su último libro, Pampa, historia en tres tomos publicada
por la editorial francesa Dargaud.
La génesis de este nuevo
trabajo realizado junto al guionista Jorge Zentner la cuenta Nine: “La concebimos con Zentner, entrerriano que vive
en Barcelona, cuando fuimos invitados a participar en el salón del comic de La
Coruña, celebrado todos los años en ése puerto gallego y tiene mucho prestigio;
el alcalde de la ciudad es fanático del género y lo hace a lo grande. Un día,
paseando por la costa caímos en la cuenta de que en Francia, mercado para el
cual ambos trabajábamos independientemente, no tenían la menor idea de qué cosa
era un gaucho, aunque los especialistas habían visto fotos de un Gardel
vistiendo de paisano dominguero; otras referencia eran las películas de
Valentino disfrazado de gaucho-chulo de utilería”.
Los hilos argumentales de
Pampa -que reúne en un escenario
criollo una fauna fantástica de seres sobrenaturales, mitos y creencias de la
llanura- descansa en la historia de un cuchillo: “Hay un facón que pasa de mano
en mano dejando un reguero de sangre, hasta romper el hechizo de una india
violada transformada en luna ‘mala’, con el mero acto de arrojarlo al fondo de
un aljibe para astillar allí el reflejo espectral del satélite-mujer. Hay de
todo: muertos que salen de sus tumbas y galopan descarnados buscando venganza,
hijos transformados en lobizones, etc. Pero el objeto fetiche que hilvana todas
las historias es el facón. Un folletín a
la manera de José María Gutiérrez”.
Pampa está por aparecer como libro de regalo
para las fiestas con textos introductorios adicionales: “Sí –completa Nine- una
sintética historia de la pintura argentina que escribí referida al tema
gauchesco y otro texto reseñando nuestra literatura sobre el tema, en especial
la del siglo XIX, sin olvidar el circo de los hermanos Podestá y los almanaques
de Molina Campos”.
Un punto fuerte de Nine ha sido otro
de sus libros publicados en Grancia, Saubon, el pato que amaba a las
gallinas, que recibió el premio “Alph Art” por guión y dibujo al mejor
trabajo extranjero en el festival de historietas más importante de Europa,
celebrado en Angouleme, Francia. Publicado en bello formato, el libro agotó
varias ediciones y está el proyecto de que aparezca
en Argentina en el sello propio de Nine: El Yeite Ilustrado.
La génesis del pato se remonta al año 1989, cuando
apareció en una laguna, precisamente la que se le hizo al autor mientras
dibujaba para las páginas de la revista Fierro: “Yo publicaba “Keko el
Mago”, y como había llegado a un momento en que no sabía por dónde agarrar,
inventé ese patito que tiene una novia oficial, una gallina estéril que pone
huevos huecos; de modo que existe una situación de histeria entre ambos.
Además, el pato tiene ideas de izquierda, es un intelectual”.
Saubon,
el pato que amaba a las gallinas, definido por su autor como “un culebrón
protagonizado por animales”, se hizo con el premio francés tras ser votado por
un jurado compuesto por nueve mujeres: “Es extraño, pensé que como el pato está
todo el tiempo haciendo el amor con todo tipo de hembras –chanchas, gatas,
vacas, gallinas, amas de casa, incluso hace el amor con objetos, con una
rosquilla de harina- podían interpretarlo como algo machista, pero no fue así”.
Sucede que Saubon, resulta
irresistible a las mujeres; conversan con él y quedan seducidas por el personaje que se
asemeja al argentino medio de hoy. Y si estar “pato” en la jerga callejera es
estar sin dinero; este pato es un desocupado que apenas cumple trabajos
informales. Por si fuera poco, tiene problemas de identidad: “Yo quería hacer
un desdichado que a pesar de todo mantiene coherencia ideológica, sabe que hay
que modificar las cosas, no se arrepiente de lo que fue y trata de sobrevivir,
y junta su ideología con un desbordado erotismo”.
Y sigue Nine en la trama de este
“patito” con por novia tiene una gallina estéril que pone huevos vacíos: “El
pato fue de izquierda, intelectual. Ahora es un desocupado, esto tiene que ver
con el argentino de hoy. Quise hacer un desdichado que pese a todo mantiene
coherencia ideológica, sabe qué hay que modificar, y trata de sobrevivir.
