La palabra ilustrada.
“Los yankis tienen una curiosa idea
del amor, que casi siempre deriva en
carne de psicólogos, psiquiatras y
novelistas que lo han digerido mal.” (Pág. 36)
Tapa del libro |
El mercado digital de comics es no solo un mercado naciente
gracias a la tecnología tablet, los teléfonos táctiles y el abaratamiento de
costos al minimizar la impresión de papel, sino también un medio de mantener lo
viejo. Expresiones como “Biblioteca virtual de comics”, “preservando lo valioso”
o “recuperando el pasado” son comunes entre los miembros de la comunidad
digital con más de cuarenta años (sin dejar de lado, claro a los lectores más
jóvenes... o más viejos!). ¿Qué pasó con “Nippur de Lagash”? ¿Qué pasó con
“Marck”? ¿Qué pasó con “Ord Grund”? ¿Y “Savarese”? No continúo la lista por
razones de espacio y otras más obvias. Seamos justos al decir que las
reimpresiones no existen y que las vueltas a los clásicos por parte de
cualquier editorial es siempre efímera o minúscula. Un tomo recopilatorio por
aquí, un par de revistas del recuerdo por allá. La verdadera manera de
conseguir, re-leer o descubrir esas viejas glorias de la historieta argentina
ya sea de los 70 o los 80, es mediante la piratería digital. Loado sea aquel
que haya logrado conseguir una colección en una venta de saldo con algo de
“Aquí la Legión!”
o un par de números originales de Columba de “Dago”. O Precinto 56, ya que
estamos... y es acerca de esta última serie de la que venimos a hablar, aunque
no en un formato digital. Tampoco en un formato viejo. Y mucho menos, en un
formato aviñétado.
Ray Collins |
Bajo el seudónimo de Ray Collins, Eugenio Zaprietto fue
quien guionizó (entre otras cosas como Denis Martin, Jackaroe y Grand Prix), la
oscura serie policial skorpiana Precinto 56. Como escritor símil navaja suiza
cientos de guiones de series propias y ajenas reposan bajo ese seudónimo o
media docena de sobrenombres más. Y recientemente, más exactamente en Octubre
del año pasado, ediciones La
Llave publicó el primer libro policial (no el primer libro
del autor pero sí de la serie) bajo un nombre homónimo a la serie del chicano
Galván.
La historia se centra en el
personaje de Galván, a quien se le presentan no uno sino varios casos que con
el correr de las páginas, empiezan a unirse hasta culminar en un final común.
Un hombre internado sin razones aparentes en un psiquiátrico para ricos, una
bella mujer asesinada de manera abrupta y sospechosa, con conexiones aún más
sospechosas y un niño que pierde su niñez en ese mismo momento sin saber por
qué. Todo esto salpicado con un poco de romance entre Galvan, Tippy Manix y la
hija del magnate corrupto Hackett, quien además jugará un papel importante en
el desarrollo de la investigación.
Imágenes de la serie en historieta, con dibujos de Lito Fernández, en revista Skorpio |
Más allá de hablar de la historia,
que debería desvelársele a todo aquel que obtenga este libro, hablemos de lo
que el libro muestra, empezando por el género. El policial negro se define como
un género donde lo más importante no es la investigación en sí. La
investigación es un medio para mostrar lo oscuro y profundo que puede ser el
fondo de un crimen, cualquiera sea este. No se trata solamente de encontrar a
un culpable que confiesa su crimen al final y del cual no conocemos ni la vena
moral. Se trata de ver qué tanto puede corromperse esa persona, qué tan profunda
puede ser la corrupción que la ocupa, o qué tan fuerte le afecta la verdadera
faceta del mundo, esa faceta que desconocemos o fingimos desconocer y que
constituye la base de una sociedad que crece sobre la miseria de otros. ¿Muy
poético? Como el mismo escritor sintetizó en una entrevista de este blog:
“Precinto 56 encierra experiencias de lectura, de cine, de trabajo y de
utilizar el tema policial como humilde síntesis de lo peor y mejor de la
condición humana bajo la presión de las grandes ciudades.”
