viernes, 19 de agosto de 2016

Entrevista a SEBASTIÁN DUFOUR, por Germán Cáceres

Nació en 1971, en la Ciudad de Buenos Aires.
Es ilustrador y artista plástico.
Cursó estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes “Prilidiano Pueyrredón”.
Ha publicado sus trabajos en varias revistas, entre ellas Noticias, Fierro, Rolling Stone, Cinemanía, Def, Gourmet y Orsai. Es colaborador permanente del diario La Nación. Durante años también lo fue de Perfil.

Sábat y Dufour

Ilustró libros, entre ellos: El niño envuelto, El escarabajo de oroLa carta robada, Dibujo argentino, Ilustración Argentina, Grafías, Samurai, El tango es puro cuento, Juan de este mundo, Luna con duendes, Política ATP, El país de los miedos perdidos.
Tuvo a su cargo las tapas de los libros La gran extranjera, de Michel Foucault; La economía de las desigualdades y La crisis del capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty; La riqueza escondida de las naciones, de Gabriel Zucman; El diálogo, de Graciela Fernández Meijide y Héctor Ricardo Leis, y Te amaré locamente, de Jorge Fernández Díaz.
Realizó numerosas exposiciones.
Algunas de sus múltiples distinciones fueron: 1er. Premio Dibujo, Concurso “El retiro”, CGP CBA (1999); Premio Diario Perfil 2009/2010 a la Mejor Ilustración; Mención especial en el Concurso de Pintura “Homenaje a Picasso” y Mención especial del jurado APTHGRA “Pintura al aire libre”, ambos de 2012; Premio ADEPA diario La Nación, Categoría Caricaturas e ilustraciones” (2013); 2º Premio Concurso de Pintura al aire libre “120 años de la Avda. de Mayo”(2014); 1er. Premio Concurso Nacional de Dibujo en homenaje al centenario del nacimiento de Aníbal Troilo y de Julio Cortázar (Centro Cultural Recoleta) (2015).




GERMÁN CÁCERES: Sebastián, en tus ilustraciones se observa un importante sentido pictórico que debe provenir de haber estudiado en Bellas Artes. ¿De qué manera funciona esta formación académica en tu trabajo?
  
SEBASTIÁN DUFOUR: Estudié en la Pueyrredón un par de años, no pude terminar la carrera. Pero ese tiempo funcionó como estímulo para interesarme por la pintura ya sea viendo libros, visitando muestras o pintando en caballete.
Sin dudas, esa información plástica se fue incorporando en mi manera de trabajar.



G. C.: En una biografía sobre tu obra que apareció en Internet leí que profesás una gran admiración por Picasso y por Giacometti. Sería interesante que expliques tu visión de la producción de estos dos grandes artistas del siglo XX.

S. D.: Me interesan particularmente porque son grandes dibujantes, más allá de su pintura o escultura. Sólo sé que ver sus obras, leer sus biografías o incluso ver fotos relacionadas a ellos me estimula a producir. De Picasso me atrae su continua búsqueda de la forma enmarcada en los temas clásicos -retratos, figuras, paisajes, bodegones, etc.- Y de Giacometti, por el contrario, aprecio la repetición de un concepto tanto en lo formal como en lo temático.


G. C.: En tus ilustraciones observo una atmósfera surrealista, cercana al espíritu de René Magritte. Por ejemplo, en una de ellas una hermosa y gigantesca boca de mujer –de dientes y labios espléndidos – está sostenida por varios hombrecitos muy pequeños. En otra, un novio diminuto se encuentra sentado en la mitad de una torta de casamiento, la cual está coronada por el vestido de la novia, del que sólo se ve una parte.  ¿Estás de acuerdo con esta apreciación o se trata de una percepción personal mía?

S. D.: Es una interesante apreciación y estoy de acuerdo, si bien no tengo muy presente a Magritte a la hora de trabajar. Pero es un artista que me encanta y al que siento cercano, cosa que no me pasa con casi ningún otro surrealista.




G. C.: Siguiendo con la pintura, un dibujo tuyo de bailarinas de ballet remite a los famosos cuadros de Degas. También hay uno que representa una noche con una especie de sol en lugar de luna, en el cual para mí sobrevuela la atmósfera de “La noche estrellada”, de Van Gogh. ¿Cuál es tu punto de vista acerca de estos dos eminentes representantes del impresionismo?

S. D.: Degas me fascina, es maravilloso. Me llama la atención la referencia a Van Gogh ya que no pensaba en él al hacer ese dibujo, pero bienvenido sea si en algo te lo recuerda. Recién pude disfrutar de sus obras cuando las tuve delante, en Ámsterdam. Me impresionó la calidad y cantidad de obras que logró en tan poco tiempo.