Quiere agregarle a su marxismo, erotismo, para que entre de otra manera. No es
solidario, es violento. Hay una escena donde un vendedor de gasolina vuelve a
la casa y lo sorprende. El pato que llegó a la casa como vendedor de cepillos y
acababa de hacer el amor con la esposa del tipo, comete el error de esconderse
en el horno de la cocina apagada. Le viene la memoria genética de los patos
asados, le da un sofocón y sale. Lo pesca el marido engañado y se agarran a
trompadas toda noche, y mientras se golpean él explica el tema de la lucha de
clases. A la mañana siguiente la mujer que escuchó toda la pelea, los abraza y
le dice al marido: ‘comprale un cepillo’”.
Aunque premiado y con éxito de venta
en el exterior, el libro no ha salido aún en Argentina debido –explica Nine- al
deterioro del mercado: “Teníamos un lector de historieta, un público propio,
mientras que en otros países como Brasil están tratando de crearlo. Hoy, ese
público no tiene poder adquisitivo y dentro de diez años se va a perder”. En
esa dirección, agrega: “Al lector hay que ponerle problemas, exigirle. Quiero
que sepa que hay maneras más complejas de contar”.
Sobre la etiqueta remanida de
“absurdo” adosada a situaciones supuestamente de cabeza, apunta su desacuerdo:
“Con eso se pone en tela de juicio la normalidad. ¿Pero cuál es esa normalidad?
Como si fuera fácil evaluar y decidir qué cosa es absurdo, o es real. Para mí
sería normal ver un pato del brazo de una mujer. Si Leda y el Cisne de la
mitología griega existen, yo me basé en el mito griego”.
Otro libro de Nine que circula por
Francia es Gesta Dei (Los trabajos de Dios) que, en forma de
enciclopedia recopila ilustraciones publicadas en distintos diarios: “Me
fascina la ilusión que tiene un lector de enciclopedia de acceder al conocimiento;
es como un sortilegio. Tenerlas tranquiliza. Yo, en cambio, de esas lecturas
salía cada vez más confuso, por lo que intenté hacer en Le Monde, Clarín, La Nación, un paquetazo, y los armé como
si vos en lugar de una lectura normal, abrís la página sesenta y pico y ves un título
y aprendés a leer imágenes porque le agregás el significado. En una se ven edificios
rotos (esto se publicó a fines del 2000, principios del 2001); productos de una
pequeña explosión, el humito negro; una de las viñetitas es un avioncito. La
página se llama ‘16 Vistas de Nueva York’. Y ahí tenés no lo que ocurrió, sino
lo que iba a venir”.
Inicios: la tiza, la orquesta
Todo Nine es una mano dejando manchas
donde pisa; es un niño que no puede dejar de garabatearlo todo: “Yo dibujaba
todo el tiempo en el cuaderno, en el pizarrón. Siempre fui lector de
historietas mi viejo me compraba algunas. Precozmente, advertía diferencias de
estilo. Mi vida cultural –bien clase media argentina- se armaba con algo de
cine y mucho de los libros de la colección Robin Hood y Billiken. Pero además el mundo del tango, que atravesaba los
pasillos de mi casa, la casa de mis viejos María y Julio. El dibujo entra más que
como juego, como algo irreprimible. Mi Viejo, que me alentó bastante, se hartó;
me decía que tenía que jugar a la pelota, que no podía pasar todo el tiempo
dibujando. Pero yo estaba obsesionado. Mi viejo era violinista en una orquesta
de tango; esos bailes de noche que eran una cosa prohibida para otros, eran
para mí. Cuando falleció mi papá, entré a trabajar en una imprenta en La Boca.
Él, que era terriblemente antiperonista,
trabajó en unas diez orquestas, una de ellas, la de los hermanos Perona. Yo le
decía: ‘viste, Dios te castiga’”.
El
niño devora revistas y bolsas de pasas de uva en la azotea, refugiado dentro de
un enorme paraguas viejo. Escucha la voz de Robinson Crusoe que desde una
revista le habla del valor nutritivo de las pasas de uva: “Era fácil acceder a
esa fantasía. Y a la aventura que eraesa para mí, la de Crusoe. Nunca me
interesó la ciencia ficción. ¿Qué me vas a hablar a mí, sudamericano, de los
rayos catódicos? Uno se puede ver como un detective, pero lo otro no. Es un
mundo desolado en el que no podía entrar. En cambio leí 20 veces Robinson Crusoe; me interesaba cómo hace
un tipo para sobrevivir”.
