Tal como sucede con novelas, cuentos o películas, existen historietas que quedan grabadas con afecto en la memoria de aquellos que las leyeron. Tal es el caso de la serie “Carbajo, Ganzúa & Cía”, de Julio Álvarez Cao, en los guiones y Gerardo Canelo en los dibujos. Fue una serie que hasta los lectores que hoy ya no acostumbran frecuentar historietas, comentan al ver un episodio en algún viejo ejemplar de D`Artagnan, de la editorial Columba: “ah, esa serie era relinda, como me gustaba”. Asimismo, fue un trabajo elogiado por profesionales del medio, según le transmitieron personalmente a Canelo (Lucho Olivera, Carlos Vogt, Ricardo Barreiro, Alberto Salinas, entre otros).
Con motivo de diversas características que presentaba, bien podría posicionársela en el inventario de las obras claves de la historieta argentina.
Sin embargo, al ser publicada en una editorial de orientación popular, sobre la que se realizaban una serie de críticas y se edificaron ciertos prejuicios desde el ámbito de la historieta, ha sido relegada en las valorizaciones.
Por Alejandro Aguado
Sobre valorizaciones
Entre fines de los años 70 y los 90, una serie de autores, escritores y guionistas en su mayoría, mediante notas y artículos publicados en diversos medios impresos y libros, edificaron lo que sería el canon de la historieta argentina. Es decir, trazaron la genealogía de las obras y autores más destacados, los claves, los fundamentales. En su momento resultó una tarea necesaria y útil, aunque con el transcurso de los años se ha hecho evidente que dicho canon dejó de lado a numerosos creadores y obras de enorme trascendencia.
Si bien existe unanimidad respecto de lo que se ha valorizado, en su momento lo condicionaron gustos personales, posiciones ideológicas, intereses comerciales (pertenecer a una editorial u otra), y de formación educativa, entre otros.
La genealogía de lo que se ha destacado podría ser sintetizada como: Oesterheld – editorial Frontera y parte de los autores que la integraban (A. Breccia, Pratt, Solano López, básicamente) – algunas publicaciones de humor gráfico de la Edad de Oro (Patoruzú – Rico Tipo) – editorial Urraca (Humor – la primera época de Fierro y parte de los autores que las integraban). En cuanto a la historieta “seria” responde a toda una línea estética y temática, una forma de narrar que posicionó a la Argentina con una identidad propia a nivel internacional.
La primera página, del primer episodio de la serie.
La gran marginada de las valorizaciones y vapuleada en su momento, fue editorial Columba. En sus 70 años de vida publicó revistas de enorme difusión popular, como El Tony, Fantasía, Intérvalo, D`Artagnan o Nippur Magnum, entre otras versiones con diferentes títulos.
Una serie de peculiaridades hicieron que la editorial fuera criticada desde el propio ámbito de la historieta. Situación de la que permanecían ajenos sus seguidores, que simplemente se entregaban al disfrute de su lectura. Los motivos: al responder a una forma de producción industrial de historietas, los niveles de calidad no siempre eran los óptimos comparado con el material que presentaban editoriales de la competencia; la crítica a que se apropiaran de los originales de los autores; en que parte – no la totalidad- de sus contenidos respondían a formas estereotipadas y antiguos modos de narrar, entonces superados.
En contrapartida, las revistas de Columba se difundían entre lectores que no consumían exclusivamente historietas, se leían a nivel popular y masivo, y se conseguían hasta en los parajes más apartados del país. Además, presentaban temas afines al gusto popular y géneros que otras publicaciones ignoraban (gauchesco, por ejemplo), que creaba lectores o que representaba una gran fuente laboral para numerosos autores. También vale destacar que gran parte de los historietistas valorizados como los referentes, entre ellos Oesterheld, publicaron en las revistas de Columba, y que, además su forma de producción no difería de la de los superhéroes norteamericanos o el manga japonés.(sigue)
Página del primer episodio.
Son varias las generaciones de lectores de países latinoamericanos que también leían las historietas de Columba.
En alguna medida, ciertos argumentos de esas críticas tenían razón de ser, pero ello también redundó en que se subestimó a toda la producción de Columba, con lo cual se desestimó a grandes obras y autores.
Desde que la editorial cerró a fines de los 90, por mal manejo empresarial, son numerosas las series, personajes e historietistas que han ido ganando terreno, valorizándose tanto por aficionados como por y especialistas del género.
Gradualmente, el panorama, la visión hacia el conjunto de la historia de la historieta argentina se va enriqueciendo. Internet, portales y blogs mediante posibilitan que se amplíen las voces.
