(Nº 1/3 de Flashpoint/ Edición para
América del Sur, Nueva Idea Gráfica S.R.L., Lanús Oeste, 2012, 62 páginas)
El
guionista Brian Azzarello (EE.UU, 1962) y el dibujante Eduardo Risso
(Argentina, 1959) conforman una exitosa dupla, cuyo punto culminante fue, hasta
ahora, 100 Balas (100 Bullets, 1999).
En esta oportunidad, el texto de
Azzarello propone una audaz reelaboración del origen de Batman, ya que aparece
su padre, Thomas Wayne, como el mismísimo héroe creado por Bob Kane y Bill
Finger en 1939. Curiosamente, en la vida cotidiana Thomas es propietario de un
casino y desea recuperar la buena época, es decir aquella en que su hijo Bruce
asumía el papel del justiciero. Es evidente que ha ocurrido un trastrocamiento
temporal “en la línea de los míticos “Elseworlds” (Otros Mundos), como comenta
David Fernández en su nota del final.
El
guión privilegia la figuración y permite que Eduardo Risso -que en nuestro país
consolidó su arte junto a Ricardo Barreiro en Parque Chas (1987) y Caín
(1988)- despliegue su talento. En general, la acción se desarrolla de noche
(hay “una ambientación noir que tanto dominan”, comenta el citado
Fernández), y ello les permite obtener escenas de auténtica belleza plástica.
Resulta fundamental el aporte del restallante color –mechado con grises- de
Patricia Mulvihill. El dibujo concreta efectos de extraordinaria inventiva y
fuerte impacto mediante las sombras proyectadas de los personajes y el negro
pleno como fondo, y así sobrevuela un clima de extraña sugestión en el que
desfilan cuadritos entrelazados y encimados. Éstos, en general, carecen de
marcos y de espacios que los separen, y están ordenados en una funcional
composición de página.
La saga está poblada de creativas
onomatopeyas, las que tienen un importante protagonismo. Los enfoques son
espectaculares, con perspectivas acentuadas, una inquieta planificación y
viñetas de diferentes tamaños que acentúan el ritmo vertiginoso de la acción.
Por momentos puede decirse que Batman: El caballero de la venganza
actualiza la estética de ruptura que empleó Howard Chaykin en el Cody
Starbuck de 1981.
Risso
exhibe al máximo su virtuosismo –ayudado
por la escritura inteligente de Azzarello- en las páginas enteras (sobre todo
en la 40, con un picado formidable, y en la 59, donde Batman se halla rodeado
de murciélagos).
Una
obra altamente recomendable para admirar las bondades de una colaboración en la
cual guionista y dibujante se convierten en un único historietista.
Germán Cáceres
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