domingo, 20 de septiembre de 2020

Entrevista a Carlos Nine, por Jorge Boccanera

 

Aclaración: la siguiente entrevista a Carlos Nine (1944-2016) apareció en 2006 en el libro de Jorge Boccanera Entrelíneas 2, y fue replicada con algunos cambios un año después en el número 4 de la revista Nómada (Universidad Nacional de San Martín), bajo el título: “Nine, criaturas a cuerda”.  

 

Entrevista a Carlos Nine: bestiario con alma de barro

Por Jorge Boccanera


Foto tomada en su estudio


 


Nine arma sus esculturas en movimiento con hilachas de la realidad. Así, logra radiografíar el alma de los objetos y los engranajes de sus protagonistas: muñecas fugadas de una caja de música, caballeros de galera atornillados a una base de pieza de ajedrez, objetos metálicos con alas y pechos sensuales, animales de mazapán dando brazadas en un mundo plano. Nine escarba el maquillaje hasta dar con la esencia; ese núcleo en ebullición donde todo se metamorfosea. La osamenta de sus personajes va amasada con  yeso, carbonillas, cartón, pegamento y barro coloreado, igual que los pájaros construyendo su nido con musgo, pelusa vegetal, fibras, raíces y astillas de corteza. “¿Acaso el viejo Breccia y Berni no trabajaban con papeles y trapo?”, afirma interrogando.

Su bestiario va de lo fantástico a lo grotesco en una metamorfosis continua de formas que se resuelven en un estilo que lo identifica plenamente, pero no lo encasilla. La crítica, para referirse a su obra, desliza algunas vecindades -Goya, Kafka, Doré- y arrima estos conceptos: “rudo grafismo”, “imagen esperpéntica” y “decorados surrealistas”.

En verdad Nine, historietista e ilustrador nacido en Haedo en 1944, es un hacedor de texturas: tras la banda de música, sus personajes gelatinosos entran y salen de la escenografía barroca del carnaval y dicen presente en los libros Fantagás, Keko el mago, Gesta Dei, Saubon, el pato que amaba a las gallinas y, el último que editó, Pampa. Trabajos suyos han aparecido, entre otras revistas, en Fierro, Il Grifo, Comic art, Blue y Humi (Argentina), L’Echo des Savannes (Francia), la alemana U-comix, Zona 84, de España, y la norteamericana Heavy Metal.

 
Foto tomada en su estudio

El amplio bestiario creado por el ilustrador Carlos Nine, donde muñequitas fatales exhiben sueños mecánicos y magos del absurdo viajan sobre juguetes a cuerda, se prolonga a la gauchesca en su último libro, Pampa, historia en tres tomos publicada por la editorial francesa Dargaud.

La génesis de este nuevo trabajo realizado junto al guionista Jorge Zentner la cuenta Nine: “La  concebimos con Zentner, entrerriano que vive en Barcelona, cuando fuimos invitados a participar en el salón del comic de La Coruña, celebrado todos los años en ése puerto gallego y tiene mucho prestigio; el alcalde de la ciudad es fanático del género y lo hace a lo grande. Un día, paseando por la costa caímos en la cuenta de que en Francia, mercado para el cual ambos trabajábamos independientemente, no tenían la menor idea de qué cosa era un gaucho, aunque los especialistas habían visto fotos de un Gardel vistiendo de paisano dominguero; otras referencia eran las películas de Valentino disfrazado de  gaucho-chulo de utilería”.  

Los hilos argumentales de Pampa -que reúne en un escenario criollo una fauna fantástica de seres sobrenaturales, mitos y creencias de la llanura- descansa en la historia de un cuchillo: “Hay un facón que pasa de mano en mano dejando un reguero de sangre, hasta romper el hechizo de una india violada transformada en luna ‘mala’, con el mero acto de arrojarlo al fondo de un aljibe para astillar allí el reflejo espectral del satélite-mujer. Hay de todo: muertos que salen de sus tumbas y galopan descarnados buscando venganza, hijos transformados en lobizones, etc. Pero el objeto fetiche que hilvana todas las historias es el facón. Un  folletín a la manera de José María Gutiérrez”.

