miércoles, 8 de febrero de 2012

HACIA UN NUEVO ARTE

Para Maurice Horn el dibujo animado participa del cine sólo en cuanto al soporte técnico, pero su propuesta estética se nutre de las historietas y el humor gráfico.

Ese concepto fue funcional en un principio, pero luego la animación se independizó y tomó vuelo propio alejándose del género de los cuadritos.

Sin embargo, Las aventuras de Tintín, de Steven Spielberg, realizada en animación 3D y con la técnica capture motion, retoma la historieta como fuente de inspiración.




Ante todo demos algunos datos sobre esta serie tan lograda y exitosa que apareció en 1929 en Le Petit Vingtième. Su creador fue el belga Georges Remi (1907-1983), que utilizó el seudónimo Hergé: se trata de sus iniciales invertidas (G.R.) pronunciadas en francés.

Dio lugar a veinticuatro álbumes y a la fundación de “la línea clara”, que utiliza colores lisos, sin sombreados ni matices, reemplaza el trazo expresivo por contornos de un grosor uniforme, y sus personajes de rasgos humorísticos se mueven de izquierda a derecha rodeados de un entorno realista fiel hasta lo maniático (aviones, barcos, trenes, autos). Como el mismo Hergé lo manifestó, la finalidad de ese estilo era alcanzar una narración precisa: “Crear un comic, para mí, es, ante todo, narrar una historia”. Se menciona que, en los comienzos, su grafismo estuvo influido por Winsor McCay y George McManus.


El otro elemento es el fabuloso mundo de la aventura. A Hergé se lo considera heredero de Julio Verne y de Robert Louis Stevenson, y sus historietas siempre abrevaron del misterio, de los viajes a lugares exóticos y de la búsqueda de tesoros ocultos. A ello se pueden agregar los contundentes gags, como también los simpáticos personajes que rodean al joven periodista Tintín: el capitán Haddock, los detectives Hernández y Fernández, el profesor Tornasol (que no aparece en este filme) y la inefable Bianca Castafiore. Y, por supuesto, el perrito Milú, su mascota, una estrella de la serie que lo acompañó en todas sus peripecias.

Spielberg y el productor Peter Jackson asumieron apasionadamente el desborde imaginativo de Hergé para ofrecernos una película que conjuga las maravillas del cine y de la historieta a través de la captura de movimiento. Pero antes corresponde hablar del antecedente de este procedimiento: el rotoscopio, que fue ideado en 1912 por los hermanos Max y Dave Fleischer, y que consiste en dibujar sobre secuencias filmadas con actores, animales y escenarios reales, para obtener así una mayor naturalidad en los movimientos de los personajes.

En cambio, el motion capture -o captura de movimiento- fue plasmado con calidad en los personajes na`vi de Avatar (2009), de James Cameron. Después de filmar a los actores con una serie de artefactos (cascos, marcadores, cableados y trajes especiales), se traduce el resultado a un modelo digital sobre el cual trabajan los animadores.

Y surgen en el filme de Spielberg imágenes de fascinante belleza, como la presentación, los primeros planos que muestran el accionar de un carterista, las escenas del imaginario país árabe, las del desierto, las de los piratas en el mar. El espectador asiste a la proyección de un mundo nunca visto, con encuadres maravillosos, una potente dinámica de montaje y un ritmo de acción alucinante. El impecable guión narra el sortilegio de las aventuras que figuran en tres álbumes de la saga: El secreto del Unicornio, El cangrejo de las pinzas de oro y El tesoro de Rackham el Rojo.

Es como si el mágico mundo de fantasía de Georges Méliès hubiese retornado aggiornado y de la mano de la historieta.

Germán Cáceres

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