Página donde se destaca el dibujo de Canelo, de aspecto preciosista, cuidado, limpio, a la vez muy suelto y expresivo.
Nace la serie Carbajo Ganzúa & Cía
La serie nació de forma peculiar. En 1984 Canelo se presentó en editorial Columba, donde colaboraba, con la intención de conseguirle trabajo a un amigo guionista. Le propuso a Vasallo (“Balbastro”, en la serie cómica “Mi novia y yo”, en la revista Intérvalo), quien era el jefe de guionistas, dibujar una historia ambientada en el Buenos Aires de los años 30, escrita por su amigo.
A lo que Vasallo contestó:
“Tengo justo aquí un guión con ese ambiente, que ya tenemos hecho”.
Y extrajo de un cajón dos o tres guiones de lo que sería Carbajo. Habían sido escritos por Julio Álvarez Cao para Casalla, quien ya había dibujado algún capítulo, pero no se continuó.
Canelo salió de la oficina con los guiones en la mano. Subió al piso donde estaba Presa (era uno de los que resolvían los aumentos de precios por el trabajo) y le comentó lo que llevaba para hacer. En respuesta, Presa dijo:
“¿Qué? ¿Una historieta con tranvías?, eso es un disparate, eso no anda”.
Canelo puso lo mejor de sí. La nueva serie comprendía temas y escenografías que nunca había trabajado. Cuando le entregó a Vasallo lo que había hecho, este le respondió entusiasmado:
“Hum... Ya veo, plantó una historia vieja con una técnica moderna”.
Carlos Gardel aparece en varios episodios de la serie, en el rol de amigo de Carbajo.
Nacen los personajes
El nacimiento de Carbajo… coincidió con la filmación de El Cabo Savino en Tucumán, el popular personaje de Casalla, que en ese momento guionaba Álvarez Cao. Como éste estaba entusiasmado con el cine, junto a Canelo concluyeron que lo ideal sería representar a los personajes con en el rostro de actores argentinos de renombre. Llegado el caso que se pudiera filmar Carbajo, serían esos actores los que podrían representar a los personajes. Carbajo tomó como modelo el rostro de Víctor Laplace y Ganzúa al de Carlos Carella.
Carbajo sería hincha de Racing Club como Álvarez Cao y Ganzúa de Huracán, como Canelo.
Según se desprende de los textos publicados en el primer episodio de la serie, Carbajo era un policía retirado, devenido detective privado. Nació en el barrio porteño de Caballito, se crió en un orfanato y de joven practicó boxeo en el Almagro Boxing Club.
Viñetas de diferentes capítulos que muestran y rescatan elementos de la vida cotidiana y diversos oficios que se podían encontrar durante los años 30.
Por su parte, su compañero de aventuras era un punguista, Domingo Dominguez, “Minguito”, conocido por los lectores por su alias Ganzúa. El personaje fue caracterizado como un ladrón “bueno”, querible, de “códigos”.
El primer episodio, publicado a mitad de 1984, se titula “Mi amigo el chorro”, en el que cuenta el modo en que ambos personajes comenzaron a formar una peculiar dupla. Ganzúa, mientras robaba billeteras al voleo en una chancha de fútbol, durante un partido entre Racing y River, se la sustrae a Carbajo. Esa noche, con una excusa, Carbajo cita a Ganzúa en una confitería y, divertido, le reclama la devolución de la billetera. Entre tanto, en la calle unos matones esperaban a Carbajo para matarlo, con motivo de una venganza. Y allí aparece Ganzúa, quien lo ayuda a defenderse y finalmente a vencerlos. De ese modo se inicia la amistad entre ambos. Será una relación forjada en afrontar las adversidades de la aventura.
La serie se continuó hasta 1991. Canelo dibujó 62 episodios, de los que destaca los primeros treinta. Luego la serie se fue desdibujando por diversos motivos.
Durante el transcurso de la serie, Álvarez Cao enfermó y la continuó Eugenio Zappietro en los guiones, aunque en los créditos se mantuvo la firma de Cao. Un dato desconocido y válido de destacar es que Zappietro cobraba los guiones, pero le daba el monto íntegro a Álvarez Cao.
Parte de los episodios de la última etapa fueron dibujados por Canelo a dúo con Zoppi. Los episodios finales fueron dibujados por Zoppi y Merel.
Pero los que interesan en esta nota son los primeros 30.
Viñetas de diferentes capítulos, que retratan escenografías de interiores ambientandas en los años 30.