Pampa está por aparecer como libro de regalo para las fiestas con textos introductorios adicionales: “Sí –completa Nine- una sintética historia de la pintura argentina que escribí referida al tema gauchesco y otro texto reseñando nuestra literatura sobre el tema, en especial la del siglo XIX, sin olvidar el circo de los hermanos Podestá y los almanaques de Molina Campos”.


Fantagás


Un punto fuerte de Nine ha sido otro de sus libros publicados en Grancia, Saubon, el pato que amaba a las gallinas, que recibió el premio “Alph Art” por guión y dibujo al mejor trabajo extranjero en el festival de historietas más importante de Europa, celebrado en Angouleme, Francia. Publicado en bello formato, el libro agotó varias ediciones y está el proyecto de que aparezca en Argentina en el sello propio de Nine: El Yeite Ilustrado.

      La génesis del pato se remonta al año 1989, cuando apareció en una laguna, precisamente la que se le hizo al autor mientras dibujaba para las páginas de la revista Fierro: “Yo publicaba “Keko el Mago”, y como había llegado a un momento en que no sabía por dónde agarrar, inventé ese patito que tiene una novia oficial, una gallina estéril que pone huevos huecos; de modo que existe una situación de histeria entre ambos. Además, el pato tiene ideas de izquierda, es un intelectual”.

      Saubon, el pato que amaba a las gallinas, definido por su autor como “un culebrón protagonizado por animales”, se hizo con el premio francés tras ser votado por un jurado compuesto por nueve mujeres: “Es extraño, pensé que como el pato está todo el tiempo haciendo el amor con todo tipo de hembras –chanchas, gatas, vacas, gallinas, amas de casa, incluso hace el amor con objetos, con una rosquilla de harina- podían interpretarlo como algo machista, pero no fue así”.

Sucede que Saubon, resulta irresistible a las mujeres; conversan con él  y quedan seducidas por el personaje que se asemeja al argentino medio de hoy. Y si estar “pato” en la jerga callejera es estar sin dinero; este pato es un desocupado que apenas cumple trabajos informales. Por si fuera poco, tiene problemas de identidad: “Yo quería hacer un desdichado que a pesar de todo mantiene coherencia ideológica, sabe que hay que modificar las cosas, no se arrepiente de lo que fue y trata de sobrevivir, y junta su ideología con un desbordado erotismo”.

Y sigue Nine en la trama de este “patito” con por novia tiene una gallina estéril que pone huevos vacíos: “El pato fue de izquierda, intelectual. Ahora es un desocupado, esto tiene que ver con el argentino de hoy. Quise hacer un desdichado que pese a todo mantiene coherencia ideológica, sabe qué hay que modificar, y trata de sobrevivir. Quiere agregarle a su marxismo, erotismo, para que entre de otra manera. No es solidario, es violento. Hay una escena donde un vendedor de gasolina vuelve a la casa y lo sorprende. El pato que llegó a la casa como vendedor de cepillos y acababa de hacer el amor con la esposa del tipo, comete el error de esconderse en el horno de la cocina apagada. Le viene la memoria genética de los patos asados, le da un sofocón y sale. Lo pesca el marido engañado y se agarran a trompadas toda noche, y mientras se golpean él explica el tema de la lucha de clases. A la mañana siguiente la mujer que escuchó toda la pelea, los abraza y le dice al marido: ‘comprale un cepillo’”.




Aunque premiado y con éxito de venta en el exterior, el libro no ha salido aún en Argentina debido –explica Nine- al deterioro del mercado: “Teníamos un lector de historieta, un público propio, mientras que en otros países como Brasil están tratando de crearlo. Hoy, ese público no tiene poder adquisitivo y dentro de diez años se va a perder”. En esa dirección, agrega: “Al lector hay que ponerle problemas, exigirle. Quiero que sepa que hay maneras más complejas de contar”.