G. C.: Ya que sos un enamorado de la ilustración y de la pintura, ¿qué opinión te merecen tendencias como las intervenciones, las performances, las instalaciones y las distintas variedades del arte conceptual?


S. D.: Digamos que no estoy cerrado a visitar muestras sobre nuevas tendencias aunque me cueste un poco digerirlas. Será por la influencia de mi pareja Rossana, que tiene una idea más abierta del arte y ha realizado algunas performances bastante copadas.
Como enamorado de la ilustración y la pintura me quedo con el tablero y el caballete.
Lo más cercano al arte en vivo que experimento es cuando pinto o dibujo frente a la mirada de espectadores.                       


G. C.: ¿A cuáles ilustradores admirás? Me imagino que a clásicos como Gustave
Doré o como, más cercanamente, Charles Dana Gibson y James Montgomery Flagg. ¿Pero quienes son para vos los máximos exponentes contemporáneos de este arte?

S. D.: Conozco más de ilustradores contemporáneos como Norman Rockwell, Mort Drucker, Al Hirschfeld, Alberto Breccia, Carlos Nine, y las ilustraciones de los pintores como Daumier y Alphonse Mucha.



G. C.: ¿Cómo experimentás tu trabajo de ilustrador de libros, sobre todo de los destinados a los jóvenes?

S. D.: Siempre es un desafío ilustrar, ver de que manera contar algo y que sea original e interesante tanto para jóvenes o adultos. Pero el mayor esfuerzo me surge a la hora de ilustrar para niños pequeños en donde la fantasía es lo más importante. Aparecen  planteos diferentes a lo que es habitual para mí. Como mi estilo tiende a ser realista, me resulta difícil dar con el lenguaje plástico adecuado.


G. C.: ¿Y respecto a las tapas de libros?

S. D.: Busco una imagen potente y clara a la vez. Finalmente gana mi estilo pictórico por sobre lo lineal.




G. C.: Me entero por la web que colaboraste en varios estudios de animación. ¿Qué tal tu paso por este ámbito?

S. D.: Generalmente me llaman de algún estudio de animación porque les interesa mi soltura al dibujar, cierto aire “plástico” que puedo aportarles en contraste con lo frío que puede resultar trabajar solamente con lo digital. Así que hago lo mío y no me meto mucho en la animación en sí o en el 3D, sólo agrego mi toque en el mejor de los casos.


G. C.: ¿Tuviste oportunidad de ver algún filme de Hayao Miyasaki o de Bill Plympton?

S. D.: Si, claro. Ambos son geniales. Hace unos cuantos años hice unas ilustraciones para un libro infantil La princesa y la Luna que nunca se editó -al menos hasta ahora-. Me doy cuenta recién con tu pregunta que allí, en los personajes, hay algo de Miyasaki.




G. C.: En la composición y distribución que planteás se observa una melancolía que –en mi opinión – parece ser de origen literario. Por lo menos tal sensación se desprende de una ilustración sobre la novela Si te vieras con mis ojos, del chileno Carlos Franz. En ella se observa un paisaje de ensueño en blanco y negro con ornatos en gris. Hay palmeras y en la orilla del río una pareja elegantemente vestida. Más allá se divisan montañas. ¿Compartís esta impresión?

S. D.: Agradezco la observación. El haber colaborado durante tantos años en el Suplemento literario ADN de La Nación hizo que me relacione más con la literatura, que me acerque a los escritores a través del dibujo, sumado a la lectura que uno hace de por sí.


G. C.: También se puede señalar un costado metafísico en tus figuraciones borrosas, casi fantasmales y con personas estilizadas a la manera de Giacometti. Así, en una de ellas un chico está corriendo en una llanura desierta, al parecer dirigiéndose hacia un vacío absoluto. De paso advierto que aparecen muchos pibes en tus obras, como esa maravilla que representa a un niño que juega a la pelota frente a una casa en Devoto.

S. D.: La niñez aparece bastante en lo que hago, me lo han hecho notar varias veces.
¿Será por que recuerdo mi infancia con muchísima alegría? Jugar a la pelota y dibujar es estupendo y lo haría toda la vida, aunque ahora estoy un poco alejado de las canchas.
¿Cómo representar lo eterno de un recuerdo? Sin darme cuenta, las imágenes desdibujadas, fuera de foco ó sugeridas que ilustro, conectan más directamente con lo emocional, lo espiritual, lo universal.



