miércoles, 1 de noviembre de 2017

VALDIVIA, EL DISCÍPULO BOLIVIANO, por Germán Cáceres

(Víctor Valdivia, Potosí, 1897-1967)


Dos épocas de Valdivia


Debido a una beca que le concedió el gobierno de su país, fue alumno en el período 1918-1922 del gran Pío Collivadino en la Academia de Bellas Artes de Buenos Aires, de la que egresó como Profesor Superior de Dibujo. Se dedicó al periodismo y a la ilustración. Colaboró en Última Hora, Plus Ultra y, principalmente, en la mítica revista Caras y Caretas, de la cual fue Jefe de Dibujantes. En 1939, para el diario El Día de La Plata, adaptó en historieta la novela Los caranchos de la Florida, de Benito Lynch. Retornó a Bolivia en 1967. Poco se sabe acerca de su trayectoria como pintor, salvo que expuso su obra en Buenos Aires, Rosario, La Paz, Oruro, Cochabamba, Potosí y Sucre, y que Carlos Salazar Mostajo en 1989 escribió: “En uno de sus viajes a La Paz trajo una exposición que fue una demostración de su gran talento pictórico para la interpretación del paisaje potosino. Nunca se había pintado el ambiente atmosférico de esa tierra con tanta convicción, con tanto realismo.



En Caras y Caretas hay historietas de humor gráfico muy originales, en las cuales homenajea a Carlos Gardel, Azucena Maizani y Francisco Canaro. Utiliza doce viñetas con diálogos, pero debajo de ellas un texto mínimo desarrolla una narración. El mismo procedimiento lo repite en otros trabajos de cuadro único que podrían calificarse de cartoons,  algunos de los cuales no contienen globos. En estos sus figuras son sumamente sintéticas, casi boceteadas, como las que integran la serie «A punta de lápiz».



También ilustró tapas sobre obras literarias, demostrando en algunas su formación académica en el tratamiento del color y la representación de la figura humana (p.e. en Hoguera de amor, de Edmundo Montagne; El camino de las llamas, de Hugo Wast). Otras de esas tapas optaron por la caricatura, como La casaca roja, por Manuel Komroff; El combate de las fieras, por A.E. Coppard; El hombre que no sonreía, por Heriberto Shaw; El agregado, por Benito Lynch. Y algunas las realizó en blanco y negro: El especialista en divorcios, por Víctor Juan Guillot; El candidato invisible, por J. Jacquin.



Las caricaturas de periodistas (entre ellos Juan José de Zoiza Reilly) son joyas artísticas. La del presidente uruguayo Dr. Gabriel Terra está influida por el respeto a su investidura y es más convencional. La del Dr. Adriano Díaz Cisneros, Administrador de Impuestos Internos, tiende más al estilo burlón como asimismo la del enviado plenipotenciario de Portugal, Dr. Fernando Quartin D´Oliveira Bastos.


Poéticas y estilizadas son las caricaturas de «Nuestras escritoras» (Alfonsina Storni, Victoria Ocampo, Luisa Israel de Portela, Mercedes Moreno, Delfina Bunge de Galvez y Carmen S. de Pandolfini). En «Nuestros escritores» es menos refinado pero sus trazos rezuman calidad (Alberto Gerchunoff, Enrique Banchs, Enrique Méndez Calzada, Arturo Cancela, Constancio C. Vigil y Roberto Giusti). Los mismos lineamientos los aplica en «Nuestros pintores»: Fernando Fader, Césareo Bernaldo de Quirós, Jorge Soto Acebal, Pío Collivadino, Carlos P. Ripamonti, Emilio Caraffa.


Es autor de ocurrentes caricaturas políticas, como los seis hombres enfrentados con armas y que representan a otros tantos países: España, Alemania, Inglaterra, Francia, Italia y Bélgica. O la de funcionarios de la Capital Federal sentados a una mesa y dispuestos a engullirse glotonamente los platos de comida que llevan el nombre de nuestras provincias.




Caricaturizó a personajes de nuestro campo que provenían de la series radiales «Chispazos de Tradición», creada por Andrés González Pulido, y «Bajo la Santa Federación», de Carlos Viale Paz y Héctor Pedro Blómberg. Salvo las enormes cabezas, los cuerpos son proporcionados y sus vestimentas sumamente precisas.