Nine respira tango, escucha piezas perdidas que le acercan los coleccionistas, quizá traslada una sonoridad a sus carbonillas, a sus acuarelas, un movimiento de cortes y quebradas a sus masillas: “En Keko el mago incluí tres tangos. Keko deja de actuar y viene un tango, como una comedia musical en historieta. Ahí aparecen dibujados algunos músicos; de hecho el compañero de Keko es Gelatina, un gordo que toca el bandoneón y que es igual a Troilo cuando era chiquito. Keko lo encuentra en una canastita: el viejo fuelle abandonado…”. Sobre la pinta de sus personajes, como salidos de una letra de tango, arguye: “Como vestidos de otra época, sí. Yo los visto como en los años 30, que es una moda que me gusta, me da posibilidades de dibujar. Si vos tenés un tipo con sombrero de paja, chaleco y clavel, con gabardina y bastón, lo tenés que dibujar. Yo colecciono fotos de esa época, y las uso como inspiración. Keko es un tipo muy bien vestido, la madre es una teta directamente. recuerdo que una vez se me acercó una chica y me: ‘usted dibuja en lunfardo’”.
Nine habla entusiasmado de otro
proyecto que lo tiene en vilo: un mural para el subterráneo a realizarse el año
próximo y que tiene como tema una de sus pasiones: el tango. Por esa vía pasa
uno de sus últimos trabajos, para el que debió ilustrar la estación de
subterráneos “Osvaldo Fresedo”, entre Jujuy y Venezuela, por invitación de Hermenegildo Sabat: “estoy esperando que se inaugure
la línea H de subterráneos, que unirá el norte y el sur de la ciudad por debajo
de la avenida Pueyrredón y su continuación, Jujuy. Cada estación está dedicada a
un personaje famoso del mundo del tango. Me tocó Fresedo; irán dos murales muy grandes
sobre las bocas de los dos túneles y otros seis de diferentes tamaños, a los
costados. Estoy muy entusiasmado con esto, no sólo por mi fanatismo con
el tango, sino porque es además la primera línea de metro de consagración
temática referida a una manifestación artística, del mundo”.
Cuando la palabra “grotesco” como un
modo de conceptualizar su obra, se le acerca, exclama: “Lo que yo hago no son
grotescos. Es normal. Vivo inmerso en lo grotesco, es donde estamos viviendo. A
los franceses les encanta, se olvidaron que tuvieron un pasado grotesco. La
bestialización o el subrayado de alguna característica, está también en mucha
letra de tango. Cuando me preguntan en Europa qué es el tango, les digo: ‘Hay
un montón de huérfanos en una playa que acaban de naufragar; empiezan a juntar
palitos para hacer un fueguito y calentarse las manos. Se viene la noche y
tienen la ropa mojada. Eso, es el tango’”.
Un realizador de texturas
Nine es un hacedor de texturas. Sus
personajes gelatinosos se mueven en una escenografía a ratos barroca. Surgen,
según el artista, de unos pocos objetos y una “manual de ideas”: “Yo empiezo
por objetos -dice-. Tengo un dado, una silla, un mono y un camino que se
pierde; bueno, algo tiene salir de combinarlos. Y tengo mi manual de ideas, llevo
4 tomos; son dibujos que hago mientras estoy hablando por teléfono o en estado
de ocio, y que recorto y pego en ese
libro. Esos garabatos que forman una enciclopedia para saber quién soy, me
permiten saber también por dónde andan mis pensamientos, mis ideas. Es un
diccionario de mi persona. Algunos de mis libros publicados partió de garabatos
que guardé, transformé en personajes y envolví en una trama”.
Para la puesta en escena de sus
personajes, el historietista debe
manejar elementos de luz y sombra, lo que da mayor –puntualiza- verosimilutud.
Y comenta su deseo de hacer muñequitos e iluminarlos como en el teatro: “A mí
me volvió loco el cine mudo, donde todo funcionaba con a luz de sol; armaban
los decorados, ponían una tela blanca para tamizar y eso era la luz. Me
interesó mucho la iluminación y cuando trabajo con mis muñecos uso una luz
cenital.
