Como estudiante eterno de Letras y lector empedernido,
encontré siempre muchísimo gusto en regodear mis ojos con un buen mito
desconocido o historias de fantasmas y seres inimaginables. De autor o
anónimos, la narración mitológica o mágica ha fascinado a miles. No soy el
primero, por supuesto, a quien las hojas de Lovecraft, Poe, Becquer y tantos
otros antes que ellos, alimentaron el deseo (sobre)natural de escuchar
historias sobre lo desconocido que nunca conoceremos. Y es que desde que la
noche es noche y el fuego es fuego, el hombre ha vivido pendiente de esas
historias. Historias de cosas intangibles, incomprensibles, inexplicables que
por más diente que apretemos jamás llegaremos a dilucidar. Al principio de los
tiempos las escuchamos para mantenernos vivos, para pasar las advertencias
sobre el mundo externo de boca en boca. Y luego por el puro gusto de escuchar.
¿Existen los fantasmas? ¿Qué ocurre después de la muerte? ¿Existe el alma? ¿Qué
acecha en la oscuridad? Y ¿por qué? Preguntas todas casi retóricas cuyas
respuestas tampoco importan mucho,
Hace algún tiempo venía hablando con un amigo acerca de cómo
acercar estos relatos populares a la pequeña gente o juventud, que ante un
montón de hojas cuya cantidad supere números de un dígito, escapan
despavoridos. La historieta surgió, obviamente, como un termino medio entre
dibujo y texto, pero las alternativas no parecían muy accesibles o existentes.
Y casi de sorpresa (o del cielo, todo depende), me cayó encima un ejemplar de
Relatos (in)mortales.
Este trabajo de Thomson y Tabaré, publicado de manera
artesanal por la editorial Casa de papel en marzo de este año, esta compuesto
por 16 relatos tradicionales europeos adaptados. Realizados hace
aproximadamente 30 años, volvieron a la vida gracias al re-descubrimiento de
estos por parte de los autores que decidieron editarlos de una buena vez en un
solo tomo. Pero no se trata solamente de otra edición de historietas-clásicas-que-añoro-y-que-leí-en-su-momento.
De todos los relatos, algunos fueron publicados en su momento en la mítica Humi
y por Alfaguara y la mayoría en el exterior (más concretamente en Italia) por
lo que nunca vieron la luz en nuestro país. Gracias a esta edición nacional
contamos entonces con la totalidad de esta obra.
El resultado es... extraño. Uno piensa en Tabaré y es
imposible no recordar su etapa en la
Humor , su Patología del Humor, el cacique Paja Brava y tantas
otras cosas que hizo, sin dejar de lado la actual tira diaria de Diógenes y el
Linyera (¡que, nos enteramos, cumple 35 años de publicación ininterrumpida!).
Tabaré, uruguayo, es uno de los más argentinos dibujantes que conozco a pesar
de lo incoherente que puede sonar. Y el resultado es desconcertante. No me
malinterpreten. No es decepcionante, al contrario, es algo que uno no se
espera. ¿Tabaré dibujando historias sobrenaturales serias sobre fantasmas,
aparecidos y demonios europeos? ¿Qué lo llevó a hacer esto luego de tantos años
haciendo fútbol, insectos y parodia? El mismo libro aclara que, harto ya de
dibujar lo mismo, habló con Thomson para crear algo nuevo. Y así surgió Relatos
(in)mortales.
Todas las historias siguen la idea de la leyenda o el cuento
fantástico: un hecho sobrenatural relacionado con la muerte, el más allá, los
desaparecidos o las maldiciones, irrumpe en la vida de los vivos y la perturba.
Thomson adaptó varias narraciones de carácter oral desde su biblioteca y en
algunos casos narraciones que no son narraciones sino ideas que las rigen y que
se ven repetidas a lo largo de varias civilizaciones y culturas de todo el
mundo. Por ejemplo: el primer relato, “el anillo”, surge del concepto de
“muerto que vuelve por la noche para recuperar algo que le fue robado”. Resulta
interesantísima, en este punto, la posibilidad de seguir buscando información
acerca de estos relatos gracias a las aclaraciones de Thomson y los links que
proporciona luego de cada cuento (en caso de haberlos). El lector casual podrá
entender la razón de este relato y conocer un poco más acerca de las múltiples
tradiciones orales del mundo a la ora de contar una historia.
En general, el libro es muy disfrutable, tanto para el
conocedor de mitos y leyendas, como para el no conocedor. Ninguno de los
relatos supera las diez páginas. El estilo de Tabaré es diferente, de alguna
manera más fresco y agradable (sí, a pesar de que muchos digan lo contrario, el
estilo de Tabaré cambia) y las adaptaciones de Thomson son para todo el mundo.
De hecho, esto fue lo perseguido por ambos a la hora de realizar esta obra.
Acercar a cualquiera relatos que no sean para algunas edades en especial, sino
para la comunidad, como volviendo a la idea de la tribu que se reúne junto al
fuego para escuchar. Relatos (in)mortales puede ser leído por un niño, un
viejo, un hombre, una mujer. Es un libro para todos.
La edición en sí es un pequeño lujo encuadernado solidamente
y cosido a hilo, una rareza en estos tiempos de cola y tapas blandas. El libro
es un placer para los ojos y las manos que lo sostienen. Obviamente no todo es
color de rosa como puede esperarse. La edición es nueva y todavía difícil de
conseguir, ya veremos que ocurre con la tirada. Se consigue en librerías de Bs.
As., contactando a la editorial o a los mismos autores. Pero, como todo aquello
que uno reconoce de calidad, vale la pena. Y mucho.
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