Este
texto forma parte de una serie de ensayos sobre artes posmodernas que empecé a
escribir con la intención de continuar con mi formación como historiador pero
por fuera del actual sistema academicista y capitalista de títulos de posgrado.
Junto a él, escribí otros cuatro sobre cine, televisión, videojuegos e
internet, tomando a esta última como un lugar virtual y real, a la vez, donde
todas las obras se manifiestan o se reproducen en una especie de duplicidad
infinita.
El
corpus conceptual está tomado de la escuela marxista de estudios culturales,
pero los textos fueron escritos con la idea de empezar a darle forma a una
corriente estética de tipo anarquista.
En su origen occidental, la historieta
cumplía una función de goce relacionada con la lectura de los periódicos,
surgió como una tira cómica para el caso de los Estados Unidos (Yellow Kid) y como humor gráfico para el
caso de Argentina (diario “El mosquito” fue pionero en el empleo de viñetas o
tiras de humor gráfico para mofarse de
los personajes políticos de la época en un estilo muy similar al que lo hace
hoy la revista “Barcelona”, otra precursora fue “Caras y Caretas”; en ella se
inauguró el uso del bocadillo).
A fines de la década de 1930, en
Estados Unidos, aparecieron las primeras revistas dedicadas a publicar
historietas de forma exclusiva. A la función del goce no tardó en sumársele una
función pedagógica caracterizada por un carácter muy ambiguo. Por un lado, a
sus protagonistas superheróicos les preocupaba el respeto y cumplimiento de la
ley y la rectificación de situaciones que resultaban injustas a sus ojos. Por
otro lado, los superhéroes solían caer en el ejercicio de hacer justicia por
mano propia; su condición excepcional (tener súper poderes) y su alto sentido
de la moral se lo permitían. El cuestionamiento de la autoridad intrínseca de
los superhéroes para imponer su visión de la justicia tardó unos sesenta años
en llegar desde dentro de las dos grandes editoriales de historietas, Marvel y
DC. Pero el primer cuestionamiento a la figura del superhéroe todopoderoso,
caprichosamente justiciero, cuasi divino y con licencia para matar o capturar,
fuera de su país natal y del planeta Tierra, surgió de la pluma de Alan Moore, un escritor británico que
simpatiza con el anarquismo.
Editorial DC pero publicada en castellano bajo Ediciones Zinco. Autores: Alan Moore, Dave Gibbons y John Higgins |
En su obra Watchmen,
dibujada por Dave Gibbons, Moore
explora los límites morales de la justicia superheróica, así como los límites
del ridículo de los coloridos trajes de lycra, con lo cual termina
deconstruyendo el montaje y significado moral y estético de íconos tan
poderosos y duraderos como el de Superman o Batman.
Moore entabla una relación entre los
superhéroes autoritarios y de jurisdicción internacional y las políticas de
estado imperialistas que sostienen que el esfuerzo bélico es necesario para
sostener la paz; esto no hace más que referencia a la tensión que se vivió
durante la época de la guerra fría sostenida entre el mundo occidental y
capitalista y el oriental y soviético. Lo que Watchmen deja de manifiesto es que los superhéroes son funcionales
a sus respectivos gobiernos, no van a ir detrás de la verdad si esta puede
alterar el orden social conocido hasta el momento, la obra de Moore denuncia la
incapacidad de los superhéroes para cambiar el mundo y hacerlo realmente justo,
solamente son capaces de defender la libertad y la justicia burguesas;
ocultando la verdad si es necesario, sacrificando antiguos compañeros de
trabajo también.
En el caso de la
DC Comics de Superman y Batman, el dilema
sobre la autoridad de los superhéroes y su libertad de acción para combatir el
‘mal’ llegó en 1997, de la mano de Kingdom
Come, escrita por Mark Waid y
dibujada por el hiperrealista Alex Ross.
En realidad, no se trata de un dilema real sobre la autoridad de los héroes
clásicos para hacer justicia; la cuestión pasa, más bien, por la necesidad de
su presencia para que la nueva clase de metahumanos (humanos con superpoderes)
tengan modelos de moral y disciplina a seguir. Superman se ha retirado a la
vida de la granja tras la muerte de Lois Lane a manos del Guasón y también
debido a la admiración de la sociedad por Magog, un nuevo superhéroe que
decidió asesinar al Guasón luego que este eliminara por completo al personal
del Daily Planet. Batman y otros también están retirados de la escena.