Una consigna posible de su trabajo
-todo bicho camina va a parar a su atelier- podría sintetizar una labor que en
la que el ilustrador se prolonga en escultor y artesano:
“Esa historieta la inicia el viejo Alberto
Breccia –comenta como develando- que hacía originales con maderitas, es un
avanzado, un artista plástico. Yo trabajo con varios elementos. Ahora estoy
haciéndolo con un material sintético, una masilla maleable que cuando seca da
una cosa marfilina. Obliga a trabajar rápido para plantar la idea; después uso
tornos y gubias. Lo manual me quedó de mi Viejo, que además de violinista era
zapatero, hacía botas finas, a medida Para mí no hay espectáculo más
maravilloso que la mano de un tipo manejando una herramienta. Yo veía su mano
llena de nudos, venosa, y la habilidad para utilizar esas herramientas
gastadas”.
Sobre un
estilo de “grafismo mellado” que le adjudican algunos críticos, explica
que viene por Saubom: “Que como lo hice con
pluma, hay momentos de trabajo exasperado, escenas eróticas. Los cuadros se van
oscureciendo, llenando de rayas, hasta que en las sombras se ven dos cuerpos,
el del pato y el de una mina. Y ahí aprovecho para cargar mucho los cuadros
hasta que se vuelven abstractos. Visualmente, ese montón de sombras, insinúan”.
Al hablar
de vecindades aparecen varios nombres. Sobre Doré, comenta: “Claro, es un gran
ilustrador francés, y como yo utilizo una forma de dibujar que es un poco como
antigua, me lo nombran. Trabajo con plumas, trazos gruesos y finos, muchas
rayas, sombreado; es difícil hacerlo con la pluma”. Sobre Dalí, es categórico:
“Como pintor me parece relamido, es un pícaro”. Y tras autocalificarse –guiño por
medio- de “renacentista, salvando las distancias”, teniendo en cuenta el cruce
de elementos utilizados y sus trabajos inclasificables, entra de nuevo a la
anécdota: “Descubrí hace tiempo a Julio González, un escultor catalán del que
Picasso sacó mucho. Lo de Picasso era
armar y volver a construir, vale decir: un espíritu de riesgo. Eso me lo
explicó un tío mío que no era dibujante, sino bandoneonista y ferroviario. Lo
visité después de mucho tiempo y hablamos del fueye. Yo era adolescente y lo
tenía por un tipo conservador. Le hablaba de Troilo y me respondía sin
entusiasmo. Lo increpé: ‘¿Qué, no te gusta Troilo?’. ‘No, sí, cómo no me va a
gustar? –me dijo- pero no arriesga. Piazzolla sí’. Él me hizo escuchar a
Rovira. El mensaje era ése: hay que arriesgar; la sensación de que estás
corriendo peligro no te la quita nadie. Si no, te jubilás”. Y en esa línea pone
a Bruneleschi, arquitecto, pintor y matemático, que construyó el famoso techo
circular sin soportes de la Basílica de Florencia: “Era un genio. Y no hablemos
de Leonardo que era un poco el paradigma, esos tipos sabían de cocina, de
geometría, de arquitectura”.
Y hablando de influencias y cercanías
–también se suele mencionar a Kafka en referencia a su trabajo- Nine dice
sentirse próximo a los escritores Boris Vian, Felisberto Hernández, Oliverio
Girondo y Roberto Arlt: “son nombres obligados. Cuando descubrí a Vian me volví
loco, tengo todos sus libros, hasta guiones, me encanta su forma de escribir.
Es crítico de jazz, traductor, músico, cantante, compositor. En el estantito de
Vian tengo a Felisberto Hernández y a Girondo, que nunca se pone viejo, no se
arruga. Pero Arlt es el capo de los escritores argentinos. Siento una
proximidad muy grande con las visiones que tenía el Bosco, y quien vio su
pintura, que remite a simultaneidad de situaciones caóticas, encuentra a Arlt”.
En la lista de gustos hay ilustradores
como el citado Breccia, pero también el Oski “irreverente”, y Berni: “El
primero, un desacralizador de enciclopedias, muy buen dibujante. Berni es el
primer pintor que hizo una serie con nombres, como si fueran personajes de
historietas, yo digo que él hace historieta”. Breccia y Osky eran muy amigos,
compartían alcoholes. Estuvieron cuatro días en pedo en un hotel de Venecia;
cuando despertaban querían mear en el guardarropa. Eran dos duros, de código
duro. Si tenían ganas de destruirte y te veían muy hinchapelotas…vea
maestro...te daban”.