Sobre la etiqueta remanida de “absurdo” adosada a situaciones supuestamente de cabeza, apunta su desacuerdo: “Con eso se pone en tela de juicio la normalidad. ¿Pero cuál es esa normalidad? Como si fuera fácil evaluar y decidir qué cosa es absurdo, o es real. Para mí sería normal ver un pato del brazo de una mujer. Si Leda y el Cisne de la mitología griega existen, yo me basé en el mito griego”.

Otro libro de Nine que circula por Francia es Gesta Dei (Los trabajos de Dios) que, en forma de enciclopedia recopila ilustraciones publicadas en distintos diarios: “Me fascina la ilusión que tiene un lector de enciclopedia de acceder al conocimiento; es como un sortilegio. Tenerlas tranquiliza. Yo, en cambio, de esas lecturas salía cada vez más confuso, por lo que intenté hacer en Le Monde, Clarín, La Nación, un paquetazo, y los armé como si vos en lugar de una lectura normal, abrís la página sesenta y pico y ves un título y aprendés a leer imágenes porque le agregás el significado. En una se ven edificios rotos (esto se publicó a fines del 2000, principios del 2001); productos de una pequeña explosión, el humito negro; una de las viñetitas es un avioncito. La página se llama ‘16 Vistas de Nueva York’. Y ahí tenés no lo que ocurrió, sino lo que iba a venir”.

 




Inicios: la tiza, la orquesta

Todo Nine es una mano dejando manchas donde pisa; es un niño que no puede dejar de garabatearlo todo: “Yo dibujaba todo el tiempo en el cuaderno, en el pizarrón. Siempre fui lector de historietas mi viejo me compraba algunas. Precozmente, advertía diferencias de estilo. Mi vida cultural –bien clase media argentina- se armaba con algo de cine y mucho de los libros de la colección Robin Hood y Billiken. Pero además el mundo del tango, que atravesaba los pasillos de mi casa, la casa de mis viejos María y Julio. El dibujo entra más que como juego, como algo irreprimible. Mi Viejo, que me alentó bastante, se hartó; me decía que tenía que jugar a la pelota, que no podía pasar todo el tiempo dibujando. Pero yo estaba obsesionado. Mi viejo era violinista en una orquesta de tango; esos bailes de noche que eran una cosa prohibida para otros, eran para mí. Cuando falleció mi papá, entré a trabajar en una imprenta en La Boca. Él, que era  terriblemente antiperonista, trabajó en unas diez orquestas, una de ellas, la de los hermanos Perona. Yo le decía: ‘viste, Dios te castiga’”.


Viñeta de Pampa


      El niño devora revistas y bolsas de pasas de uva en la azotea, refugiado dentro de un enorme paraguas viejo. Escucha la voz de Robinson Crusoe que desde una revista le habla del valor nutritivo de las pasas de uva: “Era fácil acceder a esa fantasía. Y a la aventura que eraesa para mí, la de Crusoe. Nunca me interesó la ciencia ficción. ¿Qué me vas a hablar a mí, sudamericano, de los rayos catódicos? Uno se puede ver como un detective, pero lo otro no. Es un mundo desolado en el que no podía entrar. En cambio leí 20 veces Robinson Crusoe; me interesaba cómo hace un tipo para sobrevivir”.

Nine respira tango, escucha piezas perdidas que le acercan los coleccionistas, quizá traslada una sonoridad a sus carbonillas, a sus acuarelas, un movimiento de cortes y quebradas a sus masillas: “En Keko el mago incluí tres tangos. Keko deja de actuar y viene un tango, como una comedia musical en historieta. Ahí aparecen dibujados algunos músicos; de hecho el compañero de Keko es Gelatina, un gordo que toca el bandoneón y que es igual a Troilo cuando era chiquito. Keko lo encuentra en una canastita: el viejo fuelle abandonado…”. Sobre la pinta de sus personajes, como salidos de una letra de tango, arguye: “Como vestidos de otra época, sí. Yo los visto como en los años 30, que es una moda que me gusta, me da posibilidades de dibujar. Si vos tenés un tipo con sombrero de paja, chaleco y clavel, con gabardina y  bastón, lo tenés que dibujar. Yo colecciono fotos de esa época, y las uso como inspiración. Keko es un tipo muy bien vestido, la madre es una teta directamente. recuerdo que una vez se me acercó una chica y me: ‘usted dibuja en lunfardo’”.

