jueves, 28 de enero de 2010

Los olvidados: Lucho Olivera, por Germán Cáceres

LUCHO OLIVERA
(Corrientes, 1943-Buenos Aires, 2005)
“Siempre me imagino la obra de Lucho como de ciencia ficción bíblica…”
Robin Wood

Por Germán Cáceres

Lucho Olivera

Alguien dirá con razón que Lucho no está para nada olvidado, y ello es muy cierto, pero tal vez sea oportuno insistir sobre su condición de maestro de la historieta.
Empecemos por una faceta suya tal vez poco conocida, que era su capacidad para teorizar sobre este género. Así, en un reportaje me dio una definición sutil y personal: “Para mí es el arte de la rotulación y de la obviedad. Este pensamiento me surgió cuando vi la foto de la cabina de un caza norteamericano, dentro de la cual había un cartel que decía cabina: es obvio que el piloto que entra a ella no ignora que se trata de una cabina. (…) Chester Gould, por ejemplo, dibujaba un villano y aparecía una flecha que decía villano. En esta rotulación total de la realidad, en este colmo de la obviedad radica la fuerza expresiva de la historieta (…) es cine congelado y portátil, porque la revista o diario que la publica puede llevarse en el bolsillo.” Y respecto a las influencias que recibió remarca que “Norman Rockwell, Andrew Loomis y Howard Pyle son los tres pilares de la academia de dibujo norteamericana. Uno mira un cuadro de Norman Rockwell y queda extasiado. Hizo durante muchos años las tapas del The Saturday Evening Post. Debe destacarse asimismo a los eximios plumistas Charles Dana Gibson y James Montgomery Flagg.”


Memorable episodio de Nippur de Lagash en que el personaje se encuentra con Gilgamesh, ambos personajes dibujados por Lucho Olivera (el último creado por él). Publicado en D`Artagnan 235.

Ahora intentemos resumir algo de su inabarcable producción. Ricardo Luis Olivera se especializó en ciencia ficción y en fantasía heroica. Fue ilustrador en las revistas Vea y Lea, Leoplán, Maribel y Damas y Damitas. Sus colaboraciones abarcaron cuentos de Jorge Luis Borges y Manuel Mujica Láinez. En 1963 realizó varias tapas para Hora Cero y Frontera, que editaba H. G. Oesterheld. Como historietista debutó con la Legión extranjera (1964, guión de Cruz) en Misterix, cuyo director de arte era nada menos que Hugo Pratt. Entre sus principales trabajos figuran Nippur de Lagash (1967), escrita por Robin Wood, y Gilgamesh (1970), personaje de su creación. Con guión de Alfredo J. Grassi dibujó Ronar (1977), Yo, ciborg (1978), Galaxia Cero (1978) y Planeta Rojo (1979), y con textos de Ricardo Barreiro, Las amazonas de Clitomarkan (1984).
Graficó Limite exterior (1993) y Pantanal, con guiones de Eduardo Mazzitelli y Emilio Balcarce, respectivamente. Entre las innumerables historietas que preparó para Italia figura la miniserie de cuatro episodios Goeth, el sobreviviente, con textos de Walter Slavich. También Martan —de ciencia ficción sobre una invasión extraterrestre— y Sun Son, el hijo del sol, ambas escritas por Roger King.


Fragmento del episodio en que Nippur y Gilgamesh luchan del mismo lado.

Trabajó en la década del setenta para el célebre King Features Syndicate reemplazando a José Luis Salinas en Dick, el artillero, de fútbol y aventuras con guión de Grassi, que se publicaba en el Diario de las Américas de Miami.
A finales de la década del ´90 dibujó con guión propio y para un periódico rionegrino, Pepe Moreno, sobre un paleontólogo que defiende el patrimonio arqueológico nacional.
La dupla Wood-Olivera estuvo a cargo de Gilgamesh, un sumerio que obtiene la inmortalidad por intermedio de un extraterrestre. “La acción comienza en el 3000 a.C., atraviesa toda la historia humana, llega a nuestra época y sobrevive a la hecatombe nuclear. Es ciencia ficción ciento por ciento y también participa del mito de Gilgamesh, epopeya escrita hace más de cuatro mil años. Es un personaje que creé en 1970, y Robin lo desarrolló literariamente. Gilgamesh salva del holocausto a una docena de seres humanos y parte hacia las estrellas para poblar otros mundos: comienza así la etapa galáctica.” Tanto la gráfica como la escritura experimentan una imbricación de fantasía científica y civilizaciones pasadas que resulta convincente. Su grafismo, sumamente elaborado y de formas imponentes, revela la impronta de 2001: Odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick. La serie fue continuada por Ricardo Villagrán, Gómez Sierra, Jorge Zaffino y Sergio Mulko.