Una bella imagen de una pareja de gauchos –hay una mujer con porte de heroína–, muestra su dominio técnico de la composición en diagonal y una magnífica armonía de complementarios hecha de gradaciones de verdes y rojos difuminados. Tanto los personajes como los respaldos de las sillas y un farol se orientan verticalmente y hacen juego con las líneas horizontales que aparecen en el poncho de la mujer y en el chiripá del hombre. La grafica en negro pleno funciona como ornamentación. Se puede considerar tanto una ilustración, una estampa o  un cuadro digno de exhibirse en una galería o en un museo.


Otra maravilla de su maestría en el manejo del color lo proporciona la escena en la cual una india se retira de una mesa después de servir a dos parroquianos. Es exquisita la estilización que plantea en una reunión elegante en la página que titula « ¡Nochebuena!». Otro ejemplo de exquisitez y refinamiento lo transmite la ilustración de una pareja besándose sentada en un sillón. Recurre a una armonía monocolor: el verde en diferentes tonalidades se embellece con ornatos distribuidos en los círculos estampados del vestido de la mujer y en las flores y plantas de una maceta.


Merece destacarse que ilustró el libro Cajita de música: texto de lectura para primer grado superior (Buenos Aires, Estrada, 1954). Se trata de buenos dibujos que destilan inocencia e ingenuidad, propios para chicos de ese nivel escolar. Los colores sobresalen por su delicadeza.


 Resulta oportuno repetir los conceptos que emitió el diario La Razón en 1929: “Porque en Valdivia uno de los aspectos más simpáticos de su obra lo constituye la espontaneidad, tanto como la sencillez, a cuyas cimas es posible llegar mediante una técnica largamente practicada, y, desde luego, con un sentido de apreciación que sólo se halla al alcance de grandes artistas.”




Germán Cáceres


Bibliografía

-historietapatagonica.blogspot.com.ar: «Rincón retro. Grandes ilustradores del pasado: Víctor Valdivia, Chispazos de Tradición, 1933».
-http://elias-blanco.blogspot.com.ar:«Diccionario Cultural Boliviano: Víctor Valdivia».
-http://www.museodeldibujo.com: «Valdivia, Víctor».
-https://luisalberto941.wordpress.com: «TOP-COMICS: América y sus dibujantes en la historieta argentina».

-Lipszyc, Enrique: El dibujo a través del temperamento de 150 famosos artistas. Editado por la Escuela Norteamericana de Arte, Buenos Aires, 1953.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Entrevista: Arcadio Esquivel


Lugar de nacimiento, de residencia, edad.



1- Yo nací en San José, Costa Rica el 10 de enero de 1959, actualmente vivo al este de San José, la capital.

¿Cuándo y dónde comenzó a publicar?
2- Mi primera publicación fue en un semanario de orientación comunista llamado "La Verdad", por cierto esto sucedía mientras era estudiante de secundaria, o sea a mis 19 años. El periódico tenía su sede en las inmediaciones de la Universidad de Costa Rica, donde al año siguiente ingresaría.



¿Cuánto personajes y series desarrolló a lo largo de su carrera como dibujante? ¿Qué repercusión tuvieron/tienen?
3- Bueno dibujé muchos personajes antes de hacerme del hasta ahora más importante para mi carrera:
Facundo, un hombre de unos 30 años que viajaba con su hijo viviendo muchas aventuras, se publicó en el semanario costarricense en inglés llamado The Tico Times (años 80).
Mafiel, un robot pícaro que hacía críticas sobre los políticos corruptos, se publicó en diario La Repúblia de Costa Rica (años 80).
Paz Significa, una serie de tiras cuyo personaje una paloma de la paz humanizada, nos explicaba como hacer y vivir la paz en nuestras vidas, se publicó en The Tico Times ( años 90).

¿Cómo definiría su estilo de dibujo?
4- Difícil definir yo mismo mi estilo, pero tengo mucha influencia española pues fue en una escuela de ese país donde realicé mis estudios como dibujante humorístico, también mucho del estilo de la escuela argentina, pues debí estudiar los estilos de muchos dibujantes de ese país y por supuesto la escuela norteamericana, dada la penetración del comic de ese país en toda América Latina.


