En lugar de escribir esta nota a partir de una
determinada bibliografía, decidí, en cambio, tomar en cuenta mi experiencia
personal, como adoptando la espontaneidad de los chicos.
En esta reflexión sobre el efecto de la lectura de
historietas en la fantasía infantil, se abarca una franja etaria que va aproximadamente
desde los seis hasta los trece años.
Y de este modo evoco recuerdos de mi infancia, una época
lejana a la cual todavía no habían arribado la televisión, la computadora con internet,
los videojuegos y los celulares. En ese entonces los chicos leían historietas a
granel. En mi caso, tuve la oportunidad de conseguir casi todas las revistas
que se editaban en el país por intermedio de un amiguito que me las prestaba. Su padre se las adquiría porque también a él le gustaba leerlas, aunque se disculpaba
diciendo que solo lo hacía para distraerse ya que trabajaba muchas horas al
día. En aquel momento existía un gran prejuicio hacia el arte de las viñetas y
los globos: se lo consideraba un producto menor y de pésimo gusto. Hablando de
prejuicios, más adelante, cuando a partir de varios trabajos teóricos (como los
de Humberto Eco y Ariel Dorfman, por ejemplo) se comenzó a pensar sobre el
género, algunos críticos afirmaron que en él anidaba una fuerte represión
sexual al no plantear escenas amatorias. Sin embargo, el asunto era mucho más
sencillo y pedestre: si llegaran a tener algún contenido erótico, en ese
período los padres no se las comprarían a sus hijos, o sea que era una cuestión
comercial. Más adelante, al compás de los tiempos, abundaron en las historietas
la voluptuosidad y los desnudos, actitudes que también fueron condenadas por
ciertos sectores.
Vito Nervio, con dibujos de Alberto Breccia |
A través de tales
publicaciones, los chicos incursionaban en el maravilloso mundo de la aventura,
y evitaban –apelando también a la ayuda del juego-el tedio provocado por el
transcurrir de los días, tan parecidos unos a otros, circunstancia que abruma a
los adultos.
De esta manera, acompañando a los héroes, se sumergían en
civilizaciones desaparecidas que surgían en las selvas como por arte de magia.
O atravesaban desfiladeros que lindaban con tremendos abismos mientras los
atacaban malvados hombres alados. ¡Cuánta emoción! ¡Eso sí era vivir a pleno! ¡También
estimulaban el ingenio tratando de descubrir al asesino antes de que lo lograra
el nimbado detective privado!
Ese mundo fabuloso estaba desconectado del cumplimiento
de horarios de la vida cotidiana.
Recuerdo con nitidez una circunstancia de la historieta Vito
Nervio (1945), creada por Emilio Cortinas y Mirco Repetto y continuada
por Leonardo Wadel y Alberto Breccia. El protagonista era un investigador
argentino que se enamoraba de su mortal enemigo, la bella Madame de Zabatt, jefa
de la terrible banda el Triángulo Verde. Y, a su vez, ella le correspondía.
Aunque ambos se enfrentaban en tiroteos y persecuciones, hacían todo lo posible
para que el otro se salvara. Esta pasión malsana fue un cimbronazo para la
inocencia de los chicos, se trataba de un amor ajeno a los matrimonios y
noviazgos que contemplaban a su alrededor. Así, la imaginación volaba no sólo
con las proezas heroicas, sino también con los sentimientos de los personajes.
Hubo dos revistas anuales que conmocionaron al país. Una
fue el Libro de Oro de Patoruzú, que también atraía a los adultos. Era
tal el placer que se sentía con la lectura de sus historietas, notas y chistes
gráficos, que al terminar de leer el último número (salió en diciembre en el
período 1937-1985) se anhelaba que el año apurase aún más su marcha para así
poder leer el próximo. Más allá de los cuestionamientos que suscitó la
ideología retrógrada de Patoruzú, su representación
de aventuras con dibujos humorísticos provocaba en los pequeños una suerte de
encantamiento.
El Libro de la Historieta ya constituía un producto de
culto para los fanáticos del género. Se parecía a esos roperos de los cuentos
para niños que esconden en su interior un universo colmado de prodigios y ensoñaciones.