Episodio de Yo, Ciborg, en revista Skorpio 48, 1978. (Serie compilada en libro en 1991, por Editorial Record)

Cuando encara Yo, ciborg en el Nº 42 de mayo de 1978 de Skorpio, ya Lucho estaba en pleno dominio de su oficio y diseñó viñetas espectaculares, con un estilo exuberante que tendía a la monumentalidad arquitectónica. Con textos de Alfredo J. Grassi, trata acerca de Hoc, un individuo que mantiene su cuerpo hibernando mientras su cerebro se aloja en un espécimen cibernético.
Lucho fue siempre un entusiasta incondicional de la ciencia ficción, ya que según confesó “Es una cuestión generacional. Me he criado en la era espacial, de la electrónica, de las computadoras”. Era un lector apasionado de Robert Silverberg, Ray Bradbury, Forest Ackerman, Harlan Ellison y Theodore Sturgeon.


Página de Yo, Ciborg.

No hay duda que la mayor repercusión que lograron Lucho y el guionista Robin Wood se cifra en Nippur de Lagash, cuyo capítulo inicial, “Historia para Lagash”, aparece en noviembre de 1967 en la revista D´Artagnan Nº 151. En 1972, la Editorial Columba le dedica al personaje un mensuario que dura veintisiete números, hasta 1974, y a partir de 1979 empieza a integrar la revista de antologías Nippur Magnum. Sus aventuras concluyen hacia el final de la década del noventa, en el Nº 281 de Skorpio, completando unos 450 episodios. En la década del ´70 Lucho realiza algunos capítulos de la saga, la que es continuada por los dibujantes Ricardo Villagrán, Jorge Zaffino, Carlos Leopardi, Gómez Sierra (seudónimo de Enrique Villagrán), Sergio Mulko, Walter Taborda y Sergio Ibáñez.


Página de episodio de Planeta Rojo, con guión de Alfredo Grassi, en Skorpio 49, 1979.

Wood se vale de textos extensos, narrados en la primera persona de Nippur, un exiliado sumerio que vaga por el mundo antiguo haciendo justicia y al que se lo apoda el Errante (hacia el final del primer episodio expresa: “No tengo rey, ni ciudad, ni techo, ni fuego. Soy nadie de ningún lugar. Me iré a recorrer el país de los grandes ríos y quizá las tierras del papiro, hasta sanarme el dolor. Después volveré”). El guionista nacido en Paraguay en 1944 adopta un tono literario un tanto solemne e impostado y recurre con frecuencia a imágenes y metáforas. Pero su inventiva ilimitada se transforma en una usina de tramas y aventuras fascinantes que ahondan en la psicología de los personajes (en “El hombre que vino de Akad”, la Sibila sostiene: “La felicidad tiene nombre de mujer y en las tablas de vuestro destino no veo el pie de las mujeres. Sólo las ruedas de los carros de guerra y las sandalias de los guerreros”). Con el correr de las páginas y de las viñetas Nippur se torna más reflexivo y moderado (“Y la otra es dejar que el mundo se mueva y ponernos a su par y no en su camino. El toro es un animal fuerte, amigo, pero el zorro vive más años.”)
La civilización sumeria está considerada la más antigua de la humanidad y se desarrolló en el Oriente Medio, en la Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates. Se desconoce la procedencia precisa de estos pueblos cuyo origen se remonta al año 6700 a.C., pero se estima que esa cultura comenzó en el período de Uruk (4000-3200 a.C.), ya que en él tuvieron lugar descubrimientos fundamentales como la rueda (hacia el 3500 a.C.) y la escritura cuneiforme en tablillas de arcilla (alrededor del 3300 a.C.) En “Historia de la vieja rebelión”, un sumerólogo estudia el relato que dejó escrito Nippur en unas tablillas.
Lucho siempre demostró poseer una técnica portentosa y un gran poder de síntesis. Sus magníficas representaciones del cuerpo humano revelan que era un profundo estudioso de la anatomía artística. Las contorsiones acrobáticas de los personajes masculinos son una maravilla: indudablemente fue un ávido frecuentador de El dibujo de figura en todo su valor, de Andrew Loomis. Su virtuoso realismo abrevaba en la citada academia norteamericana como en lo mejor de las historietas de Alex Raymond y de Harold Foster. Ese espíritu investigador se evidencia del mismo modo en la cuidada ambientación de Nippur de Lagash respecto a vestuario, escudos, espadas, palacios, fortalezas, puñales, mazas y hachas. Fanático del detalle y de la perfección, para potenciar la belleza de sus viñetas nocturnas incluye en ellas siluetas negras bidimensionales.