Entre los duetos que debió integrar,
aparece Alejandro Dolina, a quien le ilustró varios libros en un trabajo
sustentado en un diálogo fluido: “Primero fue en Humor, luego en sus libros.
Me contaba por teléfono –yo lo llamaba temprano, él estaba recién levantado-
cuál era más o menos el tema que estaba escribiendo, me daba ideas
deshilachadas. Luego nos juntábamos, él con las hojas mecanografiadas y yo con
mi dibujo, a ver si coincidíamos. Y todo encajaba muy bien. Era muy
interesante, como cuando Homero Manzi componía por teléfono. Pasado el tiempo,
en el curso de una entrevista Dolina dijo que analizando mis dibujos había
visto allí gérmenes de cuentos futuros”.
Desdoblarse en dibujante y guionista
Historietista de raza, pero definido
en los cruces culturales sin anclaje de modas, se pone serio cuando expresa sus
búsquedas estéticas, sus obsesiones: “A veces veo el sistema de hacer
historietas de estados Unidos donde a la letra H la firman el guionista, el que
hizo el lápiz, el entintador, el letrista…bueno, hay siete oficios para hacer
una H. En mi adolescencia me agarró una crisis porque quería entrar en el arte
importante, y cuando entro en la academia y empiezo a convivir con gente que
estudia plástica me doy cuenta que son insufribles, pedantes, napoleónicos,
ambiciosos. Como esto no era lo que yo pensaba, vuelvo entonces a la
historieta, pero con el bagaje del tipo que estudió pintura. Trato de cultivar
al lector, pretendo hacer formas dignas de arte, quiero que sepa que hay manera
más complejas de contar”.
Planteado el interrogante de si
el mundo de la imagen virtual podría
desplazar a un lector habituado a los códigos de la página ilustrada, asiente:
“Sí, lo modificó bastante. El público de la imagen electrónica es más ansioso,
no digiere matices, quiere estímulos rápidos y fuertes. Un lector auténtico de
historietas, puede avanzar y retroceder en el relato, advertir que el dibujante
hizo algo gestual para subrayar algo; hay un clima que no está dado por el
movimiento. De pibe leía la revista Puño fuerte que traía una
historieta, “Laredo, ranger de Texas”, hecha por un norteamericano con un
dibujo absolutamente económico, telegráfico. El personaje casi ni habla, son
todos climas. Los argumentos eran todos visuales, eso es la historieta”.
Nine es en verdad una dupla,
dibujante y guionista a la vez: “Empiezo a escribir con las primeras
historietas. Como no me gustaba los guiones que me proponían, dije ‘los voy a hacer yo’; y al intentarlo me
di cuenta de que minimamente ‘tenés que escribir’. Se me ocurría la idea pero
tenía dificultades al trasladarla; fui ejercitando y le encontré la vuelta. La
crítica del pato está más que nada referidas al texto, porque premian guión y
dibujo. Dicen que este personaje tiene una capacidad simultánea de transmisión
de ideas; llamativa, porque el tipo cambia permanentemente de tema, es
charlatán. En esto del guionista y el dibujante hay un tercer personaje que a
veces tiene que mediar y es el director de arte que llevo adentro. Es un método
esquizofrénico”.
Entre los trabajos últimos de Nine, hay una historia gótica Donjon (“Mazmorra”), publicada en España con personajes que viven en catacumbas, y la ilustración de un cuento del danés Christian Andersen para una editorial de Taiwán: “Se trata del libro ‘La Vendedora de Fósforos’, de Andersen, bellamente escrito y que pertenece a sus textos ‘desgarradores’. El personaje es una nena que muere congelada; era una época dura y Andersen quería despertar conciencia sobre la orfandad y la miseria de los pibes”. Y entre sus proyectos se cuenta un segundo libro del pato y la publicación en Francia de su libro Estampas de Oeste, una burla del western norteamericano.
Y
en el último párrafo aparece la protagonista de todos los haceres de Nine, esa
imaginación que lo lleva a asociar entidades dispares, lejanas entre sí: “Me
impresionó lo que decía Cortázar, que para que algo sea fantástico tiene que
ser exactamente como es habitualmente, a excepción de un pequeñísimo detalle
que saca todo de contexto”.