Carlos Amorin
(Carlos Alberto da Costa) nació en Río de Janeiro en 1964 y comenzó a publicar
en 1984 sus trabajos de humor gráfico en el semanario Pasquim. De 1989 a 1998 colaboró como caricaturista en el Jornal dos Sports. Actualmente también
realiza ilustraciones e historietas.
Es autor de Canastra Suja, un libro de cartoons.
Realizó trabajos
para importantes empresas brasileñas. Obtuvo numerosos premios internacionales
y fue invitado a participar en exposiciones en Francia, Bélgica, Bulgaria,
Polonia, Portugal, México, Macedonia, Rusia, Turquía, Irán, Israel, Hungría,
Italia, Cuba y Japón. Asimismo, fue disertante en varias de ellas.
Muestras
individuales suyas se presentaronen el Museo Nacional de Bellas Artes de Río de
Janeiro (1999) y en el Museo de Ingá (Niteró, Brasil, 1993). Actuó como jurado
en concursos de su país y del exterior.
Ilustró libros
infantiles y dirigió cursos de Diseño, Humor Gráficoe Historietas en
instituciones de Río de Janeiro.
Germán Cáceres: En
su mayor parte tu obra está compuesta por humor gráfico de cuadro único, es
decir por cartoons, y un gran número
de estos son mudos. Yo tuve la oportunidad de visitar festivales de esta
especialidad en Europa Oriental, más precisamente en Budapest (Hungría) y en
Skopie (Macedonia), y me llamó la atención el fervor que existe en estos países
por este arte. Además, muchas viñetas están pintadas al oleo o con acrílico y
podrían pasar –si no se aclarara que son cartoons–
por exhibiciones plásticas. ¿Influyó esta orientación en tus dibujos?
Carlos Amorin: No mucho. Uso
básicamente papel, lápiz y tinta china en mis trabajos. Prefiero hacerles en
blanco, pues empecé a publicarlos en
diarios que no tenían el color. No está conectado a tintas y técnicas variadas.
Para mí lo importante es llegar al lector de la forma más simple y rápida
posible. El aceite o el acrílico tardan. No me creo un artista plástico. Desde
el principio me considero un cartoonist
que ha aprendido a producir con la urgencia de un periodista.
G.C.: Me parece que tu grafismo se inclina por la gama cálida (a veces con grises y detalles en azul). ¿Esa preferencia la motiva algún criterio estético?
C.A.:
El único criterio es captar el momento. Si el
asunto es grave, creo que no caben colores alegres, por ejemplo. Pero no se
trata de un protocolo que sigo rígidamente.
G.C.: Observo que en ciertas viñetas –como en la que
aparece la ciudad de Davos en llamas y se repite la palabra crisis– hay una
intencionalidad política. ¿Este objetivo es frecuente en tu humorismo?
C.A.: Si, claro. No hay humor que no sea político. Incluso el cartoon aparentemente no comprometido
tiene una tensión a ser explorada. El rico, el pobre, el capaz, el incapaz, el
arrogante, el prepotente. Esta es la materia prima del humor. Muchas veces
confundimos lo "político" con el "político partidario".
G.C.:
Representás a tus personajes a través de
trazos sintéticos, sin sombreado y con propensión al feísmo. ¿Qué razón te
inclinó hacia esta gráfica?
C.A.: Vamos desarrollando el estilo a través de los años, dibujando y viendo
lo que funciona. Creo que el trazo del dibujante NECESITA ser único. Todos los cartoonists saben dibujar una silla, por
ejemplo. ¿Para qué perder el tiempo si se hace igual a miles de otras? Nuestro
trabajo sobrevive si el lector conoce la diferencia. Si no sucede, tú eres uno
más perdido entre miles. Cuando afirmo que el rastro del dibujante NECESITA ser
único, no digo que sea fácil. Esto es una demanda que generalmente dura toda
una vida, sin la certeza de que vamos a conseguir algo.
G.C.: En algunos cuadritos tus personajes guiñan un ojo.
¿Por qué?
C.A.: Sólo un afán de acentuar alguna expresión
facial, sin una segunda intención.
G.C: Noto que abordaste varias veces el deporte.
¿Encontrás en esta actividad inspiración para desplegar tu humor? ¿O fue porque
incidieron en tu profesión los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016?
C.A.: Trabajé varios años como caricaturista del extinto Jornal do Sports (1989/1998), en Río de Janeiro, y me dio muchas
satisfacciones. Lógicamente, es más fácil diseñar el fútbol que apreciarlo.