Página de episodio de Planeta Rojo, con guión de Alfredo Grassi, en Skorpio 52, 1979.

Su trazo a pluma era ágil y seguro, como asimismo la aplicación de las manchas de pincel. Su sombreado exquisito y audaz se lucía en los rostros de los personajes otorgándoles carnadura.
Mención aparte merece su empleo de texturas que se nutrió en el arte experimental de Mort Cinder, de Alberto Breccia. El notable historietista Quique Alcatena emprendió una lúcida descripción de sus procedimientos: “Lucho me contaría que, tijeras en mano, solía recortar los pequeños grabados que figuran en los diccionarios para luego pegarlos directamente sobre los originales como inusuales elementos decorativos (…) a alguien acostumbrado al clásico pasado a tinta de los cómics americanos de los ´60, impresionaba el uso de un tratamiento más ´sucio´: extraños tramados logrados a base de frotados, salpicado, el reemplazo de la pluma y el pincel por herramientas menos convencionales como trapos, hojitas de afeitar, esponja, etc.”
Las escenas de combate y de acción física son deslumbrantes: Lucho cambia con insistencia de planos para imprimir mayor ritmo y movimiento a la escena, y utiliza picados y contrapicados con figuras en escorzo que acentúan el dinamismo y el aliento épico de la narración.
El mismo Lucho describió con suma sagacidad el sentido de la serie: “Nippur empieza como fantasía heroica, pero Robin Wood, en forma genial, la va llevando —y me permito una licencia pintoresca— a una especie de Martín Fierro poético de la Mesopotamia antigua. (…) Nippur es un guerrero maduro que recorre caminos en la Mesopotamia, mientras Martín Fierro transita por la pampa argentina. (…) La sabiduría semibíblica y bárbara que Nippur va acumulando también la posee Martín Fierro”.

Germán Cáceres

Bibliografía
Alcatena, Quique, “Lucho y después…”, en
www.a-d-a.com.ar.
Albertoni, Carlos W., Santas historietas, Catálogos, Buenos Aires, 2004.
Avilez, Ariel, “Encuentro con Lucho Olivera (Reportaje inédito)”, en
http://blancasmurallas.com.ar.
Caparrós, Martín; Accorsi, Diego, y Varela, Lucas, “Prólogo” en Nippur de Lagash, Biblioteca Clarín de la Historieta, Buenos Aires, 2004.
Cáceres, Germán, Así se lee la historieta, Beas Ediciones, Buenos Aires, 1994.
Cáceres, Germán, Charlando con Superman, Editorial Fraterna, Buenos Aires, 1988.
Cáceres, Germán, El dibujo de aventuras, Editorial Almagesto, Buenos Aires, 1996.
Gociol, Judith, y Rosemberg, Diego, La historieta argentina/Una historia, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2000.
http://axxon.com.ar: “Falleció el dibujante argentino Lucho Olivera”.
http://es.wikipedia.org: “Lucho Olivera”.
http://es.wikipedia.org: “Sumeria”.
Rivera, Jorge, Panorama de la historieta en la Argentina, Libros del Quirquincho, Buenos Aires, 1992.Steimberg, Oscar, “La historieta argentina desde 1969”, en Historia de los cómics, dirigida por Javier Coma, Toutain Editor, Barcelona, 1982-1983.

martes, 26 de enero de 2010

Muestra de Salvador Sanz y segunda parte entrevista a Sanyú


Inauguración: Jueves 4 de febrero a las 19 hs.
Espacio Historieta del Centro Cultural Recoleta, ciudad de Buenos Aires

Habrá páginas originales, bocetos y portadas de la novela grafica Nocturno
La muestra podrá ser visitada hasta el domingo 28 de febrero.



