DEFENSA DEL CLASICISMO
(entrevista de 1994)
Nació
en 1943 en Corrientes, Argentina. Realizó ilustraciones para las revistas Vea y Lea, Leoplán y Maribel. Su
primer trabajo como dibujante de historietas fue La legión extranjera (escrita por Cruz) que apareció en Misterix (Hugo Pratt era el director de
arte). Con guión de Robin Wood dibujó la exitosa Nippur de Laggash, y con textos de Alfredo Julio Grassi Planeta Rojo, Yo Ciborg y Galaxia Cero.
Otras cumbres fueron Las amazonas de
Clitomarkán (guionada por Barreiro) y Gilgamesh
el Inmortal (en un comienzo escrito por Robin Wood). Esta última- de gran
repercusión en el público lector- la continúa dibujando actualmente con textos
de Ricardo Ferrari.
Es
uno de los más cotizados dibujantes argentinos; cuenta con una técnica de
primer nivel y sus historietas ponen de relieve una exigente investigación
documental. Ilustró para Italia cuentos de ciencia ficción y también
historietas (Martan y Sun Son).
En
1994 aparecerá un nuevo trabajo con textos de Ricardo Ferrari: El púgil, sobre boxeo en la Roma antigua.
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Original de Lucho Olivera |
(Falleció el 11/11/2005).
Germán Cáceres: Lucho, ¿cuáles
son las modalidades de trabajo de un historietista argentino? ¿Tiene
posibilidades de ubicar su producción?
Lucho Olivera: Por suerte, los
dibujantes y guionistas nacionales somos afortunados. La escuela de la
historieta argentina es reconocida mundialmente. A pesar de ser tan australes,
tenemos una posición de privilegio. Yo dibujo para editoriales argentinas y romanas. También trabajé para el King
Features Syndicate: fui sucesor de José Luis Salinas haciendo Dick el Artillero, que se publicaba en
el Diario de las Américas de Miami,
en la década del setenta.
G.C.: ¿Qué dibujaste para Roma?
L.O.: Hice la historieta de
ciencia ficción Martan –que trata
sobre una invasión extraterrestre- y una de “fantasía heroica”, Sun Son, el hijo del Sol.
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Página de episodio de Gilgamesh |
G. C.: ¿Quién las guionó?
L.O.: Roger King. Completando tu
pregunta inicial, debo agregar que los argentinos hemos aprendido nuestro
oficio en la gran escuela norteamericana, tanto respecto a la historieta como
al dibujo de la academia.
G.C.: ¿Qué podes decir sobre esa
academia norteamericana?
L.O.: Norman Rockwell, Andrew
Loomis y Howard Pyle son los tres pilares de la academia de dibujo
norteamericana. Uno mira un cuadro de Norman Rockwell y queda extasiado. Hizo
durante muchos años las tapas del The
Saturday Evening Post. Debe destacarse asimismo a los eximios plumistas
Charles Dana Gibson y James Montgomery Flagg.
G.C.: ¿Aprendiste dibujo yendo a
alguna escuela? ¿O lo hiciste a través del estudio de las ilustraciones de
estos grandes maestros?
L.O.: Fui en cierta forma
autodidacta. Trabajé de cadete a los diecinueve años en la revista Vea y Lea, donde conocí a Hugo Pratt, a
Quino, a Sosa, a Muñoz, a Durañona, quienes venían a entregar sus dibujos, y de
noche practicaba con los libros de Andrew Loomis.
G.C.: Loomis tenía un gran
sentido didáctico, una cualidad para simplificar los problemas técnicos del
dibujo y brindárselos al lector. Recuerdo Divirtiéndose
con un lápiz y Dibujo de figura en todo su valor.
L.O.: Sí, también estaban El dibujo de éxito, Ilustración creadora y El ojo
del pintor. Lo curioso es que nunca vi una ilustración de Andrew Loomis en
ninguna revista norteamericana. Para mí es una incógnita.
G.C.: Evidentemente fue un
docente.
L.O.: Germán Tesarolo, que era
entonces el director de Vea y Lea, me
dijo que siguiera la escuela norteamericana, que era inmortal. Esencialmente es
clásica, y desciende de la École de Beaux-Arts de París.
G.C.: ¿Qué dibujantes de
historietas representan esa escuela norteamericana?
L.O.: Harold Foster y Alex Raymond. Ellos son los clásicos. Después aparecieron los grandes renovadores
como Caniff y Robbins.
G.C.: ¿Estos clásicos poseen
vigencia para un historietista de hoy?
L.O.: Parecería que el tiempo
hubiese tendido un cierto olvido, una pátina sobre sus dibujos, pero quien los
vuelve a ver se acuerda un famoso proverbio: “Para la innovación, mirad a los
clásicos”. Y deseo citar a un gran clásico argentino, José Luis Salinas,
maestro para ser estudiado. En su Hernán
el corsario había hasta cuarenta personajes en una viñeta.
G.C.: Veo que tenés un ejemplar
de la revista italiana Corto Maltese
con olvidadas historietas de Will Gould. ¿Qué opinión te merece este dibujante,
tan poco conocido en la
Argentina?
L.O.: Es tal la profusión y
tráfico de información que existe en los EE.UU., donde nada se pierde, donde
queda registrado hasta el último fondista o ayudante, que no creo que Will
Gould sea desconocido en su país. Posee un dibujo que no es caricatura, sino
más precisamente rough, o sea duro,
que personalmente asocio con las películas del sello R.K.O.
G.C.: ¿El cine actuó como
estímulo en tu carrera de dibujante?
L.O.: Por supuesto.
Está El Ciudadano, de Orson Welles,
para marcar los planos y enfoques. Yo no sé si Welles habrá abrevado en los
grandes historietistas o simplemente también dibujaba, porque El proceso impresiona como la obra de un
dibujante de historietas macabro. El
Ciudadano, que por momentos parece dirigida por Milton Caniff, trajo un
nuevo lenguaje que asombró al mundo. El único director que entonces podías
competir en tal sentido con Welles era Luis Buñuel, que aportó brillantes
experiencias como Un perro andaluz y La Edad de Oro.
G.C.: No me extrañaría que Welles
dibujase, por cuanto otro grande del cine, Federico Fellini, incursionó en el
dibujo.
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Ilustración de tapa, de Lucho Olivera |
L.O.: La Dama de Shangai fue importante por sus
imágenes insólitas, pero la obra cumbre de Welles es El ciudadano, que exhibe travellings
y angulaciones sorprendentes, y un gusto por lo descomunal. Por ejemplo, en El proceso hay una escena en que Anthony
Perkins sale de un cuarto vacío y entra en uno lleno de gente. Estos contrastes
no solo poseen una gran belleza visual, sino un vigoroso dramatismo. Es un
filme magistral, uno de los que más me conmovió en la vida, junto con 2001, Odisea del Espacio, de Stanley Kubrick.
G.C.: Otra valiosa contribución
de Welles al lenguaje fílmico fue Soberbia.
L.O. :No se debe olvidar Fantasía,
de Walt Disney, película de la que hemos aprendido todos los dibujantes. Ray
Bradbury esperó cinco horas en la sala donde se estrenó, y antes había estado
rondando por los estudios cinematográficos sin que lo dejaran entrar. Además,
yo siempre sentí admiración por el Cecil B. De Mille de Sansón y Dalila.
G.C.: ¿Qué historietas reflejan
el lenguaje del cine?
L.O.: Caniff y todos los que han
aparecido después, hasta los grandes modernos como Richard Corben.
La próxima semana la segunda parte