Desde pequeño iba a ver partidos en el Maracaná. El juego es siempre árido, pero
como cualidad humana es muy valioso hablar sobre fútbol, sus falsas glorias,
sus falsos fracasos, sus errores y aciertos.
G.C.: ¿Buscás que el lector participe y se esfuerce en
interpretar el chiste? Por ejemplo, en «Antidoping» los tres ganadores que
integran el podio exhiben vasos de cerveza de mayor a menor tamaño de acuerdo a
su clasificación.
C.A.: Este es un cartoon sin palabras, sólo utilizo las
imágenes para transmitir el mensaje. No me hago ilusiones de que todos los
lectores lo entiendan, las interpretaciones de cada uno de ellos son libres.
Pero busco, sí, facilitar al máximo el entendimiento. Cuánto menos
interpretación haya, mejor.
G.C.: También están presentes en tus cartoons tanto el absurdo, como lo surreal o lunático. ¿Te ubicás
con comodidad en este ámbito?
C.A.: Sí,
cuando la idea va más allá de lo usual y sigue siendo pertinente. El humor es
siempre un lente de aumento, que expande y aumenta de tamaño algunas situaciones
críticas. La exageración sirve para ver mejor y llegar a la síntesis.
G.C.: ¿Admirás a algún cartoonist?
C.A.: Sí, al brasileño J. Carlos (1894-1950).
G.C.:
¿Seguís
haciendo caricaturas?
C.A.: Sí. El mercado ha cambiado bastante sobre lo que se entiende por una caricatura personal. Confunden retrato distorsionado con una caricatura. Veo trabajos bellísimos erróneamente llamados caricaturas. Pero la caricatura va a sobrevivir a esa fase, sin duda.
G.C.: ¿Te atraen las historietas de género?
C.A.: Sí. Publiqué decenas de títulos. Pero en Brasil se produce una masacre con los periódicos que publican historietas. La mayoría están extintos y los que sobreviven están en las ediciones digitales. Los cómics en Brasil resisten bravamente en librerías mediante ediciones de pequeñas tiradas. En internet, entre varios títulos, actualmente republicaron Rua Paraiso en la dirección https://www.facebook.com/RuaParaiso/
G.C.: ¿Probaste dibujar historietas que no son tiras
cómicas como Rua Paraiso?
C.A.: Dibujé el álbum Aconteceu na Lapa (novela carioca en historietas), texto de Luis Pimentel y algunos otros proyectos menores. Me gustaría producir más en el futuro.
G.C.: Me parece que en la actualidad los lectores se
inclinan más por el humor gráfico que por las historietas. ¿Cuál es tu opinión
al respecto?
C.A.: Cada uno de ellos tiene su público específico. Lo que pasa es que el humor gráfico es ideal para las redes sociales, dada su comunicación y la facilidad de divulgación. Esto no sucede con las páginas de una historieta.
G.C.: Entiendo que seguirás las actividades de los
humoristas argentinos, cuya lista es interminable y su calidad indiscutible.
¿Podés comentar tus impresiones sobre sus trayectorias?
C.A.: Siempre he acompañado a los
maestros. Fontanarrosa, Crist, Sábat. La revista Humor se recibía aquí esporádicamente. Todo era muy difícil de
llegar por aquí. Y si lo hacía era con retraso. Lo que veo hoy es que con
internet hubo una explosión de excelentes cartoonists.
Muchos de ellos terminaron teniendo contacto de inmediato y editan y yo los sigo
en tiempo real. Y son decenas con excelentes trabajos de crítica y humor.
G.C.: Hablemos ahora sobre tus ilustraciones para libros
infantiles, que exhiben un diseño sumamente simpático y pleno de ternura.
G.C.: ¿Ves películas de animación? ¿Te interesaste alguna
vez por esta categoría cinematográfica?
C.A.: Veo
poco. Sólo las creaciones personales. Pero en su esencia es una actividad
industrial.
G.C.: ¿Frecuentás exposiciones de pintura o de arte
conceptual?
C.A.: A veces
caminando por la calle, acababa entrando en alguna puerta incorrecta y cuando
percibía esto ya estaba dentro de una galería. Solo hago excepciones para las exposiciones de grandes
maestros que pasan por Río de Janeiro.
G.C: ¿Tenés algún proyecto en vista?
C.A.: Sí. Pagar mis cuentas al día.
http://amorimcartoons.com.br/quemeamorim.html
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