Un listado de medios en los que publicó?
5- He publicado antes y ahora, en muchos periódicos y revistas: Miami Herald, Newsweek, The Week (Londres), Japan Times, Le Soir (Bélgica), La Prensa (Panamá), El Nuevo Día (Puerto Rico), Courrier (Francia), United Skecthes (Francia), La Nación (Costa Rica),     Mercury News (EEUU), Washington Post (EEUU), USA Today, US News and World Report (EEUU), Cagle.com (EEUU), Cartoonmovement.com (Holanda), Toonpool (Alemania) y muchos más. Aparte, Wences se publica en Noruega, Alemania, España, Nueva Zelanda, Brasil, Argentina, Costa Rica, EEUU y desde esta semana en Corea delSur.

¿La mayor parte de su obra la desarrolló en exclusiva para medios de su país?
6- Al contrario, la mayor parte de mi obra la he desarrollado para medios fuera de mi país. En Costa Rica no publico en ningún medio, acá no se confía en ningún artista como para que este publique sus opiniones gráficas en los medios.


Sus historietas se estudian en la Universidad ¿es asi?
7- Si, mis historietas se estudian en la Universidad de Costa Rica, Escuela de Estudios Generales. Fue ahí, en las aulas de esa universidad, donde nació Wences, así que desde entonces (2001) se analizan por parte de grupos de estudio cada semestre. Desde este segundo semestre de 2017, se ha tomado como referencia la revista Historieta Patagónica La Duendes para que los estudiantes tomen de allí la información sobre Wences. El estudio se extenderá a otros artistas argentinos a partir del primer semestre del 2018.



Parte de su trabajo se desarrolla en el ámbito académico, del cual posee una extensa trayectoria ¿Cómo se complementa con su actividad como dibujante?
8- Mi trabajo que se desarrolla en el ámbito académico se complementa a la perfección con mi actividad de dibujante y pintor. Tengo a cargo 4 Talleres de Caricatura en la Universidad de Costa Rica y en las aulas, aparte de la teoría de la caricatura, vemos una intensa actividad de dibujo. También en Canal 13 (Estatal), tengo un programa educativo llamado "El Mundo de Arcadio" donde hago pinturas y dibujos artísticos que amplían mi experiencia como artista. Les dejo el link de mi canal en www.youtube.com/cartoonarcadio.

¿De dónde o cómo surge la inspiración para el dibujo y los temas?
9- Los temas surgen muchas veces de manera espontánea, pero también a raíz de la información, leo mucho y creo que eso nutre la capacidad de producción en todos los ámbitos.


¿Cuántos libros tiene publicados y de qué tratan?
10-Tengo 17 libros publicados bajo el "Dibujando con Arcadio", todos educativos, excepto dos que son de entretenimiento: Las aventuras de Wences 1 y Humor deportivo.

¿Qué es el humor gráfico?
11-El humor gráfico, bajo mi criterio personal, es la realización de una opinión con carácter humorístico a través del dibujo, donde el autor se expresa con intenciones críticas sobre temas de actualidad o temas de puro humor sin intención crítica.



Autores que admira o para destacar?
12-Fontanarrosa, David Levine, El Roto, Joaquín Lavado, Ranan Lurie, son algunos de los autores en los que me he inspirado para mi obra personal.


¿Sugerencias a los autores que se inician?
13-Uno puede sugerir muchas cosas a los autores nuevos, pero hay una cosa que el joven autor debe tener en cuenta, la perseverancia.




¿Se puede vivir de hacer humor gráfico?

14-No, si se depende solamente de los medios, pero si,  cuando se tiene el respaldo de instituciones o empresas serias que pagan por los servicios de caricatura, historieta y arte en general. En mi caso la Universidad de Costa Rica es mi empleador y me permite realizarme como autor y caricaturista.

jueves, 28 de septiembre de 2017

ZAVATTARO, el luchador. Por Germán Cáceres

No se va analizar uno de los tantos filmes que llevan este título, sino a un gran artista plástico que, además, practicaba lucha grecorromana profesionalmente en el Teatro Casino. Y si le preguntaban qué le gustaba más, afirmaba que luchar porque recibía aplausos del público. En cambio, como ilustrador nadie lo alentaba.