En el caso de Marvel Comics, la
cuestión de los superhéroes y los límites de sus atribuciones se planteó casi
diez años después (2006 – 2007), bajo el título de Civil War, una historia de siete tomos escrita por Mark Millar y dibujada por Steve McNiven. A su vez, la historia
atravesó los guiones de todos los títulos superheróicos de la editorial durante
varios números. Aquí el problema pasa por la intención del gobierno de someter
a todos los seres humanos con poderes, héroes o villanos, a un Acta de Registro.
Habrá quienes estén de acuerdo y quienes no y ahí darán inicio los problemas,
viejos amigos se verán enfrentados por defender la libertad de reservar sus
identidades secretas o lo que creen que es justo para el conjunto de la
sociedad que pretenden proteger de los villanos.
El parecido de los dos casos se da en
que el cuestionamiento sobre el accionar inconsciente de los superhéroes se
sostiene sobre una catástrofe originada de sus peleas con los villanos y de su
falta de guías morales o entrenamiento logístico, con los cuales, según la
sociedad y sus gobiernos, la catástrofe que inició la discordia[1]
podría haberse evitado. Sin embargo, el dilema, en ambos casos, se plantea en
términos domésticos. En ningún momento se plantea un abordaje de la injerencia
de Estados Unidos sobre los terceros mundos mediante la lucha del bien contra
el mal como ocurre en Watchmen. Todo se resume a que los ciudadanos comunes
puedan llevar adelante su american way of
life de forma apacible, sin temor a que les caiga encima un auto revoleado
por un superhéroe adolescente. Lo que sí, hay atisbos de que el mundo exterior
se verá afectado por cómo se resuelva el conflicto en casa, lo que no hace más
que subrayar el carácter imperialista de ambas editoriales. De momento, ninguna
de las dos se ha planteado la superación del paradigma clásico de superhéroe
enfrascado en un ridículo traje multicolores que sale volando a luchar contra
el mal y la injusticia para defender los valores de la vida burguesa
norteamericana. Pero eso, sería como esperar que los capitalistas decidan
alterar las relaciones de producción dominantes ellos mismos, porque el
paradigma mismo de superhéroe norteamericano implica mantener el orden, hacer
justicia dentro de los límites de la justicia burguesa y liberar a los
oprimidos de todo régimen político que no se corresponda con la democracia
burguesa petrolera. Lo otro, lo distinto a lo burgués, lo que no se apega a la
ley y la idea de libertad de Superman o el Capitán America es lo villano y debe
ser sometido a una fuerza sobrehumana de tipo hegeliana. Los superhéroes se
encargan de que las fuerzas de la historia no se desvíen de su curso occidental
y cristiano.
[1] Esta palabra clave me remite a los inicios de la escritura y la
narrativa griega, a los inicios de los mitos y los relatos escritos y a la idea
de hasta qué punto la cultura norteamericana se viene forjando sobre el legado
de una cultura oriental, que ellos pretenden hacer conocer como la “cuna
(occidental) de la civilización occidental”. A los estadounidenses les gusta
hacer esta distinción sobre las civilizaciones de Oriente y Occidente cuando,
en realidad, la misma no existía, en la forma que la conocemos hoy, en los
tiempos helénicos y clásicos.
La próxima semana la segunda parte.
2 comentarios:
Muy interesante el análisis realizado y a la vez muy claro en su expresión, siendo que utiliza conceptos complejos. Además el recorrido historiográfico da un muy buen pantallazo para los que no tenemos ni idea de qué va la cosa. Me encantó!
>>la obra de Moore denuncia la incapacidad de los superhéroes para cambiar el mundo y hacerlo realmente justo>>
No creo, me choca completamente esta frase. En primer lugar, porque los superhéroes son ficción, así que no tiene sentido "denunciar" nada sobre ellos. Por eso mismo, porque son ficción, no existen barreras para la creatividad. Hay cómics de superhéroes en los que su presencia desestabiliza el statu quo burgués, como los primeros números de Superman y Green Lantern en los 40, en los que se ponían de parte de los sindicatos obreros.
Si acaso, son los personajes que él ha creado los que se autolimitan en ese sentido, en defender una sociedad burguesa, pero Moore no generaliza como lo haces tú.
Lo que sí dice Watchmen es que los que vigilan a los vigilantes (los que tienen el poder) son las grandes empresas, el capital. Pero criticar a los superhéroes es quedarse corto de miras. El superhéroe en sí mismo no es un concepto conservador, son sus guionistas.
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