BATMAN, EL SUCIO
Del
libro El dibujo de aventuras, de
Germán Cáceres (Editorial Almagesto, Buenos Aires, 1996, 200 páginas)
Batman, de
Robert “Bob” Kane, es uno de los personajes más ricos y profundos de la
historieta. A su repercusión peculiar se añade la calidad de los artistas y
guionistas que lo han dibujado y la innovación gráfica y temática que ha
generado desde su creación.
El Hombre
Murciélago apareció en mayo de 1939, en el Nº 27 de la revista “Detective
Comics”, con el episodio El caso del
sindicato químico. La ingenuidad que respira esta versión nos convoca un
sentimiento siempre valorado: la nostalgia. Los cuadritos son uniformes y
convencionales, lo mismo que los ángulos y la planificación. Pera ya emerge un
síntoma de lo que será el Batman de los ochenta y de los noventa: cuando el
asesino cae en un tanque de ácido, el héroe sentencia impiadosamente: “Un final
apropiado para él”[i].
Conmemorando los
treinta años de su debut, Julius Schwartz encargó una remake de ese episodio, que se denominó La noche grita…¡Mata! [ii], y
en los ochenta se emprendieron otras dos [iii] que
mantuvieron el título original. En todas estas recreaciones, publicadas
conjuntamente en el número aniversario 627 de “Detective Comics”, se observa un
aumento de las escenas de violencia, impregnadas de sadismo, y una gran
evolución técnica y estilística. Los personajes van adquiriendo, además, mayor
consistencia psicológica. Una constante de los guionistas es poner en labios
del justiciero salidas rebosantes de humor negro (propias de una boutade de Groucho Marx). En una de
estas recreaciones de aquella primera
aventura, Prisilla (que ha venido eliminando a quienes fueron responsables de
la muerte de su padre), al enfrentarse al encapuchado, le pregunta llena de
furia si acaso él no asesinaría como ella lo ha hecho, para vengarse. Cuando
finalmente ella cae en el previsible tanque de ácido, Batman replica,
impasible: “No. No lo haría, Prisilla”.
Mientras la ciudad duerme, de 1945[iv], es
una historieta que hoy llega a conmovernos por su ingenuidad. Desde el
principio rinde homenaje al “honesto y sacrificado trabajador nocturno”
(taxistas, telefonistas, bomberos, médicos, enfermeras, empleados de
hospitales, etc.) Registra un mundo sorprendentemente inocente y, en cierto
modo, feliz. Como si no hubiera maldad, ni siquiera en los delincuentes. Batman
y Robin no se ensañan al golpearlos; más bien se divierten mofándose de sus
torpezas. Así, un texto superior aclara: “Y tras una corta pero agradable
pelea…” Es patética una de las viñetas finales, en la cual los héroes
toman leche de una botella y agradecen
al sonriente lechero su “fiel servicio a la humanidad”.
Ciertamente, el
mismo clima e idéntica inocencia campean en el filme en episodios Adventures of Batman and Robin, de 1943,
bajo la dirección de Spencer Gordon Bennet. Y hasta podríamos decir que, aunque
girada decididamente hacia lo paródico y lo bufonesco, también la serie
televisiva que fuera años después protagonizada por Adam West (con figuras
invitadas de la talla de César Romero –un Guasón inolvidable- y Burguess
Meredith –como un Pingüino de antología-) recreó a su modo esa inocencia
perdida.