Nos estamos refiriendo a Mario Zavattaro, llamado por León Benarós «…el ilustrador paradigmático del Martín Fierro».
Nació en Génova en 1876, se radicó a los veintitrés años en Buenos Aires (o sea en 1899) y falleció en 1932. Colaboró en los diarios Crítica y La Nación, y en las revistas El Hogar, Plus Ultra, P.B.T. y, sobre todo, en Caras y Caretas, donde fueron sus compañeros de trabajo José María Cao y Manuel Mayol. Realizó trabajos a lápiz, tinta, gouache, óleo, pero sobre todo sobresalió como acuarelista. Así ilustró tapas de las revistas citadas y, en Caras y Caretas, retratos, escenas camperas, caricaturas y soldados europeos de la Primera Guerra Mundial.


Trabó amistad con el músico Ángel Villoldo (compuso El choclo), el actor Enrique Muiño, el director cinematográfico Mario Gallo y los escritores Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones. Así, es el autor de la tapa de la primera edición de La crencha engrasada, de Carlos de la Púa.
Fue admirador del gran Charles Dana Gibson (1867-1944), creador del primer tipo de belleza femenina norteamericana, y cuya impecable técnica asimiló.


Su obra cumbre son las treinta y seis acuarelas que ejecutó para el Martín Fierro, que fueron reproducidas por la firma Alpargatas para sus almanaques de 1937, 1938 y 1939 y, además, con destino a álbumes. Concretó esta genialidad documentándose en las ciento veinte fotos del campo y de la gente bonaerense que había tomado el doctor Francisco Ayerza entre 1885 y 1890. Asimismo pudo acceder al manuscrito de La vuelta de Martín Fierro. También recorrió personalmente la zona.


En 1997, la Cámara Argentina de Publicaciones premió a Francisco Montesanto por su edición del Martín Fierro, que reivindicó sus acuarelas.
En las ilustraciones del nombrado poema, de colorido intenso y vital, Zavattaro transmite la sensación de movimiento. Tanto los registros de las escenas a plena luz solar como las nocturnas evidencias su oficio. El retrato que plasmó de José Hernández es un homenaje a su grandeza de escritor: atrás suyo se ve a un recio gaucho a caballo y a una diáfana y bella mujer que bien puede sugerir a una musa. Su figuración es fiel al realismo, dado que registra todos los detalles de la vestimenta del hombre de campo, los arreos de cuero, y los paisajes de ranchos, pulperías, pajonales, ganados y aguadas. Su talento para dibujar bellas mujeres y caballos remite a un artista   más cercano, el portentoso José Luis Salinas (1908-1985).


Sus caricaturas, plenas en armonía de colores y estudiada composición, no pueden menos que evocar al genio de Toulose-Lautrec: eran obras maestras, dignas de formar parte de una pinacoteca. Había en ellas perspicacia psicológica, satirizaba al personaje deformando su cara y, a la vez, lo estilizaba estéticamente. Algunas (como las de Federico Pinedo, hijo, y el doctor Julio Méndez) parecen fotografías retocadas dada la autenticidad que transmiten sus trajes.



Según Enrique LipszycSus dibujos inconfundibles, sus cabezas femeninas, sus magníficas acuarelas e ilustraciones, aquellas caricaturas de intención aguda, donde la elocuencia surgía espontánea de la expresión de la figura, estaban animadas, íntimamente, por el soplo del verdadero arte.”











Germán Cáceres



Bibliografía

-https://ilustración.fadu.uba.ar: «Mario Zavattaro/Archivo de la ilustración argentina».
-https://www.clarín.com.ar: «El artista que ilustró el Martín Fierro con 36 acuarelas”.
-https://www.google.com.ar: «Mario Zavattaro».
-http://www.lanacion.com.ar:«El pintor del Martín Fierro», por Fernando Sánchez Zinny.
-http://www.lanacion.com.ar: «Viejos retratos del Martín Fierro», por León Benarós.
-http://www.museodeldibujo.com: «Biografía de Mario Zavattaro».
-https://www.taringa.net: «Mario Zavattaro – Ilustraciones del Martín Fierro».
-Lipszyc, Enrique, El dibujo a través del temperamento de 150 famosos artistas. Editado por la Escuela Norteamericana de Arte, Buenos Aires, 1953.

jueves, 14 de septiembre de 2017

DOS HOYOS, por C. M. Federici

Para el buen amigo y admirado colega, Eugenio (“Ray Collins”) Zappietro, este pe­queño relato del “Wild West”, que contiene un sutil homenaje a su nom-de-plume y a su proficua trayectoria.