La novela esta escrita en un formato
extraño. Varios capítulos con subcapítulos que parecen escritos para guionizar
una historieta en varias entregas, con finales abiertos o “continuará”
implícitos constantes. Incluso la conjugación de verbos es a veces
completamente en presente, como si se intentará señalar al dibujante de nuestra
mente como disponer los personajes y las situaciones, los planos, las
secuencias, las acciones... no por nada volvemos a remarcar que el autor es
guionista de historietas. Se nota a la legua y ciertamente, contrario a lo que
uno podría pensar, da resultado. La historia corre y uno la sigue, pese a
algunos momentos algo confusos, como si leyera una historieta. Así de simple.
Página de la serie, en revista Skorpio. |
Además de la minuciosa descripción
de detalles de escenario, Collins añade cosas e ideas que lo marcan como un
nostálgico incorregible. Si bien la acción transcurre en un tiempo cronológico
presente donde la tecnología, la vestimenta, los medios y el Facebook (sí, lo
mencionamos aparte porque ya casi parece un elemento indisoluble de nuestro día
a día) no quedan descartados, el autor narra las situaciones de manera que es
imposible no pensar en una película de los 70 u 80 similar a Harry el Sucio.
“El
escenario suena a las viejas películas del Far West, de cuando los cineastas no
metían mensajes a lo Ingmar Bergman. Esta el amo del pueblo, la chica perdida,
el barman y el sheriff. Solo falta la música. Elija usted: Dimitri Tiomkin o
Lalo Shchifrin. John Ford le hubiera colocado, también un toque de tragedia
irlandesa, ¿por qué no?” (Pág. 88)
Y el personaje Galván tampoco queda exento de esto.
“Galván se apoya en la pared. Todavía
no ha sacado su arma. En esto también existen diferencias entre ellos. Val
Amato utiliza una Beretta de última generación; Galván un vetusto 357 Smith
& Wesson de los sesenta.” (Pág. 7)
Su elección respecto de las armas de
fuego es un pequeño detalle, comparado además con como lleva adelante su
trabajo. Galván se hunde en la basura buscando pistas allí donde nadie se
atreve. No consulta internet, ni archivos ni bases de datos sino que anota en
una libreta, pregunta en la calle y sus actitudes y palabras hacen imposible no
pensar en él sin añadirle gafas ray-ban y una camisa con cuello en punta. La
nostalgia se imprime no solo en los elementos sino también en la misma palabra,
como sugiriendo que todo ocurre en un tiempo diferente, pasado, a pesar de las
referencias actuales.
Precinto 56 es no solo una historia
contada como las de antes, no solo un policial oscuro, no solo una investigación
donde un hombre se vuelve indetenible por su necesidad de justicia y su
resolución a hacer “lo que se TIENE que hacer”, no solo una denuncia de la aún
existente y aparentemente inmortal desidia humana. Precinto 56 es una
demostración de que a pesar de que lo neguemos, el pasado está ahí. No se
pueden dejar de lado las raíces de la narrativa escrita o gráfica que nos
sostienen en pos de los espejitos de colores de lo nuevo. Justamente para
terminar, reflexionemos sobre un dicho: “la aventura y sus subgéneros esta
sobrevalorada/muerta/estancada/etc.”. No lo dijo nadie en especial, pero es un
dicho que cobra fuerza en la esfera virtual donde, a pesar nuestro, se esta
centrando gran parte de la discusión sobre géneros historietísticos y
literarios de nuestro país. De acuerdo a esta idea generalizada, la novela
negra policial esta tan devaluada como el papel al compararlo con el formato
digital. Pero el problema no es que esté devaluada, sino quién lo dice y por
qué.
¿Quién cree que la aventura no vale
la pena? ¿Quién cree que no se pueden contar buenas historias con piratas,
sumerios o legionarios? ¿Por qué, en un momento donde la diversidad es clave en
nuestro desarrollo cultural insistimos aún en la idea de “géneros/temas pasados
de moda”? No existen formas obsoletas de contar una historia. Pero eso es un
tema para discutir otro día.
1 comentario:
Precinto 56! Quanti ricordi! Una delle mie serie preferite.
Anche il libro sembra essere molto interessante.
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