Domingo Madrafina es uno de esos autores que para cualquier lector de historietas con algo de lectura detrás, no necesita presentación. Su nombre es marca registrada y se lo asocia de inmediato a grandes obras de la historieta argentina, entre los que se destacan títulos emblemáticos como Savarese con guión de Robin Wood, El Condenado con guión de Saccomanno o las numerosas series en la notable dupla que conforman con Carlos Trillo.
Mandrafina, autor de trascendencia internacional, es uno de los principales referentes de la historieta argentina.
Por A. Aguado
Mandrafina, dibujando al personaje El Condenado.
Taro, Mandrafina, Lalia y Casalla, a principios de 2010, en Bariloche.
Página de la serie Husmeante, con guión de Carlos Trillo, en la revista Don.
Nació en Buenos Aires, en Noviembre de 1945.
Comienzos
Comencé leyendo. Mi papá me enseño a leer, antes de asistir a la escuela. Se sentaba conmigo y me leía las tiras de los diarios, entre tanto yo miraba los dibujos. Desde chiquito tenía una gran tendencia para el dibujo. De una historieta de aquellos años que me acuerdo mucho es de Chapaleo, que la dibujaba Ferro. Me impactaba mucho. Esas lecturas empezaron a generarme la idea que dibujar historietas era una actividad, un trabajo y que quería dedicarme a eso.
Páginas de los episodios iniciales de la serie Savarese, con guión de Robin Wood, en editorial Columba. Clásico entre clásicos de la historieta argentina.
El dibujo
Pero aquello fue muy en los comienzos, porque supuestamente no me iba a dedicar a la historieta. Cuando terminé el secundario, en un comercial, empecé a trabajar en un estudio contable. Pero vi que en ese trabajo no existían muchas posibilidades de progreso. Entre tanto, en la facultad había hecho un tercio de la carrera de sociología, pero no me terminaba de entusiasmar. A esa altura vi la posibilidad de estudiar en IDA, que creo era un desprendimiento de la Escuela Panamericana de Arte. En IDA trabajaban varios profesores de la Panamericana, entre ellos Alberto Breccia. Con Borisoff estudié un año. Con él se hacía dibujo, anatomía. Después, aconsejado por Pablo Pereyra y por algunos trabajos míos que vio Breccia, me incliné por la historieta. Hice el curso específico de historieta con Breccia. Lamentablemente para mí no duró mucho, un año y medio, casi dos años.
A través de la escuela quedé ligado al ambiente. Me acerqué a Lito Fernández, con quien trabajé un año. En ese momento dejé de trabajar en contabilidad para dedicarme exclusivamente al dibujo.
Notable secuencia de unitario realizado con Trillo, para la revista Súperhumor.
Publicando
La primera publicación fue a través de un agente que trabajaba para un editor de Estados Unidos. Pero fue algo muy raro, porque era un editor de segundo o tercer orden. Reciclaba viejas historietas, comics que acá no habían llegado, comics de poca calidad. Mandaba páginas de revistas publicadas en Estados Unidos, acá traducían el guión y en base a eso se armaba otra historieta. Se basaba en lo que podíamos hacer nosotros, que éramos principiantes. Ese fue el modo como comenzamos, algo que te va dando el hábito y la costumbre de dibujar. Fue lo primero profesional en la medida que lo pagaban, pero no tenía la frecuencia de trabajo ni existía la posibilidad de ver la publicación impresa.
Página de la serie Cosecha Verde, con guión de Trillo, que fuera premiada como la mejor del año en Francia, publicada en el país en la revista Puertitas.
En 72, cuando dejé de trabajar como ayudante de Lito Fernández, ingresé a Columba. A la vez, se superpusieron diversos trabajos porque con Medrano hicimos historietas románticas para los norteamericanos. De todo un poquito, pero todo al mismo tiempo.
