La siguiente es una entrevista a un autor que ama su profesión y que siempre está dispuesto a brindar sus conocimientos a los demás, labor que realiza desde hace más de una década en la ciudad de La Plata, donde dicta talleres de dibujo de historieta.
Diego Aballay en su estudio
Contá un poco de dónde viene tu gusto por la historieta y el dibujo
Cuando tenía aproximadamente cuatro años, mi abuelo paterno me dibujó un caballo; con sus riendas y montura y demás. Yo lo veía con ojos de niño, y quedé fascinado ante esa magia, por la cual iba apareciendo un animal en un papel que, segundos antes, estaba en blanco. Años después me contaron que ese caballo era un horror, y que mi abuelo Juan no sabía dibujar ni la “O” con el culo de un vaso. Pero no importa, el hechizo cumplió su cometido en ese pibito que fui. Cuenta mi vieja, que empecé a dibujar a los tres años, y nunca paré. Tuve, sí, intermitencias. Pasaba algunos períodos en los que no dibujaba, sobre todo en mi adolescencia, pero siempre retomaba con un detalle interesante: en esos períodos, algo pasaba adentro mío, que se volcaba en una notable mejoría. Como si no dibujar, fuese un tiempo para reelaborar ideas y conceptos, que se manifestaban en una superación personal gráfica. No se, era raro eso, pero estaba bueno cuando yo lo notaba, me tranquilizaba y me reconfortaba mucho. Miraba los dibujos anteriores y decía: “Estos no están tan buenos, ahora me salen mejor”.
Mi gusto por la historieta es heredado de mi tía Liliana Cervillera, hermana de mamá. Porque ella era lectora fanática y apasionada de todas las revistas de Columba. Sí, una mujer leyendo con devoción Nippur de Lagash, Dago, y tantas otras historietas que aprecían en El Tony, D’Artagnan, Intérvalo y las demás revistas de esa gloriosa editorial que a tantos artistas les ha dado trabajo. Lili se venía de vacaciones a La Plata (desde Río Gallegos, Santa Cruz), y en su valija aparecían las revistas con las que yo me introduje en la lectura de las historietas de aventuras. Así leí por primera vez Crazy Jack, Dago... Fue mi tía quien me regaló el GLORIOSO libro uno de NIPPUR DE LAGASH, de Robin Wood y Lucho Olivera. De ahí en más no paré; corría al kiosco, con la plata justa a veces, a ver si había llegado el nuevo episodio de Crazy Jack. Recuerdo esa época con mucha alegría.
La primera historieta publicada por Aballay, con guión de Ricardo Ferrari, en editorial Columba.
Te perfeccionaste en el dibujo en una escuela de ilustración e historieta ¿con qué docentes y cómo fue la experiencia?
A los 19 años (1991), estaba mal convencido que dibujaba muy bien. Mamá y los abuelos, con su cariño, te dicen “¡Ay, es un genio, Dieguito!”. Yo digo: “Ay, carajo...”. No. No era un genio, ni mucho menos. Faltaba tanto... Por suerte apareció mi primer gran maestro: RAÚL FORTÍN. Un artista de los que no abundan, muy sensible, con muy buen ojo y una trayectoria impecable. La primer clase en el taller de ilustración e historieta, le llevé mi carpeta con cara de “JAAHORAVASAVERLOBIENQUEDIBUJOJA”, y él me dijo: “Psssssí, están biennnnn, pero te falta aprender perspectiva... y composición... y anatomía... y luz y sobra... y...y...y...y...”. Y salí de ahí hecho pedazos... ¡Por suerte! Fue lo mejor que me pasó en la vida; y hasta el día de hoy, que no está, lo extraño y extraño sus críticas constructivas. Le debo muchísimo. Me enseñó a mirar mejor y a pensar el dibujo con una fuerte carga teórica. Porque aunque el dibujo es acción, yo siempre les digo a mis alumnos “el dibujo no es hablado, es dibujado” (cuando hablan demasiado y no trabajan); Raúl tenía una increíble formación teórica, de sus estudios en la vieja escuela de Bellas Artes, en la ciudad La Plata. Fue un padre para mí, y mi gran maestro. Después, en 2002 llamo por tel al maestro Alberto Salinas, el dibujante de Dago, y le cuento que necesito aprender color, que soy pésimo pintando, que dibujo mucho y que quiero estudiar con él. Que no quiero hacerle perder tiempo, que me gustaría ser su discípulo, y él, como había sido maestro de un amigazo mío, Oscarcito Mattasa, me toma como estudiante. Un lujo que agradeceré por siempre, ya que éramos pocos los que teníamos el privilegio de estudiar en su casa por aquel entonces. Con los originales de Dago, de Drácula, con sus pinturas a la témpera y toda la obra de su padre, José Luis Salinas, el reconocido maestro del Cisco Kid, entre tantos otros éxitos. Ese período fue algo increíble en mi vida. Ahí volé. Cuando Alberto me trajo las páginas de Dago y las de Drácula, casi lloro, no es joda. Les juro que nunca había visto tanta belleza. Trataba de entender que estaba estudiando con un pedazo de historia viva, un tipo de los que no abundan. Salinas era de otro planeta, tenía encima más de 50 años como historietista. Hablábamos mucho de arte, a los dos nos gustaban los pintores barrocos como Rembrandt o Velásquez; y algunos del Renacimiento, Miguel Ángel, Leonardo...