Las historietas también abrieron a los chicos las puertas
feéricas del cine. De los personajes que aparecían en las revistas se realizaron
varias versiones fílmicas. De manera que podían admirar a sus héroes casi como
si fueran de carne y hueso. Además, muchas historietas humorísticas se
trasladaron al dibujo animado, hoy llamado cine de animación porque incluye los
efectos especiales. Por ejemplo, fueron tomados todos los personajes de la
factoría Disney, y el mismo Superman
dio origen a diecisiete cortos de los hermanos Fleischer, cuya calidad y
espíritu renovador marcaron un hito en la evolución de este arte. De manera que
la narración cinematográfica, con ese sortilegio que emana de sus imágenes, se
introdujo en la fantasía infantil y la marcó a fuego. Además, viendo películas
de aventuras, los chicos terminaron sin proponérselo admirando los notables
filmes del Oeste del gran John Ford.
Súperman y Batman |
De la revista de historietas al folletín solo mediaba un
paso, y de allí a los libros de Emilio Salgari y de Julio Verne, un simple saltito.
Con Salgari los pequeños lectores se reencontraron con el mismo conflicto de
pasiones que habían observado en Vito
Nervio: el Corsario Negro y Honorata
de Wan Guld, la hija de su peor enemigo, se enamoraron. Lo mismo sucedía con Sandokán y Mariana. Ya junto a Verne empezaron
a fabular con viajes al centro de la
Tierra , o de ésta a la Luna , o la posibilidad de emprender una travesía
submarina de 20.000 leguas. La invención infantil voló sin freno hasta llegar a
la ciencia ficción, que ya habitaba el llamado noveno arte con Buck
Rogers (1929), de Dick Calkins, y Flash Gordon (1934), de Alex Raymond, por citar dos ejemplos. Aunque
en la Argentina
contamos –entre muchos- con otros dos trabajos ilustres: Bull Rockett (1952) y
nada menos que El Eternauta (1957), ambas
con guiones de Héctor Germán Oesterheld y arte de Francisco Solano López (Bull Rockett la dibujó Paul Campani
hasta 1955).
No hay que olvidar que se realizaban adaptaciones a
historietas de obras maestras de la literatura universal. La revista Intervalo fue célebre en ese sentido. Tal
vez por razones emotivas pienso en autores como Honorato de Balzac, Enrique
Ibsen, Jack London, Guy de Maupassant y la lista continúa como si formara parte
de “La Biblioteca
de Babel”, de Jorge Luis Borges. Estas transcripciones las leían principalmente
los padres pero, por supuesto, llegaban a sus hijos.
Bull Rockett, en Misterix |
Mención aparte merecen las versiones que nuestro José Luis Salinas (1908-1985) plasmó de
grandes novelas de aventuras, como Ella
y Ayesha, de Henry Rider Haggard, El capitán Tormenta y La costa de marfil, de Emilio Salgari, Miguel
Strogoff, de Julio Verne, El libro de
las selvas vírgenes, de Rudyard Kipling, y La
Pimpinela
Escarlata , de la Baronesa Emma Orczy. La estética de Salinas
privilegiaba la vertiente del estilo ilustración, y facilitaba de esta manera
el goce y la apreciación de la lectura.
Desde hace un tiempo la historieta sufre una crisis mundial
porque gran cantidad de lectores la han abandonado por la fascinación que
ejercen sobre ellos los videojuegos, la televisión, la informática e Internet,
y toda la variedad de usos que ofrecen los celulares. Sin embargo, el género aún
conserva un mercado pequeño pero fiel hasta la devoción. Y ha mostrado una
presencia activa en el aula como auxiliar de maestros y profesores.
José Luis Salinas |
En varios manuales se utilizan historietas para favorecer
la interpretación de un hecho histórico o de un fenómeno científico. Pero, a la
vez, se incluyen adaptaciones de obras famosas, acercándoles a los chicos
clásicos a los que hoy les sería difícil acceder por los estímulos visuales que
los asedian. Los dibujos distan del estilo realista que predominaba en la época
de la revista Intervalo, y en cambio los realizan artistas que sintonizan con
el actual gusto estético de los chicos.
El Eternauta |
Asimismo se editan antologías de cuentos de autores
consagrados, y en ellas se incluyen relatos en historietas.
O sea que el noveno arte se ha instalado en la escuela
como disparador de la cultura en todas sus manifestaciones y como catalizador
de la fantasía infanti. Sigue aportando imaginación y conocimientos pero con el
auxilio de las modernas técnicas didácticas.
Corto Maltés |
Repito una vez más la célebre frase del genial Hugo
Pratt, el creador del fascinante personaje Corto Maltés (1967): “La historieta
goza de buena salud y larga vida. ¡Adelante con ella!”
Germán
Cáceres
NOTA: Esta nota es publicada por gentileza de la revista cultural "Generación Abierta"
NOTA: Esta nota es publicada por gentileza de la revista cultural "Generación Abierta"
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