“Influenciado por las nuevas
corrientes del arte moderno comienza en él una búsqueda de su estilo. De esa
lucha, de ese deseo de definir una personalidad surge un dibujo simple,
síntesis de una forma idealizada por el artista que se define como tal”.
Nota
de la revista Dibujantes, citada por
Carlos R. Martinez.
Nació
en Chillán, Chile (1923), y falleció en Buenos Aires (1997): ver https://luisalberto941.wordpress.com/tag
y http://ergocomics.cl.
De
formación autodidacta, fue un eximio dibujante, poseedor de una expresión muy
personal. Como su hermano Arturo (un
brillante exponente del noveno arte: Randall,
the Killer, El Cobra, Loco Sexton figuran entre sus mayores
logros), se radicó en la
Argentina y obtuvo a través de la Editorial Dante
Quinterno un éxito extraordinario: Conjuración
en Venecia, con guión de Leonardo Wadel, cuyo dibujo respira un sólido aire
clásico de ribetes humorísticos a la manera de Al Capp y de Roy Crane. El
guionista lo bautizó como “El chilenito de la mágica pluma”. Es una historieta
de capa y espada que se desarrolla en el Renacimiento y protagoniza el
aventurero francés Paul de Bernis, en la cual Pérez del Castillo luce su
capacidad de síntesis. El dibujante se desvinculó de la editorial y el
personaje volvió a aparecer con textos del mismo Wadel en Paul de Bernis contra Fuegomuerte, con gráfica de Enrich D`oc
(seudónimo de Luis Enrich Font).
La
estrecha relación que había entablado con el famoso ilustrador chileno Raúl
Manteola (responsable de las tapas de la revista Para Ti durante más de veinte años), posibilitó que lo presentara a
la Editorial Columba.
Y
comienza una extensa colaboración en las adaptaciones de novelas para la
revista Intervalo en sus distintos formatos.
La esencia y la simplificación constituyen el corazón de su estilo. Aplicando el
negro pleno como si fuera una mancha preanuncia al mismo Pratt, como lo afirma
José Muñoz, un incondicional admirador de su obra.
En
Las campanas, de Charles Dickens (Intervalo, 1946), su figuración se revela
simpática y funcional.
En
Un relato, de Mark Twain (Intervalo, 1950), dibujó rostros de
mujeres hermosas, dignas de Alex Raymond (José Muñoz hacía mención a “Las
chicas de Pérez del Castillo: qué elegancia, qué presencia en su fragilidad”),
y aunque la adaptación está recargada de textos, el artista fue capaz de hacer
valer su trabajo mediante trazos rápidos y simples, propios de un bosquejo.
Fantasio, de Alfredo de Musset (Álbum de
Intervalo, 1953) exhibe también un sesgo jovial.
Las
páginas de El anticuario chino, de
María Alicia Domínguez (Intervalo,
1957), están saturadas de textos, pero al historietista le es suficiente un
pequeño cuadrito para mostrar el primer plano del rostro de una bella mujer
fatal y solo unas líneas para sugerir su hermoso cuerpo.
En
Una vida por otra, de Daphne du
Maurier (Álbum de Intervalo, 1958),
vuelve a probar su talento para registrar escenas en espacios limitados y con
escasas líneas. A veces, hasta se permite sugerir filigranas con las hojas de
una planta de un bosque.
Su
grafismo se adapta al clima de la narración, y entonces se torna rústico, por
ejemplo Nazareno Cruz, de Juan Carlos
Chiappe (Intervalo, 1958).
Realizó
la tapa del Nº 883 (1962) con un tema de La
raíz en la piedra, de Carlos
Schaefer Gallo. Dos grisados (de un peñasco y de la blusa de una chica que
lleva una canasta), tres manchas negras y una zona blanca con líneas y puntos
le bastaron para forjar la imagen de esa portada.
Después yo partiré, de
Francina Siquier (Álbum de Intervalo,
1963), llega a una estilización tal que las viñetas parecen contener bocetos de
pintores vanguardistas.
En
La jaula del amor, basada en la
película de 1964 de René Clement (Álbum
de Intervalo, 1965), asombra por el empleo de las pinceladas. Además,
cambia constantemente de enfoques y de planos, como si se tratara del storyboard del filme.
Viajó
a Chile n 1969, donde permaneció durante catorce años. Allí dibujó con un aire
“naif” la historieta Aliro Godoy
(1974), adaptó La Araucaria , de
Alonso de Ercilla, para la
Editorial Salo (1978), y en la revista Mapato ilustró las novelas de otros grandes escritores, como La máquina del tiempo, de H.G. Wells.
En
El derviche, que publicó en Tit-Bits (1991) -y cuyas primeras
páginas rotuló-, exhibe soltura y economía para describir con pocas líneas un
barco que navega.
A
su regreso a la Argentina ,
junto con su hermano Arturo gestaron las biografías de Pancho Villa y de Emiliano
Zapata, y crearon un personaje apache llamado Takoma.
Elaboró
innumerables adaptaciones de grandes obras de la literatura universal, sobre
todo del siglo XIX y principios del XX (Las
panteras de Argelia, de Emilio Salgari; Magia
Negra, de Mary Stewart; Ruy Blas,
de Víctor Hugo; La taza de té, cuento popular japonés). Sin embargo, pudo dedicarse
a la pintura en los momentos de descanso. Lamentablemente se perdieron todos
sus cuadros.
Germán Cáceres
Bibliografía
-García, Mauricio,
“Jorge Pérez del Castillo: El chilenito de la mágica pluma”: http://ergocomics.cl.
-Gociol, Judith, y
Rosemberg, Diego, La historieta
argentina/Una historia. Ediciones de la Flor , Buenos Aires, 2000.
-http://chiquirritipis.blogspot.com.ar:”Jorge
Pérez del Castillos y Mark Twain”.
-Lipszyc, Enrique, El
dibujo a través del temperamento de 150 famosos artistas. Escuela
Norteamericana de Arte, Buenos Aires, 1953.
-Martinez, Carlos R,
“En síntesis, una gran artista: Jorge Pérez del Castillo”: https://luisalberto941.wordpress.com/tag.
-Szymancyk, Oscar, Historia de las historietas en Argentina.
Editorial Dunken, Buenos Aires, 2014.
-Trillo, Carlos y
Saccomanno, Guillermo, Historia de la
historieta argentina. Ediciones Record, Buenos Aires, 1980.