Al empujar la hoja vaivén de la puerta del saloon, el fino oído de “Two Holes” Sutton, el matador, no dejó de captar el leve chirrido de un gozne mal aceitado, aun entre la confusión de las conversaciones, las risas de las “chicas” y el hipido de algún ebrio consuetudinario. Así sobrevivía, no perdiéndose nada, alerta siempre.
Bajo la sombra del aludo “Stetson”, sus ojos achinados, de mirada de lince, se entor­naron sobre los pómulos salientes de un rostro impasible, enjuto y ahusado, como un cráneo cubierto apenas por fina capa de piel picada de viruela. Entonces, entre la abigarrada concurrencia, la vio.
Y sintió que algo, mucho tiempo aletargado, se erguía en su interior.
Sin que lo supiera, otros ojos, tan penetrantes como los suyos, aunque parpadeaban sin cesar detrás de los cristales redondos de unas gafas, se fijaron en él. Y formaron dos medias lunas invertidas cuando una sonrisa de satisfacción curvó la boca de finos labios que había debajo. Sexton Collins, el famoso escritor de folletines, que había seguido incansablemente el rastro del killer a través de tres estados, sintió que el corazón le saltaba en el pecho. Casi salta él mismo de la silla que ocupaba, con riesgo del vaso de ginebra a medias consumido, que vaciló sobre la mesa y a punto estuvo de añadir una mancha más sobre la maltratada superficie de madera basta.
“¡Al fin!”, se dijo, alborozado. “¡Sabía que el momento llegaría!...”
Hombrecito semicalvo, de cortas piernas, iba vestido a la usanza del Este, lo cual resultaba algo ridículo en aquel pueblo perdido de Wyoming, y su aspecto era por demás inofensivo. Sin embargo, cuando tomaba la pluma en la mano, era capaz de conmover a millares de lectores con sus historias rudas, salvajes, de sangre, violencia y muerte. También se especializaba en biografías de famosos pistoleros. Ver allí a “Two Holes” lo hizo relamerse de gusto.
—¡Mozo! —llamó—. ¡Tráigame otra ginebra!
Sutton, en tanto, y por primera vez en mucho tiempo, permaneció estático, la mirada fija en aquel perfil femenino de rasgos perfectos. Era… como la suma de sus recuerdos más puros, de los sueños impolutos de su adolescencia…, antes de que, llevado por las circunstancias, acabara por transformarse en lo que era, un despiadado matador. Sintió el impulso irrefrenable de acercarse a ella. Pero sacudió la cabeza.
“¡Bah!”, gruñó para sí, “¡No es más que otra mujerzuela de saloon! ¿Cuántas iguales a ella conociste, Sutton? ¿Y alguna fue mejor que las demás? ¡Zorras…, es lo que son!”
En su mesa, Collins también miraba a la muchacha. Típica de esos sitios, pensó. Con ricitos sobre la frente, la cara embadurnada de afeites, vestido muy escotado, de colores chillones…, quizás hasta un puntito más que sus “colegas”. ¡Perfecta!
Y su compañero de mesa… Collins sonrió irónicamente. ¡Todo un palurdo, alto, desgarbado, carirrojo, seguramente oliendo a establo, como buen campesino!... ¡Vaya pareja que formaban! El escritor parpadeó tras las gafas. Parecía que el muchacho le estaba hablando en serio a la chica; no mostraba la actitud del que busca divertirse y nada más.
“¡Excelente!”, aprobó interiormente. “¡Como para una novela romántica!”
“Two Holes” Sutton cedió a la compulsión. Había venido al saloon con intención de “expansionarse”, como él decía, porque hasta el más encallecido matador lo necesita de vez en cuando. Le habría bastado cualquiera de las del “harén”, pero ahora… Ahora lo sacudía otro apetito, que no habría sabido definir, pero que halló impostergable.
Por eso, apoyadas por costumbre ambas manos en las culatas de los “Peacemakers”, se encaminó hacia la mesa que compartían aquella hechicera y el rústico. Seguramente este protestaría cuando Sutton apareciese, pero ¿quién se preocupa de un patán, que solo habría usado un revólver para matar alguna culebra? Una de las comisuras de su sinuosa boca se curvó hacia arriba al notar que el individuo estaba desarmado.
—¡Sí, Lina! —oyó que decía, sonriente, el campesino—. ¡Ya podemos casarnos, querida! ¡Acabo de cobrar por el ganado! ¡Te sacaré de aquí!... ¡Tendremos la casita que tanto anhelaste…, la huerta, las gallinas! ¡Todo esto lo dejarás atrás!
En el momento en que Sutton llegaba, ella tendía las finas manos para estrechar una de las manazas del hombre. Estaba hermosa de veras, con su boca roja como una fresa moldeada en una sonrisa encantadora.
—¿De veras, Alger? ¿No ocurrirá como otras veces, que…?
—¡Nada de temores, mi cielo! ¡Ahora mismo te llevo de aquí y nos casamos!
—¿Puedo invitarte a una copa, belleza? —Sutton se había inclinado sobre ella.
El otro levantó la vista, pero no parecía enojado.
—Está conmigo, amigo. Esto es una conversación privada, así que le agradeceré…
Sutton lo miró como si recién reparase en su presencia.
—No hay nada de privado para una chica de saloon. Es de todos, ¿verdad?