Nine habla entusiasmado de otro proyecto que lo tiene en vilo: un mural para el subterráneo a realizarse el año próximo y que tiene como tema una de sus pasiones: el tango. Por esa vía pasa uno de sus últimos trabajos, para el que debió ilustrar la estación de subterráneos “Osvaldo Fresedo”, entre Jujuy y Venezuela, por invitación de Hermenegildo Sabat: “estoy esperando que se inaugure la línea H de subterráneos, que unirá el norte y el sur de la ciudad por debajo de la avenida Pueyrredón y su continuación, Jujuy. Cada estación está dedicada a un personaje famoso del mundo del tango.  Me tocó Fresedo; irán dos murales muy grandes sobre las bocas de los dos túneles y otros seis de diferentes tamaños, a los costados. Estoy muy entusiasmado con esto,  no sólo por mi fanatismo con el tango, sino porque es además la primera línea de metro de consagración temática referida a una manifestación artística, del mundo”.  

Cuando la palabra “grotesco” como un modo de conceptualizar su obra, se le acerca, exclama: “Lo que yo hago no son grotescos. Es normal. Vivo inmerso en lo grotesco, es donde estamos viviendo. A los franceses les encanta, se olvidaron que tuvieron un pasado grotesco. La bestialización o el subrayado de alguna característica, está también en mucha letra de tango. Cuando me preguntan en Europa qué es el tango, les digo: ‘Hay un montón de huérfanos en una playa que acaban de naufragar; empiezan a juntar palitos para hacer un fueguito y calentarse las manos. Se viene la noche y tienen la ropa mojada. Eso, es el tango’”.

 

Keko el mago


Un realizador de texturas

Nine es un hacedor de texturas. Sus personajes gelatinosos se mueven en una escenografía a ratos barroca. Surgen, según el artista, de unos pocos objetos y una “manual de ideas”: “Yo empiezo por objetos -dice-. Tengo un dado, una silla, un mono y un camino que se pierde; bueno, algo tiene salir de combinarlos. Y tengo mi manual de ideas, llevo 4 tomos; son dibujos que hago mientras estoy hablando por teléfono o en estado de ocio, y que  recorto y pego en ese libro. Esos garabatos que forman una enciclopedia para saber quién soy, me permiten saber también por dónde andan mis pensamientos, mis ideas. Es un diccionario de mi persona. Algunos de mis libros publicados partió de garabatos que guardé, transformé en personajes y envolví en una trama”.

Para la puesta en escena de sus personajes, el historietista  debe manejar elementos de luz y sombra, lo que da mayor –puntualiza- verosimilutud. Y comenta su deseo de hacer muñequitos e iluminarlos como en el teatro: “A mí me volvió loco el cine mudo, donde todo funcionaba con a luz de sol; armaban los decorados, ponían una tela blanca para tamizar y eso era la luz. Me interesó mucho la iluminación y cuando trabajo con mis muñecos uso una luz cenital.

Una consigna posible de su trabajo -todo bicho camina va a parar a su atelier- podría sintetizar una labor que en la que el ilustrador se prolonga en escultor y artesano:

“Esa historieta la inicia el viejo Alberto Breccia –comenta como develando- que hacía originales con maderitas, es un avanzado, un artista plástico. Yo trabajo con varios elementos. Ahora estoy haciéndolo con un material sintético, una masilla maleable que cuando seca da una cosa marfilina. Obliga a trabajar rápido para plantar la idea; después uso tornos y gubias. Lo manual me quedó de mi Viejo, que además de violinista era zapatero, hacía botas finas, a medida Para mí no hay espectáculo más maravilloso que la mano de un tipo manejando una herramienta. Yo veía su mano llena de nudos, venosa, y la habilidad para utilizar esas herramientas gastadas”.

