Tratar
por décadas la evolución de la historieta es un enfoque discutible al igual que
cualquier clase de periodicidad, pero resulta de gran ayuda para circunscribir
una etapa y observarla con cierta libertad. Sería como hacer un alto en el
camino y preguntarse ¿dónde estoy? Esta nota no es una historia del noveno arte,
así que resultará imposible incluir a todos los autores y revistas.
Hay
que tener presente que en junio de 1966 –o sea en la anterior década- un golpe
militar tomó el poder y se autodenominó Revolución Argentina reproduciendo lo
que es característico de estas rupturas institucionales: represión,
autoritarismo, política de entrega y, por supuesto, aplicación de principios
económicos neoliberales. Y recrudeció el fenómeno de la guerrilla, cuyos
principales grupos fueron Montoneros y el ERP. Un acontecimiento político fundamental
fue El Cordobazo de 1969, todo un símbolo de la resistencia obrero-estudiantil
a la dictadura. Luego, la pretendida Revolución concluyó cuando Cámpora ganó
las elecciones en 1973, pero después presentó su renuncia y retornó al poder el
General Perón, hasta que en 1974 falleció. Y el 24 de marzo de 1976 se inició
uno de los episodios más horrorosos de la Argentina con el golpe de estado que se propuso
reorganizar la nación.
Tal
vez no corresponda hablar de declinación –como se suele calificar a esta
década- sino de fin de ciertos procesos y comienzo de otros En ella cerraron dos íconos como Rico Tipo (1973) y Patoruzú (1977). En la anterior, y en 1963, había dejado de salir
otro, Patoruzito.
Sin
embargo, hubo sucesos luminosos como la aparición de la revista cordobesa Hortensia en 1972, bajo la dirección de
Alberto Cognini. Fue un soplo de frescura y sabor popular que además aportó notables
autores como Crist (Cristóbal Reinoso), Ian Amuschátegui y el rosarino Roberto
Fontanarrosa (con sus dos estupendas creaciones, Inodoro Pereyra, el renegau y Boggie,
el aceitoso). La publicación cerró en 1990, pero la Docta aportó, además, cuatro
bienales de “El humor y la historieta que leyó el argentino” (1972, 1974, 1976
y 1979).
Otra
sorpresa del mismo año fue Satiricón,
dirigida por Oskar Blotta (hijo), y con Carlos Ulanovsky -jefe de redacción- y
Andrés Cascioli - director de arte-. La publicación poco a poco se fue
nutriendo de desaforado desparpajo y fue prohibida en octubre de 1974 por el
gobierno de Isabel Perón. Cascioli entonces fundó con el mismo staff (1) Chaupinela, que siguió la misma
orientación hasta que fue clausurada. Hubo una competidora, Mengano, de la editorial Julio Korn –en
ella participaron Oski (Oscar Conti), Quino (Joaquín Lavado) y Alberto Breccia-,
que cerró en 1975.
Andrés
Cascioli dio el batacazo en 1978 con Humor
Registrado –que se transformó en Humor-,
y en 1980 con Superhumor, y contó con
un plantel de lujo (2), mientras él dibujaba las caricaturas de las tapas. En
sí, su desmesura y sus ironías sobre la dictadura militar se erigieron en una
suerte de bastión de resistencia.
Tiras del diario Clarín: El loco Chávez, de Trillo - Altuna, El mago Fafa de Bróccoli y Teodoro & Cía de Viuti. |
Clemente, de Caloi |
Otro
giro lo aportó el diario Clarín a
partir de 1973 con la publicación en su última página de material totalmente
nacional. Allí se destacaron Crist y Fontanarrosa; Horacio Altuna y Carlos
Trillo con El loco Chávez; Tabaré,
Guinzburg y Abrevaya con Diógenes y el
linyera; Alberto Bróccoli con El mago
Fafa. Pero la sensación fue Clemente,
de Caloi (Carlos Loseau), que alcanzó su repercusión más alta con los
comentarios del personaje sobre el Mundial de Fútbol del ´78. Terminada la
década, en 1981, las reflexiones de Viuti en Teodoro & Cía. representaron una crítica al Proceso.
