Rodolfo Fucile es ilustrador y
dibujante de amplia trayectoria que colaboró con medios gráficos como Clarín, La Nación , Caras y Caretas, Orsai, Brando, First,
Cinemanía, Beglam, La mujer de mi vida y Mavirock. Como así también Ilustró libros de destacadas editoriales e storyboards e ilustraciones para
diversas agencias de publicidad. Publicó los libros Artistas irrelevantes (2008), Vicios y
virtudes del Carnicero (2010), El Supervisor (2012) y Fuera
de Serie (2013).
- ¿Desde cuándo dibujás y qué te motivó a dibujar?
Empecé
a dibujar de chico, como todos, pero nunca dejé de hacerlo (no soy muy original
en esto). Me acuerdo de que armaba revistas de fútbol con dibujos y reseñas de
partidos imaginarios. También me gustaba la caricatura. En algún momento ese
pasatiempo se transformó en una vocación y empezó a ocupar un espacio más
importante. Hoy en día el dibujo es mi trabajo, mi canal de expresión y sigue
siendo un espacio de juego.
- ¿Cuándo y dónde comenzaste a publicar?
Creo
que las primeras ilustraciones editoriales me las encargó Longseller, cuando
tenía 19 o 20 años más o menos. En esa época yo hacía de todo un poco: algo de
diseño con ilustraciones, retratos para particulares, carteles, remeras, de
todo. O sea, ya venía ganando unos pesos con el dibujo y de a poco me iban
saliendo trabajos de ilustración. En aquel momento empecé a ilustrar manuales y
libros de Santillana y Estrada, y también hice varios storyboards
publicitarios. Las publicaciones en diarios y revistas llegaron después, cuando
ya hacía tiempo que vivía de esto.
- En tu obra se aprecia una impronta caricaturesca
en la forma de retratar los personajes, y mucho contacto con la realidad
presente y pasada a través de los temas urbanos que abordás, del día a día. Es
algo buscado o se podría decir que sale solo?
La
impronta caricaturesca surge de una manera de interpretar lo que veo, pero no
es algo premeditado o planificado. Digamos que me sale así y lo dejo porque me
gusta. De hecho, cuando me toca dibujar algo que requiere un canon más realista
tengo que controlar más el dibujo, para que no me queden las cabezas grandes o
los gestos exacerbados. Lo de la temática urbana, en cambio, tiene un poco de
las dos cosas. No la busco pero siempre me encuentro con ella. No digo “voy a
hacer una serie de personajes urbanos con estas características”, pero lo
cierto es que me siento en un bar y ya estoy dibujando un perfil o estudiando
el movimiento del mozo. Lo mismo me pasa cuando voy caminando o estoy en un lugar
donde no puedo dibujar: mentalmente dibujo lo que me rodea, me cuelgo mirando
un gesto o una forma cualquiera. Todo eso, aunque quiera impedirlo, se cuela en
mis trabajos y yo lo dejo pasar.
- En tu linea de dibujo, aunque con rasgos muy
personales, también se aprecia un gran contacto con una línea gráfica de
impronta netamente argentina, relacionada con la ilustración editorial. Lo
encuadraría en una corriente que estarían Scafatti, Sábat, Nine, Cardo, entre
otros, o las que publicaban revistas como El Péndulo y tantas otras de La Urraca. ¿Te parece que es
así?
Que
asocies mis trabajo con el de esos tipos ya es un elogio, así que te agradezco.
Nunca los vi como parte de una misma corriente, pero es cierto que tienen
puntos de contacto. En principio, son dibujantes que desarrollaron su obra en
el campo de la ilustración, pero que se han nutrido mirando a los viejos
maestros del dibujo y la pintura (digamos de las “bellas artes”). En ese
aspecto me siento bastante identificado. Scafati, en particular, fue mi
principal influencia durante una etapa. Siempre me atrajo su línea suelta y por
momentos violenta, que contiene algo de Alonso y de Szalay, pero bien enredada
en la trama urbana y en universos literarios que también me fascinan, como el
de Kafka. Además, su forma de encarar el oficio y la claridad de sus
reflexiones lo convirtieron en una especie de gurú (al menos así lo veo y creo
que lo ven muchos dibujantes de mi generación). Lo mismo pasa con Nine, a quien
pude conocer en la ADA
hace varios años. El corto tiempo que lo traté fue muy importante para mí. Hay
consejos suyos sobre la línea, la composición, etc. que me vuelven todo el
tiempo; quizá fueron frases que tiró al pasar pero me quedaron picando y con el
tiempo creo que las voy comprendiendo. Por ahí estoy dibujando, medio trabado o
disconforme con algo, y se me aparece la voz de Nine, o de Scafati, marcándome
algo o cagándome a pedos. También se me aparecen otros con los que por supuesto
jamás hablé, como Toulouse-Lautrec, Daumier, Goya... A veces se pelean (la
soledad del tablero es peligrosa).
- En tus trabajos personales, los que hacés por gusto
¿por dónde pasa la búsqueda tanto en lo gráfico como en los temático?
Como
regla general evito cualquier condicionamiento que pueda quitarme las ganas de
dibujar. Si el proyecto se me convierte en una obligación, ya no tiene sentido.
O sea que la búsqueda varía de acuerdo al momento, al estado de ánimo, etc.