Sobre un estilo de “grafismo mellado” que le adjudican algunos críticos, explica que  viene por Saubom: “Que como lo hice con pluma, hay momentos de trabajo exasperado, escenas eróticas. Los cuadros se van oscureciendo, llenando de rayas, hasta que en las sombras se ven dos cuerpos, el del pato y el de una mina. Y ahí aprovecho para cargar mucho los cuadros hasta que se vuelven abstractos. Visualmente, ese montón de sombras, insinúan”.




Al hablar de vecindades aparecen varios nombres. Sobre Doré, comenta: “Claro, es un gran ilustrador francés, y como yo utilizo una forma de dibujar que es un poco como antigua, me lo nombran. Trabajo con plumas, trazos gruesos y finos, muchas rayas, sombreado; es difícil hacerlo con la pluma”. Sobre Dalí, es categórico: “Como pintor me parece relamido, es un pícaro”. Y tras autocalificarse –guiño por medio- de “renacentista, salvando las distancias”, teniendo en cuenta el cruce de elementos utilizados y sus trabajos inclasificables, entra de nuevo a la anécdota: “Descubrí hace tiempo a Julio González, un escultor catalán del que Picasso sacó mucho.  Lo de Picasso era armar y volver a construir, vale decir: un espíritu de riesgo. Eso me lo explicó un tío mío que no era dibujante, sino bandoneonista y ferroviario. Lo visité después de mucho tiempo y hablamos del fueye. Yo era adolescente y lo tenía por un tipo conservador. Le hablaba de Troilo y me respondía sin entusiasmo. Lo increpé: ‘¿Qué, no te gusta Troilo?’. ‘No, sí, cómo no me va a gustar? –me dijo- pero no arriesga. Piazzolla sí’. Él me hizo escuchar a Rovira. El mensaje era ése: hay que arriesgar; la sensación de que estás corriendo peligro no te la quita nadie. Si no, te jubilás”. Y en esa línea pone a Bruneleschi, arquitecto, pintor y matemático, que construyó el famoso techo circular sin soportes de la Basílica de Florencia: “Era un genio. Y no hablemos de Leonardo que era un poco el paradigma, esos tipos sabían de cocina, de geometría, de arquitectura”.

Y hablando de influencias y cercanías –también se suele mencionar a Kafka en referencia a su trabajo- Nine dice sentirse próximo a los escritores Boris Vian, Felisberto Hernández, Oliverio Girondo y Roberto Arlt: “son nombres obligados. Cuando descubrí a Vian me volví loco, tengo todos sus libros, hasta guiones, me encanta su forma de escribir. Es crítico de jazz, traductor, músico, cantante, compositor. En el estantito de Vian tengo a Felisberto Hernández y a Girondo, que nunca se pone viejo, no se arruga. Pero Arlt es el capo de los escritores argentinos. Siento una proximidad muy grande con las visiones que tenía el Bosco, y quien vio su pintura, que remite a simultaneidad de situaciones caóticas, encuentra a Arlt”.



En rev. Humi


En la lista de gustos hay ilustradores como el citado Breccia, pero también el Oski “irreverente”, y Berni: “El primero, un desacralizador de enciclopedias, muy buen dibujante. Berni es el primer pintor que hizo una serie con nombres, como si fueran personajes de historietas, yo digo que él hace historieta”. Breccia y Osky eran muy amigos, compartían alcoholes. Estuvieron cuatro días en pedo en un hotel de Venecia; cuando despertaban querían mear en el guardarropa. Eran dos duros, de código duro. Si tenían ganas de destruirte y te veían muy hinchapelotas…vea maestro...te daban”.