Dos nuestras del las tiras en columnas en la contratapa de Clarín |
Ya
en 1969 publicaba sus inspiradas caricaturas Hermenegildo Sábat en La
Opinión y más tarde en Clarín. No puede dejarse de mencionar la revista Lupin, que divirtió con su humor desde
1966 hasta abril de 2007, bajo la guía de Guillermo Guerrero y Héctor Sidoli.
Tampoco Top, de 1971 -con la
dirección de César Spadari-, que era un producto de Cielosur (que en Fabián Leyes y El Huinca reimprimía material de Enrique Rapela).
En ella salió Marc!, esa audaz creación con textos de
Osvaldo Lamborghini y arte de Gustavo Trigo. La publicación cerró a fines de
1972. Además, el genial Quino dibujó su Mafalda
(que surgió en 1964 en Primera Plana,
pasó al El Mundo y luego a Siete Días hasta 1973). En 1974 el
diario Noticias publicó La Guerra de los Antartes, con guión de
Oesterheld y dibujos de Trigo, hasta la clausura del periódico en agosto de ese
año.
Pero
la atención la acapararon las editoriales Record y Columba, que fueron bastante
cuestionadas en su momento, sobre todo la última.
Columba
alcanzó su apogeo entre 1972 y 1974 con las revistas El Tony, DÁrtagnan, Intervalo, Fantasía (y sus respectivas variantes de colores, álbumes y
anuarios), y Nippur de Lagash, Dennis Martin, Álamo Jim y Cabo Savino. Esta editorial cosechó todos los
prejuicios y opiniones despectivas con los que se acostumbró a desacreditar el
género. Se la tildó de vulgar, de bajísima calidad artística, carente del
mínimo vuelo y, además, se le atribuyó como única motivación lo comercial.
También se le reprochó su mala calidad de impresión y su desvaído color.
Debe
hacerse una revisión de esta valoración. Cuando se obtiene tal nivel de ventas
como sucedió con las producciones de Columba (Gociol yRosemberg calculan dos
millones y medio de ejemplares mensuales durante1970/75), todo debe hacerse con
rapidez, y en el poco tiempo disponible no hay cabida para la experimentación y
el refinamiento estético. Más aún, ese ritmo requiere dibujantes y guionistas
muy profesionales y con una enorme capacidad de trabajo. Y si bien había una
censura editorial que no permitía hacer referencias corrosivas a la realidad
social, no puede negarse su éxito (en el interior fue absoluto). El mérito
consistió en la búsqueda de una historia
con gancho y dibujada con un estilo gráfico realista. En su plantel se cuentan
–al igual que en Record- una lista de los mejores historietistas argentinos (3).
Pero la estrella fue, sin duda, Robin Wood, cuya producción alcanzó cifras
increíbles (se opina que gestó mucho más de cinco mil guiones y aportó más de sesenta personajes). Debió
adoptar varios seudónimos (4) porque la mayoría de las historietas las escribía
él.
Las
revistas de Ediciones Record, que dirigía Alfredo Scutti, gozaron de una mejor
aceptación entre los paladares exigentes. La principal fue Skorpio (5), que apareció en 1974 y contó con la consagrada
historieta Corto Maltés, de Hugo
Pratt, y la reedición de varios títulos de Oesterheld. El director de arte era
Juan Zanotto y, tal vez, el más importante colaborador fue el guionista Eugenio
Zappietro (6): entre sus logros figuró Precinto
56, cuyo héroe era el teniente Zero Galván, y la dibujaron sucesivamente José
Muñoz, Arturo del Castillo, Ángel Fernández y Gustavo Trigo. Más aún, en 2011,
Zappietro, con su libro Mi nombre es Zero
Galvá, ganó el premio Novela Negra convocado por la Editorial Del Nuevo Extremo y
el festival BAN! Record contó con importantes autores y algunos de ellos también
lo fueron de Columba (7).