El campesino se levantó bruscamente. Su silla golpeó ruidosamente contra el piso.
 —¡Retire lo dicho! ¡O se lo haré tragar!
—¡No, Alger! —clamó Lina—.¡No pelees con ese! ¡Es un matador!... ¡Lo conozco, lo llaman “Two Holes”, porque siempre mata con dos balazos…, para asegurarse!
Era la estricta verdad. El pesado proyectil del .45 era capaz de voltear a un caballo, detener a un toro bravo, e incluso, bien colocado en un ojo, hasta acabar a un “grizzly”. Pero con los humanos era otra cosa. Había que estar seguros…, por eso el segundo hoyo, en medio de la frente.
Sutton echó hacia atrás el ala del “Stetson” con el pulgar.
—No sé cómo sabes de mí, muñeca, pero convendría que le aconsejaras a tu pretendiente que no se meta conmigo…, por su salud, ¿entiendes?
Su mano, hecha garra, amorató el tierno brazo de Lina. Y tiró de ella.
—Vamos, te vienes conmigo. ¡Que el campesino vuelva con sus vacas!

—¡Suéltala, canalla! ­—y el enorme puño de Alger se disparó, tendiendo al otro en el piso—. ¡Te enseñaré a respetar a mi novia!
Desde el suelo, el matador lo miró aviesamente. Con más calma de la que podría haberse esperado, pasó el dorso de la mano por la herida del labio.
—Te lo buscaste, imbécil.
Con agilidad de pantera, se puso de pie y apostrofó a su atacante:
—¡No sabes con quién te metiste! ¡Nadie le pegó a “Two Holes” y vivió para contarlo!... ¡Esto se resuelve de una sola manera! ¡Con los “Colts”! ¡Vamos, a ver si eres hombre, palurdo!
En ese instante, Sexton Collins juzgó necesario intervenir:
—¡No permitan esto! ¡Será un asesinato! ¡Un matador contra un inexperto no es un duelo, es un asesinato! ¡Una infamia!
Sutton lo miró como a una cucaracha.
—¡Cállate, mequetrefe! ­—Y volviéndose a los otros, que apenas osaban moverse, pe­tri­ficados de miedo—.  ¿Qué dicen ustedes? ¿Les gustan los cobardes en este pueblo?
Hubo un movimiento general, apartándose de la zona de fuego. Nadie osaría interpo­nerse, y “Two Holes” lo sabía.