Curiosamente, con Alberto no mejoré mi trabajo de color, mejoré mi dibujo. Y mi forma de contar.
Y en 2004, me tiro a la escuela Sótano Blanco, con Juan Bobillo y Marcelo Sosa como docentes: DOS GENIOS. Generosos, y re nobles de corazón. Gente buena.
Y ahí sí, mi manejo del color fue mejorando mucho, al menos yo me siento fuerte y conforme, aprendí mucho. Y son personas que adoro, que recomiendo siempre. Y amigos, con los que siempre es grato juntarse un rato. En la escuela hicimos la presentación de nuestro libro, “Los hermanos”.
Quiero destacar, o compartir algo con quien lea esto: la formación ayuda mucho. No lo es todo, pero a mí, me hizo ganar tiempo, cachetear el ego de creer que uno es genial (cuando como expliqué, no lo somos), y a veces te ayuda a entender cosas que tal vez solos nos costarían demasiado, si es que llegamos a entenderlas alguna vez. La formación te puede llegar a dar solidez de conceptos, que si son aplicables hacen un combo genial.
Tapa de D`Artagnan donde apareció una de las historietas de Aballay
¿Cuándo comenzaste a publicar y dónde?
Empecé con una ilustración chiquita para una revista de una tarjeta de crédito de mi ciudad. Me pagaron cinco pesos, y fueron los cinco pesos más lindos que gané en mi vida. Yo tenía 20 años.
¿Cómo fue ver tus trabajos publicados por primera vez, qué te produjo (alegría, ansiedad, satisfacción, etc)?
Alegría, por sobre todo. Y fue una puerta que atravesé, que me ubicó en otro lugar. Si había un dibujo mío publicado, podía haber más. Y si mi maestro era dibujante, y vivía de eso, tal vez yo...
Si mal no recuerdo, publicaste en los últimos tiempos de Editorial Columba ¿Cómo fue publicar ahí? ¿En qué otros medios nacionales publicaste o te hubiese gustado publicar?
Uuuuh, imaginate, mi sueño hecho realidad. Claro, yo era lector desde los once años, a los doce mi tía me regaló el libro de Nippur, era la materialización de todos mis sueños... Fue hermoso, ahí lo conocí a uno de los creadores de mi personaje favorito, Crazy Jack, el guionista Gustavo Amézaga, Gardel para mí. Un tipazo, y un amigo con quien tenemos un sueño pendiente. Entré gracias a Ricardo Ferrari, que me escribió un increíble guión de ciencia ficción , “Caídos de la historia”; y me dio una oportunidad única, ya que él decía que yo ya estaba con un trabajo maduro como para publicar, y que se yo...
Ricardo es muy generoso. Otro maestro en mi camino. Y fue él con mi historieta dibujada y me dijo: “está tu plata, che”. Y yo no lo podía creer. Un detalle: la gente de Columba hacía mierda los trabajos con el coloreado. Yo esperé durante meses la publicación de mi primer historieta, y cuando fui al kiosco, me quise matar. Le habían puesto unos colores para matarse. Una vergüenza. Me hicieron pedazos el trabajo, ¡¡¡Mi primer trabajo!!!. Hoy me río mucho, siempre lo cuento, pero en aquel momento me dio mucha rabia.
Hice siete unitarios para Columba, pero ya venía muy averiado el barco, ya se hundían.
Hice también unas ilustraciones con amigos para Billiken, hice algo para diaros pedorros, hice de todo. Y en mi ciudad, participé de una hermosa revista de humor gráfico que se llamó La Gastada, con gente amiga que recuerdo con mucho cariño.