Últimamente, para contrarrestar un poco el trabajo de ilustrador, estoy
trabajando sin pautas temáticas. O sea, agarro la pluma o lo que tenga a mano y
garabateo, combino formas, hasta que aparece algo reconocible. Sobre esa base,
empiezo ya más concientemente a definir la imagen, pero siempre dejando una
puerta abierta para la improvisación. Muchas veces el resultado es un
mamarracho pero otras veces quedan cosas que me gustan y terminan en una serie
o incluso en un cuento, como fue El Supervisor. En este caso, partí de
dos imágenes donde había logrado un clima y me encontré con un argumento
latente que necesitaba desarrollar; entonces la búsqueda tuvo que ver con la
fusión del dibujo y el texto, que es otra de mis obsesiones: cómo hacer
dialogar esas dos capas de sentido, sin que una se coma a la otra.
- ¿Qué
técnicas son las que más empleas y por qué?
Uso de todo un poco: tinta, lápiz, acrílico,
microfibras, birome… no soy purista ni exigente con los materiales. A veces es
la técnica la que define
el clima del dibujo, y otras veces es el tema que me inclina por un
material determinado. En general percibo la forma y el
contraste antes que el color. Puedo estar un rato hablando con alguien y
después no recordar qué color de ojos o de ropa tenía, pero sí la forma de la
nariz o la postura corporal. De algún modo es una deformación visual, pero
bueno, es mi tendencia, entonces cuando dibujo elijo técnicas que me ayuden a
reproducir esa manera de ver.
- Trabajás/te
para muchos medios periodísticos ¿básicamente en qué consiste el trabajo?
Depende mucho de la nota o el tema a ilustrar. No es
lo mismo un artículo sobre moda que otro donde entran en juego posturas
ideológicas donde, si uno no coincide con la línea editorial, tiene que
ingeniárselas para opinar
sin ir al choque. Pero son pocos los casos conflictivos. Por mi parte, trato de tomar el tema como disparador
para experimentar o comunicar algo. Algunas veces acompaño el texto con una
metáfora visual, otras intento crear un clima o una pequeña ficción que
complete o extienda el sentido. No puedo hacerme cargo del contexto en que se
publica la imagen,
pero me interesa que esa imagen me identifique y pueda formar parte de mi
portfolio. Muchas veces lo consigo.
- ¿Cuántos
libros tenés publicados y en qué consiste cada uno?
Más allá de los que ilustré, publiqué cuatro libros
que son proyectos propios. El primero fue Artistas
irrelevantes (2008), que es una recopilación de relatos ilustrados sobre
personajes que no aportaron nada a la Historia del Arte. Son biografías falsas, en
clave humorística, donde se mezclan las reseñas culturales con recordatorios y
expedientes judiciales. En 2010 hice un libro artesanal que se llamó Vicios y Virtudes del Carnicero. Es una
serie de dibujos y grabados “surrealistas” sobre un carnicero. Está agotado
pero hay una edición
PDF gratuita. En 2012 publiqué El
Supervisor, que es el cuento que mencioné antes. Narra la historia de tres
empleados de una oficina estatal que practican un juego secreto, hasta que son
descubiertos y se les viene la noche. Y hace poco salió Fuera de Serie, que es una antología de dibujos en blanco y negro.
En el prólogo cuento la historia del libro, pero básicamente son imágenes que
nacieron como vía de escape a mi método de trabajo. Los tres últimos títulos se
pueden bajar gratis desde mi sitio: www.rodolfofucile.com.ar/descargas
- ¿Cómo se lo
puede conseguir?
En este momento, Artistas
irrelevantes es el único que se vende en varias librerías y comiquerías.
Los otros, al ser tiradas cortas, se consiguen por venta directa y en algunos
eventos. Los más práctico es que los interesados entren a la sección Ediciones
de mi web o me escriban a info@rodolfofucile.com.ar
- ¿ Cómo ves
al mercado editorial hoy en día?
Me resulta difícil evaluarlo en general. Desde mi lugar
de “freelance” lo veo mal. Creo que el trabajo del ilustrador está muy
precarizado y esa situación se acentúa cada vez más. Las tarifas no aumentan al ritmo del
costo de vida. Por otra parte, en el mercado del libro son pocas
las editoriales que reconocen los derechos de autor del ilustrador y, cuando
los pagan, los “adelantos” son bajos con relación al trabajo que lleva lustrar
un libro. Además, hay una gran
concentración editorial y pocos espacios donde trabajar. O sea que son pocos
los dibujantes que viven íntegramente
de sus colaboraciones en medios o de los libros. La mayoría debe moverse por
otros terrenos para completar un ingreso, si es que puede. De hecho yo no tengo
una estabilidad en el campo editorial y vivo en gran parte de la ilustración
publicitaria. Si uno entra en grupos o foros de internet, seguro va a encontrar
colegas con experiencia que no tienen trabajo, y muchos otros dispuestos a
trabajar por precios ridículos o a hacer pruebas gratis, buscando una
“oportunidad” (y no hablo de adolescentes sino de gente que supera los treinta años y aún no pudo
insertarse). En este contexto, lo positivo es que todo el tiempo surgen
autoediciones y pequeños emprendimientos con mayor apertura estética y
temática, pero en estos casos los que trabajan no ganan plata o ganan tan poca que sería pretencioso hablar de
“mercado” editorial (en todo caso se trata de un mercado
donde sólo hacen negocio algunos eslabones de la cadena). En resumen, no vislumbro un panorama
alentador
pero ojalá me equivoque…
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