El Dibujo y la ambientación gráfica
Aunque la participación de Canelo en la creación de la historieta fue mínima, según reconoce él mismo, la hizo suya y le brindó un tratamiento gráfico muy personal, en cierto modo diferenciándose del que había realizado hasta entonces con series de gran repercusión entre los lectores como Rocky Keegan y Alan Braadock. Lo abordó con un dibujo de factura más fina, cabe suponer producto de la experiencia previa de sus años en la profesión.
Recurrió a un tono realista, donde las figuras están trazadas con líneas finas de una modulación mínima, y tramas a “rayas“, combinadas con plenos negros en ropas o en la aplicación de sombras. A su vez, las sombras de plenos negros, suelen estar equilibrados con plenos blancos en los fondos o con los personajes dibujados solamente con líneas finas, claras.
A las tramas realizadas con rayas finas, nunca aplicadas en exceso, aportan detalles de “color” en rostros, manos, pelo o en las escenografías. La combinación total da como resultado un dibujo de gran armonía, apariencia cálida, visualmente muy atractivo y que facilita la lectura.
El suyo es un dibujo delicado, de aspecto preciosista, cuidado, limpio, a la vez muy suelto y expresivo. Resulta evidente que Canelo es un profesional con mucha experiencia, por ejemplo, en el modo en que dispone los elementos en las viñetas y en cada página.
Dibujar historietas “serias” o realistas requiere que el dibujante sepa equilibrarlos, como así también ir variando los encuadres de manera de guiar debidamente la lectura visual de las imágenes, entre otros aspectos. Realizarlo con calidad requiere años de estudio, práctica y trabajo constante. Todo ello está presente en la labor de Canelo.
Viñetas de diferentes episodios, que rescatan y muestran escenografías de exteriores, en base a un exhaustivo trabajo de documentación. En ellos se aprecia la arquitectura de la época, calles de barrios, conventillos de Buenos Aires, tranvías o La Boca, entre otros.
Para diferenciar a los personajes secundarios, Canelo adoptó como costumbre el dibujar rostros de actores conocidos o de personajes reales, sin buscar el parecido exacto que tiene el retrato. En la galería de personalidades retratadas aparecen María Luisa Bemberg, Federico Luppi, Luis Brandoni, Osvaldo Terranova, entre otros. Ninguna imagen de cine extranjero fue usada en Carbajo. A lo que se suman personajes reales de impronta popular, como Gardel, Severino di Giovanni, Chicho Grande, Chicho Chico.
Otro de los puntos a destacar de la serie es la ambientación, el dibujo de las escenografías donde se desarrollan las historias. Se observa un gran trabajo de documentación: el interior de viviendas, ya sean éstas de clases populares como de media y alta así como los objetos de la vida cotidiana que se puede encontrar en las mismas; las edificaciones en pueblos y ciudades con sus correspondientes perfiles arquitectónicos; los vehículos de la época (autos, trenes, tranvías, carros, lanchas, barcos); los diferentes tipos armas (pistolas, revólveres, rifles, escopetas, granadas); las vestimentas que tipifican a los personajes según su clase social, oficio o profesión. Y, algo fundamental al tratarse de una serie policial ambientada en los bajos mundos urbanos, son los cabarets, milongas, restaurantes, prostíbulos, bares, confiterías y garitos.
Los paisajes urbanos, las escenografías, son lugares familiares, reconocibles de un modo u otro por los lectores, y ello es un punto que favorece que se sienta identificado. Los personajes se mueven por escenarios tales como Puente Alsina, Mataderos, Tigre, Avellaneda, San Fernando, Rosario, Río Luján, Av. De Mayo, Almagro, Pompeya, etc. O cuando no aparecen dibujados, se los cita en los textos, como Entre Ríos o Comodoro Rivadavia.
En síntesis, la ambientación, notablemente documentada, se transforma en un registro gráfico de la época con total anclaje en escenarios nacionales. Testimonios de un tiempo pasado, pero físicamente presentes y aún existentes.
El propio artista explica su método:
“El tema de la documentación fue muy duro. No tenía yo organizado el archivo con buenos documentos de época y tuve que comenzar a recortar con la tijera en diversas publicaciones que tenía en los estantes (diarios, revistas, etc) y salir a comprar en revisterías de viejo todo lo que encontrara en Caras y Caretas, El Hogar, libros del Centro Editor de América Latina y todo lo que tuviera fotos y documentos de época. Libros por aquel entonces eran pocos los especializados en Buenos Aires y los que había, eran caros, pensando en turistas y yo no podía comprarlos. Julio también me prestó alguna Caras y Caretas”.
1 comentario:
Tremendo este sitio, llegué de casualidad desde un enlace en el blog el templo de los antepasados y no me arrepiento
Hay muchisimo aqui, da gusto venir
te felicito
un abrazo.
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