Y bueno, me hubiese encantado publicar en Fierro y en Skorpio, por supuesto.
Tapa de revista italiana donde publica Aballay. La ilustración de tapa es de su autoría.
¿Qué es la historieta y qué es la ilustración?
La historieta es una forma de contar algo en imágenes secuenciadas, es decir, una concatenada con la anterior y con la que le sigue. Según Will Eisner: “arte secuencial”.
La ilustración es una imagen única, que también nos permite contar algo, más breve, pero no por ello de forma más limitada. Son dos formas que nos posibilitan la narración y el juego visual, en cualquiera de sus múltiples posibilidades, infinitas posibilidades.
¿Cómo se dio el proceso para llegar a publicar en Italia y cómo es el trabajo?
Ricardo (Ferrari) viajaba con su señora, yo me mudaba con mi novia, Carolina, mi estudio de dibujo se disolvía, y estaba sin trabajo. Él me dijo que si quería me llevaba muestras, así que hice apenas cinco páginas a lápiz, y se fue. Gustaron mucho. Me dejé todo en esas páginas. Y ahí, después enganchamos con la miniserie de los hermanos, y después con una infinidad de unitarios de C.F. y Fantasía heroica; también algo de terror (poco).
El trabajo es serio. Y eso lo digo como algo gratificante. Dibujo, entrego en término y cobro al mes siguiente. Eso ya es mucho. Hablamos con Ferrari qué vamos a hacer, a veces; y otras él me manda los guiones sabiendo que es lo que a mí me gusta dibujar. Somos buenos compañeros. Yo aprendí muchísimo de Ricardo, de su manera de contar, de sus juegos narrativos. Y encima me cuenta mil anécdotas, que yo grabo en mi cabeza, y las sumo con las que me contaban Fortín y Salinas; tengo mucha info que me encantaría volcar alguna vez en un libro, sobre dibujantes y eso... Anécdotas lindas.
Para Italia trabajás con el maestro Ricardo Ferrari. Aunque hoy en el país, en ciertos sectores existe un cierto prejuicio hacia la historieta de aventuras, Ferrari es como que deslegitima esa visión con sus guiones, con tramas atrapantes, muy bien escritas e imaginativas. También es notable como a un guión de aventuras clásicas le da una vuelta de tuerca dándole a veces un enfoque hasta filosófico, siempre te dejan algo, una segunda lectura. Varios profesionales que han trabajo con él, como Mulko, coinciden en ese punto ¿Cómo es trabajar con ese tipo de guión y con él?
Los guiones de Ricardo son divertidos, al menos para mí. Y como decís, para muchos que han trabajado con él. (Sergio) Ibáñez me contaba hace un tiempo, que lo que hizo con Ricardo fue lo mejor que ilustró en su vida. Sergio dibujó Dimitri, para Columba, y otras, Cosme y una que no logro recordar... Risso dibujó la que para mí es la obra maestra de Ricardo Ferrari: JULIO CÉSAR. José Massaroli dibujó ENCUENTROS CERCANOS. Mulko hizo ESPARTACO, y EL GERMANO. Son historias que cuando las leés, te pegan, te atrapan. Yo me divierto muchísimo. ¡Y los finales!, en una de guerreros te hace aparecer un plato volador y te caga, porque nunca te lo esperabas. Es genial. Y siempre fue injustamente eclipsado por los editores de Columba, por el fanatismo que tenían hacia Wood (otro genio, ¿no?). Y sobre lo filosófico que mencionás, sí, aquel siempre “le mete cabeza” a las historias, es un animal muy preparadito... ¡Ja! (Él me dice cosas peores, irreproducibles)
Diego Aballay dibujando
La próxima semana, la segunda parte.
5 comentarios:
muy interesante entrevista!
tuve el gusto de conocer a este gran dibujante que es diego aballay!
un abrazo grande!
Grande Diego que buenos tus laburos que no había visto y están acá.
Un abrazo grande
javi suppa
Caballero Heredia, el gusto es mío. A ver cuándo nos juntamos y nos tomamos unas cervecitas. Ahora cuando vuelva Gauna se viene una juntada, estése atento.
Javi, gracias, me alegro que te gusten mis dibus. Otro abrazo grande para vos.
Salú!!!
Diego.
Gracias por compartir, alcanza a ver uno cosas similares en el desarrollo profesional propio, pero la carrera del Chueco es grande, grande!!!
Gracias!
Hermano Triana, que lindo lo que escribís. Muchas gracias.
Un abrazo desde Argentina a Colombia.
Diego.
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