ENTREVISTA: SANYU (segunda parte)

¿Qué temáticas son las que más le gusta abordar, y por qué?
No tengo un tema preferido, tengo distintas ideas y las represento de la manera que me resulta más efectiva

En los inicios de su carrera, conoció y trató a los “grandes maestros” de la historieta nacional. ¿Cómo era el trato y qué aprendizaje tuvo con ellos?
Cuando llegué a Buenos Aires estudié unos meses en la escuela de bellas artes Manuel Belgrano, y casualmente fui compañero de una de las hijas de Héctor Oesterheld, Estela, que al poco tiempo se casó y nos invitó a todos a su casa, esa fue la única vez que vi al maestro y lo recuerdo sentado en una escalera rodeado de sus hijas, los cinco fueron victimas de la represión tiempo después.
Cuando colaboraba en Mengano, por las tardes nos encontrábamos con los “grandes” en un boliche cercano.
En una mesa podían turnarse recordados y olvidados: Alberto Breccia, Soriano, Carlos Trillo, Alejandro Dolina, Quino, Toño Gallo, Lucho Olivera, Guillermo Saccomanno, Serguei, Fontanarrosa, el Negro Alfonso, Crist, Liotta, Félix Saborido…
Los grandes que me dieron algo de bola fueron el Viejo Breccia, en la historieta, y en el humor Oski, dos tipos difíciles.
Con Breccia se hablaba del compromiso, en el laburo y en la vida, lo recuerdo en la Bienal de Lobos, compartiendo unas charlas de un reportaje largo que le hacían Trillo y Saccomanno.
En la última bienal de la historieta que hubo en Córdoba, cuando todavía gobernaban los milicos, el maestro Oski, recién vuelto del exilio y poco antes de su muerte, dibujaba tumbas y cruces a quienes le pedían un “dibujito” con su firma.
Tengo un especial recuerdo del grabador Roberto Páez, dueño de un trazo poderoso, con él tomé clases y fue quien me enseñó a “ver” el modelo y a desarrollar la línea en el dibujo.


Fragmento de Neuquenia, en Cóctel 1, septiembre 1991.

En Superhumor comenzó la adaptación de la novela de Soriano, Triste solitario y Final, la que había quedado inconclusa y terminó hace poco tiempo para compilar en libro. ¿Cómo fue el proceso?
Un poco está contado en el prólogo de la edición del libro de Doedytores.
Nace de la admiración por el trabajo de un amigo, Osvaldo Soriano, que toma la modalidad del género negro para contar una ficción “a la argentina” , estilo que después tendría muchos seguidores.
Esta magnífica obra, en su despojamiento estético era un guión en sí mismo, descripción de la situación y diálogos.
Lo que más me atrajo fue esa melancólica relación entre dos perdedores, Marlowe y Soriano, que tratan de conservar una ética marchita en un mundo de poderosos violentos
Esa primera adaptación tenía cuatro capítulos, en la última parte de la novela hay una frase que no podía digerir, Soriano le dice a un turista: ¡Argentino hijo de puta!, como me parecía un exceso, dejé la historia antes de ese momento, con un final abierto
Años después Javier Doeyo, fanático de Soriano, se encargó de gestionar los derechos y decidimos publicarlo.
Entonces entendí que algunos argentinos habían hecho mérito como para merecer esa frase y completé la historia.



Amigos Go Home, en Humor 81, 1982.

¿Qué es la historieta?
La historieta es un lenguaje que se articula entre imágenes y palabras y que exige un trabajo intelectual del lector, sobre todo para entender que sucede en ese espacio vacío que queda entre cuadro y cuadro.

¿Qué es ser historietista?
Personalmente creo que ser historietista es un placer que se obtiene al trabajar y vivir de lo que a uno le gusta.
Con ese trabajo que tiene un público numeroso, se puede trasmitir lo que uno decida: evasión, compromiso, crítica…


Fragmento de Historias por hora XIII, con guión de Carlos Trillo y dibujos de Sanyú, Humor 42, 1980.

