CARLOS GARDEL
La voz del Río de La Plata
de José Muñoz-Carlos Sampayo
(Libros del Zorro Rojo, 2010, 140 páginas)
Por Germán Cáceres
Los lectores que esperaban encontrar un biopic en clave historietística se sorprenderán ante la “Advertencia preliminar”: los autores anuncian que se trata de “nuestra variación sobre la vida de Carlos Gardel (...), de un acto artístico basado en aspectos de la vida de un artista”.
Y emprendieron la tarea de forjar una ficción audaz sobre el llamado –entre otros apodos- “el mudo”, aprovechando esa imprecisión que rodea al cantor, que llegó a afirmar: “Nací en Buenos Aires, Argentina, a los dos años y medio de edad”.
El binomio dio libertad a su creatividad, pero tuvo en cuenta las vacilaciones que siempre se plantearon en torno a Gardel.
El guión de Sampayo exhibe su talento y oficio, como ya lo había demostrado otras veces al lado de Muñoz (Alack Sinner, Sophie goin´ South, Sudor Sudaca, Billie Holliday, entre otros) y acude a un recurso muy suyo como la de establecer múltiples líneas de lectura sobre una historia. Así, en una mesa redonda televisiva que ocurre en la primera década del 2000, un sociólogo y un especialista en temas gardelianos debaten con enfoques contrapuestos distintos momentos de su existencia. El primero lo tilda de políticamente acomodaticio, ya que se codeaba con socialistas –aparece Alfredo Palacios- y con conservadores deshonestos (en la historieta Gardel canta para Alberto Barceló, intendente de Avellaneda). El asesinato de Juan Ruggiero, “Ruggierito”, uno de los matones del caudillo bonaerense, es referido en una muda viñeta negra iluminada por trazos blancos de fuerte dinamismo.
Pero también asoma un misterioso anciano, Romualdo Merval -en su juventud un burdo imitador de “el morocho del Abasto”-, que observa el programa desde la pantalla de su televisor y declara varias veces a lo largo de la historieta que él mató a Carlos Gardel.
La narración fluye en un continúo vaivén: comienza en la primera década de este siglo y retrocede hasta fines del diecinueve (el cantor se nacionalizó argentino en 1923, y nació en 1890, Toulouse, Francia, o en 1887, Tacuarembó, Uruguay), para luego avanzar y de nuevo replegarse en el tiempo. Las opiniones en off de los dos conferenciantes operan como un enriquecedor contrapunto de los diálogos que mantienen los personajes en las viñetas, destacándose el encuentro -en la suite de un hotel neoyorquino- de “San Carlos” con una admiradora, María Esther Rosales, que al final resultó ser una espía al servicio de productores de cine norteamericanos.
El texto expone, a través de los dos disertantes, continuos interrogantes sobre la conducta de Gardel: “Más de un testimonio hay de que temía la cercanía femenina”; ”Honraba a su madre por encima de todo”; “Su pasión por el juego escondía su ambigüedad”. En la historieta se lo observa distante y conflictivo en su noviazgo con Isabel del Valle. Y se insinúa que hubo un complot tramado por empresarios de Estados Unidos para boicotear el proyecto del cantante de fundar una productora cinematográfica en nuestro país.
Muñoz-Sampayo (porque, como sostiene Art Spiegelman, funcionan como una sola persona) han visto en esta característica huidiza de Gardel un símbolo de la también inasible identidad nacional. “Le estoy diciendo que he estudiado el asunto y que este país construye mitos para encontrar una identidad que no tiene”, asevera rotundamente el sociólogo. Por otra parte, Oscar Zárate, artista plástico argentino residente en Londres que realizó varios trabajos con Sampayo, les comentó a ambos historietistas: “... él es el país. Yo le daría voz al país a través de Gardel”.
Pero la dupla persigue también otro objetivo: presentar a “el zorzal criollo” como uno esos hombres de los cuales se dice que son más grandes que la vida. Y se reproduce un artículo publicado en 1953 por Julio Cortázar en la revista Sur, en el cual proclama “no es menos cierto que cabe a Gardel haber marcado su momento más hermoso para muchos de nosotros definitivo e irrecuperable”. Y en los “Apuntes” Sampayo informa que desde el 1 de setiembre de 2003 su voz fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En la Memoria del Mundo, se lo anotó como “cantor argentino nacido en Francia”.
José Muñoz ha incursionado últimamente en dibujos y en aguadas y esta experiencia se trasunta en el libro. Las notas están acompañadas por láminas de luminosa belleza, con pinceladas que operan a la manera de fiorituras visuales, como esa de la página 132, en la cual unas manchas espontáneas dan cuenta del plano medio de una espléndida mujer sentada a una mesa. Su composición y vigor gráfico es algo que se repite a lo largo de otras ilustraciones y en los mismos cuadritos de la historieta. En su peculiar estilo se perciben, además, reminiscencias de sus dos maestros, Hugo Pratt y Alberto Breccia. De éste último abrevó sus climas nocturnos, y de Pratt, las aplicaciones de tinta. Muñoz ofrece refulgentes figuraciones de blancos y negros que se entrelazan y combinan como proyectando un laberinto. La viñeta apaisada que muestra una habitación en la que Gardel charla con su madre (Berthe Gardés) es de una eficacia plástica cegadora. Los primeros planos exhiben encuadres imaginativos, entre ellos los primorosos detalles de sensuales labios femeninos. A veces el protagonismo lo toma el blanco, como esas dos viñetas que refieren la muerte de Gardel en Medellín (1935): primero se ve un avión en el cielo y luego se registra su explosión ( de paso, surge la duda de si fue un accidente o un atentado).
Tanto el grafismo de Muñoz como la escritura de Sampayo terminan asumiendo, frente a ese desenlace fatal, un clima alucinante y onírico, como si reflejaran un fluir desordenado de la conciencia. El dúo está obsesionado por captar el instante previo a la muerte en el que supuestamente emergen delirios, sueños y fantasmas del pasado.
Carlos Gardel – La voz del Río de la Plata es una obra maestra recorrida por una intensa y profunda emoción.
Germán Cáceres
2 comentarios:
Muchas gracias, Càceres... y que vivan el afecto y el buen trabajo, siempre.
Hola Càceres, aquì el Munoz, que te agradece tambièn. Sin afectos no hay historia, hoy es asì para mì. Carlitos es el super-héroe mayor de Buenos Aires, de Montevideo y de sus grandes derredores, llanuras, cuchillas, zanjas, taperas, terraplenes donde nacen las primeras calles asfaltadas que nos llevan al trocèn, caminos y sentimientos donde aùn pululan las almas de Hudson, de Marechal, de Manzi, de Arlt, de Facio Hébecquer, de Breccia, de Pablo Pereyra... Todos juntos en el recuerdo, ellos, nosotros, rumbeamos para el Clù Astlético, a tomarnos un vermù. Y èse rubio que se asoma ahì, en una esquina de la memoria, no es Alack?
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