miércoles, 11 de agosto de 2010

Textos sobre libros Juan Moreira y El ataque de los acuanautas

¡¡JUAN MOREIRA!!
por José Massaroli


(La Duendes Editora, Comodoro Rivadavia, 2010, 116 páginas)

Reseña escrita por: Germán Cáceres



La novela de Eduardo Gutierrez (1851-1899) fue escrita como folletín y apareció en el diario La Patria Argentina entre el 28 de noviembre de 1879 y el 8 de enero de 1880. Es la historia de un gaucho que se ve obligado a marginarse de la ley por los abusos y humillaciones que le infligen las autoridades. Hasta que finalmente lo mata una partida policial protagoniza portentosas hazañas dando muestras de su coraje ilimitado. La obra obtuvo un rotundo éxito, que motivó que se reescribiera como mimodrama para ser representada en el circo criollo. En 1886 José Podestá realizó su dramaturgia y la llevó al teatro, y se convirtió en uno de los acontecimientos más importantes de nuestra escena. También fue volcada al cine en tres oportunidades, siendo la más destacable el filme de Leonardo Favio de 1973. Está basada en un hecho real sobre un habitante de La Matanza que cae abatido por la policía en 1874. El folletín de Gutierrez está enrolado en la literatura gauchesca y en el romanticismo rioplatense, y su protagonista se erige como uno de los mitos de nuestras letras. Otras novelas importantes de este autor, en las que denunciaba la injusticia social que sufrían los desamparados frente a los representantes del poder, son: Juan Cuello, Hormiga Negra, Santos Vega, El matrero y El rastreador.

Massaroli dibujando Juan Moreira en 1983

José Massaroli (Villa Ramallo, Pcia. de Buenos Aires, 1952) dibujó para las editoriales Columba, Record, Universo (Italia), Thomson (Gran Bretaña), Bastei (Alemania) y la casa Disney (Estados Unidos y Europa), y colaboró en las revistas Caras y Caretas, Rico Tipo, Operación Ja Ja y Sex-Humor. Amante del género gauchesco, adaptó el Juan Moreira, de Eduardo Gutierrez, y lo guionó y dibujó en historietas en el diario La Voz, en el período 1983-1984, que es la versión que publica ahora La Duendes Editora. En ella Massaroli demuestra ser un maestro del claroscuro y utiliza con destreza los contrastes. Traza verdaderos filigranas sobre espacios en blanco, los cuales pueden sugerir tanto el amanecer como el follaje de los árboles, la vasta llanura, un día nublado o ser expresivas siluetas trabajadas con ágiles líneas.
Massoroli es tributario del gran realismo clásico, y utiliza el leit-motiv para enriquecer poéticamente la historieta: así, la luna cubierta por nubes desgarradas o esas viñetas apaisadas con planos generales lejanos que reflejan con melancolía al Moreira montado en su overo bayo y dirigiéndose hacia ninguna parte. Tampoco escatima onomatopeyas de todos los tamaños, una planificación cinematográfica, picadas y contrapicadas, globos en off, o el primerísimo primer plano del solitario protagonista.

Massaroli firmando ejemplares del libro, en 2010.

Massaroli impregna su adaptación de ese aire de fatalidad de la novela y hace decir a Moreira: “Ya la vida me pesa y el día que me maten será el único día alegre que habré tenido”. De paso remarca la corrupción política —que incluía el fraude y el matonismo— de los tiempos de Adolfo Alsina, Bartolomé Mitre y Nicolás Avellaneda. Y expone el horizonte siempre inalcanzable de la inmensidad pampeana para señalar el triste destino de este héroe condenado desde el más allá (“…Pero está de Dios que no hay felicidad pal gaucho”, afirma).
Se sabe que José Massaroli es un gran admirador de Hugo Pratt, hecho que se percibe en su trazo y en la importancia expresiva que otorga a las manos de los personajes. Además, sus escenas de duelos a cuchillo y de combates con partidas son antológicas por su vigor, contundencia y vertiginoso movimiento.
Este libro incluye una lúcida y esclarecedora presentación de Alejandro Aguado, complementada por el sagaz análisis que realiza en el prólogo Ariel Avilez.
En síntesis, ¡¡Juan Moreira!! sobresale por su brillante dinamismo narrativo y su belleza gráfica.

Germán Cáceres


El ataque de los acuanautas, de Germán Cáceres
(Maya, Buenos Aires, 2010, 128 páginas)


La acción se desarrolla en un pasado lejano y en una zona imprecisa de nuestro planeta inspirada en los paisajes de Río Negro y Neuquén.
El protagonista es Cahueyel, un mago de catorce años que pertenece a la comunidad de los tehuemapus y que, al ponerse en trance, puede trasladarse con su mente por la inmensidad del cosmos.
Es así como llega a vislumbrar un planeta totalmente cubierto por el agua llamado Piscis y localizado en la Galaxia de Andrómeda, que habitan los acuanautas, quienes se disponen a invadir la Tierra para escapar a la amenaza de un tremendo agujero negro.
A partir de este planteo se suceden intensas batallas en las cuales puede más el ingenio y la inventiva que la superioridad tecnológica. Estas aventuras están mechadas con romances protagonizados por guerreros y amazonas de la comunidad, a los que no es ajeno Cayahuel. Y todo se complica cuando la bella Victoria, comandante de las fuerzas de Piscis, arriba a la comarca.
Germán Cáceres muestra gran imaginación para tejer esta apasionante novela que puede entenderse como de ciencia ficción al revés, a la manera de El vino del estío, de Ray Bradbury, ya que sucede en el pasado. También se destacan las imágenes de la hermosa región en que reside la comunidad y las descripciones de una extraña ciudad de Piscis, que evocan las pesadillas de Piranesi. Otro acierto lo constituyen los diálogos, vigorosos y convincentes.
Pero como es habitual en Cáceres (Soñar el paraíso, Traficantes de la selva, Lluvia de esqueletos, El enigma del Siambón), aunque la novela esté dirigida a mayores de doce años, no hay límite de edad para su lectura y podrán disfrutarla los adultos, pues emplea atractivos giros de la acción, un recurso frecuente en las películas y series norteamericanas.
Dado que es el segundo libro que el autor publica en este año y pronto se estrenará su obra de teatro El incidente, al consultársele sobre su tan prolífica producción, respondió que escribir para él era como una suerte de compulsión —eminentemente placentera—: no podía estar mucho tiempo sin hacerlo porque empezaba a sentirse mal.
Los textos de Cáceres siempre han tenido una amplia repercusión, de manera que no dudamos que lo mismo ocurrirá con El ataque de los acuanautas.
Las ilustraciones de Pablo Olivero son bellas e imaginativas, pletóricas de sutilezas y encantos, los cuales sólo pueden obtenerse a través de un completo domino de las artes gráficas.

Juan Carlos Licastro
juancarloslicastro@gmail.com

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