El rústico respiraba agitadamente, y su cara estaba pálida, pero no retrocedió.
—No vine armado ­—dijo.
—No te preocupes por eso —respondió el matador—. Te presto uno de los míos. ¡Con el otro me basta para liquidarte! —Y le tendió el arma.
Algernon la tomó, como si no supiese qué hacer con ella. Su torpeza dolía.
Collins hizo otro intento:
—¡No deben permitirlo! ¡Es un asesinato a sangre fría, señores! ¡Ese granjero no sabe ni por dónde sale la bala! ¡Se ve a la legua!
Pero no le hicieron ningún caso. Aparte del miedo que les daba el matador, casi todos estaban dominados por la atracción morbosa de contemplar aquel espectáculo.
—¡No, Alger, no! ¡Te va a matar! ¡No puedes contra él!
Sutton sonreía para sus adentros, aunque su rostro se mostraba tan inexpresivo como una hoja en blanco. Aquello iba a ser pan comido. ¡Hasta de espaldas lo podría hacer!
Ya estaban frente a frente: uno, vacilante sobre las toscas botas campesinas, balan­ceán­dose un poco, con el revólver vacilándole en el puño; el otro, sereno, displicente, descansando en la experiencia de cien muertes. Si hubiese tenido el hábito de hacer muescas en las culatas de sus “Colts”, se dijo sardónicamente, no le quedaría por dónde empuñarlos…
—Estoy… listo ­—murmuró el granjero.
—Te dejo sacar primero… ¡Vamos, saca! ¡Saca, caballero andante! ¡Saca, campe­sino idio…!
Sus ojos se abrieron, incrédulos, tras el estampido.
Una flor roja se abrió justo en la pechera de su chaleco, extendiéndose…
—¿C-cómo pudo…?
Y fuese lo que fuese que iba a preguntarse, todos sus pensamientos desaparecieron cuando en su sien izquierda se marcó un segundo hoyo de bala (más pequeña esta, de una “Derringer” empuñada por delicada mano femenina) que se los llevó, junto con la vida de Sutton, hacia la eternidad.
El tiempo se detuvo durante unos instantes que parecieron centurias. Si hubiese caído un cabello al piso del saloon, les habría parecido el retumbar de un trueno. Nadie podía explicarse lo ocurrido.
Indiferentes a todo, Alger y Lina se abrazaron fuertemente.
—¡Lo hicimos! —sollozó ella—. ¡Nuestro hermano está vengado!
—Sí, hermanita ­—dijo el hombre, arrojando el arma a un lado­—. Johnny descansará en paz, porque su asesino pagó por su crimen… Ahora podremos retomar nuestra vida. ¡Y todo gracias al señor Collins, nuestro buen amigo!
El escritor se les había acercado, y, estirándose, palmeaba las anchas espaldas de Algernon.

—Ustedes también hicieron lo suyo… ¡Estupenda actuación, chicos! Se caracteriza­ron magníficamente. Aunque —añadió en tono reflexivo—, tú exageraste un poco tu torpeza, Alger. Después de tantos meses de práctica, manejabas el “Colt” como un experto.
—Pero pese a todo, y lo sabes muy bien, Sexton, nunca podría haberle ganado a Sutton si no lo hubiese hecho creer que aquello sería “pan comido” para él, y no valía la pena que se esforzara…
—Como sea—coronó Collins—,  ¡meta alcanzada!
La muchacha, impulsiva, lo besó en la mejilla, que se empurpuró inmediatamente.
—¡No sabemos cómo agradecerte, Sexton! Si tú no hubieses rastreado a ese canalla, con tanta paciencia, hasta que supiste que vendría a este pueblo…
El folletinista meneó la cabeza, intentando parecer modesto, aunque era obvio que estaba orgulloso de su hazaña.
—¡Intrigas más complicadas escribí en mis novelas!... No fue nada. Además ­—su voz tornóse grave—, ¡se lo debía a mi buen amigo Johnny! ¡Morir así…, en la flor de la vida, solo porque un maldito matador quiso lucirse!
Se volvió a Lina:
—Una obra de arte ese segundo hoyo, chiquilla… ¡Se lo merecía!
—Para estar bien seguros —repuso ella—. Con las culebras, nunca se sabe.