Original de 1972, de Bob Kane |
Pero llegó el
año 1986 y con su Dark Knigh Returns
(“El regreso del señor de la noche” en la versión española[v]),
Frank Miller señaló un giro copernicano, no sólo en lo que a Batman se refiere,
sino en el noveno arte en general. No puede hablarse aquí de “aventuras”. Bruce
Wayne (su personalidad secreta), que ronda los cincuenta y pico de años, se ha
tornado neurótico y atormentado, y ataca e hiere brutalmente a los malhechores,
que “muestran cortes múltiples, contusiones y huesos rotos”. Algún personaje
censura al enmascarado y opina sin reticencia que “su forma de actuar es la de
un fascista”, dado que no repara en medios y hasta llega a utilizar cápsulas de
gas nervioso contra sus enemigos. La ciudad de Gotham se divide entre quienes
lo aplauden porque los protege frente a leyes estúpidas e inoperantes y contra
la cobardía social, y aquellos que lo condenan por minar los principios de la
democracia. La nueva comisario, Ellen Yindel, proclama ante las cámaras: “Como
comisario curso esta orden de arresto contra Batman por los delitos de
allanamiento de morada, asalto, agresión y amenaza pública”. Este Batman (enfrentado
a los criminales, a los policías, a los medios de comunicación, a los políticos
y, en fin, a toda una sociedad que Miller pinta como monstruosa y decadente) no
tiene nada de simpático. No es un misterioso boy-scout sino un parapolicial
inescrupuloso (para colmo, inmanejable) muy en la onda del detective
interpretado por Clint Eastwood en Harry
el sucio[vi], o del personaje que hace
justicia por su cuenta en El vengador
anónimo[vii]. De
hecho, este mito recurrente del héroe que toma la decisión de ponerse fuera de
la ley para ejecutar su justicia con una violencia inesperada, es ya una
característica del cine de acción norteamericano y sugiere la existencia de un
sentimiento de inseguridad jurídica e indefensión en vastos sectores de esa
sociedad. El “justiciero” aparece, digámoslo así, ante la ineficacia (real o
supuesta) de las instituciones. El sentir popular que lo sustenta es el mismo
que acompaña el crecimiento de todo fascismo: cuando las cosas parecen irse de
control, surgen las voces que reclaman “una mano dura”.
Batman versión editorial Novaro, 1984. |
Otro planteo
sumamente interesante en Dark Knight
Returns es la contraposición entre Batman y Superman. Éste participa en la
historia y mantiene, en las últimas páginas, una feroz lucha con el “caballero
nocturno”. El Hombre de Acero está aquí al servicio del presidente de los EE.UU.,
un tipo parecido a Ronald Reagan. Por ello, Batman le espeta: “¡Sí!... ¡Siempre
dices sí…a todo el que lleva una placa…o una bandera!” Y unas páginas más
adelante redondea el reproche: “Pudimos cambiar el mundo…Ahora, míranos…Me he
convertido en un blanco de políticos y tú…tú, en un bufón”.
El final de la
historia depara un giro sorprendente. Oficialmente muerto (sólo Superman conoce
la verdad), Bruce Wayne se refugia en su cueva, con un grupo de muchachos, para
formar con ellos un ejército de las sombras: “Tenemos años, tantos años como
queramos…Años para entrenarlos, estudiar y planear, aquí, en la cueva sin fin,
lejos de los recuerdos olvidados de un vigilante al que le ha pasado la
edad…Empieza aquí un ejército…para devolver el sentido a un mundo plagado de
los peores ladrones y asesinos…Ésta será una vida mejor…Mucho mejor”.
Batman, especial Houdini, con el arte de Chiarello |
Otra línea que
articular Dark Knight Returns es la
potenciación del lenguaje historietístico. Miller multiplica cuadritos, globos
y onomatopeyas para expresar una realidad caótica y violenta, un mundo
neurotizado por el espanto de la inminencia de una tercera guerra mundial. En
numerosas viñetas de página completa emerge un Batman a la vez maduro y
espectral, un coloso dispuesto a sembrar la destrucción. La trama se ramifica y
el montaje alterno es llevado al paroxismo. El lápiz turbulento y
grandilocuente de Miller se desplaza hacia una plástica de intensas resonancias
escultóricas que enfatiza el titanismo y la iconicidad de la vampírica silueta
de Batman. Su puesta se contamina así de un clima tenebroso que, más tarde, en
la saga de Azrael, se nutrirá del horror y la demonología.
En los números
posteriores de diversos comics en los
que interviene el siniestro encapuchado, se articulan varias de las rutas planteadas
por Dark Knight Returns, reconstruyendo así la historia de Batman anterior al
apocalíptico y tenebroso final propuesto por Miller. En Una noche en Gotham City [viii] es
revelador el interrogatorio a que el Hombre Murciélago somete a un delincuente:
“-Me estás
haciendo perder el tiempo. Sabes como odio malgastar mi tiempo.
-¡No! ¡No me
pegues más!
-Sabes dónde
está. Y vas a decírmelo.
-¡No…no puedo!
¡Ella[ix] me
matará!
-Y yo te haré
algo peor que eso, Bull. Te haré daño…Permanentemente…”
Batman, con guión de Alan Moore y dibujos de Boland |
En una viñeta
posterior, Batman afirma con orgullo: “Mi fin justifica mis medios”. Así, esta
faz de Batman empalidece las acciones del brutal Duca Lamberti, aquel policía
gestado por el escritor Giorgio Scerbanenco que, en Los milaneses matan en sábado
(1969), atemoriza a un rufián gritándole que ha caído en malas manos (que son
las de él), y que, en Venus privada
(1966), golpea a un sádico con el tacón del zapato, a la altura de la sien, en
la articulación de la mandíbula, pero tomando la precaución de no desvanecerlo,
para poder seguir con el castigo.