Después trabajé en Mac perro, un suplemento infantil de historietas de la revista Billiken. Eramos un equipo de tres o cuatro autores. Al principio ahi también estaba Lito Fernández. Cuando Lito se fue continuamos el trabajo en el suplemento con Marchione y Szilagyi. Nos repartíamos el trabajo, uno hacía el lápiz, otro pasaba a tinta, otro terminaba los fondos, otro ponía el color. Era un trabajo un equipo que no duró mucho pero trabajamos bien. Los guiones eran de Jorge Morhain.
Después también trabajé en la revista de historietas Top, dibujando guiones de Morhain. Otra revista fue Turay , también con guiones de Morhain. Eran todas historietas cortas. Top se publicó poco tiempo y Turay menos, se editaron cuatro números y trabaje en tres.
Página de uno de los episodios iniciales de la serie El Condenado, con guión de Guillermo Saccomanno, en la revista Skorpio.
Columba y Record
Columba fue mi primer trabajo estable. Mi primera serie fue de tono romántico. La inició el director de Arte, Antonio Presas, que él también tenía su berretín de dibujante y firmaba como Jorge Rubal. El dejó de dibujarla y yo la continué durante un tiempo, con mi estilo, o tratando de adquirir un estilo. En Columba también dibujaba episodios sueltos y adaptaciones de películas, que se hacían con mucha frecuencia. Dibujar las adaptaciones representó un paso importante, porque me permitió acceder a publicar a color, que otorgaba otro estatus. Pero sobre todo, el pago era mejor.
A partir de ahí me ofrecieron la posibilidad de hacer un personaje. Fue entonces que surgió la idea de Savarese, un poco preguntando qué se quería hacer, qué no. El guionista iba a ser Robin (Wood). La trama de la serie giraba en torno a un policial ambientado en los años 30, un poco influenciado por la película El Padrino, que estaba de moda.(sigue)
Una página de El Condenado, con guión de Saccomanno, en revista Skorpio, donde se destaca el notable manejo de los claroscuros.
El personaje era italiano. Presas siempre buscaba que el dibujante tuviera algo para identificarse con el personaje, algo que resulta un accesorio de color.
Al mismo tiempo realicé El Condenado, con guión de Saccomanno, para editorial Record. De esa editorial me llamaron ni bien se creó. Empecé a trabajar de forma simultánea en las dos editoriales. Eso fue a mediados del año 74, y ya llevaba tres años en Columba. En Record comencé dibujar guiones de Sapietro y de otros guionistas italianos. Después vino lo de Saccomanno, a fines de los 70, en el 78-79 surgieron las dos series, Savarese y El Condenado.
Siempre traté de no estar en un solo lugar
Eso duró hasta que desaparecieron las dos editoriales, de forma casi simultánea. Para entonces ya tenía el contacto con editores donde se publicaban los mismos trabajos. Pero ello era a través de las editoriales, no por contacto nuestro. Entonces nos contactamos directamente y nos liberamos de la intermediación. Comenzamos a trabajar directamente con los editores europeos.
Página de la serie Metrocarguero, con guión de Enrique Breccia, en la primera época de Fierro, 1985.
La Urraca
Las publicaciones en La Urraca, en Súperhumor, Fierro, es simultáneo.
¿Ahí fue el cambio en la gráfica?
Claro, porque fueron historietas autorales, que uno producía con el guionista. Llegaba al editor sin tener una conversación previa. Si bien tampoco había mucho diferencia, porque Savarese, excepto por la conversación con Presas, no se basó en ningún tipo de imposición.
El cambio también se produce en la medida que uno se siente partícipe del tema, cuando se charla la historieta con el guionista, en forma independiente. Cuando es más autoral, uno se hace dueño del proyecto. Después, cuando ya está hecho, recién se lo vende al editor. Es otra actitud.
Influye, al mismo tiempo, que se van sumando años de trabajar como profesional y siempre se va buscando cambiar. Fueron épocas de mucho trabajo.
Página de las recordada y muy elogiada serie de historias mudas que realizaron con Trillo, para la revista Súperhumor.