Hoy, en muchos países del primer mundo la historieta comienza a ser valorada como un arte, sobre todo a partir de la llamada novela gráfica ¿Qué opina al respecto, es así?
Me parece que el concepto de arte es hoy (quizás siempre lo fue) un problema económico, una obra de arte tiene valor si consigue un precio en el mercado.
Esto se define a través de un circuito de galerías que ejercen el poder aprobatorio, por eso a veces es necesario leer un catálogo para saber que eso que vemos tiene la categoría de arte.
El primero en llevar la imagen de la historieta al soporte del cuadro es
Roy Lichtenstein , y entró en la corriente del arte pop(ular).
Creo que el concepto de novela gráfica es tan viejo como El eternauta, un hito insuperable que nada tiene que envidiarle a la literatura.
En estos días estoy leyendo un librito de cuentos, Casi un objeto, del Premio Nóbel de Literatura José Saramago y las historias me parecen “casi” tan buenas como las ficciones apocalípticas que en los ‘80 publicaba Carlos Trillo con Juan Jiménez, por ejemplo.
La historieta, para mí, se expande y encuentra reconocimiento más allá del círculo de lectores que la disfrutaban, a fines de los años ’60, con la valorización de las posibilidades expresivas que hacen intelectuales como Humberto Eco en Italia y Eliseo Verón, en Argentina.
Otra valoración aparece cuando se define como “instrumento político”, en los libros de Armand Mattelart y Ariel Dorfman, durante el gobierno socialista de Salvador Allende, en Chile.
Los actuales “descubrimientos” me parecen sólo mediáticos y que responden al negocio de grandes editoriales.


Ilustración para revista El Péndulo 6 –segunda época-, 1982.

¿Publica en el exterior, en qué publicaciones o editoriales?
Tengo cinco trabajos publicados en el exterior, una doble página de homenaje a Fellini, con guión de Trillo, en una desaparecida revista italiana llamada L’Eternauta
Un cuadrito de homenaje a Tintin, el personaje del belga Hergé, en una publicación francesa.
Una colaboración de ocho páginas en una historieta dibujada y autoeditada por Gigi Moia, en Italia.
La reedición en Inglaterra por For Beginners Books de un libro sobre anarquismo escrito por Marcos Mayer y publicado originalmente en la serie nacional Para Principiantes.
Y, lo último, un libro que apareció este año, llamado El Hombre descuadernado, para Ediciones de Ponent de España, con guión de un hermano en la creatividad, Felipe Hernández Cava.


Fragmento de Justo Severo y Sensato, Fierro 70 –primera época, 1990.

¿En qué está trabajando en la actualidad, además del diario Perfil?
Terminé de ilustrar un libro Para Principiantes sobre el filósofo Bourdieu, estoy preparando una historia larga con la adaptación de textos de una poeta argentina y colaborando con una doble página en la revista mensual Sudestada.

Cascioli falleció días atrás, ¿qué valorización puede realizar de su labor como editor de la editorial La Urraca? (nota: la entrevista fue realizada poco tiempo después de la muerte de Cascioli)
Andrés Cascioli fue un grande, un tipo con verdaderas convicciones.
Así como para mí el mejor caricaturista plástico es Hermenegildo Sábat , Cascioli es el mejor caricaturista gráfico de los últimos tiempos, ha dejado tapas memorables en Satiricón y en Humor.
Cómo editor fue responsable, en lo estético, de Satiricón y en lo periodístico de publicar revistas emblemáticas con el sello De la urraca.
También fue el primer editor en reconocer los derechos de autor y devolver los originales tras la publicación.




Fragmento de Jacob y el otro (basado en un relato de Juan Carlos Onetti), Fierro85 –primera época-, 1991.

¿Cómo se valoriza hoy a la historieta en el país?
Se ha perdido el público masivo, aquel que hasta los ’80 consumía miles de ejemplares de revistas como las de Columba.
El hecho que hubiera una historieta masiva permitía la irrupción de intentos más vanguardistas que eran económicamente viables.
El lector de historieta era fiel al medio, puede decirse que había una cultura de la historieta, y se comenzaba a construir en la infancia y en la adolescencia.
Hoy se lee el manga, pero es un fenómeno que sucede dentro de un panorama más vasto, que nace del animé y de la cultura que circula gracias a la globalización .

Hoy que Internet se halla asentado como un espacio para difundir la historieta, ¿cómo lo ve?
Internet me mantiene informado, pero la historieta la disfruto impresa en papel

Usted también ejerció de editor. ¿Cómo recuerda hoy esa etapa?
Tuve una etapa de editor independiente, edité Voltacto, un personaje de SolRac y el primer Animal Urbano, de Edu Molina en solitario
La etapa de Perfil fue un fracaso total que prefiero olvidar, lo único que aprendí fue que todas las ideas que tenía sobre la publicación de historietas eran equivocadas

