LIMURA (La Duendes, Comodoro Rivadavia, 2011, 98 páginas)
El volumen reúne una serie de trabajos del dibujante Jorge Limura (29/9/1941), realizados para las revistas Humor, Súperhumor y Humi.
Comienza con una entrevista en la que el artista opina con lucidez sobre el humor gráfico y la historieta. “En mi caso, debo confesar que antes de concretar el chiste, exploro el tema en todas sus posibilidades de observación. Diríamos que me propongo diversos y a veces encontrados puntos de vista del asunto que en algún momento de su desarrollo pueden armonizar, llevando al lector en una dirección que él supone lógica y poner luego la conclusión en otra vía. Allí se produce una pequeña catástrofe que algunos llaman humor.”
La mayor parte del libro la ocupa Fuerte Brigitte, que comenzó a publicarse a principios de los ochenta en Súpehumor. Se desarrolla en algún lugar desértico de África donde hay un fuerte con legionarios franceses –que no dejan de ser simples ladrones de gallinas- y, más allá, está la población árabe. Es una historieta que parece situada fuera del tiempo y el espacio, una versión libre en clave satírica de la novela El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati.
Como aclara Alejandro Aguado en su notable nota que constituye una suerte de epílogo, “una lectura más detallada muestra también un trabajo crítico que habla de la Argentina, de sus habitantes y del contexto social y político de la época”. En suma, Fuerte Brigitte es una velada alusión a la situación del país en los tiempos de la Dictadura Militar. “Yo nunca estuve de acuerdo con el patriotismo amateur”, afirma un legionario. En referencia a los nativos, el despótico, corrupto y cobarde sargento Dupont sentencia: “A éstos, lo que los mata es la democracia”. Y un legionario padece un espejismo y cree que está votando.
Pese a que el dibujo es original y se apoya en la línea, el humor de la historieta descansa en el diálogo. Cada página es un chiste que remata en el último cuadrito, que suele ser desopilante.
Aunque Limura añade ornatos a personajes y objetos, su gráfica es despojada, y se luce en primorosas síntesis que representan casi todo con rayitas. El paisaje –a tramos- parece esfumarse, como si lo difuminara la luz abrumadora del sol de ese desierto.
Los personajes son feos, más bien monstruosos. Como dice Aguado: “Sus seres participan del grotesco y de una impronta (como se la definió en su momento) ´porcina´, por dibujar personajes de aspecto redondeado y en ocasiones exageradamente voluminosos, redondeces que se destacan en los cuerpos o en las narices”.
La otra historieta que integra esta antología de Jorge Limura –además, acompañan a la entrevista y al epílogo varios chistes- es Vida de indios, en la que el tono gris adquiere protagonismo. Aquí también la mayoría de las páginas –cada una con su correspondiente humorada- contienen seis cuadritos iguales. Asimismo el autor apela con frecuencia al empleo de gigantescas y creativas onomatopeyas.
Tanto en su grafismo como en sus tiernas y sencillas ocurrencias, se observa en Vida de indios un sesgo naíf.
Con Limura se podrá apreciar uno de los grandes momentos de la historieta humorística argentina.
Germán Cáceres
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