Entre los duetos que debió integrar, aparece Alejandro Dolina, a quien le ilustró varios libros en un trabajo sustentado en un diálogo fluido: “Primero fue en Humor, luego en sus libros. Me contaba por teléfono –yo lo llamaba temprano, él estaba recién levantado- cuál era más o menos el tema que estaba escribiendo, me daba ideas deshilachadas. Luego nos juntábamos, él con las hojas mecanografiadas y yo con mi dibujo, a ver si coincidíamos. Y todo encajaba muy bien. Era muy interesante, como cuando Homero Manzi componía por teléfono. Pasado el tiempo, en el curso de una entrevista Dolina dijo que analizando mis dibujos había visto allí gérmenes de cuentos futuros”.


Figuras y relieves. Foto tomada en su estudio.


 

Desdoblarse en dibujante y guionista

Historietista de raza, pero definido en los cruces culturales sin anclaje de modas, se pone serio cuando expresa sus búsquedas estéticas, sus obsesiones: “A veces veo el sistema de hacer historietas de estados Unidos donde a la letra H la firman el guionista, el que hizo el lápiz, el entintador, el letrista…bueno, hay siete oficios para hacer una H. En mi adolescencia me agarró una crisis porque quería entrar en el arte importante, y cuando entro en la academia y empiezo a convivir con gente que estudia plástica me doy cuenta que son insufribles, pedantes, napoleónicos, ambiciosos. Como esto no era lo que yo pensaba, vuelvo entonces a la historieta, pero con el bagaje del tipo que estudió pintura. Trato de cultivar al lector, pretendo hacer formas dignas de arte, quiero que sepa que hay manera más complejas de contar”.

Planteado el interrogante de si el  mundo de la imagen virtual podría desplazar a un lector habituado a los códigos de la página ilustrada, asiente: “Sí, lo modificó bastante. El público de la imagen electrónica es más ansioso, no digiere matices, quiere estímulos rápidos y fuertes. Un lector auténtico de historietas, puede avanzar y retroceder en el relato, advertir que el dibujante hizo algo gestual para subrayar algo; hay un clima que no está dado por el movimiento. De pibe leía la revista Puño fuerte que traía una historieta, “Laredo, ranger de Texas”, hecha por un norteamericano con un dibujo absolutamente económico, telegráfico. El personaje casi ni habla, son todos climas. Los argumentos eran todos visuales, eso es la historieta”.


En rev. Raf


Nine es en verdad una dupla, dibujante y guionista a la vez: “Empiezo a escribir con las primeras historietas. Como no me gustaba los guiones que me proponían,  dije ‘los voy a hacer yo’; y al intentarlo me di cuenta de que minimamente ‘tenés que escribir’. Se me ocurría la idea pero tenía dificultades al trasladarla; fui ejercitando y le encontré la vuelta. La crítica del pato está más que nada referidas al texto, porque premian guión y dibujo. Dicen que este personaje tiene una capacidad simultánea de transmisión de ideas; llamativa, porque el tipo cambia permanentemente de tema, es charlatán. En esto del guionista y el dibujante hay un tercer personaje que a veces tiene que mediar y es el director de arte que llevo adentro. Es un método esquizofrénico”.

Entre los trabajos últimos de Nine, hay una historia gótica Donjon (“Mazmorra”), publicada en España con personajes que viven en catacumbas, y la ilustración de un cuento del danés Christian Andersen para una editorial de Taiwán: “Se trata del libro ‘La Vendedora de Fósforos’, de Andersen, bellamente escrito y que pertenece a sus textos ‘desgarradores’. El personaje es una nena que muere congelada; era una época dura y Andersen quería despertar conciencia sobre la orfandad y la miseria de los pibes”. Y entre sus proyectos se cuenta un segundo libro del pato y la publicación en Francia de su libro Estampas de Oeste, una burla del western norteamericano.


De Estampas del Oeste


      Y en el último párrafo aparece la protagonista de todos los haceres de Nine, esa imaginación que lo lleva a asociar entidades dispares, lejanas entre sí: “Me impresionó lo que decía Cortázar, que para que algo sea fantástico tiene que ser exactamente como es habitualmente, a excepción de un pequeñísimo detalle que saca todo de contexto”.




En revista El péndulo, 1986.


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