Pregunta infaltable: ¿cómo ve el panorama de la historieta en Argentina?
Los editores tratan de sobrevivir y los autores siguen poniendo el hombro con su creatividad inagotable

miércoles, 13 de enero de 2010

La muerte de una dibujante excepcional: Alberto “Bebe” CIUPIAK

Ciupiak por Ciupiak
Había un personaje de la radio, hace como mil años, al que llamaban “Bebé Rezongón”. Yo vengo rezongando desde que nací, más o menos. Por eso desde siempre me llaman Bebe y nunca nadie me llamó Alberto, que es mi nombre legal. Aprovecho este espacio para desmentir que lo de Bebe venga de la afición por el cascote (whisky) doble con poco hielo que me persiguió durante años.
- Ahora, el Bebe no bebe más. Pero sigue rezongando –dicen mis amigos. ¿Y qué querés viejo? ¿O es que este no es un país para rezongar?
Trenes que no funcionan, gobiernos que no funcionan, ideas que no funcionan, soluciones milagrosas a cada rato, que tampoco funcionan.
Cuando dibujo también rezongo. Quiero hacer un original con 20 tonalidades de gris diferentes, que traigan y lleven las figuras entre las neblinas del paisaje. Me peleo conmigo días y días. Al final, claro, me sale lo que yo quiero. Y después lo imprimen en la revista –o peor- en el diario. Y de los 20 tonos de gris quedan tres o cuatro (con buena suerte cuatro). Entonces, agarro y me peleo con el impresor, y con el editor. ¡Y cómo rompen los timbales! ¡Así no se puede vivir!


Ciupiak

Pero, bueno, caigo todos los días en la trampa. En la trampa de la autoexigencia exagerada de levantarme a las cuatro de la madrugada para captar una luz sobre el papel, de hacer cincuenta bocetos, de experimentar, de enamorarme de los matices que después nadie va a ver cuando pase apurado la hoja para leer el crimen de la profesora en la página siguiente. Y eso da bronca ¿no?
No importa. Igual me gusta. Dibujar, para mí, es como enamorarme. Si alguien arruga un poquito la punta del papel donde hice mi trabajo, soy capaz de matarlo. Porque es como si un fulano me violara a la mina que yo quiero, ¿se pesca?
No jodan, ¿eh?, como les dije a los muchachos cuando me encargaron que escribiera algo sobre mis obsesiones y mis fantasías. ¡Déjeme de embromar, yo sé dbujar, no escribir!
Alberto Ciupiak
(Texto extraído de la revista de historietas española Zona 84 número 3, 1984, Barcelona)




Ciupiak recordado por el dibujante Alfredo Grondona White
(Hoy llegó por mail el siguiente texto, donde Grondona White rememora a su amigo Ciupiak y le pedimos autorización para publicarlo, a lo cual accedió. Muchas gracias)

El Bebe era un bebedor redimido y nos cargaba por lo que tomábamos y fumábamos. Vivía muy solo, con su archivo desordenado y su prisma de dibujo sostenido por un caño metido en una lata llena de cemento.Una vez, se enfermó gravemente del hígado y una pulmonía y estuvo internado en el Hospital Pirovano, en una sala horrible, en el pabellón de los hombres solos, separados a veces por una sábana colgando de un alambre. Lo fui a visitar un par de veces, llevándole, la última vez, una estampita de José María de Balaguer y Escrivá, fundador del Opus Dei. Me dijo, enojado: "¡Sacame este cura de acá!", pero se lo quedó., se sanó y vivió treinta años más. Siempre nos encontrábamos con el mismo saludo "¿Todavías seguís con ese cura?".
La neumonía que casi se lo llevó al Bebe fue debida a que se le inundó la casa en un violento temporal y se quedó dibujando dos días con el agua hasta los tobillos... Creo que fue Trillo el que lo descubrió y lo llevó, contra la férrea oposición del Bebe, al Pirovano, donde llegó verde (yo lo vi y Cris también) como un cadáver que hubieraestado tres días en el río.