Entendemos
que esta década no puede condenarse, sino que exige una mirada distinta, otra
perspectiva, posiblemente nuevos códigos. Habría que recordar que algunos críticos
cinematográficos consideran con audacia y espíritu de renovación que lo mejor
de la producción estadounidense fue el cine cómico mudo y la comedia americana.
Una perspectiva de similar amplitud debe emplearse para analizar la historieta.
Germán Cáceres
(1) Entre otros Crist, Jorge
Guinzburg, Carlos Abrevaya, Roberto Fontanarrosa, Carlos Trillo, Mario Mactas,
Alberto Dolina
(2) Domingo Mandrafina, Maitena
Burundarena, Horacio Altuna, Francisco Solano López, Alfredo Grondona White,
Rep (Miguel Repiso), Raúl Fortín, Meiji (Jorge Meijide), Sanyú (Héctor
Sanguiliano), Eduardo Maicas, Enrique y
Patricia Breccia, Ceo (Eduardo Campilongo), Fati (Luis Scafati), Tabaré (Tabaré
Gómez Laborde), Jorge León Limura y los extranjeros Claire Bretecher y
J.G.Ballard.
(3) Carlos Vogt, Domingo
Mandrafina, Ernesto García Seijas, Daniel Haupt, Silvestre “Frank” Zsilagyi;
Rubén Marchionne, Enrique Alcatena, Alberto Salinas, Alberto Saichann, Lucho Olivera,
Jorge Mohrain, Luis García Durán, Julio Álvarez Cao, Juan Dalfiume, Clemente
Rezzónico, Tibor José Horvath y hasta el mismo Héctor Germán Oesterheld.
(4) Roberto Monti, Joe Trigger,
Mateo Fussari, Carlos Ruiz, Noel Mc Leod, Robert O´Neill, Rubén Amézaga y
Cristina Rudlinger.
(5) Entre otras de sus
publicaciones se pueden mencionar Corto
Maltés, Pif- Paf, Tit-Bits, Gunga Din, Fénix, El Tajo.
(6) Firmaba en general como Ray
Collins, pero además empleaba los seudónimos Mario Galván, Diego Navarro, Pedro
Luján, Eugenio Reynal Arrigo, Servando Mendizábal y Julia Salgado.
(7) Ricardo Barreiro, Alfredo
Julio Grassi, Enrique y Ricardo Villagrán, Bruno Premiani, Alberto Breccia,
Carlos Casalla, José Luis Salinas, Carlos Roume, Jorge Moliterni, Carlos Albiac,
Horacio Lalia y Juan Jiménez.
Bibliografía
-Aguado, Alejandro,
“La historieta de aventuras creada por argentinos vive en Italia”, en www.laduendes.blogspot.com.
-Birmajer, Marcelo, Historieta: la imaginación al cuadrado.
Buenos Aires, Dialéctica, 1988.
-Cáceres, Germán,
“Historieta y mayo francés”, en www.letras-uruguay.
espaciolatino.com
-Cáceres, Germán,
“Testimonios”, en Neveleff, Julio, Con
las historietas se come, se cura y se
educa/ Revistas argentinas 1983-1993. Editorial de la Universidad Nacional
de Mar del Plata, Mar del Plata, 2014.
-Catálogo de la
segunda muestra “El humor y la historieta que leyó el argentino” (del 25/10 al
15/11/74). Siglo Veintiuno Editores Argentina, Córdoba.
-Gociol, Judith, y
Rosemberg, Diego, La historieta
argentina/Una historia. Ediciones de la Flor , Buenos Aires, 2000.
-Sanguiliano, Héctor
Sanyú, 100 años de historieta en el
mundo. La historieta en la historia
argentina. Aiglé Ediciones, Buenos Aires, 1997.
-Trillo, Carlos y
Saccomanno, Guillermo, Historia de la
historieta argentina. Ediciones Record, Buenos Aires, 1980.
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