La segunda edición de la “Colección
Continuará…” presentada por la versión actual de Fierro y publicada por la misma editorial del diario Página 12, consta de cuatro tomos de 96
páginas cada uno.
El primero de ellos, Amapola
Negra de Héctor Oesterheld (guión) y Solano
López (dibujo), rescata la serie de aviación ambientada en la Segunda Guerra
Mundial, que salió en los años 50. El título toma el nombre del bombardero que
da origen a cada episodio. El texto de Oesterheld es excelente y presenta todas
las características que lo destacaron como uno de los más grandes argumentistas
del mundo, pues en su época renovó el
género. Se trata de aventuras bélicas en un contexto histórico real, en el
que se desarrollan sucesos –en su
mayoría trágicos- de profundo sentido humano,
que calan hondo en el lector y entretienen. A la vez, están dibujadas por un inspirado
Solano López, con el particular trazo de gruesas pinceladas negras, estilo que también utilizó en El
Eternauta. Este libro rescata
una obra admirable que había quedado eclipsada por otras importantes
historietas de los mismos autores.
El segundo libro, Dr.
Fogg y otras historias, presenta mini series con guiones de Carlos Albiac y Oscar Armayor, y arte de Angel Lito Fernández. En el caso del dibujante, se trata de dos de
sus trabajos más personales, donde se evidencia que “puso todo en el asador”,
en particular en Undermédanos. En éste la
gráfica de Fernández se luce ampliamente, y lo posicionó como uno de los
principales y más prolíficos artistas de la historieta argentina. Las composiciones
de página, además, son sobresalientes. Estas
historias fueron publicadas previamente
en la versión de los años 80 de la revista Fierro
de Ediciones de La
Urraca. Del Dr. Fogg, en la que prevalece un
clima opresivo propio de una narración de misterio, cabe destacar que exhibe un
diseño distinto del que presentó en el suplemento “Continuará” de la edición
original de Fierro. El rediseño es un
acierto porque facilita la lectura visual, ya que en anteriormente se había
publicado en formato de tiras, con lo cual se perdía parte de su riqueza
gráfica.
El tomo tres, Tinta mortal, consiste en
un compilado de historietas unitarias de Peiró
(Manuel Peirotti), reconocido en su Córdoba de origen y residencia, y uno de
los más impactantes y personales autores que dio la historieta nacional. Es un creador
que había que rescatar y valorizar para
las nuevas generaciones de lectores, ya que se encuentra un tanto olvidado. De las historias seleccionadas –publicadas en
la citada Fierro-, algunas con
grandes dosis de violencia y sexo, dos giran
en torno a personajes del sub mundo del hampa de nuestro país en la primera
mitad del siglo XX; otra tiene como trasfondo la violencia política latinoamericana
y nacional de décadas pasadas; otra -muy imaginativa- supuestamente transcurre
durante la Segunda Guerra
Mundial y, por último, la que trata
sobre El Cueros, el mítico personaje de las creencias populares, tal vez constituya uno de los hitos de los
años 80 por la calidad del dibujo y de su relato. Aunque este tomo resulta un gran paneo por la
obra “seria” de Peiró, sería bienvenida la incorporación de otras dos
historietas “clave” de su trayectoria, como es la del bandido rural Mate Cosido
y la de la Guerra
de Malvinas, como así también las que realizó para Súperhumor, Humor y Sex Humor, todas brillantes en cuanto a
calidad. Peiró es dueño de un dibujo exquisito, exuberante en detalles que
combina con una relevante maestría en la aplicación de negros plenos, cuyas luces
y sombras recuerdan a la fotografía de autor. Peiró demuestra ser capaz de conferir
características caricaturescas a su dibujo “serio” e hiper realista al retratar
a los tipos sociales argentinos.
El cuarto y último tomo es El desmitificador
argentino y otras historietas eróticas de El Tomi, que compila los trabajos que éste dio a conocer en el Fierro actual. Como bien se sabe, ElTomi es un dibujante con un estilo de factura realista libre, personal e imaginativo. En algunos episodios de la
mini serie Freak City, su dibujo
adquiere niveles refinados, como el que cierra el libro.
Mención aparte merecen las
introducciones a cargo de Juan Sasturain, en las que se luce escribiendo amenamente
acerca de sus grandes motivaciones como escritor y analista: la historieta y
sus hacedores. Dado la importancia de los
autores tratados y el modo en que los aborda, aquellos lectores de revistas
como Súperhumor o la primera Fierro –de las que fue jefe de redacción
durante varios períodos- se sentirán complacidos, pues remite a tiempos e historietas que desplegaron una creatividad arrolladora.
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