G. C.: Es innegable que en tu grafismo se advierte una tendencia preciosista, así como un enfoque moderno que busca la originalidad. En un retrato de Kafka sólo asoma una mínima parte de la cara mientras un pincel la está dibujando. Acompañando una nota publicada por La Nación, se distinguen –predominando el tono rosa – el plano medio de una chica sensual y cerca de ella a un muchacho que duerme cubierto por una sábana. Estos detalles parecen formar parte de tu estética. ¿Es así?

S. D.: Sí, tengo la tendencia a buscar lo simple, a no complicar las cosas gráficamente hablando, pero a la vez me gusta que se aprecien volúmenes, texturas, luces, sombras, etc. Me interesa que el dibujo dé la apariencia de haber surgido fácilmente, casi sin esfuerzo. Para que esto suceda muchas veces repito el trabajo -puedo estar horas tratando de solucionar esa complejidad-. Busco un resultado que tienda a resultar natural, como la caligrafía japonesa.




G. C.: Tango cruzado, con guión de Max Aguirre, es la única historieta que hiciste. Sin embargo, revela, además de un sentido innovador, un sólido conocimiento técnico sobre la composición de página y el manejo de los planos. Asimismo, hay audaces perspectivas inclinadas y onomatopeyas de variados diseños. Responde al clima nocturno y fantasmagórico de tus ilustraciones. ¿Te sentiste cómodo en el género? ¿Pensás volver a él?

S. D.: Gracias a la propuesta de Max de hacer esta historieta, me acerqué al género. Dibujando Tango Cruzado fui ganando entusiasmo y descubriendo que salían cosas interesantes en cada página. Fuimos, a través de los capítulos, ampliando las viñetas y disminuyendo el texto; así, el relato ganó en lo visual.  
Los historietistas tienen un oficio y ritmo de trabajo que no sé si está dentro de lo que prefiero. De todos modos, alguna historieta cada tanto haría ¿por qué no?


G. C.: ¿Aparte de seguir con las ilustraciones, tenés algún otro proyecto?


S. D.: Los proyectos van surgiendo para mi sorpresa sobre la marcha, y si se dan las condiciones necesarias uno se suma. En lo personal simplemente dibujo, ilustro y, de tanto en tanto, me animo a la pintura a mayor escala. Eso es todo.

martes, 9 de agosto de 2016

YERBUDÍN de Florencia Paccela, por Germán Cáceres

(La Duendes editora, Comodoro Rivadavia, 2016, 110 páginas)


El libro aclara que “Florencia Carolina Paccela (Pace) nació el 23 de julio de 1992 en Junín, Buenos Aires. Estudió Diseño Gráfico y Diseño de Historietas en la Universidad de Palermo. (…) Se interesa por los enigmas de la humanidad, su historia, cultura, religión y en mayor medida, todo lo que rodea al fenómeno ovni…” Por eso cita en estos trabajos humorísticos al cerro Uritorco, a los geoglifos de las líneas de Nazca (Perú) y al célebre ufólogo suizo Georgio A. Tsoukalos.
Los tres principales protagonistas son un chico, un extraterrestre (Yerbudín) y Dios (representado por el clásico triángulo de la Santísima Trinidad).


Pace es irreverente y desopilante, pero respetuosa. Es que observa el mundo con alegría y desparpajo. En una sucesión de cuadritos se explica que la virgen María fue abducida por una nave espacial  y que la estrella de Belén no sería otra cosa que un ovni. En un cuadrito Yerbudín le grita al chico: “¡Corré! ¡Una invasión zombie!”, y enseguida le aclara señalando el triángulo: “Todo porque el hijo de éste prometió la resurrección de los muertos”.


 Pace posee una chispa inusual, plena de originalidad. Su gráfica segura y sólida apela a la síntesis y a la simplificación. Los dibujos sencillos y grises están presentados en cuadritos que en su mayoría carecen de fondos. Los globos de diálogo quedan reducidos a dos rayitas: una curva que engloba el extremo derecho del texto y la otra –una especie de palito – que señala al emisor.


Yerbudín cuestiona dentro de un humorismo lunático y disparatado la existencia del universo: “Ay, como si todo en la vida tuviera sentido”, afirma el chico con sorna.


Celebremos este divertido libro dándole la bienvenida con una de las tantas ocurrencias de Pace: en uno de los cuadritos se afirma “¡Es un pájaro!”, “¡Es un avión”!”, “¡Es superman!”, “¡Es un ángel!”, y luego un amiguito del chico acierta “¡Es un ovni!”.


Germán Cáceres