Editorial Columba
valorización
Columba fue una editorial que gozó de gran popularidad y ventas masivas, a través de numerosos títulos: “El Tony”, “Fantasía”, D`Artagnan”, Nippur Mágnum”, “Intérvalo”, a lo que se sumaban las versiones de las mismas revistas en “Todo Color”, “Sùper Color”, “Extracolor”, “Anuarios”, “Superálbums” y “Súperanuales”. En la década del `70, un título como “D`Artagnan” vendía 240 mil ejemplares quincenales. Generaciones de argentinos crecieron leyendo esas revistas. Ninguna revista del género, hasta las que se transformaron en sus competidoras en las décadas del ´70 y ´80 o que eran consideradas “las revistas”, como Skorpio y Fierro, consiguieron arrimarse a esas cifras de venta.
Sin embargo, sobre el recuerdo de Columba pesa una especie de fama negra. Por ejemplo, una de las características de editorial Columba era la de exigir a su plantel de autores el moverse dentro de rígidos parámetros estéticos y entre esos requerimientos, a los autores noveles, se les exigía que copiaran el estilo de otro dibujante que gozaba de la aceptación de los lectores. Esa situación les imponía severas restricciones en cuanto a experimentar con el dibujo y buscar una línea propia. Otras características eran que desde la editorial se priorizaba la producción industrial de historietas y que se quedaban con los originales de los dibujantes. Al priorizarse desde la editorial la producción industrial, dibujantes solventes y de talento, como lo eran en su gran mayoría, solía ocurrir que no podían dar lo mejor de sí. Por ejemplo, resultaba común ver que trabajos de esos mismos autores en revistas de otras editoriales, eran superiores en calidad gráfica a lo que publicaban en Columba.
Sin embargo, era también un espacio donde los autores podían dar sus primero pasos, ganar experiencia y hacerse un nombre, pasando a ser considerados “profesionales”.
Los testimonios:
Eduardo Risso
Eduardo Risso, hoy consagrado a nivel mundial, en una entrevista a la antigua Fierro, le dedicó algunos párrafos a sus inicios en la Editorial Columba. Para comenzar a publicar a nivel nacional tuvo que mudarse de Rosario a Buenos Aires:
“Fue muy duro al principio. Cuando llegué me hicieron un bollito con todo lo que traía y me mandaron como ayudante de dibujantes, pasé por dos o tres, me pagaban muy poco, trabajaba en una oficina y alternaba yendo a dibujar (…) Hasta que di con un dibujante como Pedrazzini: también él tenía necesidad de aprender, se dio una confluencia muy piola, todo lo que se hacía se discutía y aprendíamos los dos. En esa editorial por supuesto me exigían que copiara el estilo a un dibujante, empecé con Mandrafina, hacía una historieta que se llamaba Tagart, un abogado tipo «Petrocelli». Después tuve oportunidad de cambiar cuando me pidieron una miniserie que era «Holocausto». Ahí ya me largué a hacer algo más personal, en esa época admiraba mucho a Muñoz y tenía mucha influencia de él. Cuando caí con la «cosa fea» a esa editorial me pegaron tantas puteadas… pero la publicaron. Entonces ahí le metí para adelante, me fui cortando con lo mío”
(Entrevista a Risso en Fierro 73 -primera época-, pags. 14 y 15, agosto 1990)
El Guardaespaldas, con dibujos de Eduardo Risso
Horacio Altuna
“¿Las revistas de Columba son el paso obligatorio para adquirir status de dibujante profesional?
- A lo mejor es poco así. Por lo menos lo fue para mí entonces. No te diré que monopolizaban el mercado (venden varios cientos de miles de ejemplares) pero hace quince años, sobre todo, eran casi las única alternativa para el que empezaba y quería trabajar en forma regular.
Yo llevé muestras y me las rebotaron. Entonces me tomé tres meses y me puse a copiar dibujos de revistas inglesas. Me salieron una pinturita, muy bien copiadas. Les gustó mucho como dibujaba ese señor que era inglés. Y bueno, entré así. Tardaba semanas en hacer una página. Pero no de exquisito sino porque me mataba para que me salieran más o menos discretas.
- Columba, sin embargo, tiene una fama negra entre los dibujantes de historieta seria. Algo asó como el de una trituradora de estilos. ¿Cuál fue tu experiencia en ese sentido?
- Mirá, yo allí empecé a darme cuenta de la arbitrariedad con que se alienta o hunde a un dibujante. Una vez estaba haciendo antesala para ver si aceptaban mis cosas y al lado mío estaba Balbi, un viejo alumno de Alberto Breccia que yo admiraba muchísimo.