Me contó como prismaba, cómo lavaba copias Xerox para poder hacer viñetas y aguaditas, cómo componía sus ilustraciones, en fin, todas sus técnicas, que por lo general, son guardadas celosamente por sus "creadores".Para las Olimpíadas de Barcelona, fue especialmente invitado para ilustrar paisajes de España, y tuvo terribles problemas porque quería llevar ( y lo consiguió) su caño con la lata de cemento en el avión. Después, a pesar de tener todo pago, se peleó con los gaitas, vaya uno a saber por qué, pero tenía un carácter peculiar, excéntrico y no acepaba órdenes ni objeciones de nadie. Razón tenía, porque era como objetarle una nota a Baremboin. La última vez que lo ví fue en la casa de Nine, cuando le llevé de regalo dos prismas antiquísimos, de bronce. No quiso aceptarlos, porque eran prismas para litógrafos, de la época que se ponía el original a copiar sobre una tabla a 45° de la mesa de trabajo, para prismar invertido. Todavía los tengo, en algún cajón olvidado.Fue uno de los bichos de mi colección, pequeña pero entrañable, de amigos peculiares, del que por suerte, todavía, forma parte Sergio I. Brown, quien vino a comer a casa el viernes pasado con sus nuevas esculturas en corcho de los personajes del Libro de La Selva, con Kipling incluído.
Alfredo Grondona White



martes, 5 de enero de 2010

Entrevista: SANYÚ (primera parte)

Nació en Neuquén. ¿A qué edad se fue de allí y por qué?
Me fui de Neuquén a los 19 años con rumbo a Bahía Blanca, a estudiar Economía, pero me ganó la fiebre de dibujar y a principio de los ’70 me rajé a Buenos Aires, que era por entonces el único lugar posible donde publicar.



Malón, cielito lindo. Fierro 65, 1989.

¿Por qué dibujante de historietas?
Un maestro de la historieta yanqui decía que al unir su incapacidad para dibujar con su incapacidad para escribir, había conseguido una gran profesionalidad para hacer historietas.
Para mí es una enfermedad mental que me obliga a contar historias en imágenes.

¿Cuándo y dónde comenzó a publicar?
En 1974, en la genial Satiricón, la revista creada por Blotta.
Por indicación del, ex y ahora de regreso, dibujante Lolo Amengual fui a la redacción con una carpetita bajo el brazo. Me recibió Andrés Cascioli, que era el jefe de arte, y eligió algunas historietas de 6 u 8 cuadros para publicar en un primer Suplemento de Humor Chancho, me hizo algunas indicaciones para que rehiciera otras y cuando volví a llevarlas me dio un pliego con mis dos primeras historietas impresas, en papel sepia, que aún conservo, en ese momento me sentí el tipo más feliz del mundo.



Malón, el desierto de los pampas, por Sanyú, Fierro 63, 1989.

Además de ser un historietista “serio”, también es humorista gráfico. ¿Qué diferencias existen entre uno y otro y cómo se cruzan?
En realidad soy historietista, cuando me planteo la viñeta de humor lo que hago son reflexiones que pretenden actuar como pequeñas intervenciones en el relato de la realidad, como cuadritos sueltos en la historieta que es el devenir de la información.
El problema es que el recorte particular que hago de las noticias, hace que a algunas de las ideas desarrolladas no las entienda nadie.

Su estilo de dibujo es muy personal, fácil de identificar con su autor. ¿Cómo llegó a él?
Creo que el estilo es la manifestación de las limitaciones que cada autor tiene y que se imponen en el trabajo a través del tiempo. Mi estilo se forma al ir tratando de resolver esas limitaciones técnicas.
Durante muchos años solo me importó representar la idea que quería, dibujando con pluma, en esa época pude encontrar unas plumas de acero inglesas, marca Guillot, que permitían hacer un trazo finísimo y engrosarlo cuando era necesario. El placer que daban esas plumas deslizándose sobre un papel alemán Schoeller satinado era sólo comparable al placer de la masturbación (un colega dixit).
Después, en la época de Fierro, empecé a trabajar sobre el concepto de la perspectiva y el volumen, y hace unos años pude resolver el manejo del pincel, lo que me permite trabajar sobre papeles más ordinarios con un trazo más blando.
Últimamente todos los originales tienen alguna mediación en la computadora, sobre todo en Photoshop, lo que me ha facilitado colorear más o menos dignamente y, sobre todo, entregar los dibujos en las mejores condiciones para ser impresos, que es el verdadero sentido de mis trabajos.



La Presencia, Fierro 75 (primera época), 1990. Historieta sobre la Guerra de Malvinas.

Usted trabajó para revistas emblemáticas como Humor, Superhumor, Fierro, El Péndulo, todas de la Urraca ¿Cómo fue su ingreso a esa editorial?
Eso fue fácil porque Cascioli, que era el director editorial, ya me conocía y me confió resolver un par de páginas desde el primer número de Humor Registrado.