Algunas muy nombradas fueron las historietas mudas con Trillo
También. Y El Husmeante en la revista Don, que duró tres números, como muchos de esos proyectos que arrancan y se abortan. Después la continuamos para Europa. En el país la editó Doeyo
En Súperhumor había muchos unitarios
Si, ahí hubo muchos unitarios con Trillo. De ahí derivamos a las historietas mudas, una serie concreta, con un hilo coherente. Arrancó con un episodio, nos gustó y seguimos.
El Condenado, como ilustración de tapa de la revista Skorpio 97, 1983.
Mandrafina lector
En la medida que fui avanzando en la profesión, lamentablemente fui perdiendo el carácter de lector. Que me gusta la historieta, no cabe duda. Cada tanto miro algo de lo que se publica. Antes no había tanto material. Ahora es mucha la cantidad de material que hay, pero disperso. Eso te obliga a andar rastreándolo en las comiquerías, en base a lo que alguien te cuenta.
También está Internet. No me gusta leer en pantalla. La historieta tiene su propio relato y mirar los dibujos por páginas sueltas en Internet no me gusta. Ello lleva a una discusión estética gráfica, tal como “mirá como dibuja este”.
Gustos
Reconozco que soy alguien conservador, me siguen gustando los mismos autores que me gustaban al principio, con los que me formé: Pratt, Breccia, Alex Thot o ya más contemporáneo Bernet. Casi todos los que nombré tienen la línea estética de (Milton) Caniff – (Frank) Robins. Es el concepto con el que están armados sus trabajos, ciertas pautas en la composición, el relato, como ponen los personajes. Todo ello se lo va incorporando con el tiempo, pensando en lo que se está haciendo, pensando el concepto de lo que se hace.
Página de la serie Los Misterios de Ulises Boedo, con guión de Trillo, publicada en Súperhumor 12, 1981.
Enseñanza
No me siento a gusto enseñando. Puedo charlar, si me preguntan, si me mandan trabajos, eso no me disgusta. Pero no me gusta la clase organizada, pautada con fecha, hora. La disertación no me sale, no puedo hablar. Cuando se esta charlando, con gente adelante como disparador, que hacen preguntas, eso es diferente. Por ahí, si me piden algo del estilo “hay una charla sobre el desarrollo de la historieta en blanco y negro”, no me sale nada.
Página de El caballero del piñón fijo, con guión de Trillo.
Entrevistas
Por ejemplo, me hicieron una entrevista con una cámara y me preguntaron: “¿cuál es la importancia de la historieta argentina?
Terrible la pregunta
¿Qué contestás? Me trabé todo, empecé a decir pavadas, me olvidé cosas, nombre autores, me equivoqué el orden del tiempo. Son preguntas tan abarcadoras que se debe tener un discurso armado, no se puede improvisar al respecto. Ese tipo de preguntas son muy comunes en las charlas con la gente que no conoce la historieta.
Van con preguntas tan contundentes
Claro, son preguntas tan abiertas. Por ejemplo, a los jugadores de fútbol los entrevistan periodistas deportivos. Entonces es más censillo. Se necesita que las preguntas las haga gente que entiende del tema y que pregunten concretamente. Ello posibilita que la respuesta se vuelva menos vaga.
Cuando hacen una pregunta medio abierta, entonces me doy cuenta que no entienden del tema y me genera ser muy explicativo. Entonces me empiezo a perder en vaguedades para que se entienda. El que sabe del tema, cuando pregunta es más conciso, porque está hablando con sobreentendidos. Pero si hay que abarcar todo sin que el otro sepa nada, se termina hablando del papel, de la marca de la tinta, del plumón. Te lleva a aspectos que son básicos.
Hay que explicar un mundo.
Totalmente, Eso me pasó muchas veces. Yo tiemblo cada vez que se me acercan con las cámaras, sobre todo de gente que termina de hablar con vos y después va a hablar con otro de un asalto a la vuelta de la esquina.
Dragger, con guión de Trillo, en Puertitas 24, 1992.
2 comentarios:
que genio. Y que buenos husmeante y metrocargero.
esa es la palabra un genio total
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