En esta historia
(Una noche en Gotham City) no sólo se
roba, sino que se mata, innecesariamente, con mutilación (explosiones,
disparadores de ácido y de hojas afiladas). Las víctimas mueren desfiguradas,
como las de Dick Tracy (1931), de
Chester Gould (autor de que Bob Kane, en su autobiografía, según Rafael de la Iglesia , reconoce haber
abrevado). Es notable, pues, la diferencia que puede apreciarse entre estos
guiones y los de los años sesenta y setenta. Este desplazamiento aparece
ejemplarmente verbalizado por el Acertijo en un monólogo que protagoniza en Pecados Originales [x]:
“Entonces era divertido. Eso es lo que era…Estaba yo. Estaba la vieja
camarilla: Gatúbela, Pingüino y el Guasón. Y también las bandas: dos o tres
matones de nombre gracioso con disfraces encantadores…Batman y Robin eran parte
del juego. Ellos eran honestos; nosotros, las estrellas. Ninguno fue herido por
otro. Nunca. En serio. Nadie murió…Miren lo que pasa hoy…Es tan distinto…Todo
cambió… ¡Por Dios! ¡El Guasón está matando gente! ¿Me olvidé de algo? ¿Estaba
ausente cuando cambiaron las reglas?”
Batman, con dibujos de Alcatena |
Pero no sólo los
guiones sufrieron grandes modificaciones. No carece de interés comparar los
dibujos de la ya mencionada Una noche en
Gotham City, por ejemplo, con las viñetas de los años sesenta y setena. No
hay más que apreciar los jugosos impactos visuales que el dibujante John Byrne
obtiene con insólitos encuadres aéreos, en lo que demuestra su capacidad para
resolver arduos problemas de perspectiva.
Sin embargo, el
cambio fundamental podemos situarlo en la constitución del personaje y su
mundo. Específicamente, en esa transición del amable y respetuoso encapuchado
de los sesenta al conflictuado y, a la vez, autosuficiente “justiciero” de las
tinieblas que se considera indiscutiblemente por encima de toda ley y
convención social.
Batman, dibujado por Enrique Breccia |
En Caballero Negro sobre Metrópolis[xi], un
policía le advierte a Batman: ”¡Acá debes respetar la ley!” A lo que éste, sin
inmutarse, replica: “La ley lleva tiempo, oficial”. Y es que en Batman aparece
una y otra vez la oposición entre la ley
y la justicia. El comisario Gordon, por ejemplo, entiende a Batman como un
aliado y, en cierta forma, como un amigo, pero también como un monstruo de la
noche que ha elegido (a diferencia de él) la justicia y no la ley[xii],
aunque ello no le impide estar incondicionalmente de su lado: “Sí, se saltó un
par de normas. Pero no hizo nada que cualquier policía no pudiera y debiera
hacer. Yo incluido…Maldición… ¡Si tuviera unos cuantos como él limpiaría Gotham!”[xiii].
En general, esta curiosa (y autocontradictoria) justificación es recurrente.
También, en el final de Una noche en
Gotham City, Superman se despide de Batman diciéndole: “Bueno, no diré que
apruebe totalmente tus métodos…Y voy a tenerte vigilado…Pero…Buena suerte”. De
hecho, la diferencia de métodos de Superman y Batman no les impide actuar
juntos con eficacia en varias oportunidades, aunque sin perder oportunidad de
cuestionarse mutuamente. Así, por ejemplo, en Caballero negro sobre Metrópolis, Batman decide infiltrarse en las
oficinas de Luthor. Superman lo acompaña a regañadientes. El diálogo entre
ambos es característico:
“-Entrar
ilegalmente no es mi modus operandi
habitual, Batman.
-Seguro. Tu
estilo sería romper la puerta y poner cara de malo hasta que Luthor te dé lo
que quieres…Un esfuerzo inútil… ¿Quieres información?...Lo haremos a mi manera.
-Si me
considerara por sobre la ley, como tú, hace tiempo que hubiera matado a Luthor.
-Si algunos de
los rumores que escuché sobre Luthor son ciertos, deberías considerarlo”.
La próxima semana la segunda parte.
La próxima semana la segunda parte.