A Balbi lo rebotaron porque su estilo no encajaba dentro del de las revistas de la editorial. Que las caras, que la línea, un montón de pretextos… Lo mío en cambio lo aceptaron, sin ningún mérito porque como ya te dije yo entonces todavía copiaba.
Entonces imaginate mi estupor. Yo me decía: si soy una bestia dibujando, de malo, al lado de este tipo. Y a mí me toman y a él lo patean ¿entonces en qué editorial estoy?
Y esto me parece importante decirlo, porque Editorial Columba viene tiñendo toda la historieta seria nacional desde hace más de cincuenta años (…)

Pepe Sánchez, de Robin Wood y Carlos Vogt.
- ¿ Por qué pensás que es un sistema lapidario para un dibujante que quiera evolucionar?
- Yo allí estuve nueve años. Mi relación no fue mala con ellos. Pero creo que Columba, salvo dos o tres honradísimas excepciones, liquida a los dibujantes porque los marca dentro de esquemas muy rígidos. Si querés evolucionar tenés que irte. Los hace entrar en una escala de producción chorizo. Se trabaja a mimeógrafo o como quien llena planillas. Nunca supe si me pagaban por calidad, cantidad o escalafón. Cuando invocaba alguna de las tres cosas para pedir aumento me sacaban a relucir cualquiera de las otras. ¡Pero ojo! El editor hace esto con la complicidad del dibujante.”
(Entrevista a Horacio Altuna. Ema Wolf, en “El «Loco» Altuna, Superhumor 14, febrero 1982)
Nippur, con dibujos de Lucho Olivera.
Sin embargo, algunos de aquellos autores pudieron sortear aquella premisa y dibujar respetando su estilo, tales son los casos de Mandrafina o Casalla, quienes a su vez eran tomados como ejemplo para que se los copiara. Mandafrina se refiere a la copia de estilo, voluntaria o no, y de los peligros de que sea impuesta desde una editorial.
Mandrafina
“Tenés la curiosidad y exclusividad de ser el único dibujante que publica simultáneamente en las tres grandes editoriales que imprimen historietas, a saber: Columba, Récord y La Urraca, cuando a lo largo de muchas polémicas y sucesos ruidosos se estableció una especie Romeojulietismo un «aquí o allá» entre Columba y las demás. Una división ideológica que incluía esa actitud plagiaria de copiar estilos. De obligar a algunos dibujantes a copiar a otros. Vos, particularmente, tenés como a cien copiadores.
- Esto, en general, lo que hace es degradar al que copia ¿no? Es un sistema de copia industrializada que no ayuda al dibujante. Ellos tendrán sus versiones de por qué lo hacen. Hace muchísimos años que funciona de esa manera. Yo siempre digo que tuve la suerte de entrar en Columba sin necesidad de copiar. Pero este asunto en la historieta tiene otra tradición: la copia se hace para ir investigando, uno mismo, por dónde anda su propio estilo. Para progresar, copiando a los dibujantes que le gustan. Para aprender. Esa es la copia honesta, digamos, de autodidacta como, de última, somos el ochenta por ciento de los dibujantes de historietas. Pero la editorial lo industrializa, lo maneja y los hace público. A mí no me produce frío ni calor, personalmente. No me agrada, desde ya, pero no me asusta tampoco.
¿Se institucionaliza a un dibujante como un estilo de contar?
- Más que como un estilo de contar (creo que es prácticamente imposible de copiar), lo que se copia es una gráfica, el aspecto.
Mark, con dibujos Ricardo Villagrán.
- Yo he visto cómo algunos dibujantes –incluso muy buenos- han comenzado a copiarte y no te pueden sacar de encima.
- El dibujante que tiene algún talento, evidentemente va a salir de aquello que copia. Pero va a depender mucho del estilo que está copiando. En la historieta hay estilos abiertos y estilos cerrados. Los abiertos son los de los maestros. Todos los que hemos estudiado, analizado y –de última-, copiado a algún maestro para aprender, hemos sacado cosas y hemos derivado a otras donde subyacen algunas del maestro elegido. Pero el verdadero problema es si la copia es elegida o impuesta. Si vos elegís y elegiste bien, vas a terminar saliendo con tu propio estilo, con rasgos del tronco principal que tomaste. Pero cuando una editorial te lo impone, es un azar. Si te toca copiar a un estilo abierto, a un maestro, su estilo te va a permitir crecer, que salgan ramas secundarias de su tronco. Yo creo que sacando a Caniff, Raymond o Breccia, no hay muchos tipos que se puedan copiar para aprender algo. Pero si la editorial le impone al dibujante un estilo cerrado, que no ofrece alternativas, el tipo queda sometido en un segundo plano, y se queda en ese estilo, en sus redes, sin poder moverse.”
