lunes, 2 de noviembre de 2015

EL TANGO DE LAS AMAZONAS de Oenlao y José Massaroli. Por Germán Cáceres

(Conejo Blanco, Buenos Aires, 2015, 72 páginas)


Originalmente El tango de las Amazonas tenía un guión distinto, que dibujó Massaroli para una editorial norteamericana, y muestra en su grafismo bastantes elementos de la escuela clásica de aquel país, mientras que en otros trabajos, como ¡¡Juan Moreira!!, La Milonga de Orquídeo Maidana, La Vuelta de Obligado y ¡¡Facundo!!, su estilo es más suelto y está consustanciado con el espíritu de la historieta nacional. En un breve postfacio acerca de Oenlao apunta: “echó sobre sus hombros sin vacilar la extraña y difícil misión de transformar un típico guión de acción, abiertamente colonialista, en un deslumbrante alarde de imaginación, humor y delirio creativo”.


Carlos Scherpa (conocido como Oenlao) es un guionista de libros de antologías en las que participan varios artistas. Entre ellos figuran Zona 2011, El facón de Almanegra, Tehuelches, Clones y Laberintos, Legionarios, los Perros de Roma y Leyendas del Norte argentino.


En una especie de prólogo, Massaroli se da el gusto debutar como letrista y concreta un simpático Tango de las Amazonas. Además, en los dos primeros cuadritos ambos autores emiten un concepto sobre el noveno arte contemporáneo a través de la conversación que mantiene un auxiliar de abordo con dos chicas hermosas: “Algunos pseudos intelectuales de la historieta  armaron un complot en contra de la historieta popular”.
Las dos dulces mujeres (se llaman Mireya y La Yumba) que viajan en ese avión se convierten, al arribar a la selva artificial del punto tripartito, en feroces brujas que cantan tangos, a quienes los lugareños confunden con dos espíritus haitianos: Erzili y Anaisa. Hay toda una corriente de satanismo que nutre las mentes malignas de unos mercenarios que operan en la zona. Como informa un personaje: “El tráfico de esclavos hacia América produjo un sincretismo entre las mitologías africanas y las creencias cristianas, más las religiones nativas”. Muchas escenas de acción –resueltas con calidad por parte del dibujante- terminan de encauzar esta novela gráfica hacia una aventura lunática, que adhiere a un nonsense de humor alocado.


Oenlao  plantea un montaje paralelo, que se desarrolla siguiendo las peripecias de Mireya y de La Yumba y, a la vez, a los múltiples sucesos bélicos que ocurren en la selva del punto tripartito. Para su formulación recurre a numerosos textos explicativos que equilibra con viñetas mudas.
Massaroli desarrolla una magnífica exposición de planos  que demuestra todo su oficio. Son restallantes los contrastes entre blancos y negros, que obedecen al entintado profesional e impecable del Estudio Géminis. También debe destacarse el diseño y color de la portada de Gustavo Lucero.


Para terminar esta nota nada más apropiado que acudir a las palabras autorizadas de Ariel Avilez, que en el prólogo dice: “¿Sabías que al momento de comprar este libro te ibas encontrar con uno de los más evidentes ejemplos de la famosa magia de la historieta?”



Germán Cáceres  

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