Superhumor fue un verdadero lujo, al menos hasta que no le insertaron notas políticas. Me da la impresión que fue un poco como olvidada, cuando fue una publicación clave dentro de la historieta nacional. ¿Le parece que es así, qué opina al respecto?
Allí estaba lo mejor de Sasturain, su concepto duro de historieta nacional, acompañado por los más importantes creadores de, por lo menos, tres generaciones de historietistas que todavía dibujaban para el público argentino.



Telo, dibujos Sanyú, guión, Martín García, Superhumor 18, 1982.

¿Cómo ve hoy su paso por esa revista?
En esa revista publiqué mi primera historia larga, una adaptación de El criador de gorilas, de Roberto Arlt, por sugerencia de Juan Sasturain, su director, y eso me abrió las puertas a un mundo de historias más complejas, sacadas de la literatura.
También salió la primera versión de Triste, solitario y final de Osvaldo Soriano.
Eso derivó en el intento de crear, en la posterior Fierro, algunas series como Malón o El inspector Justo, recopiladas ahora en libro por Editorial Colihue.

En la misma revista y en Fierro adaptó a historieta a autores como Arlt, Osvaldo Soriano y otros. ¿La literatura tiene fuerte influencia en su obra?
Leer siempre me ha provocado imágenes que desarrollan la trama. Cuando encuentro una obra que me representa busco la manera de dibujarla y publicarla, en estos casos conservo una fidelidad absoluta a los textos originales en los diálogos y los textos de apoyo.




Fragmento de la historieta A mano armada, de Sanyú, Súperhumor 21, 1982.

¿Durante la época de la Dictadura Militar, alguna vez le hicieron sugerencias acerca de los contenidos? ¿Cómo se manejaban con la censura?
Entonces publicaba en La urraca, Cascioli era el que manejaba el rumbo y los temas. Se sentía siempre una amenaza velada pero también creo que éramos un poco inconcientes.

En Fierro solía hacer historietas con una fuerte conexión con temas nacionales (gauchesco, policial en Bs As, Maradona, la guerra de Malvinas, etc.), pero siempre con una visión muy original, personal. ¿Por qué la predilección por estos temas y qué repercusión tenían?
Siempre he estado interesado en el “género”, ya sea policial, ciencia ficción, lo gauchesco como western o de superhéroes… y creo que el autor debe permanecer conectado con sus raíces, sus experiencias y creencias compartidas con el público.
La unión de esos dos conceptos me puso tras la búsqueda de temáticas nacionales y un lenguaje propio.
Aún hoy encuentro tipos que fueron lectores y recuerdan alguna de aquellas historias.




Fragmento de Triste Solitario y Final, adaptación de novela de Osvaldo Soriano, publicada en Súperhumor.

Su trabajo sobre un tema regional, dentro del género de aventuras, fue el que realizó para un diario de Nqn, luego publicado en la revista Cóctel. ¿Qué recuerda de esa serie, cómo la valora hoy en día y qué repercusión tuvo?
En ese caso traté de trabajar el género infantil a la manera europea, una historieta de aventuras pero transgrediendo el modelo héroe-rubio-europeo. El personaje principal era un descendiente de mapuches que vivía con su sabia abuela en la cordillera neuquina. Salió durante un tiempo en un diario de Neuquén, lo que fue para mí una especie de regreso a mis orígenes, pero lamentablemente no recibió ningún comentario.

En Cóctel también trabajó temas de fuerte contenido sexual, ¿cómo se siente trabajando ese género?
Siempre trato de hacer historias eróticas con ironía, que le quiten al sexo ese carácter religioso de la entrega.
Me interesa valorar más el placer del contacto físico y menos una, supuestamente necesaria, comunión espiritual

Su historieta sobre Malvinas es de las pocas que se salen del enfoque tradicional. ¿Por qué la encaró de esa forma, dentro del género fantástico?
Ya había tratado el tema de la locura y la corrupción de esa guerra en Humor y decidí darlo un tono más filosófico, partiendo de un relato que se ambientaba en las guerras internas de nuestro país en el siglo XIX. Ésta guerra creo que también se inscribía en la serie de soluciones extremas que aplica el poder para abroquelarse y sobrevivir cuando es amenazado, como últimamente vemos con la guerra a la “amenaza islámica”.
Históricamente estas situaciones creadas finalizan en represalias de dominadores sobre dominados, imperio sobre colonias, oligarquía sobre el pueblo…

La próxima semana, la segunda parte.