(Entrevista a Mandrafina. Martín García, en “Un Cacho de Mandrafina, Fierro 14 –primera época-, octubre 1985)
Giani Dalfiume, autor de larga trayectoria en la editorial, se refiere a Columba en su aspecto de fuente laboral:
“Trabajé casi 30 años para Columba. Naturalmente hay muchos recuerdos, ni todos buenos ni todos malos. Durante años, la meta fue, para mucha gente, si uno quería vivir de esto, la Editorial Columba. Era una empresa sólida que brindaba trabajo continuo y más o menos bien remunerado que permitía vivir con cierta dignidad. Todavía no había tanto trabajo para afuera. La gran contra de Columba era que se quedaba con los originales. Debo decir a su favor que cuando Columba estaba declinando yo les pedí los originales y me devolvieron casi un 90% de lo que les había hecho. Trabajaba en Misterix y la cosa, económicamente, no iba muy bien. El trabajo era muy discontinuo y el pago siempre con problemas. Vogt trabajaba en ambas editoriales y con su aval entre en Columba”
(Entrevista realizada por Ariel Avilez para su portal Blancas Murallas http://blancasmurallas.com.ar)
Helena, con dibujos de García Seijas, un clásico de Intérvalo.
Silvestre Szilagyi
Entrevista marzo 2007
(AA): ¿Y cómo fue su entrada en Columba?
(SS): Como te dije, empecé a llevar muestras, y allá por el 68 me dijeron “tiene que imitar a un dibujante para entrar acá”, así que elegí a Vogt para tratar de imitarlo (…)
(AA): ¿Quién era el que tomaba la decisión de emplear a nuevos dibujantes?
(SS): Aparentemente era un tal señor Menéndez, que lo conocían como “Manín”, y que era el que estaba a cargo de Intervalo y, creo, de Fantasía.
(…) copié un poco a la dibujante de “Tifanny Jones”, una tira inglesa. Era un dibujo clásico pero tipo moderno, onda pop, tipo lineal, con poco bloque de negro; el negro lo usaba como color, no como luz y sombra. Y le metía mucho de moda, había comprado muchas revistas de moda y eso funcionó, les terminó gustando.
A partir de ahí empecé a hacer historietas para Intervalo, esto fue allá por el 72. Mi primer historia fue “La Mujer del Astronauta” y me hicieron rehacer todos los pelos, así que dibujé toda la historieta con pelucas (risas), le pegué todos papelitos arriba, porque en esa época no había fotocopias. Recién ahí funcionó. Y a partir de 1973 trabajé de manera continuada.
(AA): ¡Qué cosas positivas rescata de esa época?
(SS): Y... que trabajé (risas) Que trabajé y aprendimos el oficio, no sólo yo, sino todos los muchachos que entramos por ese entonces a la Editorial: Saichann, Torre Repiso, Mandrafina...
(AA): ¿Es cierto que había algún tipo de censura por motivos artísticos o ideológicos p de algún otro tipo?
(SS): No. Había, tal vez, pero era algo más bien sugerido... y yo sinceramente no le presté mucha atención. Es más, mis historias que más funcionaron en Columba, las que más me alabaron, fueron aquellas en la que hice todo lo contrario a lo que me aconsejaba Presa.
(AA): ¿Cuáles eran los consejos de Antonio Presa?
(SS): Imitar a otras personas, hacer caritas sonrientes y amables... Cosa que no estaba mal, que estaba fenómeno, pero que a mí no me convencía.
Hay una historia que es ridícula, dibujada por Marchionne, en la que venían unos partisanos a los que les habían destruido los hogares los malvados nazis. “¡Destruyeron nuestros hogares, los hogares de nuestros antepasados!”, decían... pero tenían todos una expresión sonriente, venían con las caras iluminadas y agradables ¡era ridículo! (risas) Pero a ese nivel era la cosa. Yo tengo esa historieta, todavía, la miro y digo “esto es algo que no tiene pie ni cabeza” (…)
Una historieta con dibujos de Szilagyi.(AA): ¿Recibió algún tipo de reprimenda por no aceptar ese tipo de sugerencias?
