A veces sucede que luego de
releer una historieta se puede tener la fortuna de decir “que bueno que
compré los libros y los guardé”. Ese es
el caso de los diez tomos de El NegroBlanco,
de Carlos Trillo en los guiones y García Seijas en el dibujo. Fueron publicados
por Ivrea entre 2008 y 2009, compilando las tiras que se publicaron a diario en
la contratapa de Clarín entre 1987 y
1993.
Los lectores memoriosos recordarán que esta historieta cargó con el
gran peso de reemplazar en la contratapa de Clarín a El
loco Chávez, de Trillo y Horacio Altuna. Tremendo compromiso porque El Loco… se había transformado en un
ícono que quedó en el corazón y la memoria de generaciones de lectores. Es por ello que en la concepción de El Negro Blanco estuvo presente una
cierta idea de continuidad, tal vez para que el cambio no resultara tan
abrupto. De allí que las comparaciones sean inevitables, sobre todo porque el
guionista era el mismo. El personaje que le da nombre también es periodista, se
desempeña en el mismo medio y en la trama se colaba la realidad argentina.
Mientras en una se hacían presentes los duros tiempos de la Dictadura Militar
de los setenta y el renacer democrático de los ochenta, la nueva historieta
registró aspectos del profundo cambio social que significaron los años noventa
en el país.
En El Loco… las mujeres
tenían un papel importante, pero también las aventuras puras, motivadas por su
profesión, que lo llevaban a realizar investigaciones periodísticas y a protagonizar variadas situaciones. En
cambio, en El Negro… el leitmotiv son las mujeres, que a su vez
desencadenan sus acciones. Todo gira en torno a ellas y las dos principales son
Chispa, una atractiva arquitecta rubia de pelo corto, y la morocha Flopi,
inspirada en la modelo y actriz Araceli González, de pleno apogeo mediático en
la década del noventa. La identificación de Flopi con la actriz sex symbol de la época, hizo que la tira
fuera muy comentada en los medios de comunicación y a nivel popular. El éxito
de este personaje motivó que los autores crearan, aparte de la tira diaria,
unitarios para publicar en revistas. El dibujo de García Seijas resultó más que
apropiado, porque las dibujaba de modo atractivo, las volvía “deseables”. El
Loco era un mujeriego “moderado”, mientras El Negro… era abiertamente mujeriego. Aunque este
último estaba enamorado de las dos protagonistas, con las que alternativamente
rompía o retomaba la relación, no perdía oportunidad de vivir incidentes con
otras. Pero al lado de los personajes aún más mujeriegos, como el de Marccuci y
el de su padre, El Negro… era “un nene de pecho”.
El Negro... y sus mujeres |
A través de Flopi, periodista de un noticiero sensacionalista, es donde
se hacen más presentes los años noventa: en la frivolidad y la llamada
televisión “basura” –surgida en esa década- que inventaba noticias y recurría (y
sigue haciéndolo) a mostrar miserias humanas para sumar rating. Allí se exhibían personajes que no eran tan visibles en
décadas previas. Badaraco, el inescrupuloso y corrupto productor del programa y
el dueño del canal, apodado “El todo poderoso, El Supremo, Rey de Reyes”, que
porta el rostro de Alejandro Romay,
dueño de Canal 9 en los años noventa. Las escenas donde aparece aportan cuotas
de surrealismo y delirio.
Flopi en un episodio independiente, publicado en 1996 en la revista Meridiana |
Tampoco falta el episodio donde se muestra a un político que se soborna
y frivoliza, en coincidencia con el apogeo que tuvieron durante esa década las
investigaciones en torno a la corrupción política, que hasta entonces nunca había sido tan descaradamente
manifiesta , y su referencia no podía
faltar en la tira.
Al igual que en El Loco Chávez,
los amigos de El Negro tienen un papel importante, resultan entrañables,
queribles. El más peculiar es Marcucci, inspirado en un individuo real, que
sufría el acoso de centenares de mujeres, motivado por su encanto varonil. Es el
personaje más simpático de la historia por las situaciones disparatadas que
protagoniza.
El grafismo de García Seijas es hiperrealista y de estética
preciosista. Cuando asumió la realización del dibujo de la tira ya era un
profesional de extensa y reconocida trayectoria. Su mayor éxito previo, en el
país, lo representó la serie Helena,
que realizó con guiones de Robin Wood para la revista Intervalo, que también transcurría en Buenos Aires.
El Negro y los decorados de la ciudad de Buenos Aires. |
Por ello, al analizar su arte se evidencia a un autor de amplios y
riquísimos recursos técnicos, a los que se arriba después de la experiencia de
incesantes años de trabajo. Por ejemplo, se destacan las numerosas escenas
nocturnas, en las que combina plenos negros prolijos y perfectamente definidos
(paredes, autos), líneas moduladas y manchas a pincel (en las vestimentas) y
tramas de diferentes grosores para dar idea de luz y sombra y volúmenes en los
personajes, calles, cielo, etc. Todos recursos que hacen a la riqueza visual,
tanto para crear “climas”, como para “sugerir” o “mostrar” con sentido
documental.
El personaje Marcucci y un ejemplo de su éxito con las mujeres. |
Mención especial merecen sus escenografías, porque el nivel de detalles
y verosimilitud es asombroso. Las escenas de “calle” donde se mueven los
personajes permiten reconocer detalladamente la ciudad y su arquitectura en sus
aspectos atractivos, y se diría que en este punto Seijas se asume como
costumbrista. Cabe suponer que el artista se basó en una abundante
documentación fotográfica. Algo similar sucede con las escenas del diario, los
interiores de las viviendas, los vehículos y la indumentaria.
El dibujo de Seijas está realizado con sumo cuidado, en donde cada
elemento surge de una debida planificación. Pero cuando se observa en detalle
las figuras humanas y sus ropas, se observa que emplea un estilo suelto, abierto. Por ejemplo, esas líneas no marcan
las formas de los pliegues de la ropa, sino que los sugieren. La gráfica de
García Seijas es la de un virtuoso del dibujo realista.
Esta tira cargó con el compromiso de reemplazar la exitosa El Loco Chávez, que aún hoy no se puede
dejar de citar como antecedente. Pese a ello consiguió definir una identidad
propia, aunque en su momento no llegó a trascender con el mismo peso en cuanto
a repercusión masiva. Su final fue
abrupto y la historia quedó inclusa. El libro diez incluye los episodios que la
hubiesen continuado, en los que tomaba nuevos rumbos. Se nota que El Negro Blanco podría haber tenido más
vida de haber continuado su publicación. Fue reemplazada por la tira El Nene Montanaro, de Horacio Altuna, el
dibujante de El Loco Chávez.
El Negro Blanco también gozó
de una excelente repercusión en Italia, donde se publicaba en las revistas de la
editorial Eura.
Tal vez hacía falta releer la
historieta y dejar que el tiempo diera su veredicto. Se puede decir,
transcurridos veinte años, que fue un notable trabajo tanto del guionista como
del dibujante, con muchos aportes elogiables. Es de lectura divertida, por
momentos atrapante, con aventuras urbanas o de amor al estilo telenovela, cuotas
de delirio y humor y un dibujo de calidad exquisita, visualmente disfrutable.
Respecto de los autores, lo triste es que hoy Trillo no se encuentra
entre nosotros, y para apreciar los trabajos más recientes de García Seijas,
hay que conseguir publicaciones italianas, país donde es inmensamente valorado.