(SS): Sí. Me echaron más de una vez. Después me volvieron a tomar (risas) Pero de tanto en tanto me echaban. Venía Presa y me decía “E-e-e-esto n-no gustó” Y yo sabía que no era un asunto de gustar o no gustar. Cierta vez había entregado tres historietas y me rebotaron las tres; tenía una cuarta pero me dijeron “si entrega esta ahora, también se la rebotamos; entréguela dentro de dos meses”. Esas cosas siempre me parecieron un tanto arbitrarias. Pero bue... era el que mandaba ¿no? Podría haber hecho juicio en algún momento, porque de acuerdo al Estatuto del Periodista yo no estaba en relación de dependencia. Pidiendo que me reconocieran eso, me pagarían las vacaciones, el aguinaldo y qué se yo pero ¿después dónde iba a trabajar? Así que no hice planteos.
Igual, todo lo de Columba me sirvió de mucho ¿eh? Yo hice muchísimos experimentos tanto en Columba como en Récord, todos los experimentos habidos y por haber en el dibujo y nunca nadie se molestó por eso. Habitualmente se molestaban por otras cuestiones, pero no por los experimentos gráficos que uno hiciera. Eso siempre me llamó la atención y debo reconocer que me dieron el campo para hacer pruebas, no gratis, sino pagas; pagaban poco, pero pagaban. Encima era tipo reloj: llegaba el cuarto martes del mes y pagaban. Y además te daban trabajo continuado: todo el que pudieras hacer, salvo en algunas épocas de crisis.
(Entrevista realizada por Ariel Avilez. En el portal Blancas Murallas se puede leer la entrevista completa: http://blancasmurallas.com.ar)
Pese a los rígidos parámetros en que debían desempeñarse los autores, visto en la distancia del tiempo, hoy se puede realizar una valorización de Editorial Columba más positiva de la acostumbrada. Por ejemplo, representaba una fuente laboral para muchos dibujantes que hoy se encuentran desempleados o que han dejado de dibujar historietas, aunque en su gran mayoría, los que integraban su plantel han pasado a trabajar exclusivamente para el mercado extranjero (Italia, principalmente), o que le permitía dar los primeros pasos a autores noveles y que conseguía llegar a una amplia mayoría de la población.
Carlos Nine, autor de prestigio internacional, totalmente ajeno a los parámetros de Columba, destaca la importancia de la masividad de la editorial:
“… Sin embargo fue un momento interesante porque era una historieta popular, que la leía el obrero. Eso es importante también. Yo veía en el tren, gente de laburo, no pibes de clase media, sinó laburantes leyendo historietas. En ese sentido creo que era interesante.”
(Entrevista de A. Aguado a Carlos Nine, en La Duendes Nº 2 –segunda época-, 2007)
Aunque se puede conceder que sus publicaciones no se destacaban por una calidad homogénea de los trabajos que publicaban, en sus páginas vivieron personajes que hoy son clásicos del patrimonio de la historieta nacional. Aún, pese a que cuando en general se realizan valorizaciones de la historieta nacional, se suele ignorar a los personajes de Columba.
Dago, otro clásico de Robien Wood y Salinas.
Por sólo citar algunos ejemplos: Nippur, Dago, Gilgamesh, Cabo Savino, Pepe Sánchez, Mi Novia y Yo, Mark, Savarese, etc. Por sus páginas también transitaron grandes autores de la historieta, como Mandrafina, Altuna, Solano López, Casalla, Risso, Lucho Olivera, Carlos Vogt, los hermanos Villagrán, Arturo del Castillo, Ángel Fernández, Dalfiume, Magallanes, Robin Wood, Trigo, Walter Taborda, Meriggi, Pedrazzini, Zanotto, Lalia, Canelo, Ernesto García Seijas, etc., Etc.
Convendría preguntarse, tal vez a modo de debate, si la existencia de revistas como las de Editorial Columba, no ayudaron a formar lectores, los que en su momento sostuvieron a otras publicaciones hoy emblemáticas, como Fierro y Skorpio. Hoy los lectores “nuevos” leen mayoritariamente Manga, seguido por material de Superhéroes. El lector de manga casi no lee material nacional. ¿Tal vez sería un tanto más equitativa la distribución de lectores si existiera una oferta nacional más variada, que comprenda diversas líneas gráficas, algunas de las cuales casi no cuentan con espacio donde publicarse?
Años de nacimiento de las principales publicaciones de Columba: El Tony nació en 1927, Intérvalo en 1945, Fantasía 1950, D`Artagnan en 1957, Nippur Mágnum en 1979. Tras 73 años de actividad, Columba cerró sus puertas en 2001.
Dejo picando un interrogante que me transmitió un colega: aunque con las evidentes diferencias temáticas y estilísticas ¿el modo interno de trabajo de Columba, no se asemejaba a las formas de editoriales que son la meta de muchos dibujantes en el mundo, como DC Cómics o Marvel?.
Más información sobre editorial Columba y sus autores:
http://blancasmurallas.com.ar
http://comicscolumba.blogspot.com/